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De la ‘cocinita’ en Puerto Rico a la plata panamericana en básquet 3X3

[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – Los chicos se iban juntando por el barrio de Santa Rosa Tres. Primero de uno en uno, luego parejas, con suerte dos tríos, hasta un número indefinido dependiendo del clima y las ganas, llegando a formar dos equipos para jugar aquel juego entonces denominado simplemente ‘streetball’ y que estrenó formato en estos Juegos Panamericanos de Lima-2019 como Baloncesto 3X3.

Popularmente conocido como básquetbol en América Latina, el deporte que inventó en 1891 el profesor James Naismith agujereando dos cestas de duraznos en la universidad de Springfield tuvo continuidad, no solo en la aplicación de sus reglamentos a nivel amateur y luego profesional, sino en el ingenio de sus practicantes más modestos a lo largo del tiempo.

Cuando Tjader Fernández y sus amigos reunían a cómplices suficientes como para armar un partido, no se trataba solo de conseguir una pelota. En la cancha de asfalto y tableros de madera de la municipalidad de Rio Piedras, Guaynabo, a veces faltaba otro elemento básico: el aro.

“Agarrábamos un cajón de leche, arrancábamos la base y lo clavábamos  en el tablero para poder jugar”, explica Fernández desde Lima, donde el lunes ganó para Puerto Rico la medalla de plata 3X3 junto a sus compañeros Josue Erazo, Ángel Matías y Gilberto Clavell, la primera en unos Panamericanos.

En el Coliseo Eduardo Dibos, con su iluminación artificial, pista sintética, tableros de vidrio y aros metálicos homologados, no había a simple vista rastro de ningún cajón de leche. Acaso previsión de algún botellín de cerveza para festejar el podio boricua tras ganar a 21-8 a República Dominicana en semifinales y perder una ajustada y polémica final, 21-19, ante el gran favorito, Estados Unidos.

“Es casi medio boleto a los Juegos Olímpicos de Tokio”, subraya el alero Matías, de 27 años, quien compagina su participación en el 3X3 World Tour de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), con la disputa de la liga venezolana con su club, los Indios de Mayagüez. “Lo hago para sacar adelante a mi familia, ya que tengo una hija de año y medio, y me da la oportunidad de viajar por el mundo. Además de América Latina, el año pasado pude ir a Holanda y me pareció muy bonito”.

Nacido en Bayamón y forjado como basquetbolista en la cancha de asfalto del Residencial Falin Torrech, Matías se congratula al menos de no tener que compaginar su actividad basquetbolista con un empleo de los considerados ‘comunes’, como sí hacen en cambio algunos de los campeones estadounidenses.

“Mi papá trabajaba en un almacén cargando cajas, y con el tiempo nos mudamos a otro barrio más tranquilo, porque en las calles donde crecí había mucha vivienda social, gente muy humilde y atrapada. Problemas de droga, matanzas…”, explica el alero.

El llamado ‘streetball’ ejercía de válvula de escape para jóvenes como Matías, que aprendían a respetar los particulares códigos –bastante lejanos al espíritu del reglamento que trazó en su día Naismith– de una competencia al aire libre, a veces bajo un sol de justicia, y sin más referí que la libre interpretación de cada cual.

A falta de nombre oficial, tan ásperas condiciones merecieron un apelativo bien curioso entre los afines al lugar. “Vamos a la ‘cocinita’: así le llamábamos”, cuenta Matías. “Nunca supe bien porqué. Hacía calor, no se pitaban fouls y, si te quejabas, te decían llorón. Allí la cosa se calentaba rápido y cuando entras en la cocina sabes que te puedes quemar…”.

La temperatura del pabellón panamericano, sobre los 12 grados Celcius gracias al aire acondicionado, no evitó sin embargo que tanto puertorriqueños como estadounidenses se calentaran en el desenlace de la final, y es que los organizadores intentan respetar al máximo el espíritu callejero y los árbitros acostumbran a dejar jugar.

En un apretado desenlace, los de las barras y estrellas acabaron imponiéndose gracias a dos tiros libres tras falta de Matías, y la delegación boricua al completo protestó airadamente la señalización.

‘Sin sangre no hay foul’: la ley no escrita del básquetbol no organizado posiblemente precipitará la instintiva reacción de los perjudicados en el momento del todo o nada. Pero Puerto Rico se irá de Lima con su primera plata en el básquetbol 3X3, un logro nada menor considerando que por el camino derrotó a Venezuela, Brasil, Argentina y hasta los propios Estados Unidos en preliminares.

“Hoy aquí no se jugó 3X3”, denunció, aún acalorado, el entrenador Pedro González.

Fernández, ya con la medalla colgada del cuello, prefirió matizar. “Si fue 3X3, pero solo de un lado: nos cobraron 10 fouls por tres de ellos”, lamentó el base, pese a todo feliz por traer de vuelta una plata en la primera experiencia panamericana de la modalidad. “Venimos por el oro, pero se vio muy buen juego y la experiencia fue memorable”.

El objetivo ahora es Tokio-2020, aunque los basquetbolistas puertorriqueños deberán pasar inevitablemente antes por el Preolímpico. Y en el caso de Matías y Fernández, quien sabe si también se dejen caer por ‘la cocinita’ o la cancha de Santa Rosa Tres, a improvisar un partidillo de los de antes.

Tres recetas: Campuzano, Lee y Rodríguez agitan coctelera panamericana

[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – México gritó ‘suave’ con el oro de Daniela Campuzano en bici de montaña, Alex Lee refrescó su victoria del día anterior en taekwondo por Estados Unidos y la venezolana Génesis Rodríguez abrazó más que nunca las pesas que en su día rechazó.

La jornada dominical de los Juegos Panamericanos sirvió un selecto trío de cócteles a los aficionados de Lima-2019.

 

Pisco Chilcano (refrescante): Alex Lee, Estados Unidos, taekwondo

El primer doble oro de los Juegos es de ascendencia asiática, tiene 19 años, habla inglés y se apellida Lee. Si el sábado el estudiante de informática de la universidad de Stanford se subió a lo alto del cajón en la competencia de poomsae individual, el domingo repitió experiencia con el equipo mixto de estilo libre de Estados Unidos, también en la modalidad de combate.

El bautizo de Lee fue también la primera medalla de Lima-2019 y de poomsae en la historia de los Panamericanos. “Es increíble, nunca olvidaré este día. No estoy acostumbrado a competir en escenarios tan bonitos”, dijo el adolescente, quien señala a su entrenador Jung Hwan Jin como fuente de inspiración y suele acostarse a altas horas de la madrugada, incluso cuando sale el sol, para compaginar al máximo horarios de entrenamiento con estudios.

Integrado ya en el equipo mixto, Lee derrotó en la final dominical a Canadá para firmar el doblete dorado, a añadir también al que ya consiguió de bronce en el Mundial junior.

El joven campeón cuenta como bebida favorita la limonada Happy Lemon y como plato predilecto el cerdo a la miel. Bien dorado, se entiende…

 

Pisco Aromático (suave): Daniela Campuzano, México, ciclismo de montaña

Novena en Guadalajara-2011 y cuarta en Toronto-2015, Campuzano se olió que las condiciones húmedas del circuito limeño del Morro del Solar podrían favorecerla y se impuso con claridad a la argentina Sofía Gómez y la brasileña Jaqueline Mourao en la modalidad de cross country olímpico.

Nacida hace 32 años en Ciudad de México, creció en Hidalgo y se formó como bióloga en la universidad local antes de ser elegida como abanderada de la delegación tricolor en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro-2016, donde ejerció también como primera representante olímpica de su país en ciclismo de montaña, acabando la competencia en 16to lugar.

La apodada ‘Súper Dani’, novena clasificada mundial, finalizó también cuarta en los últimos campeonatos de Andorra y al fin se subió al podio en una gran cita en Lima, pisando además lo más alto del cajón.

La tercera fue pues la vencida para Campuzano, quien disfrutó el perfume de la victoria, la primera en la modalidad para una mexicana, consciente de que las ausencias de Canadá y Estados Unidos le allanaron algo el camino. “Estoy súper feliz, ha sido un proceso largo y al fin logramos tener una medalla”, declaró la campeona. Como dicen en México… suave.

 

Pisco acholado (mezcla): Génesis Rodríguez, Venezuela, levantamiento de pesas

El triunfo de Rodríguez en la categoría de 55 kilogramos fue el primer oro para Venezuela en Lima-2019 pero también toda una mezcla de emociones para la halterofilista, que rompió a llorar sobre la tarima, dedicó la victoria a la amplia colonia venezolana local, agradeció al presidente de su país y recordó los malos tragos pasados.

La nacida hace 25 años en Falcón se dio un baño de felicidad en los Panamericanos horas antes de que la secundara en el medallero su compatriota Julio Mayora, pero su relación con la disciplina que practica no fue un amor a primera vista: en sus inicios, Rodríguez quería dedicarse al atletismo, pero su baja estatura la relegó a la halterofilia gracias al ojo avizor del entrenador Carlos Pinto.

“El levantamiento de pesas es un deporte muy rudo, que debemos amar y tener disciplina para triunfar”, subraya la atleta, quien ya saboreó el bronce en los Juegos Olímpicos de la Juventud en 2010.

El domingo la venezolana era todo sonrisas. Lejos quedaba la sanción por dopaje que la apartó de los Juegos Olímpicos de Rio y el desmayo sufrido tras ganar la medalla de plata en los últimos panamericanos. Para Rodríguez, el último sorbo fue el más rico.

Estrenado el medallero, la pelota echa a rodar y Cuba se sube al ring en Panamericanos

[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – Si bien los  Juegos Panamericanos de Lima-2019 se inauguraron el viernes con una ceremonia a ritmo de ‘Despacito’ y la fiesta arrancó por todo lo alto el sábado con las primeras medallas, que incluyeron un doble triunfo local en el maratón, pocas cosas hipnotizan tanto como una pelota, y esta echará a rodar el domingo en la capital de Perú con el debut del fútbol.

México-Jamaica, Paraguay-Colombia, Panamá-Costa Rica y Argentina-Perú en categoría femenina serán los primeros partidos del evento continental en una jornada con competencias en 17 deportes, incluidas nueve finales en canotaje de velocidad, ciclismo de montaña, gimnasia artística, levantamiento de pesas, pentatlón moderno, rugby 7, squash, taekwondo y tiro.

En el boxeo, donde Cuba es favorita, aún no se disputará medalla alguna, pero si las posibilidades de conseguirla más adelante en el caso de candidatos como el isleño Roniel Iglesias, que enfrentará al nicaragüense Omar Brenes en cuartos de final del peso welter, y el venezolano José Maestre, rival del peruano Luis Angel Miranda, que contará sin duda con el aliento de la fanaticada local.

Medalla de oro en los anteriores Panamericanos de Toronto, Maestre aspira a repetir éxito a sus 32 años, con la mirada puesta en los Juegos Olímpicos de Tokio-2020 tras acabar quinto en Londres-2012.

Iglesias, principal rival de Maestre, buscará revancha tras perder la última final continental y subir de categoría desde el welter junior, peso en que ganó el oro olímpico. Los vigentes campeones panamericanos Yosvany Veitía, en peso mosca, y Erislandry Savón, en pesado, también debutarán ante el colombiano Yilmar González y el canadiense Bryan Colwell, respectivamente. La potente delegación cubana arrancó con buen pie el sábado, al ganar Dainier Peró a Cosme Dos Santos en superpesados. Las semifinales se disputarán el martes.

El canotaje librará finales en la modalidad K4 500, tanto masculinas como femeninas, así como el ciclismo de montaña en el cross country olímpico, mientras que el rugby 7 librará la ronda de semifinales: Colombia-Canadá y Estados Unidos-Brasil en mujeres y Estados Unidos-Argentina y Brasil-Canadá en hombres.

En tiro, la cubana Egelys de la Cruz intentará revalidar su victoria de hace cuatro años en la modalidad de tiro con tres posiciones 3×40, o al menos la medalla de plata de Guadalajara-2011. La argentina Amelia Foumel, actual subcampeona panamericana, aspira a medalla en tres posiciones 40m.

Otra medalla de oro del anfitrión supondría un hecho histórico para Perú, cuyo mayor botín panamericano fueron las tres preseas doradas hace cuatro años en territorio canadiense.

La jornada sabatina fue sin duda deliciosa para los paladares limeños, que arrancaron con un doble oro en la prueba del maratón, donde se impuso a primera hora Gladys Tejeda y remató Christhian Pacheco. Luego sumarían una tercera presea dorada con la victoria de Diego Elías en el squash individual masculino, además de las platas de Hugo del Castillo y Marcela Castillo en taekwondo para cinco metales en total, cuando en Toronto-2015 acabaron con 13.

México, pese a las denuncias de falta de recursos del abanderado Jorge Orozco en la previa de los Juegos, también acabó con cinco medallas el sábado: tres fueron para Jonathan Múñoz en halterofilia, Crisanto Grajales en triatlón y Mariana Arceo en pentatlón moderno. dos llegaron en taekwondo femenil por vía de Paula Fregoso en poomsae y Daniela Souza en combate

La canadiense Skylar Park, quinta clasificada mundial y estrella de los 57 kilos de taekwondo de combate, enfrentará en cuartos de final a la ganadora del cruce entre la dominicana Génesis Andujar y la chilena Fernanda Aguirre.

Perú degusta sabroso primer plato: oros a la Huancaína

[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) –  Hacía ya un buen rato que había acabado el maratón de los Juegos Panamericanos de Lima-2019 y Christhian Pacheco seguía corriendo.

Primero con la bandera extendida junto a los aficionados que se abarrotaban contra la barrera, luego a paso ligero rumbo a la zona de atención a la prensa, después a atender la felicitación del presidente Martín Vizcarra y colgarse la medalla de oro en la ceremonia de premiación, otra vez a recibir el aplauso del alcalde y, de nuevo, a responder a la creciente masa de periodistas cubriendo la histórica jornada del sábado en Perú.

Apenas 40 minutos antes, su compatriota Gladys Tejeda había conquistado el primer oro para el país organizador de la cita continental, que levantó el telón el viernes con la ceremonia de apertura en el Estadio Nacional y tiñó la fiesta de local horas después sobre el asfalto del céntrico Ovalo de Miraflores, barrio insignia de la capital peruana.

A pesar de correr en solitario por la baja de su compañera Inés Melcior, aquejada de dolor lumbar, Tejeda arrancó por todo lo alto en la fresca mañana limeña, firmando un récord regional con un crono oficial de 2 horas 30 minutos 55 segundos, cinco minutos menos que la marca establecida en los anteriores panamericanos por la brasileña Adriana da Silva.

Pacheco, entretanto, se impuso con un nuevo récord continental para sellar el doblete dorado, superando incluso a su hermano mayor Raúl, quien conquistó la medalla de plata en Toronto-2015.

El menor, de 26 años, cruzó la meta con un tiempo de 2H09:33 segundos, batiendo no solo el registro familiar de 2H17:13, sino también el panamericano (2H12:43), establecido por el puertorriqueño Jorge González en Caracas-1983.

“Este triunfo de Perú es un premio al entrenamiento y la constancia”, declaró emocionado Pacheco. “Jugamos de local y lo dejamos todo sobre la cancha. Salí decidido desde la partida”.

Resultó una validación de lo más especial para el fondista oriundo de Huancayo,  forjado primero como liebre de su hermano y, ya como maratonista en solitario, en la temida carrera del Cerro de Pasco, la más alta del mundo que se disputa a 4,400 metros sobre el nivel del mar a lo largo de la llamada Meseta de Bombón, en caminos pedregosos de sube y baja donde escasean tanto los botellines de agua como el oxígeno.

Pacheco y Tejeda han sufrido incontables veces esa sensación de bombeo acelerado del corazón y constreñimiento del pulmón en busca del aire que falta en los entrenamientos elevados de Huancayo, donde acuden atletas de todo el país para fortalecer las piernas que, esperan, alcancen algún día la mayor cima posible: el primer lugar del podio.

“Ha sido un apoyo muy importante de mi familia y mi entrenador”, destacó Pacheco, ataviado ya con gorro inca, envuelto en la bandera rojiblanca, la medalla de oro colgando y acompañado de un ramo de flores y peluche de Milco, la mascota oficia de Lima-2019.

 

– La revancha se sirve fría –

La trayectoria de Tejeda tampoco fue fácil: ganadora en Toronto, fue desposeída del metal y sancionada seis meses tras dar positivo por dopaje

“Aunque no lo tomo así, fue una revancha, porque fue injusto: estaba muy preparada y se perdió la medalla por una negligencia. Obviamente esta vez me tocó en casa. Simplemente decirle a la gente que este oro es para ellos, porque han sido el punto principal para mantenerme en adelante y no tener miedo”, declaró la fondista.

Rendida, Tejeda se desplomó apenas cruzar la meta, y solo tras ser atendida por miembros de la delegación se animó a encarar las felicitaciones. Pacheco, entretanto, hizo lo contrario: destacado líder de la carrera tras acelerar a falta de 15 kilómetros, anticipó el baño de multitudes nada más avistar el final.

“Faltando 400 metros, me dan una bandera y la llevo. Me alentaron todo el recorrido y quise celebrarlo con ellos”, relató el huancaíno, que superó su mejor marca personal y clasificó directo a los Juegos Olímpicos de Tokio-2020, donde espera subirse al podio. “Esta medalla de oro se valora más porque detrás hay mucho sacrificio”.

Unos metros más allá, y pese a los reclamos del atleta denunciando escaso apoyo institucional, sonreía el presidente de la federación peruana, Gustavo Cárdenas.

“Raúl es un chico reservado. Ha sufrido altibajos pero tiene un gran empuje. Cuando se propone algo lo suele conseguir. Con este logro, ha opacado un poco a su hermano”, bromeó el directivo.

Si de ofuscar se trata, Perú acaparó de largo el protagonismo de la jornada panamericana, con el doblete de fondo y otras tres medallas más: la dorada de Diego Elías en squash y las dos de plata de Hugo del Castillo y Marcela Castillo en taekwondo.

Nada mal para la capital, no solo del país, sino de la gastronomía regional, y que degustó un sabroso primer plato de los Juegos, cocinado en Huancayo y servido en bandeja por dos fondistas que, ahora sí, ya son de oro.

No fue un sueño: Tejeda despierta a Perú con primer oro panamericano

[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – A las 5h30 de la mañana sonó el despertador y se levantó de la cama, algo más nerviosa de lo habitual pero centrada, como acostumbra, en ordenar al máximo detalle su rutina pre-carrera. Había pedido una habitación individual para asegurarse la soledad del corredor de fondo. Desayunó plátanos, pan, agua tibia y fue a calentar.

A las 8h25 Gladys Tejeda estaba en la línea de partida del Óvalo de Mirafflores, el barrio insignia de Lima, tomando junto a 17 rivales la salida del maratón de los Juegos Panamericanos en su retorno a una gran cita internacional cuatro años después. La mirada fija en el horizonte, sus automatismos –trote estático, estiramientos, frote de brazos– delataban la trascendencia del momento. Solo el cercano aliento de la fanaticada peruana, a poco del inicio, logró arrancarle una emocionada sonrisa y contenido saludo.

“Ella siempre es así: una chica muy tranquila que cuida sus rutinas. No tienes que estar encima para que haga nada, lo hace solita. No se cree una campeona”, explicaba antes de la carrera Mónica Roller, jefa de la delegación de atletismo de Perú y de opinión claramente contrapuesta a la de la protagonista de la jornada.

“Por supuesto que creo que es una campeona. Lo tiene todo, no necesita nada”, afirmaba Roller, testigo de excepción de los buenos y malos momentos vividos por la nativa de Junin, que tras imponerse en los Panamericanos de Toronto-2015 perdió la medalla de oro al dar positivo en un control antidopaje por un diurético no autorizado. “Se tomó la sanción con mucho fastidio, pero ahora va con mucho más cuidado y vigila todo lo que toma. Aprendió la lección”.

A las 8h30 Sonó la pistola y Tejeda salió con paso sereno pero firme por el carril exterior derecho, acompañada por la mexicana Margarita Hernández en el interior. Enfrente, 42 kilómetros y 195 metros de asfalto urbano bajo 14 grados de temperatura; algo frío para los apretados espectadores matutinos, pero condiciones ideales para una maratoniana con sed de gloria.

A las 10h00 Hugo Del Castillo lograba para Perú la primera medalla de los Juegos en taekwondo poomsae mientras Tejeda pisaba a fondo en su segunda vuelta por el Óvalo, por delante de las brasileñas Valdilene Dos Santos y Andreia Hessel. Había desplegado cuidadosamente sus avituallamientos de agua en los kilómetros 5, 12 y 25 y las piernas no solo aguantaban, sino que aumentaban el ritmo conforme crecía la excitación desde la barrera. La fondista no se conformaba con la plata, quería el oro. ‘Su’ oro.

“La competencia fue bastante dura. He tenido que mantener un ritmo fuerte para ir delante de las americanas y las brasileñas, que estaban muy bien preparadas. Tuve que salir al frente y hacer mi propia carrera”, relató después.

 

– No corrió sola –

A las 11h00, con un tiempo de 2 horas 30 minutos 55 segundos, según el cronometro oficial, Tejeda cruzó la línea de meta por delante de todas sus rivales, consiguiendo para Perú la primera medalla de oro de los Juegos que organiza. Y para delirio de una hinchada que, la víspera de la fiesta patria, celebró por todo lo alto el triunfo de su única representante en la prueba, después de que se bajara a última hora por lesión otra de sus grandes esperanzas, Inés Melchor.

“La estrategia era tener una ventaja desde el inicio y así fue. La baja de Melchor afectó porque estuve muy sola… pero acompañada por toda mi gente, todo el Perú… y eso es más importante”, subrayó Tejeda.

A las 12h00, poco importaban ya las penas. Tejeda sonreía al fin, ya con la medalla colgada del cuello tras efusivo abrazo con su madre y su hermano, más felicitación del presidente peruano Martín Vizcarra; en el mismo escenario donde antes solo apretaba los dientes y ahora posaba frente a los fotógrafos junto a su compatriota, Cristhian Pacheco, vencedor también en la prueba masculina.

“Sabía que se iba a dar esto. Tenía toda la seguridad en el día de hoy. No quería distracciones y la gente me empujo más del 50 por ciento. Cuando uno va cansado, las piernas no dan y hasta el brazo le duele, pero ve la emoción y escucha el grito”, relató la junina. “Aunque no lo tomo así, fue una revancha, porque en Toronto-2015 fue injusto: estaba muy preparada y se perdió por una negligencia. Obviamente esta vez me tocó en casa. Simplemente decirle a la gente que esta medalla de oro es para ellos, porque han sido el punto principal para mantenerme en ritmo adelante y no tener miedo a las demás competidoras”.

A las 13h30, Tejeda se fue, Miraflores abajo, a festejar con los suyos. Lejos quedaban ya la soledad de la previa, el desayuno escueto y el despertador. No fue un sueño: cuatro años después, cambió la pesadilla canadiense por un triunfo de oro en la capital de Perú.

No solo de Ibargüen-Rojas vivirán los Panamericanos

[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

MONTEVIDEO, Uruguay (AFP) – Primero se observaban desde la distancia. Luego empezó la persecución. Se cruzaron en 2016 en Rio de Janeiro y la fiesta en Apartadó fue olímpica, aunque la celebración se trasladó a Caracas un año después, con el triunfo de la venezolana en el Mundial de Londres.

La previsión para julio-agosto en Lima es la habitual: cielo gris y tibias temperaturas. Al menos hasta que Caterine Ibargüen y Yulimar Rojas pisen la pista del Estadio Atlético de la Videna para librar otro duelo de alto voltaje por la supremacía del triple salto en los Juegos Panamericanos.

Será sin duda el enfrentamiento estelar de 16 días de competencias en la capital peruana, pero ni por asomo el único a marcar en rojo en el calendario.

39  deportes y 62 modalidades deberían dar para mucho en esta decimoctava edición de gran cita polideportiva continental. Y teniendo en cuenta de que se trata de la antesala de los mundiales de atletismo en Doha y de básquetbol en China, o que 23 disciplinas darán boleto olímpico a Tokyo-2020, los Panamericanos verán considerablemente reforzado su nivel competitivo.

Nombres como el luchador cubano Mijaín López, el velocista estadounidense Justin Gatlin, las jamaiquinas Elaine Thompson y Shelly-Ann Fraser-Pryce o la ciclista colombiana Mariana Pajón sobresalen del listado de 6,700 atletas inscritos; aunque los deportes de equipo como el fútbol o el básquetbol siempre arrastren el interés de históricas rivalidades regionales, y algunas especialidades merezcan mención aparte como en el caso de los clavados, donde México acostumbra a tutear a sus vecinos norteamericanos.

Pero el gran foco se posará inevitablemente en la colombiana Ibargüen y la venezolana Rojas, quienes añaden al factor fronterizo un condimento generacional, siendo 12 años menor la vinotinto, quien viene amenazando desde hace ya tiempo con tomar el relevo de la cafetera.

Habrá quien opine que Yulimar ya mira por encima del hombro a Caterine, pero será en Lima donde se reforzarán conceptos, después de que ambas evitaran emparejarse en gran medida a lo largo de la temporada, apenas coincidiendo en julio por la Liga del Diamante, primero en Lausanne con victoria para Ibargüen, y una semana después en Mónaco, donde se impuso con claridad Rojas.

 

-Tira y afloja cubano –

No demasiado lejos de la batalla por la longitud, la cubana Denia Caballero aspira a seguir dominando en discóbola como hiciera en los Panamericanos de Toronto-2015; aunque se prevé dura oposición de su compatriota Yaimé Pérez, que el pasado martes superó a la villaclareña en el mítin de Sotteville, Francia, alargando el tira y afloja entre ambas por el dominio continental.

Será sin duda otro de los grandes duelos de Lima mientras que, ya bajo techo, López espera engordar el medallero cubano como principal favorito en la lucha grecorromana. El abanderado de la isla y triple campeón olímpico buscará su quinta medalla de oro panamericana en la categoría de 130 kilos. En la modalidad libre y categoría de 97 kilos, las miradas se posarán sobre el estadounidense Kyle Snyder.

No hay mayor reclamo en atletismo que la prueba reina de los 100 metros, aunque en este caso el velocista estrella, Justin Gatlin, se limitará a disputar los relevos con el cuarteto estadounidense que completan Cravon Gillespie, Justin Robinson y Kenny Bednarek. El palmarés del neoyorquino de 37 años, pese a registrar un par de sanciones por dopaje, sigue mereciendo máxima atención por parte de los aficionados: oro olímpico en 2004, triple campeón mundial y, ante todo, más que digno rival del legendario Usain Bolt, ya retirado.

 

-No digan ‘sprint’, digan Jamaica-

En mujeres, Thompson y Fraser-Pryce aseguran el espectáculo sobre el tartán. La primera brilló en los Juegos Olímpicos de Rio subiéndose a lo más alto del podio en los 100 y 200 metros; la segunda se adjudicó la prueba reina en Pékin-2008 y Londres-2012;  y acelera por detrás la joven Brianna Williams, protagonista en ambas distancias en el último Mundial Sub-20 y enésimo ejemplo de que el linaje deportivo está más que asegurado en Jamaica, histórica cuna de ‘sprinters’.

Si bien Estados Unidos es superpotencia mundial en básquetbol, suele presentar una selección alternativa a los Panamericanos, donde no alcanza la final desde hace 20 años. Y resulta que Brasil, campeón vigente, sorpresivamente no clasificó por vez primera a los Juegos.

Sin la amenaza –teórica y práctica– de las dos selecciones más ganadoras, la competencia parece estar pintiparada para Argentina, que no sube al podio desde 1995 pero acude a Lima con jugadores contrastados como los bases Facundo Campazzo y Nicolás Laprovittola, figuras en la Liga ACB de España, o el ala-pívot Luis Scola, veterano de la ‘Generación Dorada’ y de 10 temporadas en la NBA, actualmente en los Shanghai Sharks.

Sexto en Toronto-2015, Puerto Rico acudirá con un plantel mayormente integrado por debutantes, mientras que República Dominicana, plata en 2003, tampoco contará con sus figuras Al Horford, recién fichado por los Philadelphia 76ers, y Karl-Anthony Towns, de los Minnesota Timberwolves.

 

-Silencio: se rueda-

Argentina, Brasil, México y Uruguay, campeón vigente, se reparten 16 de las 18 preseas doradas hasta la fecha en el fútbol, donde solo pueden inscribirse tres jugadores mayores de 23 años por plantel, cupo que rara vez se completa.

Las máximas esperanzas de México, aparte de la raquetbolista Paola Longoria, están depositadas en los clavados, donde Paola Espinosa, en trampolín de uno y tres metros y sincronizados, y Alejandra Orozco, en plataforma de 10 metros y sincronizados, lideran la pletórica delegación tricolor.

La tiradora Kim Rhode, de Estados Unidos, la cubana Yarisley Silva, en salto con garrocha, así como el dominicano Luguelin Santos en los 400 metros, el esgrimista venezolano Rubén Limardo o  el boxeador colombiano Yuberjen Martínez figuran entre otros tantos presuntos protagonistas de esta esperada superproducción deportiva.

Pero, ¿qué película que aspire a ser recordada no cuenta con uno o varios golpes de guión?

Asignado el reparto estelar, encuadrada de antemano la escena principal y con el rodaje a la vuelta de la esquina, los Panamericanos siguen aceptando candidaturas al premio de actor revelación.

Aquellos maravillosos Mundiales

{Banda sonora: With a Little Help from My Friends – Joe Cocker}

Por ALEX OLLER

 

 

-Aires de oxigenada transición con olor a mierda de vaca y piedra húmeda en Queralbs. Bañera hinchable al aire libre y bucket-challenge versión menostrespuntocero, agarrado al cuello paterno. Concursos de gossos d’atura. Plastilina. Canciones de Abba, fotos de carrete y primeros destellos de la televisión en color, con predominancia de albiceleste y naranja sobre verde. Melenas, patillas y gafas de pasta. Progres. Parche en el ojo izquierdo hoy, en el derecho mañana. ¿Dónde están los ositos? Piruletas de fresa. Tostadas con mantequilla y mermelada. Cuentos para dormir.

 

 

 

Un, dos, tres… responda otra vez. Mundial en casa y en los bares. Mi tío Miguel, celebrando un gol de España recorriendo la Casa Blanca de Monzón a hombros de otro de los regulars. Alaska y los Pegamoides. Natación a la hora de la siesta. La Rabasa-Derbi roja. Mortadelo y Filemón. La Pantera Rosa. Barrio Sésamo. Lápices de colores. El festival de Eurovisión. Los cuadernos de verano Santillana. Primeros pelotazos. Bambas Paredes. Adidas Tango España. Las figuritas de subbuteo de la selección brasileña de Cola Cao. Trinaranjus de naranja. Naranjito. Paolo Rossi. Sarrià.

 

 

 

 

El álbum de cromos de Panini con el vecino en casa de mis abuelos. Las volteretas de Hugo Sánchez y los goles de Gary Lineker. Paseos con el Dic. Canicas. Rotuladores de colores. Daneses volando entre piernas uruguayas. La camiseta Hummel. El Buitre. Patatas fritas, Bitter KAS y aliento a cubata viendo mi primera tanda de penales perdida (y las que vendrían…) contra Bélgica en horario nocturno en un chiringuito de Platja d’Aro. Diego Maradona, la Mano de Dios, el Barrilete Cósmico e introducción a la resistencia germana. Las antenas de televisión y la madre que las parió. La carta de ajuste. Nocilla. El Comodore 64. VHS. Bon Jovi contra Europe. Colajet.

 

 

 

 

Primera fase en el exilio y primer encuentro con el fútbol-tostón y especulativo. Míchel y el me lo merezco. La cagada de René Higuita con Colombia y los bailes de Roger Milla con Camerún. Segunda fase en Cambrils, viendo el Italia-Argentina con mis tíos en la pizzería de un amigo. Carne a la brasa con alioli en El Caliu. Las lágrimas de Paul Gascoigne con Inglaterra y la tanda de penaltis. La melena de Claudio Cannigia y los goles de Toto Schilacci. El gran Paolo Maldini. Los pitos al himno de Argentina y el hijos de puta de Maradona. La camiseta de Alemania. El mando a distancia. Los CDs. El ¡A por ellos!… que son pocos y cobardes de Loquillo y Trogloditas.

 

 

 

 

 

Partidos de fútbol-sala sobre cemento, partidos de fútbol-siete en césped artificial, partidos de fútbol-once en tierra, partidos en la consola y partidos del Mundial con la televisión volteada al jardín en Solsona. Partidillos a la media parte en el jardín. La Penya Pi. Cervezas, pan con tomate y botifarra. Sobremesa futbolística. La sala Xelsa. Guns N’ Roses. Besos en la boca. El codazo de Mauro Tassotti a Luis Enrique, el fallo de Julio Salinas y el gol de Roberto Baggio en el España-Italia cuando aún restransmitía los partidos el añorado José Ángel de La Casa. El golazo a Grecia y sanción de Maradona. La selección canalla, fumadora y bebedora de Bulgaria. El póker de Oleg Salenko. El fichaje de Florin Raducioiu por el Espanyol. Fútbol a sol y sombra.

 

 

 

Zinédine Zidane, expulsado en primera fase por pisar a un saudí. La guerra de la prensa contra Javier Clemente y de Javier Clemente contra la prensa. El autogol de Andoni Zubizarreta contra Nigeria. Los paraguayos. Matador Marcelo Salas. Prácticas periodísticas (de gratis). La cobertura de El País. El Mundial en internet. El móvil. Refugiados con mi tío Antonio en un cuarto viendo la final de Saint-Denis durante la celebración de 25 años de casados de mis padres.  Las misteriosas convulsiones de Ronaldo. El control y golazo de Michael Owen contra Argentina y el de pizarra de Javier Zanetti, en un bar de Abrera con mi primo Felipe. Las escapadas al Templo de Santa Coloma.  Daft Punk. La sala Razzmatazz.

 

 

 

 

Primer Mundial sin las Torres Gemelas y en horario antinatural. Pintas al mediodía en un abarrotado pub de Barcelona, viendo la caída de la Argentina de Marcelo Bielsa contra Inglaterra. El batacazo de Francia. Mi primera  bicicleta autofinanciada. Rehabilitación de rodilla (I). El-Hadji Diouf y la selección de Senegal. Trabajo veraniego (casi gratis) en la revista Don Balón. El flequillo y las bicicletas de Ronaldo. La camiseta Nike de Brasil. Los sobacos de José Antonio Camacho. Corea del Sur en semifinales. El Jazzman.

 

 

 

Puestas de sol en Texas. Calor, frijoles y chelas heladas. RUMBO. Cobertura a full, desayunando estadísticas. El Equipo de San Antonio. Mi único coche autofinanciado. Mo’Cuishle a distancia. El Lions&Rose. El Dale Spurs Dale, triple y falta de Manu Ginóbili en el séptimo partido contra Dallas. Punto de inflexión de La Roja con Luis Aragonés. Ganando la porra de la oficina. La chispa de los socceroos. Las escapadas musicales a Austin. Rehabilitación de rodilla (II). Penalti a lo Panenka (I). Susurro de Marco Materazzi, cabezazo de Zidane, estupor, lamento, indignación y polémica aún pendiente de resolución. Chilaquiles y BBQ Baby Back Ribs. El Cuarteto de Nos. El It’s not just a game, and that’s why you will never win the World Cup! de Lopetegui a un pobre gringo.

 

 

 

Partido inaugural en Máncora, primera y segunda fase en Cuba, y final de Johannesburgo en el Bar Monopol de Poblenou. Las pésimas retransmisiones peruanas y la excelente narración de los comentaristas cubanos. Viendo la derrota de España contra Suiza en La Habana… junto a un señor suizo. Cambio de residencia en Trinidad tras spoiler del Argentina-México por parte del anfitrión. Jugo de mango para desayunar y langosta para cenar. Los helados del Coppelia. El cine Payret a rebosar, con pelea incluida, durante el Uruguay-Holanda. Afeitado con navaja clásica. Pulserita y cabaret en Varadero. La mano de Luis Suárez contra Ghana. Penalti a lo Panenka (II). La Decisión de LeBron James y Carlos Boozer (aaargh…) a los Bulls. La parada de Iker Casillas a Arjen Robben, el gol de Andrés Iniesta y la dedicatoria a Dani Jarque. Campeones.

 

 

 

El álbum de Panini de Daniel y ese ¿Cambiamos monas? con Estefania en San Pere Mes Alt. Colombia, sin Jackson Martínez y con Teófilo Gutiérrez contra Costa de Marfil. Las maratones del Cine Maldà. Columnas para La Opinión. En casa de los Wilson-Casares, viendo el Estados Unidos-Bélgica y el fallo de Chris Wondolowski (o Whatthefuckolowski). Los galones de Michael Bradley. La refrescante Costa Rica. La revista Panenka. El himno a todo pulmón, ardor guerrero y pésimo fútbol del Brasil de Luiz Felipe Scolari. Neymar en camilla. El 7-1. Los golazos de James Rodríguez y la cara de niño de Kevin De Bruyne. El resurgir de los Diablos Rojos. La final Argentina-Alemania y el gol de Mario Gotze en Benimaclet. La paellita. El mordisco de Luis Suárez a Giorgio Chiellini. Los bocadillos de caballo de La Pascuala.

 

Uruguay Nomà. Mate en La Rambla. Golasssos y animales. El Centenario y el Gran Parque Central. Vistas al Río de La Plata. La mila del Danubio, el chivito del Tinkal y las tortas de Isabel. La (maldita) garantía. La feria de Tristán Narvaja. Boquita. El álbum de Panini con El Loco Santana. Julen Lopetegui, al Real Madrid. Julen Lopetegui, a la calle. En el buffet del hotel Ibis con el portátil. Twitter. La serie Vinyl. Llamadas por whatsapp. Los reportes de Ricardo desde Moscú. El ridículo de Argentina. De La Mano de Dios a los dedos de la vergüenza. Los piscinazos de Neymar. La lesión de Edinson Cavani. Tertulia futbolística con Luis, Daniel y Javier. Café soluble. Las aceleradas de Kylian Mbappé. El VAR. Jamón york y queso. Jamón ibérico en la aduana. Radio Babel. Croacia Nomà. Los Mundiales Nomà…

Francia, sobrada, Croacia, a cuadros

{Banda sonora: Je ne regrette rien – Edith Piaf}

Por ALEX OLLER

El amanecer soleado de Montevideo invitaba a ver el partido al aire libre en la Plaza de la Intendencia, habitualmente a rebosar cuando juega Uruguay.

No es que esperara un lleno a absoluto para la retransmisión de la final del Mundial entre Francia y Croacia, pero tampoco el vacío de OK Corral, segundos antes del sangriento tiroteo.

Alterado el plan, improvisamos pantalla en el hotel más cercano para ver la primera parte, de inmejorables sensaciones para los croatas hasta el gol en contra de Mario Mandzukic tras una falta inexistente sobre Antoine Griezmann.

“Qué poco necesita Francia para marcar un gol”, suspiré, convencido de que el buen juego del equipo de Zlatko Dalic acabaría siendo recompensado en forma empate, quizás incluso de victoria tras una cuarta prórroga consecutiva, u otra épica tanda de penales.

“No sería Croacia si fuera tan fácil”, insistí.

Los cuadriculados alimentaron mis esperanzas con el golazo del indomable Ivan Perisic, que hacía justicia al planteamiento valiente de Dalic, tan sereno en la celebración de la igualada como elegante en la eventual derrota, que empezó a forjarse en cuanto el VAR irrumpió en la final con la señalización de otro rigurosísimo penal por mano de Perisic.

Un breve paréntesis, con permiso:

¿Para cuándo los diseños de nuevas camisetas de fuerza, de esas que amarran los brazos a la caja torácica, que impidan el inevitable aleteo de los futbolistas? Francamente, se me antoja la solución más definitoria a la hora de zanjar la polémica sobre lo que es o no es mano en el fútbol actual. O eso, o volvamos a interpretar la intencionalidad de la acción como personas de cierto sentido común y criterio. Pero supongo que eso es mucho pedir…

Mejor dejemos el debate para otra ocasión, mal les pese a los croatas.

Contrariados y algo hambrientos, forzamos un cambio de fortuna con reubicación a un bar vecino,  y allí seguí creyendo firmemente en la inquebrantable fe y conmovedor fútbol de los balcánicos, muy centrados en la faena y sin voluntad de tomar prisioneros, como demostró la urgencia de Ivan Rakitic en lanzar un tiro de esquina con su compañero del Barcelona, Samuel Umtiti, retorciéndose de dolor sobre el área francesa.

Rakitic ejerció de inmejorable escudero de Luka Modric, a quien tapó todo lo que pudo el incansable N’Golo Kanté, otro que bien haría en reclutar Leo Messi para el Barça, ni que sea para no tenerlo enfrente con el Real Madrid la próxima temporada.

Peleones en su propia cancha, los franceses parecieron medir cada paso en campo ajeno, ahorrando esfuerzos como el boxeador que se sabe superior y espera pacientemente para soltar el nocaut en rounds posteriores.

Y, ciertamente, los bleus se revelaron pletóricos con el tercer gol en magnifico zapatazo de Paul Pogba, a su vez mejorado por el cuarto de Kylian Mbappé, otra de las jóvenes perlas del equipo de Didier Deschamps.

La confianza fue tal que hasta el portero Hugo Lloris se pasó de frenada y permitió que Mario Mandzukic, irreductible en la pelea, acortara distancias en típica jugada de pillo.

Croacia quiso y propuso más que la subcampeona de Europa aunque, para los más supersticiosos, se metió otro autogol con la elección de su equipación rojiblanca clásica, cuando había logrado avanzar en el torneo mayormente con la segunda camiseta, también con estampado ajedrecista, pero de color azul oscuro.

Francia, una muy digna campeona jugando íntegramente de bleu, ganó sobrada una final mezquina con los seductores croatas, que se quedaron sin premio y, como decimos vulgarmente en España, a cuadros.

El partido que todos quisimos jugar

{Banda sonora: Insurreción– El Último De La Fila}

Por ALEX OLLER

-¡Bzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzt!

-Sí…

-¿Bajas?

-Voy.

Y así, día tras día, con ese mínimo dialogo de sonido enlatado de interfono, se iniciaba con mi primo Felipe el ritual futbolero del barrio, que seguía con el eco del balón retumbando por el mármol de las escaleras, ocasional gruñido de algún irritable vecino, y ese sentido “¿qué pasa maricón?” como saludo de rigor.

Luego venía el goteo de sospechosos habituales, sorteo de capitanes mediante zic-zac-zuc o el estrictamente manual piedra-papel-tijera, y elección de equipos al estilo clásico, como en el Draft de la NBA, aunque sin tanta fanfarria.

La liturgia se repetía cada tarde en la polvorienta plaza para descanso de algunos mayores necesitados de intimidad y alarma de otros, todavía en horario de obligaciones familiares con los más chicos, a menudo víctimas colaterales de pelotazos extraviados, con un singular olfato para los carritos de bebé que frecuentaban la periferia.

Una vez definidos los bandos, que podían oscilar entre formaciones de tres contra tres o 15 contra 15, o incluso conllevar una tercera que esperaba turno en el banco para relevar la perdedora, empezaba el partido. Este generalmente se jugaba a tantos goles, salvo que algún esporádico guayón llevara encima un reloj digital Casio, de esos con cronometro; y aun así, generalmente se escogía –inevitable discusión mediante–  la opción del marcador imaginario.

Los motivos para la polémica eran incontables: desde el tanteo, gol arriba, gol abajo, hasta los invisibles límites del terreno de juego o la aplicación del variable reglamento, pasando por la elección de la pelota, sujeta a todo tipo de estudios relativos a la presión del aire, estado de las costuras, tamaño o pura superstición.

A veces caía alguna piña, básicamente cuando alguien se pasaba de listo, pero eran las que menos. En el fútbol de barrio no había más árbitro que el consenso espontáneo, y a partir de allí se trazaban las líneas maestras en cuanto a lo permitido. Tampoco existía otro VAR que el que se escribía con B tras una de las porterías; y ese mejor ni mirarlo, no fuera a colarse un pelotazo sin retorno. Y nadie, nadie, nadie simulaba otra cosa que no fuera un remate de los que veíamos por televisión.

El partido era infinito, fuera ya porque la jornada derivara en un sinfín de múltiples partidos fundidos en uno solo –incluso a veces simultáneos y entrecruzados, añadiendo al desconcierto general–, o porque el original se jugara sin mayor límite que aquel aleatorio alarido de “¡el último gana!”, concepto precursor de lo que luego bautizaría la FIFA como gol de oro.

Hay que ser cursi…

Para entonces, la noche, atenuada por una luz artificial del todo insuficiente, imposibilitaba ya la apropiada visión del balón, convertido en un arma de imprevisible trayectoria para propios y extraños. Muchos habían desertado antes, interpelados por otro primitivo grito de carácter mucho más persuasivo: el de sus madres convocando a la cena desde el balcón o, peor aún, la portería (de casa).

Una ducha rápida en el mejor de los casos, algún remiendo costurero y posiblemente corporal con la consiguiente reprimenda materna, y a reponer fuerzas para la batalla del día siguiente, rebobinando mentalmente, entre sorbo y mordisco, la cinta de las mejores jugadas de la jornada conforme el sueño envolvía los pensamientos de épica balompédica.

Pienso en aquellas tardes ahora, cuando leo que Inglaterra y Bélgica juegan el sábado “el partido que nadie quiere jugar”, por el tercer puesto del Mundial de Rusia.

Pienso en los grandes encuentros que nos ha deparado este torneo, en los goles que han marcado Harry Kane y Romelu Lukaku, los disparos de Dele Alli y los regates de Eden Hazard, las paradas de Jordan Pickford y Thibaut Courtois, y el enorme espectáculo teatral y mediático que viene a ser una Copa del Mundo.

Y pienso como cada uno de ellos, antes de acostumbrarse al calor de los focos y el rugir de la grada, sintió alguna vez ese llamado eternamente puro, infantil si se quiere, pero tan o más poderoso que cualquier himno nacional:

-¡Bzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzt!

-¿Bajas?

Que gane el mejor

{Banda sonora: Je veux – Zaz }

Por ALEX OLLER

A la generación de españoles que crecimos con imágenes de camiones de fruta volcada en la frontera y la traumática instantánea de aquel balón que se escurrió sorpresivamente bajo la axila del idolatrado Luis Miguel Arconada, nos costará siempre contemplar con cierto cariño deportivo a Francia .

La derrota en la final de la Eurocopa de 1984, la primera decepción deportiva que recuerdo, aún escuece y  seguirá haciéndolo hasta la eternidad, por mucho que España haya ganado dos títulos continentales desde entonces y superado a los bleus en el palmarés.

Clasificamos tras aquel épico 12-1 a Malta, eliminamos en la fase de grupos a Alemania con un agónico cabezazo de Antonio Maceda, luego a Dinamarca en la tanda de penales, y nos plantamos en la final de París con un equipo de leyenda pero sin los sancionados Maceda y Rafa Gordillo, el de las medias bajadas, regates sinuosos y centros académicos.

Sí jugamos con José Antonio Camacho, que barría con todo en defensa, tres faros en el mediocampo como Juan Señor, Francisco López y Ricardo Gallego, y un cabeceador de época en punta, con apellido evocador de tardes veraniegas de cuaderno y lápiz: Carlos Santillana.

Pero el indiscutible héroe al que nos agarrábamos todos era Arconada.

Al contrario que hoy en día, cuando aparentemente todo lo sabemos de los futbolistas –incluido lo que no queremos saber–, por entonces la información se ceñía prácticamente a lo deportivo y nos llegaba en cuentagotas.

Poco o nada conocíamos del portero de la selección, salvo que había salido campeón de liga con la Real Sociedad, lucía un pintón jersey Adidas (luego Le Coq Sportif) que era la envidia de todos en el colegio, y que nació para ser arquero por sus espectaculares paradas y ese nombre de leyenda, casi místico.

Arconada.

El mejor valor de Francia no era otro que el hoy defenestrado presidente de la UEFA  Michel Platini; aunque los bleus contaban con un gran equipo, semifinalista dos años antes en el Mundial de España, así como dos después en México’86.

Por ello, cuando Platini, uno de los grandes talentos de su era, depositó el balón cuatro palmos a la izquierda de la media luna para ejecutar un tiro libre digno de duelo de western con Arconada, contuvimos un poco la respiración, pero siempre creyendo en los súper-poderes de nuestro infalible héroe nacional.

Y entonces pasó lo que, aún hoy, nos parece inconcebible.

Platini disparó al palo del portero, un tiro más bien tibio y descendente conforme la pelota se acercaba a cámara lenta hacia Arconada, que pareció embolsarla por un instante… el que bastó para que ésta se le escapara incomprensiblemente y cruzara la línea de gol ante el desespero del meta y de toda una generación.

Arconada explicaría años más tarde la desafortunada traición del balón al salir escupido por la presión del cuerpo “como en una piscina”. Y el propio Platini, en un gesto que le honra, lamentó haber ganado el título con un tanto indigno de la calidad de ambos futbolistas.

El partido, desde luego, ni lo perdió el portero ni lo ganó el diez. A falta de agendar una revisión completa de la cinta –aún no me siento emocionalmente preparado y, no nos engañemos, quizás nunca lo esté–, en el recuerdo prevalece una final tensa, con mayor llegada de España y mejor pegada de Francia; además de un arbitraje descaradamente casero del árbitro, cuyo nombre prefiero no rescatar.

Todo esto para recordar que Francia, actual subcampeona europea tras perder la última final contra Portugal, de nuevo en París, se jugará el título mundial el domingo en Moscú ante una pujante Croacia.

Los balcánicos, como la España del 84, alcanzan la cita hechos unos zorros, tras superar dos tandas de penaltis y tres partidos consecutivos con prórroga, el último una epopeya de traca ante la poderosa Inglaterra.

La final, igual que aquella analógica en el Parque de los Príncipes, se antoja apasionante.

Poco queda ya por pedirle a este Mundial de Rusia, hasta ahora de lo más entretenido en cuanto a espectáculo futbolístico.

Tan solo una cosa, en pro de la deportividad y honor a la historia:

Que gane el mejor.