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Mexicano Gutiérrez no vino a Barcelona a sestear

[Este artículo fue editado y publicado en mayo de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

MONTMELÓ, España (AP) – Esteban Gutiérrez se antoja persona de costumbres y es por ello, unido a su acentuado sentido de la responsabilidad como piloto de Fórmula Uno, que se mantiene fiel a su liturgia de echarse una siesta antes de cada de carrera.

“Sí, duermo unos 15 minutos, y eso me relaja”, específica el joven de 22 años de Monterrey, México, que representará al equipo suizo Sauber este domingo en el Circuito de Barcelona-Catalunya por segundo año consecutivo.

El dato de los 15 minutos no se antoja casual en un tipo tan minucioso como Gutiérrez, capaz de recordar al detalle cada uno de sus 23 Grandes Premios disputados hasta la fecha y habituado a pensar a fondo sus respuestas antes de expresar su opinión.

“Ser piloto de Fórmula Uno implica una disciplina y entrega extremas. Tienes un compromiso público tan grande que necesitas realmente sacrificarte mucho. Todo el mundo lo ve como increíble, como un mundo de glamour. Y sí, es una experiencia padrísima, pero también tiene su lado de trabajo duro y hay que valorarlo”, subraya el regiomontano desde la concurrida caravana de Sauber en Montmeló.

En su segunda temporada al volante de un monoplaza, Gutiérrez se siente dichoso pese a las numerosas renuncias que acarrean su condición de piloto de élite y que no se han traducido precisamente en grandes resultados: apenas suma seis puntos en una temporada y cuatro grandes premios de la actual, en que continúa pendiente de estrenar su casillero.

“En lo general lo estoy disfrutando. Mi principal satisfacción es estar seguro de que di toda mi entrega y esfuerzo, independientemente de los resultados. Creo que mucha gente dentro y fuera del equipo lo aprecia. Sigo con la misma actitud, porque sé que, cuando tenga las herramientas, ya sea en este o un equipo diferente, se verá reflejado. Quiero ser un piloto muy completo”, afirma sonriente, y a la vez con total seriedad.

Ese equilibrio resulta a menudo de lo más complicado en el voraz mundo de la F1, donde el instinto asesino se aplaude sobre el asfalto pero no tanto en el paddock. Gutiérrez, con su aspecto aniñado y trato cercano, transita ágilmente esa cornisa, restando dramatismo a situaciones adversas pero no trascendencia. Su método, ya exhibido a conciencia en su campaña de novato, es simple: ver, escuchar, analizar, comprender, reaccionar.

“Preparamos a Esteban desde que estaba en GP3. Tiene mucho talento pero sabe que necesita trabajar mucho y está dispuesto a ello. Nos lo ha demostrado repetidamente: es muy disciplinado y aprende de sus errores. El año pasado fue muy duro para él, pero lo que muchos no vieron desde fuera es el gran trabajo que hizo en la puesta a punto del coche. La progresión que tuvimos fue en gran parte gracias a su aportación, lo cual es muy destacable”, revela Monisha Kaltenborn, jefe de filas de Sauber.

Pero, pese a ser designado Mejor Novato del Año en 2013, a nadie escapa que Gutiérrez debe mejorar sus prestaciones en 2014 si quiere seguir pilotando un monoplaza la temporada siguiente.

El 16to lugar final del pasado curso, con seis unidades logradas en Japón, único Gran Premio en que puntuó, aspira a ser mejorado tanto por el propio protagonista como los responsables de la escudería.

“Siempre hay que tener una actitud de confianza y seguridad, pero el primer año es inevitable que acuses la inexperiencia y cometas errores. Y más en mi posición, en que me tocó un coequipero muy duro como Nico Hulkenberg. Cuando empiezas, muchas veces no entiendes lo que le pasa al coche ni los términos mecánicos. Una vez familiarizado desde la raíz, la diferencia es muy grande. En mi segundo año tengo nuevas metas y objetivos, con mayor seguridad y mejor comunicación con el equipo”, pondera Gutiérrez.

Desde los inicios, el mexicano sintió la presión por parte la cúpula de Sauber, aunque tampoco exenta de refuerzo positivo.

“Se trata un piloto muy inteligente, que se ha adaptado muy bien a la Fórmula Uno y es una lástima que no siempre se haya reflejado en sus resultados. Esta temporada se ha enfrentado a retos muy importantes y deseo y espero ver su mejor versión. Solo le falta experiencia. Él es muy estratégico y sabe valorar cuando tiene que forzar la máquina o conviene más levantar el pie del pedal”, especifica Kaltenborn.

Y siente el respaldo Gutiérrez: “No es fácil para un equipo con tantos patrocinadores, pero recibí también apoyo y me dieron espacio suficiente como para cometer errores. Sigo aquí como uno de los pilotos principales”, subraya.

Si un circuito puede ejercer de punto de inflexión para  el regiomontano, ese es Barcelona, donde el año pasado logró la vuelta más rápida y estuvo liderando largo rato la carrera antes de caer al undécimo lugar, a solo un puesto de los puntos.

“Es el mejor recuerdo que tengo de 2013. Me encanta correr aquí porque es el inicio de la temporada europea y puedes probar las novedades del coche. Por lo regular hay buen el clima y un gran ambiente, la configuración de la pista también es muy interesante”, expone.

Capaz de organizar una fotografía con los corresponsales reunidos y publicarla al poco en su cuenta de Instagram, Gutiérrez intenta mantener el contacto con los suyos a través de las redes sociales y aportar cierta calidez al, ocasionalmente, frío mundo del deporte profesional.

“A veces echas de menos cierto detalles, como la estabilidad en el aspecto profesional y personal, ya que estas viajando constantemente. Luego pasas de ser el héroe al que cometió un error garrafal y debes absorberlo de la mejor manera”, explica, recordando su particular “momento de bienvenida” a las grandes ligas del motor.

“El año pasado en Budapest llegué sintiéndome muy bien preparado. Todo perfecto: en las prácticas era el más rápido. Y Nico (Hulkenberg) me saca ocho decimas en la calificación. Y yo… ‘¡Madre mia! ¿De dónde salió esto?’. Vi la situación, la acepté, analicé el problema, y seguí mejorando.

Metodología simple para un tipo afable, íntegro y con mentalidad empresarial en su afán por escalar posiciones más allá de los circuitos.

“En la vida te topas con obstáculos y debes sobrepasarlos. Es lo normal. Hay que mirar hacia la larga. No solo quiero ganar una carrera o lograr cuatro o cinco pódiums. Quiero ganar campeonatos y toda mi preparación está en base a eso: ser constante y lograr cosas grandes”, insiste.

“También se trata de disfrutar. Aunque estés en una situación poco placentera, todo tiene algo positivo y tienes que vivir a tope la condición de ser piloto, que es única. Muchos quisieran estar en esta posición”, concluye Gutiérrez, el piloto tranquilo que no vino a Barcelona precisamente a sestear.

Simeone, el conquistador

[Este artículo fue editado y publicado en mayo de 2014 por IMPREMEDIA]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España

Partido a partido, latido a latido, final a final, el Atlético del Cholo se gana el corazón de los aficionados al fútbol

Un auto se frena ante una intersección urbana, se supone que de Madrid. En el asiento trasero, un niño mira por la ventana transmitiendo cierta melancolía. Inquieto, se vuelve hacia su padre, pensativo en el asiento delantero con las manos al volante, y le espeta la siguiente pregunta:

-Papá…

-Dime hijo.

-¿Por qué somos del Atleti?

La escena, con reacción de cierta incomodidad por parte del progenitor y final abierto, data de 2001 y formó parte de una campaña publicitaria del Atlético de Madrid que, por su original planteamiento, dejó huella tanto en seguidores colchoneros como espectadores ajenos.

La pregunta no es exclusiva al club madrileño, pues son muchos los fanáticos de equipos modestos que alguna vez se habrán sentido obligados a dar razones sobre sus desconcertantes querencias sentimentales.

Pero el Atlético, por presupuesto e historia, nunca fue un club pequeño. Tampoco grande, si por grande se entienden actuales colosos de la talla del Barcelona o el vecino Real Madrid, ganadores de múltiples copas de Europa, compradores de los mejores “cracks” del momento, monstruos mediáticos y de la mercadotecnia.

Era, efectivamente, difícil de explicar por qué uno era del Atlético 13 años atrás, con el club descendido por dos temporadas a la segunda división, sin figuras reconocibles sobre la cancha, un presidente metido en incontables problemas judiciales como Jesús Gil y Gil y el incordio constante del todopoderoso Madrid de Florentino Pérez y sus proclamados “galácticos” en la acera de enfrente.

Casi tan complicado como hace apenas dos años y medio, cuando el equipo rojiblanco volvía a encontrarse a la deriva, clasificado 11ro en el campeonato por la 17ma fecha y eliminado de forma bochornosa de la Copa del Rey a pesar de contar con una gran figura internacional como el goleador colombiano Radamel Falcao.

¿Seguiría sintiendo los colores rojiblancos aquel niño del anuncio, ya crecido, más curtido en el pasional vaivén que oscila del dulce triunfo a la amarga derrota?

Y en esas llegó Diego Simeone.

“El Cholo”, como lo apodan desde que se iniciara como futbolista en Vélez Sarsfield, antes de triunfar en Europa y concretamente en el Atlético, sintió el llamado de la entidad con la que ganó aquel histórico doblete (liga y Copa del Rey) en 1996 y acudió al rescate, dando relevo a Gregorio Manzano en el banquillo y liderando la revolución del club que previamente se había ganado a pulso el calificativo de “El Pupas”, tanto por su cíclico infortunio como su capacidad para la automutilación deportiva.

Mucho ha cambiado desde entonces, pues el Atlético figura hoy como el equipo de moda, no solo en España, sino en el mundo.

La revuelta que inició el “Cholo” junto a su ayudante y compatriota Germán “El Mono” Burgos empezó en la caseta, se reflejó en la cancha, se contagió a la grada, y se propagó por Europa, continente que los colchoneros tienen ahora en la palma de la mano.

Les falta una victoria, el próximo 24 de mayo en la final de la Liga de Campeones en Lisboa contra, ironías de la vida, el Real Madrid, para conquistarlo definitivamente. Quizás para entonces hayan tomado ya la liga española, que lideran por encima del cuadro merengue y el Barcelona, a quienes amenazan con destronar tras nueve años de monótona bipolaridad.

Difícil vislumbrar el actual panorama al inicio de campaña, aún después de que el Atlético ganara en la pasada la final de la Copa del Rey al Madrid en su propio estadio. Por mucho que el ejercicio anterior, con apenas medio curso de trabajo, los chicos de Simeone reaccionaran a tiempo y consiguieran levantar la segunda Liga Europa en la historia del club.

Dos títulos en poco más de año y medio y posible doblete histórico en el tercero. Mucho ha cambiado, sí. Pero tampoco tanto…

La revolución en la caseta fue más espiritual que nonimal pues, del plantel que heredó el “Cholo” la campaña 2011-2012, hasta 13 futbolistas siguen vistiendo la zamarra rojiblanca; y nueve de ellos estuvieron el día en que “El Pupas” justificó de pleno su apodo, cayendo eliminado de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey contra el modesto Albacete, de la segunda división B.

En esa lista no figuran dos de los actuales referentes que sí iniciaron aquella campaña pero se fueron cedidos a otros equipos: el volante Raúl García, prestado a Osasuna, y el goleador Diego Costa, descartado entonces por Simeone, y quien optó por jugar minutos en el vecino Rayo Vallecano.

Esa transformación sin grandes traumas sea, muy probablemente, el mayor logro de preparador argentino en una época en que el mundo del futbol parece moverse más que nunca por el dinero y el éxito va inexorablemente ligado al poder económico de los grandes clubes, dependientes siempre de traspasos millonarios que potencien, teóricamente, sus planteles y llenen sus estadios.

A pesar de una histórica querencia por grandes goleadores como el mexicano Hugo Sánchez, el brasileño Baltazar, el italiano Christian Vieri, el uruguayo Diego Forlán, el argentino Sergio Agüero o el mencionado Falcao, el Atlético nunca requirió de figuras con cartel para ocupar los asientos del Vicente Calderón.

A diferencia de culés y madridistas, la hinchada rojiblanca es capaz de pasarse 45 minutos aplaudiendo a su equipo aún en la derrota, o de dedicar una ovación clamorosa a sus héroes tras la pérdida de un título. Acostumbrados a remar contracorriente, los atléticos suelen valorar más el viaje que el destino, y ante semejante carta de naturaleza no han encontrado mejor timonel que Simeone, un viejo y a la vez joven lobo de mar, capaz de navegar con viento a favor o en contra.

“Yo vengo del fútbol”, subraya lacónico cuando se le pregunta por la génesis de su pensamiento, por su filosofía futbolística. Y ciertamente destila esencia potrera en sus planteamientos, tanto en lo que concierne a la cancha como el amplio marco de la vida.

“El fútbol es muy amplio. Se gana de diferentes maneras y cada uno elige la suya. El Barça y la selección española nos llevaron a ir detrás de una idea que es hermosa, claro, pero para correr rápido hay que tener un auto bueno. Si tienes un auto menos bueno tendrás que buscar la manera de pincharle la goma al otro y correr lo más cerca de él que puedas”, explicaba Simeone en una reciente entrevista a la revista Jot Down.

Embriagada por el liderazgo del “Cholo” y el aroma aventurero, la afición se siente parte de una tripulación que bien podría figurar en el reparto de cualquier película de piratas. Con Costa, el goleador con modales de central pendenciero, liderando el abordaje a los buques poderosos, al Vicente Calderón solo le falta alzar la bandera con dos tibias y una calavera y surcar el vecino río Manzanares en busca de nuevos y preciados botines.

“Robo, pase y contragolpe”, son las señas de identidad de toda la vida del Atlético, inalterables también para Simeone, aunque el técnico haya sabido encontrar fórmulas alternas para coronar “partido a partido”, tal como se ha empeñado en pregonar periódicamente, nuevas cotas futbolísticas.

El actual líder de la liga se ha revelado el equipo más completo de cuantos han competido también en la Champions, capaz de adaptarse a los diversos escenarios planteados gracias al ingenio de su staff técnico y la flexibilidad de un plantel que se sabe bien preparado y cree a pies juntos las consignas que le lanzan desde la banca.

“El esfuerzo no se negocia”, fue el lema de Simeone nada más aterrizar en Madrid proveniente del argentino Racing el 23 de diciembre de 2011. Llegó como regalo navideño y su primera decisión fue despachar al díscolo José Antonio Reyes al Sevilla, avisando a navegantes y dejando clara su hoja de ruta: “Prefiero tener una ocasión y ganar, a varias y perder”.

Seductor desde el arranque, hasta en esa proclama se acercó al otro gran ídolo de la tribu colchonera y también ex seleccionador español, Luis Aragonés, tristemente fallecido el pasado febrero. “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar” soltó una vez el “Sabio de Hortaleza” como simple explicación sobre la razón de ser del fútbol. Y ese lema cuelga hoy de las gradas rojiblancas en forma de pancarta, mientras los seguidores entonan al unísono el candente grito de guerra: “¡Olé, olé, olé!… ¡Cholo Simeone!”.

El cántico, originario de su etapa como futbolista, se escuchó ya el mismo día de su presentación como técnico, cuando unos 3000 incondicionales se acercaron a recibirle.

Y los mismos jugadores que bajo el mando del anterior estratega parecían destinados a recalar en equipos o ligas menores reflotaron sorpresivamente, hasta el punto de que cada uno de ellos se adueñó de un pedacito del corazón del hincha. Por empeño, calidad y, consecuentemente, la particular cuota de cinco minutos de gloria. Incluso más, en algunos casos.

La línea que todos los aficionados recitan de memoria es la defensiva, la menos goleada de la primera división y que forman los laterales Juanfran Torres y Filipe Luis, más el uruguayo Diego Godín y el brasileño Miranda en el centro.

El primero, formado en la cantera del Madrid como extremo y reciclado por Simeone, vino procedente de Osasuna tras un gris paso por el Espanyol y es ahora internacional por España, como lo es Filipe Luis por Brasil y merecería serlo también Miranda, quien tuvo pie y medio fuera del club y acabó firmando el gol de la victoria en la final copera ganada al Madrid. Godín jugará el Mundial con el combinado charrúa después de convertirse en uno de los marcadores más fiables de la liga e incluso permitiéndose el lujo de desatascar partidos con goles en ataque.

La fiabilidad del Atlético atrás encuentra nombre y apellido en Thibaut Courtois, pero restando al joven e imponente arquero belga cedido por el Chelsea, esa misma retaguardia, exacta hombre por hombre, fue la que encajó aquella eliminación copera frente al Albacete, que desencadenó el cese de Manzano y el fichaje de Simeone.

También estuvo sobre la cancha el actual capitán Gabi Fernández, imprescindible líder bajo la sombra y mano derecha del “Cholo” en el eje del mediocampo. Criado en la cantera colchonera, Fernández se rodó en el Getafe y el Zaragoza antes de regresar al club de sus amores para vivir la época gris previa al arribo del técnico argentino.

“Somos casi los mismos que cuando llegó, pero mentalmente estábamos hundidos, no reaccionábamos, no confiábamos en nosotros, desconocíamos dónde íbamos a llegar. Psicológicamente, es el número uno. Y también lo es por como transmite su visión del fútbol. Así que empezó por contagiar su gen ganador, resaltó nuestras virtudes y nos ayudó a tapar los defectos. Desde el primer minuto nos convenció de que podíamos revertir la situación”, contaba el futbolista a la revista Panenka.

Fernández, el mismo que debutó sin excesivo brillo en la segunda etapa de Simeone como futbolista rojiblanco, entre 2003 y 2005, y se lo encontró en la cancha junto a Burgos, actual segundo entrenador, fue el encargado de levantar la  Copa en el Santiago Bernabéu el pasado mayo y puso momentáneamente arriba al Atlético en el último clásico ciudadano contra el Madrid (2-2), marcando  un golazo de tiro libre.

Su personalidad y tesón convencieron hasta tal punto al “Cholo” que pasó de las dudas que le propició como imberbe compañero a la fe ciega desde el punto de mira del estratega, quien no duda en calificarle como “el corazón del equipo”.

Y el elogiado corresponde: “Poco a poco estamos dando vuelta a la imagen fatalista que tenía este club, cambiando la historia con nuestro compromiso. Nos hemos convertido en un equipo ganador. El equipo del trabajador, grande pero humilde”, dice.

Precisamente jugadas de estrategia como la Fernández han pasado a convertirse en el sello del finalista europeo, con especial mención al ataque aéreo que lidera Raúl García, otro futbolista regenerado, autor de 17 goles en la temporada y seis dianas de cabeza en la liga.

La mano del cuerpo técnico se ha notado en todos los grandes choques, ganándole la partida en varias ocasiones al Barcelona del también argentino Gerardo Martino. Si bien la superioridad no siempre se plasmó en el marcador, Simeone supo jugar varias cartas a cada vez, apostando por el veterano David Villa en punta ante su ex equipo con Costa en la banda derecha, luego rescatando a Adrián López de la oscuridad para formar con tres delanteros. También desorientó al Chelsea de José Mourinho en las semifinales de la Champions, variando el ataque aéreo del choque de ida con Raúl García por una propuesta de balón rasante y ataque paciente en la vuelta, en que Juanfran centró dos de los tres goles (3-1), picando a la espalda de la defensa “blue”.

La plenitud física del plantel y disposición al esfuerzo, evidente en las constantes subidas de los laterales, acompañan la minuciosa preparación como principal clave del éxito colchonero.

“Las guerras no las ganan los mejores, sino los que las combaten mejor estratégicamente”, aleccionó Simeone tras ganar al Barcelona en cuartos de la Champions.

Kiko Narváez, ex compañero, da fe de que el “Cholo” apuntaba ya maneras de entrenador en la mágica temporada del doblete. “Como Pep (Guardiola), era una prolongación del entrenador en el campo y tenía vocación. No paraba de estudiar, ver, preguntar sobre tácticas a todo el mundo. Es un gran comunicador. Comprende lo que pasa, sabe exponer sus ideas y gestionar un vestuario. Saca lo mejor de cada uno. Te sientas a tomar un café y le da igual: en seguida aparta la sacarina, el azúcar y la taza para marcarte un movimiento sobre la mesa”, revela.

Como el resto de la hinchada, Simeone asegura sentir devoción por todos sus futbolistas, aunque la personalidad del creativo turco Arda Turan, un fino estilista que asume rol de obrero, le tiene especialmente cautivado; así como Costa, cuyo irascible carácter le apartó durante años del equipo que ahora celebra sus 27 goles en liga y esperada presencia en el Mundial de Brasil con España. “Arda es un chico especial y Costa se merece todo lo bueno que le pasa. Se lo ha ganado”, insiste.

Radomir Antic, técnico del doblete, no figura entre los enumerados como referentes por el bonaerense, aunque con él firmó su mejor temporada de futbolista y sean varias las facetas similares que unen a los dos Atléticos.

“Nuestra clave era el compromiso colectivo. Cada futbolista tenía su importancia. Ellos creían porque las decisiones eran consensuadas y sabían por qué se hacían las cosas. Los buenos jugadores no siempre hacen buenos equipos, pero el buen ambiente sí. Había una gran convivencia”, recuerda Antic de aquel doble campeón. “Los actuales triunfos del Atlético, por las limitaciones económicas, valen más que los de los demás. La comunión con la afición es clave, porque acepta la propuesta futbolística y, cuando los balones van al palo, sigue apoyando. Los jugadores van con la autoestima a tope y el equipo no tiene límites”, resume, puntualizando una declaración que bien podría firmar su ex discípulo: “No me gustan las comparaciones. Soy hombre de fútbol”, remarca el serbio.

Fútbol, solo fútbol. Ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Partido a partido, latido a latido, final a final, el Atlético del “Cholo” conquista el corazón de los aficionados al fútbol y quizás, solo quizás, responda en parte aquella incómoda pregunta infantil:

-Papá… ¿Por qué somos del Atleti?

Atlético: sangre, sudor y lágrimas por doblete

[Este artículo fue editado y publicado en abril de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Corría la segunda parte del partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones hace 10 días en el estadio Vicente Calderón y el Atlético de Madrid, apoyado por 54.000 enfervorecidas gargantas, le ganaba 1-0 al Barcelona, que luchaba por presentarse a las semifinales por séptimo año consecutivo.

El Atlético había salido en tromba al partido, cobrando ventaja con un tempranero gol de Jorge Resurreción “Koke” al que siguió un ejercicio mezcla de emoción, talento, fe y entrega sin límites. Lo que ha venido a llamarse “Cholismo”, en honor al hombre que hoy lleva las riendas del plantel colchonero: el argentino Diego Simeone.

En plena lucha por agarrarse a la primera semifinal europea desde 1974, con el Barsa tocando a rebato, el local Tiago, otro de esos futbolistas en su día desechados por los poderosos, perdió un balón en el mediocampo que provocó un conato de runrún en la grada. El tibio murmullo ni siquiera llegó a reproche porque el “Cholo”, vestido de riguroso traje negro del que emanaba un pequeño crucifijo, se revolvió de inmediato y arengó a los suyos, cortando de raíz cualquier atisbo de energía negativa.

El mensaje quedó claro: todos a una. Tal es el “modus vivendi” de Simeone, para quien cada partido es una final.

Y la consigna cala en la caseta, la grada y sobre la cancha, donde apenas cuatro días más tarde, Diego Costa, reaparecido tras 12 días lesionado, persiguió con tesón un balón en Getafe hasta acabar impactando de forma aparatosa con el poste.

La pelota cayó dentro. Era el 2-0 y la tranquilidad para el Atlético, que el viernes sumó ante el Elche y por idéntico resultado su 27to triunfo en las 34 fechas disputadas. Los rojiblancos lideran ahora el campeonato con mano firme y 85 unidades, seis de ventaja sobre el Real Madrid y siete respecto al Barsa, ambos con un partido menos.

Los tres puntos cosechados en Getafe acarrearon también unos cuantos de sutura en la ensangrentada tibia derecha de Costa, protagonista de una de las imágenes más escalofriantes del año futbolístico, retirado en camilla entre sollozos aunque felizmente sin mayores consecuencias, disponible para retomar el asalto al campeonato.

La obstinada carrera de Costa, inquebrantable en su fe por empujar el balón, sin reparar en obstáculos interpuestos en el camino, vino a retratar el creciente empuje del equipo de Simeone en su doble objetivo de ganar el campeonato tras 18 años de sequía y levantar también su primera Champions.

Dicho de otro modo, el Atlético que el año pasado ya sorprendió al Madrid ganándole la final de la Copa del Rey en su propio estadio, aspira dar un golpe de timón a su ajetreada historia e instalarse definitivamente entre los grandes.

Ya se situó con todo merecimiento entre los cuatro mejores de Europa tras eliminar al Barsa, cuando el “Cholo” dibujó una pista americana que los azulgranas nunca lograron superar, cayendo por 1-0.

Siguiendo la tónica de su mágica temporada, el Atlético se sobrepuso a la adversidad de jugar sin Costa, lesionado en la ida, y el creativo Arda Turan, igualmente renqueante, y se agarró al empuje de una afición que, como el plantel, comulga a las mil maravillas con un entrenador que siente y conoce íntimamente las pulsaciones de un club empeñado en deshacerse de una vez por todas de la etiqueta de “pupas”.

Simeone, hoy venerado por la grada, vivió una de las muchas épocas negras de la entidad madrileña cuando fichó en 1994 como jugador proveniente del Sevilla, donde coincidió con su idolatrado Diego Armando Maradona. Entró en un club que funcionaba a bandazos y, solo en su primera temporada, se cobró la cabeza de cuatro entrenadores, entre ellos su compatriota Alfio Basile. Otorgada la batuta a Radomir Antic, el serbio dio vuelta al plantel y, a la siguiente campaña, la del histórico doblete, el Atlético ganó por última vez la liga y también se coronó campeón de Copa.

Aquella rebelión, con el argentino marcando la raya sobre la cancha, ofrece ciertas similitudes con el actual resurgimiento que lidera el “Cholo” desde la banca, por mucho que Antic se resista hoy a las comparaciones.

“Soy hombre de fútbol y no me gustan”, esgrime desde su actual residencia en Madrid, aunque resulte inevitable trazar el lazo imaginario uniendo presente y pasado. “Nosotros teníamos más posesión de la pelota y fuimos pioneros en muchas cosas. Defendíamos lejos de nuestra portería y usábamos mucha estrategia en las dos áreas: marcamos más del 60 por ciento de nuestros goles a balón parado y no recuerdo haber encajado ninguno”, alardea el ex preparador, quien celebra el actual éxito colchonero.

“Sus triunfos, por las limitaciones económicas, valen más que los de los demás. La comunión con la afición es clave, porque acepta la propuesta futbolística y, cuando los balones van al palo, sigue apoyando. El Atlético está el mejor físicamente que Barsa o Madrid. En Getafe no ganó por dominio, sino por presión y trabajo. Los jugadores van con la autoestima a tope y el equipo no tiene límites”, proclama.

Antic y Simeone no acabaron precisamente amigos, pero salta a la vista que los 12 tantos registrados por el argentino bajo la tutela del serbio figuran como la cifra más alta en su carrera. Y aunque este no lo enumere entre quienes marcaron su desarrollo como entrenador, muchos conceptos de aquel equipo como la estrategia y la solidaridad defensiva se ven plasmados en el actual Atlético.

En una reciente entrevista con la revista Jot Down, Simeone citó al recientemente fallecido Luis Aragonés, Marcelo Bielsa o el propio Basile como sus principales influencias y no es difícil apercibir en su discurso virtudes como el carisma del primero, la meticulosidad del segundo o la fuerte personalidad del tercero.

En el actual líder de la liga, la entrega no se negocia y todo se trabaja: el físico, la pizarra, el mensaje a la prensa, la presión al árbitro, el calor de la grada, la temporización de los recogepelotas. En su estrecha vigilancia e infinita influencia en todos los aspectos concernientes al club, la figura de Simeone acarrea un peso parecido al exhibido por Pep Guardiola a su paso por el mejor Barsa de la historia y parece gozar de mayor bula de la que tuvo el histriónico José Mourinho en su etapa en el Madrid.

Emigrados ambos a otras ligas, el argentino comanda la española con la seguridad propia de un líder que se atreve incluso a expresar la lógica futbolística más aplastante, digna de la antología de Johan Cruyff, gurú de tantos.

“Las guerras no las ganan los mejores, sino los que las combaten mejor estratégicamente”, espetó tras la victoria sobre el Barsa, simplificando al máximo una estrategia que, de tan obvia, resultó brillante: “Planteamos un escenario en cada área. El mediocampo lo dejamos para ellos”.

El éxito, claro, sigue dependiendo de que la caprichosa pelota entre; y en ese marco ni Simeone ni sus chicos se han alejado del tedioso discurso de “ir partido a partido”. Aparentemente arrinconado a cinco fechas del final, limite que impuso el argentino para enterrar el dichoso mantra, el “Cholo” apenas evolucionó tras vencer al Getafe. “Ahora vamos final a final”, declaró, pícaro, antes de solventar la primera el viernes.

“Poco a poco estamos dando vuelta a la imagen fatalista que tenía este club, cambiando la historia con nuestro compromiso. Nos hemos convertido en un equipo ganador”, asegura el capitán Gabi Hernández, quien no duda en etiquetar al Atlético como “el equipo del trabajador, grande pero humilde”.

Partido a partido, final a final, el Atlético se acerca a la consecución de la liga y, como aquel Porto que ganó la Champions de 2004 de la mano de Mourinho, amenaza también con levantar “la Orejuda” yendo de tapado, disfrazado de “pupas”. Con el trabajo, la humildad y la solidaridad por bandera. Sería otro doblete histórico, difícilmente concebible hace dos años y medio, cuando Simeone tomó, como hiciera Antic dos décadas atrás, las riendas de un club a la deriva.

“Nuestra clave era el compromiso colectivo. Cada futbolista tenía su importancia. Ellos creían porque las decisiones eran consensuadas y sabían por qué se hacían las cosas. Los buenos jugadores no siempre hacen buenos equipos, pero el buen ambiente sí. Había una gran convivencia. No habían dudas”, recuerda Antic de aquel doble campeón, evocador de imágenes de gloría, sangre, sudor y lágrimas.

Imágenes imborrables, como la de Costa en Getafe.

Por una cabeza, Messi va con todo

[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

“Por una cabeza de un noble potrillo que justo en la raya afloja al llegar, y que al regresar parece decir: No olvidés, hermano, vos sabés, no hay que jugar”, dice el célebre tango de Carlos Gardel, relator de las penurias sentimentales y adictivas de un empedernido apostador a las carreras de caballos.

La vulnerabilidad del jugador ante el poderoso llamado del riesgo es endémica, y así transcurre por lo general también la frágil relación entre deporte, deportistas y aficionados; más aún cuando los reclamos emanan de purasangres de leyenda como Lionel Messi.

Imposible adivinar de qué hubieran conversado un bonaerense de adopción como Gardel y un rosarino como Messi en caso de encontrarse la noche del domingo en la capital de España, horas después de que el astro del Barcelona firmara la épica victoria de su equipo, 4-3 sobre el Real Madrid, y otra noche mágica que incluyó tres goles para su glorioso palmarés.

Cuestionado apenas 15 días antes, cuando el Barsa perdió 1-0 en cancha del modesto Valladolid, el Messi de las grandes ocasiones apareció en el Santiago Bernabéu y decidió un choque a vida muerte para los azulgranas con una actuación portentosa, evocadora de sus mejores gestas y de futbolistas de época como su compatriota Alfredo Di Stefano, ídolo madridista, a quien superó en su propio estadio como máximo anotador en los clásicos con 21 dianas.

Gestador de los cuatro goles de su equipo, Messi se adueñó del escenario como solo lo pueden intérpretes de la talla de Gardel y dio con un golpe de genio y vuelco dramático a la liga española, que ahora lideran Atlético de Madrid y Real Madrid empatados a 70 puntos y persigue el Barsa a rebufo con 69.

“Por una cabeza todas las locuras (.) Cuantos desengaños, por una cabeza. Yo juré mil veces, no vuelvo a insistir (.)”.

La galopada azulgrana, irregular a lo largo del presente campeonato, ha tenido en vilo a una hinchada acostumbrada a ganar de calle en los últimos años, cuando el equipo liderado por Messi y que dejó en herencia el técnico Pep Guardiola conquistó 14 de 19 títulos en disputa.

Tal fue la bonanza, alargada la pasada campaña con la liga conquistada bajo el timón de Tito Vilanova, que los jugadores se acostumbraron a ganar al trote, y costó asimilar el batacazo en Liga de Campeones ante el Bayern Múnich, que sacó en mayo a los azulgranas de la pista europea con un marcador global de escándalo (7-0).

Renqueante entonces Messi, se justificó la traumática eliminación en la falta de fondo físico del equipo, y “La Pulga” ni siquiera acabó la temporada, retirándose por lesión de la cancha del Atlético por la 35ta fecha para no volver, con vistas a acelerar una recuperación que le permitiera atacar nuevamente múltiples frentes en la siguiente.

Pero la carrera no empezó como esperaba la entidad azulgrana, que sufrió en julio la dimisión de Vilanova por enfermedad y trajo a contrarreloj a Gerard Martino, ex de Newell’s Old Boys, paisano de Messi y con la supuesta bendición del propio rosarino, quien a la vez vio como el club incorporaba a Neymar para acompañarle en vanguardia.

Del mediático fichaje no se tuvieron excesivas noticias en el clásico, pero no hay duda de que su arribo espoleó en parte al argentino, cuyo entorno reclamó una mejora de contrato en cuanto apercibió que los emolumentos del brasileño amenazaban la jerarquía del “diez” en la caseta.

Escocido por la fuerte multa del fisco en junio por fraude, Messi inició la campaña con la mosca tras la oreja y en precaria condición física por los varios compromisos solidarios emprendidos durante el verano y que le trasladaron por medio mundo.

El primer título en juego fue la Supercopa contra el Atlético, conseguida gracias a un gol de Neymar y sin apenas aportación suya, pues un dolor muscular le apartó de la cancha al descanso de la ida.

Fue el primer aviso de los problemas por venir, agraviados con la lesión sufrida por la séptima fecha en cancha del Almería y que provocó la ruptura con su recuperador de confianza, Juanjo Brau.

Acompañante regular en sus desplazamientos para jugar con Argentina, el fisioterapeuta dejó su lugar a Luis García, empleado de la selección albiceleste y quien supervisa desde entonces las rehabilitaciones más comprometidas del astro.

Pasaron entonces siete partidos en versión disminuida, con el primer clásico de por medio y un solo gol anotado, lo que hizo saltar las alarmas y provocó la defensa de Martino tras una gris actuación contra el Espanyol. “Leo es el jugador más importante en un equipo repleto de figuras y es solo una casualidad que no marque. Pronto veremos su mejor versión”, argumentó el técnico.

Marcó dos al siguiente partido contra el Milan en Champions pero cayó de nuevo en el regreso a la liga en cancha del Betis el 10 de noviembre. Con la Champions y la Copa del Rey también en juego y el Mundial de Brasil en el horizonte, se consensuó su parada hasta el nuevo año, con recuperación y fechas navideñas en su país.

El purasangre no salió del establo hasta el 8 de enero en la copa contra el Getafe, cuando le bastaron media hora desde la banca y un doblete para proclamar su recuperación física y anímica.

Pero el Barsa no arrancaba en el campeonato, cosechando empates consecutivos en cancha de Atlético y Levante, una derrota en su estadio contra el Valencia y nuevos traspiés en visitas a Real Sociedad y Valladolid.

Esta última, con pésimas sensaciones y después de que Messi hubiera sufrido arcadas en cotejo internacional con Argentina, descolgó al equipo de cara a la recta final de la liga.

Pero con el título y, muy posiblemente, el final de un ciclo en juego, Messi fue con todo en los tres partidos siguientes, marcando el primer gol y exhibiendo tesón defensivo en la victoria europea contra el Manchester City, hilvanando tripletes consecutivos ante Osasuna y Madrid y desnudando ante su propia afición a Cristiano Ronaldo, quien osó arrebatarle en enero su primer Balón de Oro en cinco años.

Ninguna jugada retrató mejor la raza del rosarino, líder por naturaleza, que la del segundo tanto del clásico, con viento en contra y el Bernabéu en armas, cuando lanzó asistencia para Neymar y acudió hambriento al rechace defensivo, que embocó a la red antes de tomar el balón con dirección al centro de la cancha.

Estaba en juego la cabeza y, tras 29 sufridas fechas y nueve más por delante, el “diez” iba con todo por la meta.

“Basta de carreras, se acabó la timba. ¡Un final reñido ya no vuelvo a ver! Pero si algún pingo llega a ser fijo el domingo, yo me juego entero. ¡Qué le voy a hacer!”

Próximo pistoletazo de salida: el miércoles en el Camp Nou contra Celta de Vigo, con Messi en el carril central. Señores y señoras, hagan sus apuestas.

Barcelona va a la caza de un Madrid que se escapa

[Este artículo fue editado y publicado en marazo de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

Las horas previas del clásico de la liga española entre Real Madrid y Barcelona, programado para la noche del domingo por la 29na fecha, se viven con calma tensa tanto en el entorno azulgrana como en la capital del país, conscientes ambos bandos de la trascendencia de un partido que no solo puede decidir una liga, sino el final de un ciclo en el caso del club catalán.

“El león se levanta pensando que tiene que correr para cazar la gacela y la gacela, que tiene que correr para no ser cazada. A los jugadores les he dicho que, quieras ser león o gacela, lo que hace falta es correr”, filosofó hace unos días el técnico madridista, Carlo Ancelotti, refiriéndose a la mentalidad que debía tener su equipo, hoy líder del campeonato con 70 puntos y cuatro de ventaja sobre los azulgranas, de cara al sprint final de la temporada.

Aparte del Barsa, el Atlético de Madrid, segundo clasificado con 67 unidades, aguarda un tropiezo del puntero para igualarle en la cima, por lo que el Madrid ansía dar un golpe sobre la mesa que cumpla dos propósitos: apartar de la pelea a los azulgranas y desanimar a los rojiblancos.

“Siempre tienes la misma presión en un Madrid-Barcelona. Es un partido distinto al resto y nos jugamos la liga. Tenemos mucha ilusión por demostrar nuestra mejor calidad y hacer un fútbol ofensivo para ganar”, declaró Ancelotti el sábado, tras dirigir el último entrenamiento previo al clásico.

Ya sea en papel de depredador o escapista, si de lo que se trata es de correr, no hay mayores velocistas puros en la fauna futbolística que el madridista Cristiano Ronaldo y el azulgrana Lionel Messi, quienes se retarán a una nueva carrera en su 20mo clásico frente a frente.

El argentino disputará su 26to clásico y puede quedarse en solitario con el récord de 18 goles en estos cruces. Por ahora comparte la marca con su compatriota, Alfredo Di Stefano, ex jugador madridista. En caso de marcar un tanto también alcanzará al mexicano Hugo Sánchez, igualmente ex “merengue”, en el segundo lugar de máximos anotadores de la historia de la liga española, con 234 dianas.

Cristiano, en tanto, suma una docena de goles frente al Barsa pero alcanza la cita en condición de máximo cañonero del campeonato con 25 por las 18 del rosarino; y ostenta también liderato en la Liga de Campeones con 13 conquistas por las ocho que acumula Messi.

Ambos vienen de alcanzar cifras míticas: Cristiano los 242 goles de Ferenc Puskas (1966) con la camiseta del Madrid, Messi las 371 dianas que le sitúan por delante de Paulino Alcántara (1927) como máximo goleador de la historia azulgrana en partidos oficiales y amistosos.

La gran duda para el técnico del Barsa, el también rosarino Gerardo Martino, es quien acompañará a “La Pulga”, recién anotador de un triplete en la última goleada liguera por 7-0 sobre Osasuna, en la línea de ataque. Los méritos de delanteros como Pedro Rodríguez, realizador de 18 tantos, y el chileno Alexis Sánchez, con 19, parece que serán sacrificados en favor de un dibujo con cuatro centrocampistas como Sergio Busquets, Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Cesc Fábregas; más el brasileño Neymar en punta de ataque.

El súper fichaje del verano apenas cuenta 12 dianas como azulgrana y anda en mal momento, pero el timonel, debutante en el Bernabéu, quiere darle la alternativa ante el Madrid, confiando en que su talento se traduzca en desequilibrio, y no dudó a la hora de realzar su figura en la previa.

“Neymar está entre los cinco mejores del mundo y no voy a ser yo el que le vaya a hacer pensar que es un jugador más porque no lo es”, argumentó Martino, quien avanzó que sus futbolistas ya conocen el once que saltará al coloso blanco con antelación y evitó aclarar si Iniesta jugaría de extremo o sería Fábregas quien se ubicaría como falso ariete.

“Ganar en el Bernabéu es nuestra última oportunidad: no es lo mismo un punto a remontar en nueve fechas que cuatro o siete, porque a estas alturas del campeonato los equipos no cometen tantos errores. Y menos lo que se juegan la liga. Un empate no es un buen resultado. Necesitamos ganar”, subrayó el técnico antes de recordar que “Messi siempre aparece en los partidos importantes. Esperamos que tenga un gran encuentro”.

Recuperado el central Gerard Piqué, la asignatura pendiente del Barsa es la defensa de las jugadas a balón parado, que han generado ocho de sus 22 tantos encajados en liga. Para ello los visitantes esperan contar también con una actuación estelar del arquero Víctor Valdés, quien anunció hace tiempo su salida del club a finales de curso y disputará su último clásico liguero.

Su homólogo Iker Casillas seguirá en la banca por el Madrid, pues Ancelotti tiene confianza plena en Diego López e iniciará con el equipo considerado de gala tras la lesión del lateral Alvaro Arbeloa.

El tridente ofensivo formado por Gareth Bale, Karim Benzema y Cristiano, conocido como “la BBC”, está en gran forma y ha firmado 76 tantos en lo que va de curso. Al técnico italiano le preocupan más la fiebre que limitó el entrenamiento sabatino del creativo Isco Alarcón y las prestaciones que pueda deparar el argentino Angel Di María en el mediocampo, donde sufre más de la cuenta en la recuperación de la pelota.

El control del juego se antoja pues, clave para el equipo de Martino tal y como anunció Iniesta el miércoles, cuando aprovechó para reclamar un “Barsa valiente” en el Bernabéu.

Además de coraje, al vigente campeón le debería apretar también el hambre propia de un león frente a un Madrid que amenaza con desaparecer en el horizonte, cual veloz gacela.

Súper fichajes Bale y Neymar cotizan en el clásico

[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

Contratado a golpe de talonario el pasado septiembre por el presidente del Real Madrid Florentino Pérez, el galés Gareth Bale fue recibido en España con mezcla de entusiasmo, recelo e indignación por el costo récord del traspaso procedente del Tottenham, cifrado en unos 132 millones de dólares.

Tras unos frustrantes inicios con numerosas lesiones musculares trabando su progresión en el club nueve veces campeón de Europa, el valor del apodado “Expreso de Cardiff” cotiza al alza en el mejor momento, justo a pocas horas de que Madrid y Barcelona se enfrenten por el segundo clásico de la temporada, con la liga en juego cuando restan 10 fechas y ventaja moderada de los blancos, que cuentan cuatro unidades de distancia en la punta del de la clasificación sobre un Barsa cuyas dudas se reflejan en la figura de su propio fichaje estrella: Neymar.

La incorporación del astro brasileño en mayo fue celebrada con mayor unanimidad en Barcelona que el retrasado arribo de Bale a la capital española. La gestación del fichaje fue también distinta; lanzada la caña de pescar largo a tiempo atrás desde el despacho de Sandro Rosell, el hoy ex presidente se llevó la codiciada pieza, anticipándose al acérrimo rival, y no tuvo reparos a la hora de subrayar su autoría, pasando por encima del director deportivo Andoni Zubizarreta.

La proclamación del rebajado precio del transfer por parte del mandatario, entonces aparentemente inofensiva, acabaría pasando factura a ambos implicados y por extensión al Barsa, que alcanza el clásico con imperiosa necesidad de ganar en su intento por revalidar el título de campeón.

Para partidos como el del domingo apostó la entidad por Neymar y no deparó en gastos de representación ni se molestó en dar explicaciones sobre el destino de las numerosas y jugosas comisiones. Casi un año después, Rosell dimitió al ser inquirido en los juzgados por presunto delito fiscal, el club admitió que el montante final de la operación rondó el precio pagado por Bale, el equipo perdió el lustro con que arrancó el campeonato y el joven futbolista, quien superó una lesión en el tobillo que lo tuvo parado por ocho partidos, una vez consumada la rotura sentimental con la actriz Bruna Marquezine, transita la estrecha cornisa que separa la adulación del fracaso.

El fantasioso Neymar suma apenas 12 goles en 32 partidos, estadísticas menores de las que presentan compañeros de vanguardia como Pedro Rodríguez (18) o el chileno Alexis Sánchez (19). Pese a ello se le supone titular para el clásico, en un nuevo intento por parte de Gerardo Martino de sacar rédito a su innegable talento.

El técnico argentino, a su vez cuestionado, empezó la temporada exhibiendo personalidad y sentando al brasileño, quien llegó con diagnóstico médico de anemia y debió esperar su turno tras los veteranos. Cumplió con gol clave al Atlético de Madrid para conquistar la Supercopa y, en su mayor logro, marcó en su primer enfrentamiento con el Madrid, abriendo el triunfo por 2-1 en la décima fecha jugada en el Camp Nou.

Como el resto del plantel, asumió un mayor protagonismo cuando el astro Lionel Messi debió ausentarse por lesión en noviembre, y marcó las mitad de sus tantos en ese tramo. Pero la vuelta del argentino a principios de año ha supuesto una regresión en “Ney”, autor de un solo gol en 2014 y a quien el vestuario ha visto alicaído en las últimas fechas, en especial tras su gris actuación hace nueve días, cuando fue sustituido por Sánchez en el partido de Liga de Campeones contra el Manchester City y escuchó los primeros pitos de la hinchada, quizás irritada por la aparente frivolidad exhibida hasta la fecha por el veinteañero.

Su desbordante protagonismo en las redes sociales, donde solo en la semana previa al clásico apareció disfrutando de Disneyland Paris junto a su compañero de selección Thiago Silva, o haciendo bromas de dudoso gusto con sus amigos, agrada tan poco en el entorno azulgrana como su afinidad por los bailes estrambóticos de la mano del lateral Dani Alves, quien no se antoja precisamente el mejor padrino que el vestuario le podía deparar.

La escasa química exhibida por ahora con Messi, incluso en las celebraciones de gol, no ha sido obstáculo para que Martino haya acabado apostando por él en los grandes partidos como el del City o el clásico; aún en caso de arrancar con cuatro medios y un solo delantero junto a “La Pulga”, cuando parecerían más necesarias la movilidad y presión de Rodríguez o Sánchez que las gambetas en estático de Neymar.

Relegado a la banda izquierda como lo fueran antes otros distinguidos compatriotas como Rivaldo y Ronaldinho, ambos con agría despedida del club azulgrana, el atacante parece jugar cohibido, deferente como tantos predecesores suyos a la figura de Messi; y no parece casualidad que su estilo improvisador luzca más cuando disfruta de total libertad de movimientos en la selección brasileña, donde ha marcado 12 tantos en sus últimos 13 cotejos.

Parecidos problemas de adaptación sufrió Bale en Madrid al inicio de temporada. Calzado en el once de Carlo Ancelotti bajo decreto presidencial, el zurdo debió ubicarse en una nueva demarcación a banda cambiada, donde su disparo ganaba ángulo en detrimento de su velocidad paralela a la línea de cal.

Presentado una vez iniciada la liga, el extremo debutó 12 días después con gol en cancha del Villarreal, evidenciando que el olfato anotador es uno de sus puntos fuertes. Obsesivo de la preparación física, debió realizar una mini pretemporada específica tras un verano apartado de los entrenamientos del Tottenham y ni aun así evitó constantes molestias que le privaron de la continuidad necesaria para alcanzar su mejor nivel.

Su peor momento fue el primer clásico, cuando Ancelotti sorpresivamente lo situó de ariete, negando sus mejores virtudes, y acabó siendo sustituido sobre la hora de juego, quedando malparado en la comparación con Neymar.

Pero curiosamente el partido del Camp Nou sirvió de punto de inflexión para el galés, quien ha disputado 24 de los 31 cotejos invictos del Madrid desde entonces, los nueve últimos consecutivos, con bagaje en la temporada de 14 goles, además de liderar al equipo con 14 asistencias.

Poco hablador por su escaso dominio del idioma, Bale ha progresado en la cancha con el paso de las jornadas, dibujando en Madrid trayectoria invertida a la de Neymar en Barcelona. El valor de ambos súper fichajes cotizara de nuevo el domingo en la bolsa del clásico.

Tambaleante Barcelona pasa del cielo al inodoro

[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Con 1-0 en contra y 17 minutos por jugarse, Neymar abandonó el sábado la cancha del Valladolid cabizbajo y sin excesiva urgencia, como si la inminente derrota del Barcelona no fuera con el fichaje más caro de la historia del club catalán.

El brasileño, autor de tres goles con su selección apenas tres días antes, venía de jugar su peor partido con la camiseta azulgrana. Pasivo y desacertado, tan solo destacó un error impropio con todo a favor que bien hubiera podido servir de punto de inflexión.

Pocas secuencias como su anémica salida del Nuevo Zorrilla, estadio de histórico significado para el Barsa, retratan mejor la aparente dimisión del vigente campeón de la liga española en el campeonato, donde actualmente marcha tercero con 63 puntos, cuatro menos de los que suma el líder Real Madrid tras vencer el domingo por 3-0 al Levante.

También evidenció la creciente desconexión con el timonel argentino Gerardo Martino, quien le relevó por el canterano Christian Tello, el segundo de tres cambios que tan solo contribuyó a acelerar el desaguisado del Barsa en Valladolid; y por extensión, la liga.

El equipo azulgrana, que el miércoles recibe al Manchester City por la vuelta de octavos de final de la Liga de Campeones con ventaja de 2-0, se ha dejado 13 de los últimos 27 puntos en disputa en el torneo doméstico, acumula dos derrotas seguidas fuera de casa y ha empezado perdiendo en seis de sus últimas siete salidas, claro síntoma de su falta de asertividad.

Su último descarrilamiento en Valladolid, donde solo el astro Lionel Messi creo cierto peligro, aunque sin apenas esfuerzo ni tampoco el premio de otras ocasiones, vino a confirmar que la tendencia descendente del Barsa, más que un accidente, parece una muerte anunciada.

Pocos esperaban que la transición de equipo de época bajo la batuta del técnico Pep Guardiola, con la conquista de 14 títulos en cuatro años, resultara libre de traumas; pero el 7-0 global infligido por el Bayern Munich en las últimas semifinales de la Champions fue un duro despertar de tan lindo y largo sueño.

La grave enfermedad su sustituto Tito Vilanova, ausente en largos tramos de la temporada pasada, sirvió de justificante a un plantel y una directiva que rehuyeron entonces la autocrítica y recogen hoy los frutos amargos de un discurso sembrado sin sentido ni pasión.

La falta de tensión percibida ya en el último curso de Guardiola se acentuó sin la presencia constante de Vilanova y los futbolistas, con Messi a la cabeza, acabaron rotos física y anímicamente.

Pero solo el primer argumento se exhibió como causa, apuntando al remedio de las rotaciones y refuerzos rejuvenecedores; como sí el reencuentro con el éxito dependiera solo del rebosante talento individual y una mejor administración de recursos. La paliza del Bayern no fue considerada internamente un correctivo, sino más bien una cuestión de poderío y mayor frescura. Algo normal dadas las singulares circunstancias que envolvían por entonces al Barsa.

La frustrada vuelta de Vilanova, quien dejó el cargo en plena pretemporada, precipitó el arribo de Martino, fichaje personal del ya ex presidente Sandro Rosell y con supuesto visto bueno de Messsi.

Se trajo también a Neymar con la clara intención de ofrecer variantes ofensivas al rosarino, tan exigido el curso anterior que acabó desfondado; pero el club renegó nuevamente de la incorporación de un central de garantías que diera relevo al capitán Carles Puyol y apretara las clavijas al disperso Gerard Piqué. También se alargó el crédito al volante Cesc Fábregas, decepcionante en su segunda campaña de azulgrana y llamado a tomar el testigo del internacional Xavi Hernández.

Neymar, Piqué y Fábregas fueron los tres sustituidos el domingo, una vez el Barsa permitió gol en segunda jugada de un ataque a balón parado, donde ha concedido ocho de sus 22 tantos encajados.

La sangría defensiva no ha logrado soliviantarla el arquero Victor Valdés, excelente en al arranque de campaña pero tan desorientado como el resto en el tramo decisivo, cuando se suponía que los futbolistas debían responder a los escépticos.

Pero más que carencias, el equipo viene exhibiendo en 2014 una alarmante falta de rumbo y pasión necesaria para revertir situaciones adversas. Una vez Rosell dimitió por la polémica sobre el coste real de Neymar, la falta de timón institucional ha percolado a todos los estamentos del club incluido el banquillo, donde Martino es cada vez más cuestionado, tanto dentro como fuera de la caseta.

Sus recientes bandazos, en especial la falta de confianza continuada en hombres como Andrés Iniesta y la extraña alineación en la derrota contra la Real Sociedad hace tres fechas, cuando acabó expulsado, le restaron crédito a ojos de los aficionados y los propios protagonistas, quienes transmitieron un pésimo lenguaje corporal en Valladolid y en ningún momento ejercieron la presión avanzada que el técnico pregonó el día de su presentación.

El último revés, al tiempo que el ex azulgrana David Villa marcada dos goles para poner transitoriamente líder al Atlético de Madrid y el Bayern de Guardiola goleaba 6-1 al Wolfsburgo en Alemania, retrató tanto a técnico como jugadores, quienes intercambiaron confusas declaraciones tras consumarse el descalabro.

“No faltó actitud. Faltaron ideas. Nos pudo la impotencia”, esgrimió Martino, mientras pupilos como Sergio Busquets denunciaban lo contrario: “Tenemos que espabilar y tener más ganas desde el inicio, luchar y correr todos juntos”.

Pero la interpretación más surrealista, una prueba más del desgobierno entre bastidores, la produjo Valdés, quien evitó pronunciarse ante los medios pero se autograbó un mensaje desde la zona del lavatorio dirigido a las redes sociales.

“Nos vamos decepcionados. Hay que intentar pasar página y ganar al City”, apuntó el arquero, al tiempo que se escuchaba el accionamiento de un inodoro cercano, evocador de múltiples simbolismos sobre el destino de este irreconocible Barsa, que ya no depende de sí mismo en la liga y visita al Madrid dentro de 15 días.

Bacca, parada en Sevilla con boleto a Brasil

[Este artículo fue editado y publicado en febrero de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Carlos Bacca avista desde lejos la victoria en el salto de su compañero Federico Fazio y, tal como el central argentino se perfila para impulsar el balón en vertical, el internacional colombiano asume posición de “esprínter” y se lanza a por el arco del Málaga.

Una ojeada y un toque raso le bastan para superar al también argentino Wilfredo Caballero, uno de los arqueros más destacados de la liga española. Otra muesca en el fúsil de Bacca, anotador de 10 goles en su temporada de estreno en la primera división con el Sevilla; cifra nada despreciable para un futbolista que pocos conocían en Europa y que, pese a un don innegable para cantar diana, tardó lo suyo en saltar al primer ruedo del fútbol mundial.

“Desde bien pequeño marqué goles. Siempre quise ser futbolista y siempre fui delantero. No sé qué haría de no jugar a fútbol. Creo que Dios me marcó este camino. Todos los regalos que me hacía mi padre eran balones”, explica el goleador desde Sevilla, donde la pasada jornada jugó contra el Barcelona, ganándose etiqueta de “jugador de primer nivel mundial” por parte del entrenador azulgrana Gerardo Martino,  y el próximo domingo enfrentará al Valencia.

El equipo andaluz, en mala racha de tres derrotas seguidas, marcha séptimo clasificado por la 23ra fecha con los mismos 31 puntos que el Valencia y el objetivo de alcanzar al término del campeonato las plazas europeas. Preferiblemente de Liga de Campeones, donde Bacca, de 27 años y oriundo de Puerto Colombia, cerca Barranquilla, aún no ha debutado.

Se quedó con las ganas tras su buen desempeño en el Brujas, pues el equipo que le traspasó este verano por unos 9,5 millones de dólares cayó en la ronda previa y tuvo que contentarse con la Liga Europa.

“Tuve la suerte de ir a Bélgica pero fue difícil adaptarme, porque mi familia no era feliz. Al principio no jugaba. Pero siempre mantuve la calma, la humildad y el trabajo y conseguí los objetivos (29 goles en 50 partidos). Sevilla es más alegre, en un 60 por ciento como el ambiente de Barranquilla. Estamos contentos y eso se nota en mi trabajo”, opina el costeño, quien se escapa a disfrutar de la playa a la menor ocasión.

Aunque reconoce que algunos “errores de juventud” retrasaron su eclosión futbolística, no es de los que se quejan ni dentro ni fuera de los terrenos de juego. Religioso declarado, asegura no echar mano de supersticiones, y tampoco ha escuchado en el país ibérico los canticos racistas denunciados por otros; ni hacia su persona ni otros compañeros.

“Soy feliz. Si aquí la gente viera como está el mundo no se quejaría tanto de la crisis económica. Mi familia es humilde y trabajadora y todo lo que hago lo disfruto. Si no, no lo haría”, insiste quien trabajó en su día vendiendo boletos, banca a banca, en el bus de línea entre Puerto Colombia y Barranquilla, donde enroló de futbolista en su amado Junior a los 22 años. “Es el club del que soy hincha y espero retirarme en él como jugador, aunque aún queda mucho para eso”, se sincera.

Su olfato goleador y entrega en la presión en el Sevilla de Unai Emery le han valido un boleto firme al cercano Mundial de Brasil con la selección colombiana que dirige el argentino Néstor Pekérman, actualmente quinta en la clasificación de la FIFA.

“Soy muy potente y rápido, y Emery me pide que use mi velocidad y no me asocie demasiado, que encare en el uno contra uno. Que igual pierdo nueve de diez pelotas, pero la que gane será gol. Con Pékerman jugamos con dos puntas y voy por detrás del delantero, algo que también me gusta. Me acomodo donde sea”, explica Bacca, cuya importancia en el combinado “cafetero” cobra peso; sobre todo si su compañero, Radamel Falcao no llega a tiempo a la cita mundialista tras lesionarse la rodilla. “Tenemos amistad y hablamos. ‘Falca’ es un ejemplo para toda Colombia dentro y fuera de la cancha. El me animó a venir a España y, cuando me enteré de su lesión por los medios, me entró gran tristeza. Ojalá pueda estar, pero Colombia siempre ha dado grandes delanteros”, remarca.

Habitual seguidor de la liga de su país, Bacca tiene edad suficiente como para recordar también el último mundial disputado por Colombia hace 16 años, cuando el combinado no pasó de la primera fase. “. Estábamos para mucho más en Francia, pero las cosas no se dieron. Gracias a Dios volvemos a un mundial y ojalá no nos perdamos ni uno más”, expone, calificando de “muy parejo” el grupo C (con Grecia, Costa de Marfil y Japón) en que quedó encuadrada la selección cafetera para la cita de 2014.

Rápido desde bien chico, cuando corría los 100 metros por diversión en Puerto Colombia, Bacca rompe ahora defensas con el balón en los pies e igual facilidad, y se especializa en golazos como el que le marcó al Espanyol por la 13ra fecha. “Los recuerdo todos. Ese fue el más lindo, porque además valió la tranquilidad de los tres puntos y nos ayudó a cerrar una mala racha fuera de casa”, subraya, al tiempo que evita marcarse cifras anotadoras.

El más especial, sin embargo, fue el mencionado al Málaga, al que añadió un matiz a su habitual celebración señalando al cielo. “Una ‘V’ y un ‘Uno’ por el primer cumpleaños de mi pequeña Valentina”, aclara este hijo de mecánico, quien fue cobrador de autobús en Colombia y se ha tornado figura en Sevilla, con boleto directo a Brasil.

Aquino regresa al Bernabéu con hambre de Champions

[Este artículo fue editado y publicado en febrero de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Javier Aquino apenas duda cuando se le inquiere sobre el significado de la fecha del próximo viernes 13 de junio.

“El día del partido de México contra Camerún”, responde casi al vuelo el interior de 23 años, actualmente del Villarreal.

Oriundo de San Francisco Ixhuatán (Oaxaca), pequeña localidad cercana a la costa del Sur de México, Aquino disfruta al máximo su condición protagonista en uno de los equipos de moda de la liga española, centrado en la consecución de una codiciada plaza para jugar la próxima edición de la Liga de Campeones pero al tiempo atento a cuanto acontece en su país natal; en particular con la selección tricolor que selló, muy apuradamente, el boleto al cercano Mundial de Brasil.

“Fue un año complicado en el hexagonal pero ya quedó atrás. Hay que aprender de los errores, pero ahora toca centrarse en lo que viene. Creo que podemos dar la sorpresa”, opina el oaxaqueño, quien no jugó la repesca contra Nueva Zelanda, solventada favorablemente por un combinado exento de “emigrados” al fútbol europeo, y se enteró del pase a la mañana siguiente en España, al repasar la prensa por Internet.

“Se tomó la mejor decisión en ese momento y la respetamos. Somos profesionales y la crítica forma parte de la vida del jugador. Intentamos hacerlo lo mejor posible pero nos podemos equivocar y la gente también tiene derecho a opinar”, considera sobre el clima crispado que generó la agónica clasificación mexicana.

Esa supersticiosa data del viernes 13 la tiene Aquino marcada en rojo en el calendario, pues sueña con disputar el certamen mundialista y ampliar así su notable palmarés internacional, que ya cuenta con la medalla de oro olímpica conseguida en Londres 2012 y otro triunfo en los Juegos Panamericanos de 2011.

A esos efectos recibió esta semana la visita del seleccionador Miguel Herrera, quien se reunió en Villarreal con el volante y su compañero de habitación en las concentraciones, Giovani Dos Santos, de cara a intercambiar impresiones previo a la gran cita.

“Platicamos del tipo de jugador que busca para la selección, pero no nos aseguró nada. Estamos a su disposición y vamos a trabajar para ganarnos un sitio”, se limitó a comentar Aquino, receloso también de posicionarse en torno a la renuncia voluntaria del destacado jugador de la Real Sociedad, Carlos Vela, a formar parte del combinado.

La fecha del debut mundialista no es la única que el oaxaqueño tiene grabada a fuego en la cabeza. Un rincón especial en su memoria ocupa también el día en que, con apenas 15 años, visitó por primera vez el coliseo Santiago Bernabéu.

“Pasamos por Madrid con el equipo inferior de Cruz Azul después de jugar un torneo en Albacete, se nos retrasó el vuelo de regreso y aprovechamos para visitar el estadio. Pudimos sentarnos en el banquillo y me fotografié con la última copa de Liga de Campeones que ganaron. Aunque entonces nunca pensé que acabaría jugando en esa cancha”, rememora quien espera dar el golpe el sábado, cuando el recién ascendido Villarreal intente asaltar el feudo “merengue” y, de paso, el cuarto puesto  que recientemente le quitó el Athetic de Bilbao.

Separados por tres puntos apenas en la clasificación, bilbaínos y amarillos se disputan el último boleto por la anhelada Champions, conscientes de que Madrid, Atlético de Madrid y Barcelona coparan las tres primeras plazas.

Aquino, quien ha disputado todos los partidos esta temporada, tanto en liga como en Copa del Rey, ya sea de titular o suplente, no sabe de límites en su exitosa pero incipiente carrera deportiva, y espera mejorar en su visita a la capital las buenas prestaciones exhibidas en el cotejo de la primera vuelta, saldado con empate 2-2 y notable actuación del mexicano.

Pese a una gran ocasión, el internacional tricolor no marcó, pero coleccionó balones en la recuperación, chocando con rivales de altura como Gareth Bale o Cristiano Ronaldo, se ganó una tarjeta amarilla y fue volteado por Sergio Ramos como mesura de advertencia tras tanto trajín por banda derecha.

Y es que el oaxaqueño quema tantas etapas en Villarreal, donde hilvana fichaje, ascenso a primera división y competencia por la Champions, como juega sobre la cancha: a toda velocidad tanto en defensa como en ataque, sin aparente freno de mano ni tiempo para recrearse.

“No tengo supersticiones ni celebro los goles de forma especial, apenas un gesto a mi familia”, expone, consciente de que tampoco goza de demasiadas ocasiones para el festejo individual (una diana en liga). “Es verdad que marco pocos goles. Por mi posición debería anotar más. El entrenador (Marcelino García Toral) me dice que tengo que ser más paciente para mejorar en la definición. Me ha dado minutos y le estoy muy agradecido por su confianza. Aprendo mucho con él, creo en mí mismo y aún tengo margen de mejora”, subraya quien a su vez apostó fuerte por el “Submarino Amarillo”, fichando con el club en la segunda división.

Al fin y al cabo, su ídolo reconocido, el argentino César Delgado, a menudo alcanzó los dobles dígitos anotadores jugando por Cruz Azul, y Aquino no tiene reparos en reconocer que intentó moldear su juego en base al del carismático delantero.

“Miraba los partidos  con mis padres y mis hermanos por televisión. Soy un poco más del Barsa que del Madrid por los mexicanos que allí jugaron, pero a quien admiraba era al “Chelito”, y buscaba imitar sus movimientos”, explica el hoy internacional tricolor, a quien el “profesor” Jesús Del Muro descubrió en una visoria.

Al no coincidir con Delgado en el equipo cementero, el oaxaqueño debió contentarse con intercambiar camisetas rivales tras enfrentar a Monterrey, actual equipo del rosarino, en la liga mexicana.

Humilde en el trato pero constante en el esfuerzo, el veloz Aquino se revela futbolista de pico y pala, sin miedo a encarar cuanto rival o reto se le presente en el camino, dispuesto a superar etapas, coleccionar camisetas y acumular triunfos.

El sábado le esperan el Madrid y el embriagador aroma triunfalista del Bernabéu, cuyas entrañas resguardan la copa más deseada. Aquella junto a la que un joven quinceañero osó posar un día, sin sospechar que años más tarde pelearía por ella con vistas también a un mundial.

Córdoba, mucho más que un “cuate grandote”

[Este artículo fue editado y publicado en febrero de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Jhon Córdoba es el último futbolista en abandonar la cancha de entrenamiento del Espanyol en esta calurosa mañana del viernes y quizás el primero en saludar a la señora de la limpieza, quien le devuelve familiarmente la sonrisa.

El colombiano de 20 años, oriundo de Istmina en el selvático departamento de Chocó, se ha ganado a base de sudor y calidez tropical el cariño de los empleados y aficionados “periquitos”, quienes le perdonan por ahora su escasez de goles, principal razón por la cual el delantero, abrigado en manga larga y guantes negros pese al sol latiente en Barcelona, suda la gota gorda más allá de la hora prevista, bajo estricta supervisión del timonel mexicano Javier Aguirre.

“Trabajando la definición”, sonríe, consciente de que su asignatura pendiente es la que acaba midiendo a los arietes, por mucho que tanto seguidores como técnicos y compañeros valoren su entrega en el desmarque, capacidad de bajar y aguantar la pelota, así como de desborde, desplegados hasta la fecha en la competitiva liga española.

Y es que Aguirre, siempre tan locuaz, pidió literalmente un “cuate grandote” a principios de temporada. Tras varios rodeos, la secretaría técnica blanquiazul se decantó por Córdoba, por entonces jugador del Jaguares mexicano y propiedad del Querétaro, que lo cedió al Espanyol con opción de compra.

14 partidos de servicio y apenas dos dianas le han valido al ex de Envigado la confianza de la entidad, que de aquí a final de temporada intentará resolver su fichaje definitivo, aunque sea en propiedad compartida.

Su corpulencia, pese al engaño que produce la lente televisiva, queda patente en persona con su asertivo encaje de manos, en el que su palma envuelve sobradamente la del interlocutor, a quien, muy educadamente, ofrece un trago de agua. ‘Dios y mi familia’, lee el tatuaje en el antebrazo izquierdo de quien se declara devoto de la Virgen de Guadalupe.

Hijo del ex futbolista Manuel Acisclo Córdoba, también persigue la cifra de 163 goles del papá, a menudo ausente en su infancia por compromisos laborales pero muy presente en la progresión del joven ariete, al que ha guiado en su desarrollo, ya fuera con consejos o prácticas individuales como las que le depara en este día Aguirre.

“El negrito encara bien, tiene potencia y velocidad. Si tuviera gol estaría en el Chelsea”, espetó el mexicano tras el segundo enfrentamiento del delantero contra el Real Madrid por la ida de la Copa del Rey, cuando salió desde la banca y vio frustrada una escapada por el arquero internacional Iker Casillas.

“No me molestó. Siempre me he tomado las cosas con mucha tranquilidad, aunque no empecé jugando. He fallado ocasiones claras y Aguirre sabe lo que necesito. Aquello fue para tocarme un poco. El apoyo que me brindan él, los compañeros y la grada está siendo clave y sé que este paso va a ser fundamental en mi carrera”, asegura el implicado, admirador del marfileño Didier Drogba, precisamente triunfador en el club londinense de Stamford Bridge.

Por ahora se conforma con buenos desempeños contra equipos como el Granada, donde exhibe implicación celebrando desde la banca el tanto ganador del mexicano Héctor Moreno e intercambia saludos al término con compatriotas como Brayan Angulo o Jeison Murillo, aplicados ambos en su marca. “Le felicité por lo bien que está jugando”, desvela el veterano Murillo. “¿Mi consejo? ¡Que meta gol!”, añade medio en broma.

Pese a contados momentos de desánimo, la entrega no se negocia para Córdoba, quien peca más bien de falta de mesura en algunas acciones. “Es joven. ¡Qué bien que no mida sus esfuerzos!”, señaló nuevamente el timonel tras el segundo tanto del colombiano contra el Valencia. “Le pega bastante mal con la izquierda en los entrenamientos, pero fue un golazo”, añadió con guasa Aguirre antes de puntualizar que “era un fichaje semidesconocido. No era nuestra primera opción pero tenía buenos informes, aposté por él y forma una buena sociedad con Sergio García”.

En efecto, el cambio de sistema a jugar con dos puntas permitió a Córdoba liberar de ciertas labores al internacional español quien, no casualmente, está firmando su mejor campaña desde que fuera citado a la Eurocopa 2008.

“Puedo jugar donde sea y me estoy adaptando muy bien a este fútbol”, apunta el “cafetero”, consciente de que Aguirre ya le abrió las puertas de la selección uruguaya a su compañero Christian Stuani al reconvertirle como interior y que la competencia en la delantera de Colombia está al rojo vivo de cara al Mundial de Brasil 2014.

Y eso que el istmineño ya rompió pronósticos en sus inicios, mucho antes de destacar en el reputado torneo Pony fútbol o proclamarse campeón Sub’20 de Suramérica en 2013, cuando marcó cuatro tantos.

“No pierdo la fe. Me trazo metas y siempre las he alcanzado. De chico jugábamos en una cancha de barro detrás de mi casa. Lo llamábamos ‘El Plan’ y allá nos metíamos con mis amigos desde los cinco años. Yo era el más malo y me molestaban, pero allí aprendí y acabé siendo el mejor. Todos me lo recuerdan ahora. ¡Me dicen que soy una máquina!”, sonríe, repentinamente iluminado ante el recuerdo infantil.

Aquel irregular escenario en el que el travieso Córdoba aprendió a sortear todo tipo de imprevistos dista mucho del verde tapete que le espera el domingo por la 24ta fecha liguera en el estadio del Athletic de Bilbao. Levantado a la sombra del derruido San Mamés, donde la pelota no acostumbraba a mentir, el flamante coloso aguarda la primera visita del colombiano, quien espera a su vez citarse con el gol.

“Hay que vivir los partidos, disfrutar cada uno de ellos”, subraya ilusionado.

Afinado entre semana, el “cuate grandote” criado no muy lejos del río Atrato, el más caudaloso de su país, buscará el triunfo de su equipo y de paso enriquecer su propio caudal goleador para acercarse un poco más a a los registros de su progenitor, de su ídolo Drogba y quién sabe si también a ese lujoso Stamford Bridge, cada vez menos alejado de aquel barrizal donde aprendió a patear un balón.