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El Zoncolan y la ‘Zona Cesarini’

{Banda Sonora: Stadio – Dammi 5 minuti}

Por ÀLEX OLLER

“Sei bella come un gol al 90’!.  Le robo a Jorge Giner el inicio de su artículo en la revista Panenka, donde explica a partir del piropo italiano la etimología de la llamada Zona Cesarini, a la que a menudo se recurre en las crónicas balompédicas para glosar las gestas en los instantes finales. Hoy es día de Giro de Italia, con la temida ascensión al imponente Monte Zoncolan marcada en rojo en el calendario de los ciclistas desde que se inició la carrera. Y es también día de fútbol, con desenlace al rojo vivo en la liga española, donde Atlético de Madrid y Real Madrid se disputan el título en la última jornada, separados por apenas dos puntos.

Es, pues, sobremesa de Eurosport, tarde de carrusel y noche de transistor, como en los tiempos en que José María García y José Ramón de La Morena se disputaban la supremacía del espacio radiofónico en nuestro país a base de mandobles verbales dignos de serie de ficción, como la que interpretan Javier Gutiérrez y Miki Esparbé en Reyes de la noche. Si en la retransmisión española Javier Ares ya narra un octavo por encima de su tono habitual, me pregunto cómo estarán en Colombia los apasionados colegas de Radio Caracol, con su innata habilidad para despertar pasiones en la locución de un deshielo. La confirmación de que estamos ante un sábado de sofá, refresco y palomitas llega desde Guatemala, donde Rodrigo, bogotano de cuna, hincha de Millonarios, el Barça y Egan Bernal, me comparte foto frente a la pantalla, con los Alpes Cárnicos de fondo. Sincronizados los televisores, que empiece el espectáculo.

Tras el sprint del viernes, con la emotiva victoria de Giacomo Nizzolo en Verona, llega la batalla que muchos esperan defina este Giro, en que Bernal luce la maglia rosa desde que, el pasado domingo, en un brutal rush final por la escalera de tierra de Monte Felice, volteó la carrera y anunció, ya sin complejos, que venía a ganarla. Entonces marcó distancia con el resto de aspirantes, un ambicioso Remco Evenepoel, pizpireto Aleksandr Vlasov y precavido Simon Yates. Pero esta subida sabatina al Zoncolan ya es de otra liga. Opinan los que saben que es por la vertiente menos sufrida pero, de 14 kilómetros con pendiente media del 8.5% de inclinación y unos últimos tres con media del 13% –incluyendo 80 metros con la friolera de un 27%–, digo yo que digan lo que quieran; por no hablar de las previsiones climatológicas: lluvia, frío, nieve y niebla. Ánimo, valientes…

Peores condiciones afrontaría a lo largo de su dilatada vida el considerado ciclista más veterano del mundo, Robert Marchand, fallecido la pasada madrugada a los 109 años, tras establecer varios récords de la hora como centenario. Aguantó tres años después de dejar la bicicleta, todo un ejemplo de lo saludable que puede llegar a ser esta afición; como lo es también Heinz Stücke en El hombre que lo quería ver todo, documental sobre este incansable viajero, capaz de recorrer unos 200 países durante más de 50 años de pedaleo ininterrumpido.

Cesarini no amasó plusmarcas, pero sí títulos. Y fue más de minutos que de horas, concretamente los últimos de los 90 reglamentarios de un partido de fútbol. Nacido en Senigallia en 1906, cinco años antes que Marchand, emigró de niño a Argentina, donde inició su carrera como centrocampista antes de regresar a Italia en 1929 y triunfar con la Juventus de Turín, con la que ganó cinco scudettos consecutivos. Pero fue con la selección azurra con la que se ganó fama de goleador tardío, en especial tras un tanto a Hungría en la Copa Internacional. El periodista Eugenio Danese bautizó el fenómeno como Caso Cesarini, y eventualmente derivó hacia Zona Cesarini.

También dijo en su día Juanito, apelando al espíritu de remontada del estadio del Real Madrid en una semifinal europea contra el Inter Milan, que “90 minuti en el Bernabéu sono molto longos”. Su compañero, Jorge Valdano, lo etiquetaría más adelante como ‘miedo escénico’, y me da que la definición aplica también para el ascenso al Zoncolan, que encaran primero 11 intrépidos escapados –entre ellos George Bennett, Bauke Mollema, Alessandro Covi, Jan Tratnik y Lorenzo Fortunato– y luego, a seis minutos, el pelotón, donde se cobijan los favoritos. El escenario ha pasado de verdosos y tupidos bosques propios de viñeta el Oso Yogui a una escarpada cuesta espolvoreada de nieve, donde aparece entre la niebla un aficionado vestido de panda; eso sí, cubierto el morro por la predominante mascarilla quirúrgica.

Fortunato y Tratnik se aventuran solos y solicitarían una de oxígeno y un piolet, sí pudieran, conforme escalan la pared alpina, que también cambia de asfalto hacía una superficie más áspera, donde el primero se lanza en plan kamikaze, contorneándose sobre sobre la bicicleta que, de poder hablar, pediría piedad.  Mientras Remco Evenepoel se regaza en el estirado pelotón, Fortunato avista el último kilómetro y medio, el muro, y reza para sus adentros a los dioses del ciclismo, a los espíritus de Marchand, Stücke, Cesarini o quien haga falta para reunir las fuerzas necesarias en su encarnizada lucha contra la gravedad. Aparece, en toda su magnitud y la expresión de su desencajado rostro, el ‘medio escénico’. 1500 metri nello Zoncolan sono molto longos.

Se desloma el italiano, lo achuchan los tifosi, que por poco lo tiran, y hace eses, un poco más atrás, Tratnik, todo corazón. Se anima, más abajo aún, Yates, que intenta arañarle segundos a Bernal, pero el colombiano se le pega a la rueda y el británico no hace más que ejercer de remolque en la pista de esquí. Ni Evenepoel, ni Vlasov, ni Hugh Carthy reaccionan, y es entonces cuando el maglia rosa se lo juega todo al rojo: adelanta a Yates, luego a Mollema y cruza la meta cuarto tras Covi, Tratnik y un exultante Fortunato, quien abre los brazos en cruz al hacer cima e historia con el primer triunfo en una grande para el Eolo-Kometa, equipo invitado del que son co-propietarios Iván Basso y Alberto Contador. El ex campeón, quien nunca se coronó en tan empinado puerto, se queda sin voz al entrar en directo en La Montonera desde Udine, y ahora deberá cumplir la promesa de ir pedaleando desde Madrid hasta Milán. La agónica victoria de Fortunato en la etapa, bella come un gol al 90’, podría ser también la de Bernal en la corsa, aunque Antonio Alix advierte: “Lo tiene atado pero no ganado. Y Remco está tocado, pero no hundido”.

Mientras baja el telón la liga –ha ganado sobe la bocina el Atlético, es subcampeón el Madrid y descienden Valladolid, Huesca y Eibar–, quedan aún siete jornadas más de Giro, con una crono a modo de clausura, teóricamente propicia para Evenepoel. Lo tendrá difícil el belga, ahora a tres minutos y 52 segundos de Bernal, que también saca 1’33 a Yates y 1’57 a Vlasov. Midió sus fuerzas, las de sus rivales y esperó el momento oportuno, los 500 metros finales, para rematar el de Zipaquirá. Casualidad que el pueblo del líder comience a escribirse por la última letra del alfabeto romano. Como Zoncolan. Como Zona Cesarini.

Nada como la primera vez

{Banda Sonora: Dire Straits – Romeo and Juliet}

Por ÀLEX OLLER

La decimotercera etapa del Giro de Italia sale de Rávena y llega este viernes a Verona, donde encontraron el amor y la muerte Romeo y Julieta; o, si prefieren, Julieta y Romeo. Aunque, como nos excedamos en ajustes políticamente correctos, me da que de la obra de Shakespeare no quedarán ni las grapas. Ya se montó una buena con el tradicional manoseo del pecho derecho de la estatua de bronce de la protagonista –menor de edad, a más inri–, que se erige en el patío de su supuesta casa. La leyenda mantiene que, al acariciar el seno de la susodicha, uno encontrará el amor verdadero… o algo parecido. Y claro, tal es la necesidad entre los peregrinos, que hay cola para meterle mano a la teta, que se desgasta y luce tan brillante en la retransmisión de la carrera que aparenta ser de oro.

Es hablar de ubres y pensar en la onírica escena de lactancia a distancia de La Teta y la Luna, de Bigas Luna, o en el olor a tortilla de patatas que desprendían, según Javier Bardem, las domingas de Penélope Cruz en Jamón, Jamón –que, por cierto, pasan está noche en Televisión Española y tampoco se ajustaría a los actuales estándares de respeto a las mujeres–. La tórrida pasión ibérica que exhiben en la cinta quienes son, casi 30 años después de su estreno, pareja en la vida real, poco tendría que ver, creo, con la trágica ternura juvenil de Romeo y Julieta, virginales amantes declarados en rebeldía, entregados con furor a la defensa de su amor prohibido. Un auténtico coup de foudre. Y es que no hay nada como la primera vez.

Al contrario que Edoardo Affini, a quien reciben sus vecinos al paso del pelotón por Mantova, Giacomo Nizzolo es de Milán y, pese a un notable palmarés ciclista a sus 32 años, parece que lo que tiene prohibido es un triunfo en el Giro. Hasta 11 veces ha quedado segundo el actual campeón de Europa e Italia en la carrera, su carrera, que le niega el beso una y otra vez. ¿Será esta etapa, la más larga y llana de la presente edición, con llegada a la llamada ciudad del amor, la buena?

Aunque hoy parezca imposible, Verona se enamoró una vez de su equipo de fútbol. Fue a mediados de los años ochenta, cuando al Hellas le dio por fichar jugadores como el alemán Hans-Peter Briegel o el danés Preben Elkjaer-Larsen, quienes pelearon la liga a los todopoderosos Juventus, AC Milan e Inter Milan y llegaron a ganar un scudetto en aquel Calcio de superestrellas como Franco Baresi, Michel Platini, Karl-Heinz Rummenigge, Junior, Gianluca Vialli o un recién llegado Diego Armando Maradona. Si hablamos de flechazos, lo mío con la selección danesa de Elkjaer-Larsen califica sin duda como tal. Aunque el goleador no fuera el más querido –me seducían más la elegancia de John Lauridsen, el desborde de Frank Arnesen o la finura de Michael Laudrup– posiblemente fuera el más talentoso. En cuanto vi jugar aquella Dinamarca en la Eurocopa de Francia’84 caí rendido a sus pies. Poco importó que perdiera en semifinales contra España. Fue un amor para toda la vida. Es lo que tiene la primera vez.

Las primeras veces conllevan fracasos. No son siempre perfectas. Y hay primeras veces para todo, incluso para embarcarse en un crucero, cuenta mi amigo Miguel Ángel, quien descubrió un blog de consejos para cruceristas primerizos. Aquí les resumo: lo primero es encontrar el barco, lo segundo, elegir bien el camarote y, no menos importante, a los compañeros de mesa; es clave evitar “a los invasores de jacuzzi, ninjas de buffet y quienes se pasan con el alcohol” (textual). No les vendría mal a Simon Pellaud, Umberto Marengo y Samuele Rivi echarle una ojeada, pues los tres fugados del día protagonizan una escapada de lo más estrambótica, en la que desisten de ayudarse por un supuesto rifirrafe en un sprint intermedio y hasta se atacan. Más que amor y desamor, la secuencia parece salida del camarote de los hermanos Marx.

Fracasado el intento de romper la carrera, la montonera encara con cierta tranquilidad la entrada a Verona, aunque la aparición de un operario con bandera en una intersección no hace más que revivir el fantasma del accidente de Mikel Landa días atrás. Esta vez, la volata es limpia, con anchura de calzada para que los equipos posicionen a sus especialistas mientras el maglia rosa, Egan Bernal, Simon Yates, Remco Evenepoel y demás favoritos en la general ejercen por un día de meros espectadores. Conviene no desgastarse ante el magno desafío del sábado: la subida al temido Monte Zoncolan.

¿Se llevará la etapa Elia Viviani en su casa? ¿Qué tal Peter Sagan, para hacer doblete con la del pasado lunes? ¿Y Dylan Groenewegen, purgará su larga sanción con una subida al podio en la ciudad del amor? Tras los abandonos de Calen Ewan y Tim Merlier, el camino luce más despejado que nunca para los velocistas. ¿Será por fin Nizzolo, o le hará la cobra el Giro nuevamente? Mientras pensamos todo esto, sale escopeteado Affini a menos de un kilómetro para la meta y sorprende a todos. Parece que no lo alcanzan, pero, conforme el del Jumbo-Visma pierde fuelle, gana empuje por la izquierda Nizzolo, quien aguanta el tirón de Sagan y rebasa a su compatriota en la línea de gol. La victoria la celebra, emocionado, el milanés como un título de liga, como un primer beso en un balcón a la luz de la luna.

“Mi objetivo esta mañana era llegar segundo y, así, a lo mejor lo conseguía de una vez”, bromea el vencedor. En la etapa número 13, en la villa de las supersticiones, donde se juntaron para la eternidad los dos novios más célebres de la literatura, encontró Nizzolo su primer triunfo en el Giro. El amor, al fin.

Preguntas que escuecen, silencios que matan

{Banda Sonora: Héroes del Silencio – La herida}

Por ÀLEX OLLER

“¿Y Soler? ¿Dónde está Soler?”, preguntaría algún tardío incorporado a la retransmisión de la duodécima etapa del Giro de Italia, la más larga hasta la fecha de la carrera y que se disputa entre Siena y Bagno de Romana y pasa por Ponte a Ema, localidad natal del gran Gino Bartali.

“¿Dónde está Bartali? ¿Y Fausto Coppi? ¿Dónde está Coppi?”. Eran las preguntas más repetidas por los aficionados italianos en las carreteras durante la edición de 1949, a tenor de las brillantes crónicas del no menos legendario periodista Dino Buzzati, traducidas al castellano y editadas por Gallo Nero. En sus relatos, el enviado especial de El Corriere della Sera mezcla ficción y fantasía, añade figuras místicas, relativiza gestas, se inventa otras y destila grandes dosis de humor para retratar un país de posguerra sin mentarla, escribiendo de un deporte desprovisto de la sabiduría del erudito pero con la libertad de una mirada fresca que posa en detalles aparentemente ajenos a la competición; o pone el acento en los gruñidos del pelotón cuando los tifosi insisten en inquirir por el paradero de sus ídolos.

“¿Es Bartali? ¿Es Coppi?”. “No, hijo, no. No soy más que un fugado en busca de un triste triunfo de etapa”, hubiera respondido, escocido, más de un escapado con ganas de cruzar la meta en solitario, alzar la vista y silenciar al respetable. Ya lo escribió Buzzati en Noche en transatlántico del proletario de la carretera, fantástica crónica-prólogo de El Giro de Italia, en que imagina el sueño de un gregario la víspera del inicio de la carrera:

La gente grita: “¡Bravo, Bartali!”, pero él sacude la cabeza para darles a entender que no es él. ¿Entonces quién es? Nadie lo conoce. Para identificarlo hay que buscar su número en la tabla que trae el periódico. El pánico recorre Sicilia.

¿Y Soler? ¿Dónde está Soler?

La respuesta la da, como siempre, Pepe, El Ruso, spoiler oficial del grupo de Whatsapp. Y la da al más puro estilo diario Marca, con hasta tres puntos de exclamación: “¡¡¡Marc Soler ha abandonado!!!”.

Una semana después del accidente que supuso el precipitado adiós de Mikel Landa, el ciclismo español pierde a otro estelar representante en el de Vilanova y la Geltrú, que se presentó al Giro por vez primera en calidad de líder del Movistar y, como tal, recibió por parte de un sector de la prensa trato de candidato al triunfo final. Con 27 años, victorias en el Tour del Porvenir 2015 y la Clásica Paris-Niza 2018, Soler luce cualidades y un prometedor futuro sobre la carretera, pero su participación en la pasada Vuelta a España, en que se adjudicó una etapa, se diluyó en claroscuros y reservó un sombrío desenlace cuando, en la penúltima jornada, protagonizó una maniobra de dudosa interpretación junto a su compañero y compatriota, Enric Mas, al rescatar al líder, Primoz Roglic, del Jumbo, de un más que posible naufragio ante el ecuatoriense Richard Carapaz, del Ineos. Con todo su talento, el catalán quedó marcado por tan sospechada remolcada, y quizás fue por ello que, en su reciente victoria en el Tour de Romandía, previo a la disputa del Giro, sintió la necesidad de llevarse el dedo índice a los labios al cruzar la meta. “Aguantamos muchas cosas y a veces uno es humano y explota. Es muy fácil criticar desde el sofá”, explicó luego, sin disculparse, ni acabar de asimilar el dicho de que uno es maestro de sus silencios y esclavo de sus palabras. Hay preguntas que escuecen y silencios que matan. Soler, que en su defensa nunca se presentó como favorito, se despide este jueves del Giro por la puerta de atrás, después de sufrir una caída en los primeros kilómetros de la etapa y dolerse del costado derecho. No es el único en despeñarse: la jornada, que acaba con triunfo de Andrea Vendrame tras una meritoria fuga y sprint mano a mano con Chris Hamilton, contabiliza hasta cinco abandonos, y peor parece la tarrascada de Alessandro DeMarchi, que se retira en ambulancia. Como dice Javier Ares en Eurosport, “son etapas duras y exigentes en que, si hay alguna noticia, no acostumbra a ser buena”. En espera del parte médico, deseamos una pronta recuperación a ambos y verles de nuevo pronto, a ser posible en el próximo Tour de Francia.

La otra pregunta que colea es el qué pasó el miércoles entre Remco Evenepoel –que acaba el día como lo empezó: séptimo en la general, a dos minutos y 22 segundos del líder, Egan Bernal– y su compañero del Deceuninck, Joao Almeida, quien no acudió a socorrerlo cuando el belga se estancó en el sterrato de la Toscana y cedió dos minutos y ocho segundos en su lucha por la maglia rosa. Tanto Evenepoel como su director de equipo, Davide Bramatti, rebajan el incidente en que el corredor soltó momentáneamente el pinganillo que les comunicaba –otro mutis–, pero Almeida alimenta la polémica con declaraciones a la prensa nacional, que le interroga sobre su evidente desilusión: “Prefiero estar callado y no decir lo que pienso”, zanja, sin esconder que se sentía “fuerte como para medirse a los mejores”.

Ni Almeida, ni Soler podrían considerarse proletarios de la carretera. En el transatlántico de Buzzati probablemente viajarían en camarote privado. Pero me da que sentirán un similar escozor cuando, al paso por las cunetas, oigan cómo la fanaticada ruge por otros. Y mascullarán en silencio. Hoy, por lo menos, preguntaron por ellos.

Pantani vive, Bernal trasciende, Battiato es

{Banda Sonora: Franco Battiato – Voglio vederti danzare}

Por ÀLEX OLLER

Imposible contener las lágrimas de emoción mientras escucho en bucle Yo quiero verte danzar el día después del fallecimiento del inconfundible, indescifrable e irrepetible Franco Battiato. Nos dejó el gran artista siciliano un martes de descanso del Giro de Italia, y la noticia de su pérdida de inmediato desencadenó un rosario de lamentos en el grupo de amigos de whatsapp, así como sentidos obituarios en los grandes medios. Murió en su villa de Milo a los 76 años, cuentan que entre discos, libros, dibujos y cuadros. Poco más, era un hombre discreto. Desconozco si era aficionado al ciclismo. Quién sabe si llegó a ver el trepidante ascenso de Egan Bernal, el pasado domingo a Campo Felice. Quiero pensar que sí, y que le conmovió la belleza de la escena, tratándose como era de un creador universal, amante de la cultura popular, bailes absurdos y letras sencillas de profundo calado. Un humanista como él habría disfrutado viendo danzar sobre la tierra al campeón colombiano. Cómo zíngaros del desierto, sí. Y hubiera muerto con una sonrisa en los labios. Eso quiero pensar.

“Convencido de la inmortalidad humana y de la reencarnación, Battiato es”, subraya el presente Pablo Gil en El Mundo. Y me pregunto si sería posible que el cantante se reencarnara en ciclista. Y, en tal caso, ¿en qué tipo de ciclista? Cuando, de repente, mientras veo por televisión la undécima etapa del Giro entre Perugia y Montalcino, irrumpe en una cuneta una pancarta donde se lee “Pantani vive”. Ha sido un momento, visto y no visto. Pero la he visto, como si el fantasma de Marco Pantani sobrevolara la jornada de este miércoles, con trazado asilvestrado por la fotogénica región de La Toscana. Y claro, todo cuadra: de poder ser ciclista, Battiato se reencarnaría en El Pirata. ¿Es posible un imaginario físico más divertido que la simbiosis del Elefantino Pantani con Franco Nappiato, como lo bautizó en uno de sus sketches Martes y Trece? Difícil.

Corredor instintivo, todo garra, ídolo del pueblo, Pantani sigue muy vivo en el recuerdo de la hinchada, no solo en su país. Como Battiato, fue un alma libre con carisma e influencia universal. Bernal, nacido un 13 de enero, como el corredor de Cesena pero 27 años después en Zipaquirá, solo cuenta 24 primaveras, pero conocerá de oídas sus gestas de su estancia previa en Italia; como domina a fondo, de su pasado como competidor en mountain bike, las particularidades del llamado sterrato, que cubre de tierra 32 de los 162 kilómetros de la etapa del día. El aún más joven Remco Evenepoel, principal amenaza en la clasificación general, no goza de semejante experiencia, ni tan siquiera ha disputado antes una carrera de tres semanas, y es la primera vez que rueda tras una jornada de descanso. Por no hablar ya de que no se subía a una bicicleta tras su escalofriante accidente, nueve meses atrás, en Lombardía.

Quién sabe si por uno u otro factor, por un ataque de precaución o porque intuye que su lugarteniente en el Deceuninck, Joao Almeida, no acabará de comprometerse en tareas colectivas,  Evenepoel pedalea con escasa convicción, algo rezagado, por el irregular trazado mientras Filippo Ganna lanza al Ineos de Bernal nada más pisar la grava, a 60 kilómetros de la meta. Delante anda un grupo de escapados, del que saldrá triunfal otro joven como Mauro Schmidt. Pero los focos, el drama, la danza, están detrás con el progresivo naufragio del aspirante belga, quien, en gesto de aparente frustración, suelta el pinganillo que le comunica con su director de equipo. “Se le puede ir el Giro”, avisa en Eurosport Alberto Contador, perplejo por el papelón de Almeida y la imagen de su líder, dejado a la deriva mientras empiezan a caer gotas que humedecen algo el camino.

Como pirata avistando posible botín, Bernal aprieta cuando restan cuatro kilómetros para la orilla. Es otra exhibición de potencia, olfato y pundonor del cafetero en un terreno rompepiernas a ritmo de himno rompepistas. Egan baila sobre la bici como derviches tourneurs que giran sobre la espina dorsal al son de los cascabeles del kathakali. “¡Va sin cadena!”, exclama, entusiasmado, Javier Ares, ya cronómetro en mano para medir la escabechina. El maglia rosa, al que acompañan en el podio de la general Aleksandr Vlasov y Damiano Caruso, le saca ahora dos minutos y 22 segundos a Evenepoel, que cae a séptimo en la clasificación. Al final, tras una tardía remontada, ha perdido dos minutos y ocho segundos respecto al colombiano. Podría haber sido mucho peor.

Ahora toca analizar qué pasó. En La Montonera no lo aclaran, tan solo Quique Iglesias acierta a proclamar que “esta jornada me reconcilia con el ciclismo caótico”. El de desapariciones como las de Almeida, reacciones como las de Evenepoel y arrebatos como el de un ya trascendente Bernal, se entiende. Es el caos, bello caos, de leyendas como Pantani, quien, sí, vive. De genios como Battiato que, efectivamente, es, por mucho que se haya perdido esta última danza. ¡Y qué danza!

No hay lunes al sol en la ‘corsa rosa’

{Banda Sonora: George Bruns – Jungle Beat}

Por ÀLEX OLLER

Es lunes y la gente trabaja, por mucho que uno goce de un día de campo y playa entre l’Estartit y Figueres a lomos de su bicicleta. La Maja tiene fiesta y, como aventurera de raza, aprovecha cualquier oportunidad para sacar de paseo a Baguira y emular a sus héroes, a ratos Indiana Jones, en otros, El Pirata Pantani. Tampoco paran los ciclistas en el Giro de Italia, que celebra su décima etapa. La jornada de descanso en la carrera italiana no llega hasta el martes y será muy bien recibida, a tenor del tute hasta la fecha, con mención especial para el final terroso del domingo en Campo Felice.

Baguira luce tan espléndida como el primer día, observo mientras pedaleo por la tierras de Josep Pla, de recobrada relevancia mediática con la reciente publicación de El Hijo del Chófer, un duro relato biográfico de Jordi Amat sobre la controvertida figura del periodista Alfons Quintà y sus privilegiadas relaciones, entre ellas con el venerado escritor gerundense. El cicloturismo tiene cosas como estas: que uno se pierde entre la admiración del paisaje, la evocación de recuerdos y reflexiones de diversa índole; incluso puede ocurrir, si le da por escuchar podcasts en tránsito –práctica que la Maja desaprueba–, que contemplando a Baguira se mente a la propia Baguira. Lo hace Jacinto Antón, antropólogo de cabecera de A vivir que son dos días, el programa de Javier Del Pino en La Ser que, en esta ocasión, aborda la cuestión del impacto del hombre sobre el planeta y cuenta con la participación de Jordi Serrallonga, autor junto a Gabi Martínez de Animales invisibles. Mito, vida y extinción. La conclusión, estimado lector, es que hay que andarse con cuidado si no queremos acabar con nosécuantas especies amenazadas y, de paso, firmar nuestra propia sentencia de muerte. Y mira, se cruza justamente en el camino un coipú, orondo roedor patagónico actualmente invasor de las orillas del río Fluvià. Explica Antón que la amable versión de Baguira en El Libro de la Selva de Disney dista bastante de la de la novela original de Rudyard Kipling, en que se revela un personaje notablemente más siniestro y contradictorio que se mueve entre sombras; y que la célebre pantera negra viene a ser un leopardo, solo que en la India, donde su pelaje oscuro le permite camuflarse en la selva, al contrario que en la sabana africana, la llaman pantera.

Luce el sol en el Giro tras días de nubes y claros en el mejor de los casos, con no poca lluvia, y exhibe maglia rosa Egan Bernal tras su exhibición dominical sobre terreno pedregoso. El de Zipaquirá ha cambiado el color black oficial del Ineos por el del líder de la carrera pero, al igual que la pantera negra, es capaz de camuflarse entre el pelotón y sacar a relucir sus afiladas garras cuando la ocasión lo merece. Poco importa que los 139 kilómetros de recorrido sean poco escarpados y el trazado favorezca a velocistas como Peter Sagan, Tim Merlier o Fernando Gaviria. Si Bernal, reconocido escalador que sigue la tradición de los escarabajos colombianos,  ya se puso el traje de cross la víspera, en esta ocasión se disfraza de sprinter y, a rebufo de su compañero Filippo Ganna, se lanza a por los puntos del tramo intermedio para arañar una bonificación que le permita distanciarse un poco más de su inmediato perseguidor en la general, Remco Evenepoel. Y si bien el atrevimiento, explosividad y astucia felina del latinoamericano son dignas de admiración, no menos elogios merece la reacción del belga, capaz de remontar por sí solo los casi cinco metros que le separan de la dupla e incluso tomar la delantera, antes de que el ecuatoriano Jhonatan Narváez, también del Ineos, logre cazar los tres puntos. La intensa secuencia, candidata a documental de sobremesa en La 2, acentúa la competitividad de este Giro, al que le restan aún 13 jornadas por delante, incluyendo las dos de descanso.

En la llegada al sprint, en Foligno, reina como casi siempre la ley de la selva, aunque el más fuerte, Peter Sagan, se beneficia de la ardua labor de manada del Bora a lo largo del camino y logra el triunfo sobre Gaviria y Davide Cimolai. Ha sudado la gota gorda el eslovaco en otra jornada de darwinismo puro de esta feroz corsa rosa, ya con notables abandonos como Mikel Landa, Joe Dombrowski, Caleb Ewan o Matej Mohoric. Pega fuerte el calor en el arranque de semana, pero no hay tal cosa en el Giro como un lunes al sol.

De la voltereta de Matej al volteo de Egan

{Banda Sonora: Juan Luis Guerra – Ojalá que llueva café}

Por ÀLEX OLLER

“Como me gusta el olor a hierba sintética por la mañana”, leí a modo de guasa, en referencia a los ocasionales ataques de nostalgia de quienes crecimos dando pelotazos en esas plazas de delimitación ambigua y minadas de bordillos, árboles y obstáculos de lo más variopinto. Con algo de suerte, lográbamos acceder de vez en cuando al lujo de un campo de tierra reglamentario, también con sus particulares irregularidades y, ya conforme pasó el tiempo, conseguimos catar el césped artificial. El pasto de verdad, el que se riega, crece y se sega, sigue reservado los profesionales o residentes de las Islas Británicas, auténtico paraíso del futbolista amateur.

Pero yo, que quieren que les diga, me quedo con lo mío: con esa tierra que por parcelas era arena, grava, charco u hormiguero. Lo que no era nunca es aburrida, pues uno debía ingeniárselas para estudiar, según avanzaba, el paisaje y su orografía para adivinar así el bote del balón y su asombrosa capacidad de transmutación en conejo saltarín, interpretar sus extraños y, de ser posible, idear un plan B. No sé si producía mejores jugadores –eso lo dejo a los técnicos–, pero sí nos hacía más vivos, más despiertos, más en contacto con un entorno en constante transformación y no pocos descampados.

Egan Bernal nació en Colombia, convulsa tierra de rico café y dotados escaladores que se ganaron el mote de escarabajos, aunque acabó por formarse como ciclista en Europa y, más concretamente, Italia, donde este domingo, Día del Señor, regresa por la puerta grande. El de Zipaquirá arranca la novena jornada del Giro en Castel di Sangro –apuntemos la recomendación literaria de El Milagro de Castel di Sangro, de Joe McGinniss– disimulando sus pretensiones con unas tibias declaraciones; pero la carrera coge ritmo pronto y queda claro que el líder del Ineos no se esconde: los hombres de negro tiran del pelotón y controlan la fuga de aspirantes al triunfo de etapa.

El trazado es el más corto del programa –obviando contrarrelojes– aunque “sin un solo metro de llano”, resalta en Eurosport Alberto Contador. El Bahrain, quizás extra motivado por la pérdida de Mikel Landa el jueves, pisa el acelerador en la bajada y lo paga con un segundo abandono cuando el pobre Matej Mohoric calcula mal el arcén interior de una curva, pisa piedra y protagoniza una espectacular e involuntaria voltereta que acaba en vertical invertida: las suelas saludando a San Giacomo y la cabeza picando contra el asfalto. Tras un primer intento de reincorporación, el esloveno desiste y es evacuado en camilla. Esto, con hierba sintética no pasa.

El accidente no atempera a los valientes y no hay tregua entre los escapados, Geoffrey Bouchard, Ruben Guerreiro, George Bennett, Michael Störer, Bauke Mollema, Matteo Fabbro, Nicolas Edet y Simon Carr, quienes aventajan al resto en más de dos minutos cuando quedan 16 kilómetros para el final. Hay hambre de gesta tras el antipasto del sábado y la hinchada jalea el ataque de Bouchard a falta de 4.8, mientras el grupo perseguidor, con Koen Bouwman integrado, no se entiende y, más atrás, la locomotora, con Ineos y Movistar turnándose, impone un ritmo infernal. Se anhela una aparición estelar de Bernal o Remco Evenepoel, los dos grandes favoritos, pero no se espera. Deducen los entendidos que a ninguno le conviene aún la maglia rosa que luce prestada Attila Vagner, que esperaran a la tercera semana, cuando el cafetero jugará sus cartas en la montaña y el belga medirá cada segundo con el ojo en la crono de clausura.

Quien no aguanta más es Bouwman. El neerlandés, cansado de discusiones, se va a por Bouchard cuando el francés encara, justo ya de fuerzas, los últimos 1600 metros de cuesta en polvorienta pista rural digna de persecución del Oeste. El desgaste y 11% de inclinación lastran al ciclista de Ag2r, que corre menos que el caballo del malo hasta que lo caza Bouwman. El duelo en las rampas de la estación de esquí es dramático, pero de repente irrumpe un actor protagonista con ansias de robar la escena. Es Bernal al galope, y el colombiano, con la mirada fija en el horizonte, cabalga tan rápido que apenas les da tiempo a apartarse y dejarle pasar. Aguarda Campo Felice y poco importan las piedras en el camino, las lesiones de espalda o el dolor de un país azotado por la pandemia, la corrupción y la violencia. El ex campeón junior de mountain bike se siente a gusto sobre el terreno agreste y bailotea, de pie, sobre su bici mientras el resto no puede más que admirar, sobrecogido, su pletórico ascenso.

Bernal cruza, sobrado, la meta. Ya de rosa y entre aplausos, llora Egan tras su primera victoria en una gran vuelta. Ha puesto 15 segundos de por medio con Evenepoel, 21 a Aleksandr Vlasov y 43 a Valter. Ha volteado el Giro. Y lo ha hecho sobre tierra. “No me lo puedo creer”, dice emocionado. Qué bien huele el café en el campo.

Antipasto sabatino en espera de entrantes

{Banda Sonora: Giuseppe Di Stefano – Mamma}

Por ÀLEX OLLER

Hay apetito este sábado en el Giro de Italia. Tras siete etapas de recorrido predominantemente llano, ondulado o con algún puerto de segunda categoría, la subida más exigente de la jornada, a Bocca della Selva, no pasa de eso pero esconde varias trampas a 70 kilómetros de la meta en Guardia Sanframondi, con una última cuesta de 8% de inclinación que se le podría atragantar a algunos. Los aficionados más golosos se relamen con la posibilidad de que los favoritos empiecen a romper algún que otro plato, ahora que se aproxima el ecuador de la carrera.

Algo rico se espera el domingo, cuando al fin el pelotón encare un puerto de primera y engañoso nombre, Campo Felice, aunque tampoco tan fiero como lo pintan. Pero la partida hoy de Foggia, ciudad de enorme patrimonio artístico y arquitectónico aunque azotada por guerras, plagas y terremotos, es de lo más esperanzadora: el grupo se lanza a la carretera con las mismas ganas que una manada de jubilados encararía un buffet libre. Así, con miradas por el rabillo del ojo, gruñidos varios y más de un paso en falso, se suceden los ataques y contrataques, antes siquiera de recorrer un tercio del trazado, con el Ineos de Egan Bernal luciendo músculo y controlando las operaciones.

Estando el mundo tan patas arriba, no nos viene nada mal algo de divertimento deportivo. Porque abrir el periódico –o encender el teléfono, que me perdonen los chiquillos– equivale a retroceder varias décadas: que si Palestina en llamas, el Ulster (casi) en armas, Colombia en estado policial; o entrar en directamente en la rueda del hámster político catalán. Entre mirar atrás o al infinito, casi prefiero dar pedales por el Empordà y visitar el espectacular poblado ibérico de Ullastret, nuestra particular Troya, aunque sin película de Brad Pitt que la catapulte al mainstream. Mejor así. Qué ojo tenían estos íberos para montar sus chiringuitos, con cálido clima, amplios recursos naturales y privilegiadas vistas al mar. Eso sí que es un monte de primera categoría. Lástima que no descubrieran aún el placer de rodar en bicicleta y conocieran en cambio de primera mano el ardor invasor de los romanos, esos cortarrollos que, en su afán por derrotar a Aníbal y los cartagineses en sus guerras púnicas, arrasaron el tinglado.

Ya se sabe que quién a hierro mata, a hierro muere, y el imperio de los césares –como todos– acabó también por derrumbarse, aunque nuestros vecinos puedan actualmente presumir –entre otras muchas cosas– de celebrar la corsa più dura del mondo en el paese più bello del mondo. Y es bien cierto que la carrera, que atraviesa la región de Apulia en el tacón de la bota que es Italia, luce sabrosa cuando encara su segunda semana de competición con un húngaro, también de nombre guerrero, Attila Vagner, luciendo la maglia rosa, otro puñado de secundarios con ganas de banquete y los favoritos –salvo el indispuesto Mikel Landa– afilando cuchillo y tenedor.

La lástima es que siempre haya alguien presto a ausentarse de la fiesta de malas maneras y, en este caso, es Caleb Ewan, protagonista la jornada anterior por su eléctrica victoria al sprint y, ahora, por su espantada a poco de tomar la salida. Se entiende que el australiano priorice preparar a conciencia su concurso en el Tour de Francia y la Vuelta a España, donde querrá repetir sus dos victorias de etapa en el Giro, pero no tanto la coartada de su abandono: una lesión de rodilla en absoluto evidente sobre las carreteras italianas.

El fuerte ritmo de los ciclistas a su paso por Campania no aventura que alguno se quede en esta ocasión fuera de control mientras, de los nueve fugados que coronan Bocca della Selva con seis minutos de ventaja sobre el resto, Nelson Oliveira es quien mejor desciende y Fernando Gaviria, quien repite caída, esta vez rascando el asfalto rural en lugar de la valla urbana, como ocurrió en la volata final de la segunda etapa, en Novara.

Con los favoritos lejos de hincarle el diente al menú del día, Victor Campenaerts y Giovanni Carboni agitan la coctelera y se distancian de la cabeza, pero es el joven Victor Lafay, con sus rojizos pómulos de glotón francés y un furibundo ataque a dos kilómetros de la meta, quien se cuela bajo la mesa y se lleva la codiciada pieza. Tras tanto ajetreo, postureo y bailoteo, la jornada acaba un poco como empezó, con Valter de rosa y Bernal y Remco Evenepoel, candidatos al premio final, apretados en la general. No estuvo mal para abrir boca, “un antipasto”, opina en Eurosport Javier Ares. Platos más fuertes se esperan en adelante. Quizás el domingo sirvan los entrantes.

Déjà vu a orillas del Adriático

{Banda Sonora: Gino Paoli – Il mare, il cielo, un uomo}

Por ÀLEX OLLER

Un inquietante déjà vu ensombrece la séptima etapa del Giro de Italia este viernes, una de esas llamadas jornadas de transición que, opina Javier Ares en Eurosport, “solo traen malas noticias”. El recorrido llano favorece a los sprinters y el ahorro de energías de los favoritos en la general; pero su desenlace en suelo urbano, tras otra mini-gincana de rotondas, pilonas y chicanes, recuerda demasiado al de dos días atrás, ese que acabó con fuerte tarrascada de Mikel Landa y su consecuente abandono.

La diferencia es que hoy bordeamos mayormente el mar Adriático con llegada a Termoli tras partir de Notaresco, en la región de los Abruzos, con sus bucólicas estampas de olivos y ligero viento de cara para una montonera que sale relajada, sin forzar hasta que los equipos se vean obligados a luchar por posicionar a sus velocistas a unos 20 kilómetros de la meta, esos que Alberto Contador califica “de tensión”. El bicampeón regresa al plató tras superar, no sin sufrimiento, su baja por coronavirus: “ocho-nueve días sin comer por culpa del Covid-19”, detalla el madrileño.

Aunque su título no lo indique, también nació en la capital española Luis Amadeo de Saboya, duque de los Abruzos por herencia nobiliaria. El nieto del primer monarca de Italia e hijo de Amadeo I en su breve reinado ibérico, entre 1870 y 1873, le salió rana a la dinastía italiana, pues demostró más interés por las humanidades y la aventura que las iniciativas militares o intrigas de palacio. Marino, alpinista, geógrafo, naturista y explorador, organizó expediciones al Ártico, abrió y nombró vía en el K2, estableció récords de altitud e innovó técnicas de cultivo en África, donde murió a los 60 años y aparentemente dichoso, a tenor de su documentada preferencia porque alrededor de su tumba se entretejieran “las fantasías de las mujeres somalíes antes que las hipocresías de los hombres civilizados”.

No transpira afán de demasiadas hazañas en esta ocasión el pelotón, cuyo mayor contratiempo se limita a una frustrada entrega de bidones por parte de los integrantes del Qhubeka mientras controla desde lejos a los tres escapados, Simon  Pellaud, Umberto Marengo y Mark Christian. “Los llevan cociendo al baño maría”, constata Contador mientras el grupo atraviesa la Costa dei Trabocchi, que debe su nombre a sus característicos ingenios de pesca armados sobre palafitos.

Capturados los intrépidos a 17 kilómetros de Termoli, comienzan las cábalas de la hinchada de cara la volata. ¿Se producirá el ansiado duelo entre Tim Merlier y Caleb Ewans? ¿Aparecerá finalmente vez Peter Sagan? ¿Ganará de una vez Giacomo Nizzolo, tras 11 segundos puestos en su casa? ¿Iniciará su reinserción deportiva Dylan Groenewegen, tras nueve meses de sanción?

Defendía el duque de los Abruzos, en su empeño por investigar la felicidad humana, que él no tenía subordinados sino camaradas, y advierte Ares que el colombiano Fernando Gaviria cuenta con el mejor equipo de lanzadores para armar el sprint. A falta de cuatro de la meta, afloran los nervios, se estira el grupo y se arquean los codos. Gaviria es el primero en atacar, y por momentos parece que su golpe de riñón será suficiente, pero los últimos metros se le atragantan mientras, por detrás, Sagan esquiva la caída tras un roce y asoman con fuerza Davide Cimolai, Merlier y Ewan, este disparado como un cohete. El acelerón del diminuto corredor australiano es tan brutal que uno imagina a los dioses del ciclismo decidiendo el lance tirados sobre una nube y jugando a una versión divina de la Playstation, mientras el más adolescente le da al botón del turbo del apodado Rocket Pocket.

Ewan, quien resolvió una avería al inicio de la etapa y venía de ganar la quinta, acaba nuevamente en lo alto del podio con el Adriático de fondo y, sí, cierta sensación de déjà vu, aunque esta vez con  aroma a gesta y, desde luego, un final sensiblemente más feliz de lo aventurado.

El Giro y el mito de la caverna

{Banda Sonora: Depeche Mode – Policy of Truth}

Por ÀLEX OLLER

Tengo pendiente una conversación con La Maja sobre Platón y el mito de la caverna, muy en boga últimamente a razón de según qué debates políticos, resultados electorales y consecuentes análisis por parte de quienes, en el argot deportivo estadounidense, llamaríamos Monday Morning Quarterbacks. Todos nos atrevemos a pasar revista a toro pasado, con más saña incluso tras una goleada, pero lo cierto es que cuesta explicar algunos fenómenos, como del de priorizar el poder tomarse unos berberechos y unas cañas sobre el bienestar general.

La sexta etapa del Giro de Italia sale este jueves de las espectaculares Grotte di Frasassi en Ancona. No literalmente, aunque mejor no dar ideas a los organizadores, dados los palos recibidos la víspera por el trazado de obstáculos entre Módena y Cattolica que derivó en trágico accidente y abandono de Mikel Landa. Los engaños, la distorsionada información que en la filosofía platónica se plasma en sombras sobre las rocas, en la Corsa Rosa toman forma de rotondas, chiquanes, baches, adoquines y auxiliares con banderas que, pese a sus buenas intenciones, acaban ejerciendo de peligrosos espantapájaros para los embalados ciclistas.

Nubarrones grises, tan reales como figurados, persiguen en la partida al conmocionado pelotón y quienes cubren la carrera, aunque poco a poco los protagonistas, tanto sobre el asfalto como la cabina, van aliviando el ánimo camino del final en lo alto de Ascoli Piceno, buscando razones para seguir pedaleando o narrando, acelerando cadencias, cuestionando creencias y soltando cadenas. “Algo habrá que hacer”, sostenía Platón, y son ocho los primeros en lanzarse, de los que quedará la mitad a falta de 30 kilómetros para la meta.

Las ascensiones a la Forca di Gualdo, luego a la Forca di Priesta y finalmente a San Giacomo, a 1,090 metros de altura con rampas de hasta 8.8% de inclinación, se presentan harto dificultosas tras chopar un tremendo aguacero a los sufridos corredores; pero el sol parece abrirse por momentos, como alentando a los valientes a repetir la inaudita maniobra del Ineos en la primera subida, cuando el equipo liderado por Egan Bernal se suelta del grupo perseguidor como un negro bloque de Lego contra el viento y la gravedad, en busca de la luz cegadora. La realidad es que el abanico, aunque bello, no resulta definitivo: allí sigue, entre otros, el joven Remco Evenepoel, cada día más fuerte, cada día más amenaza para el colombiano, cada día más presente que futuro y, desde luego, que el pasado de una espeluznante caída al vacío en Lombardía.

En cabeza, el Bahrain aspira a honrar al compañero ausente con un triunfo de etapa del pundonoroso Gino Mader, quien queda codo a codo con Brauke Mollema y Dario Cataldo tras recibir la ayuda de Matej Mohoric y descolgarse el escudero. Un poco más atrás, reaparecen fantasmas con el negligente atropello de Pieter Serry por parte del coche del BikeExchange. La tragicómica secuencia provoca que a Javier Ares se le escape un “¡Coño! ¡Si es que hay que ir a lo que se va!” en la retransmisión de Eurosport y las risas de Alberto Contador y Juan Antonio Flecha tras el susto, sin mayores consecuencias.

A kilómetro y medio del final, Bernal vuelve a probar suerte en solitario, pero Evenepoel responde al ataque junto a Dan Martin y Giulio Ciccone. Por momentos, el arrebato en plena cuesta se asemeja al emocionante cara a cara que protagonizaron el bogotano y Landa el martes, antes de que el alavés se quemara en la hoguera del arribo en rebaño a Cattolica. Pero el mejor homenaje se lo presta un exhausto Mader, quien, ya sin escoltas y con rostro desencajado por la fatiga, se tambalea en su intento de celebración al cruzar la meta. Un triunfo individual con sentido colectivo.

La jornada ha sido emotiva y bella, desde las estalactitas de Frasassi al podio de San Giacomo con nuevo líder en la general, el húngaro Attila Valter, flanqueado por Evenepoel y Bernal, 67 años entre los tres. Valió la pena salir de la caverna. Lo del retorno, si les parece, lo dejamos por ahora en pendiente.

Malditas prisas

{Banda Sonora: Chubby and the Gang – Speed Kills}

Por ÀLEX OLLER

La justicia poética no toma prisioneros y hoy caí con todas las de la ley en el hogar materno. En ese ajetreo tan urbano que lleva uno, contando los segundos perdidos, maldiciendo por tener que esperar un minuto de más porque se escapó el último metro, desenfundando a paso ligero las llaves del bolsillo, cual pistolero del Oeste, para sincronizar la apertura del portal con la apresurada zancada, resulta que me equivoqué de revolver y me disparé un tiro en el pie.

Clic, clac, clec… nchst.

Introducir la llave errónea en una cerradura puede conllevar que esta se atasque y tengas que llamar a un cerrajero de urgencia que te aligerará la cartera entre 55 euros (sin factura, ojo) y 95 (más IVA) o incluso podría llegar a 1.077 pavetes, (así, sin reírse ni nada). También puede acarrear, en caso de que ocurra en la finca de tu madre, la mirada socarrona de la vecina de toda la vida, esa que ya es familia y puede enumerar de carrerilla tu Top 10 de jaimitadas desde que andabas en pañales. Pero lo peor no es eso. Lo peor es la sensación de que con qué cara vuelves a regañar ahora a tu progenitora, la misma que te cambiaba esos pañales, sobre la conveniencia de ir rebajando esas prisas, tomarse la vida con más calma y no cruzar los semáforos en rojo, que tenemos una edad y cualquier día de estos vamos a sufrir un disgusto…

¡Ay, esas prisas!

Y encima, claro, todo se retrasa. Pero por suerte llego a tiempo de ver la quinta etapa del Giro de Italia, que empieza a ponerse interesante tras el paso al frente de Egan Bernal y Mikel Landa el día anterior, con victoria de Joe Dombrowski. Este miércoles toca jornada llana y teóricamente tranquila, que conviene reservar fuerzas para el fin de semana y la primera llegada en alto de la carrera, el jueves en Ascoli Piceno. Hoy, día de sprinters, el pelotón parte de Módena con intención de recorrer sin avinagrarse los 175 kilómetros que la separan de Cattolica, localidad natal del carismático motociclista, Marco Simoncelli, fallecido hace diez años en accidente en Sepang. Supersic no será la única referencia a la velocidad de la jornada; tampoco a la muerte prematura, pues los corredores atraviesan a la vez Imola, en cuyo circuito de Fórmula 1 se estrelló fatalmente Ayrton Senna en 1994, y pasan por Rimini, donde tristemente nos dejó una década después Marco Pantani, con la misma edad que el piloto brasileño: 34 años. El Pirata, cuyas virtudes siguen glosando los aficionados al ciclismo, se despidió en circunstancias extrañas y definitivamente demasiado pronto, tras un precipitado declive.

Las campañas de la Dirección General de Tráfico han contribuido algo a concienciar a la población, aunque no del todo, a tenor de los gritos al cielo de ciertos sectores por las nuevas limitaciones en algunas poblaciones. Y es que, por mucho que brille el sol, el día pinte plácido y Lorenzo Fortunato aproveche para distanciarse y saludar a sus vecinos al paso por su barrio de Bolonia –apodada La Ciudad Gorda por su rica gastronomía–, los circuitos urbanos los carga el diablo. Y más si los equipos, en previsión de una llegada masiva, aceleran para posicionar a sus especialistas. El primero en avisar, como casi siempre, es Javier Ares en la retransmisión de Eurosport, maldiciendo rotondas y peligros ocultos. Se suma Alberto Contador, incluyendo a bienintencionados espectadores “pero que acuden con la silla, el carrito o el perro”. Y acto seguido, empiezan a caer ciclistas como moscas: a 22 kilómetros del final muerde el polvo Tejay Van Garderen; siete después, es Pavel Sivakov quien patina en una recta, se come un árbol y a duras penas se reincorpora con el brazo ensangrentado; y a cuatro del final, se produce la catástrofe cuando Landa se estrella no se sabe muy bien con qué, ni cómo y queda malherido junto a François Bidard y Dombrowski. Los dos últimos logran retomar la bici, pero el alavés abandona la carrera en ambulancia.

El Giro, de repente, es un Vietnam, y sufro por la multitudinaria volata final, donde Caleb Ewan da toda una exhibición de potencia, propulsando su diminuto cuerpo entre cuatro rivales mientras se me escapa un antinatural “¡no corras!”; ese mismo del irritado reclamo familiar que tantas veces oí y no escuché, con las consabidas consecuencias. Nchst.