Por una cabeza, Messi va con todo

[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

“Por una cabeza de un noble potrillo que justo en la raya afloja al llegar, y que al regresar parece decir: No olvidés, hermano, vos sabés, no hay que jugar”, dice el célebre tango de Carlos Gardel, relator de las penurias sentimentales y adictivas de un empedernido apostador a las carreras de caballos.

La vulnerabilidad del jugador ante el poderoso llamado del riesgo es endémica, y así transcurre por lo general también la frágil relación entre deporte, deportistas y aficionados; más aún cuando los reclamos emanan de purasangres de leyenda como Lionel Messi.

Imposible adivinar de qué hubieran conversado un bonaerense de adopción como Gardel y un rosarino como Messi en caso de encontrarse la noche del domingo en la capital de España, horas después de que el astro del Barcelona firmara la épica victoria de su equipo, 4-3 sobre el Real Madrid, y otra noche mágica que incluyó tres goles para su glorioso palmarés.

Cuestionado apenas 15 días antes, cuando el Barsa perdió 1-0 en cancha del modesto Valladolid, el Messi de las grandes ocasiones apareció en el Santiago Bernabéu y decidió un choque a vida muerte para los azulgranas con una actuación portentosa, evocadora de sus mejores gestas y de futbolistas de época como su compatriota Alfredo Di Stefano, ídolo madridista, a quien superó en su propio estadio como máximo anotador en los clásicos con 21 dianas.

Gestador de los cuatro goles de su equipo, Messi se adueñó del escenario como solo lo pueden intérpretes de la talla de Gardel y dio con un golpe de genio y vuelco dramático a la liga española, que ahora lideran Atlético de Madrid y Real Madrid empatados a 70 puntos y persigue el Barsa a rebufo con 69.

“Por una cabeza todas las locuras (.) Cuantos desengaños, por una cabeza. Yo juré mil veces, no vuelvo a insistir (.)”.

La galopada azulgrana, irregular a lo largo del presente campeonato, ha tenido en vilo a una hinchada acostumbrada a ganar de calle en los últimos años, cuando el equipo liderado por Messi y que dejó en herencia el técnico Pep Guardiola conquistó 14 de 19 títulos en disputa.

Tal fue la bonanza, alargada la pasada campaña con la liga conquistada bajo el timón de Tito Vilanova, que los jugadores se acostumbraron a ganar al trote, y costó asimilar el batacazo en Liga de Campeones ante el Bayern Múnich, que sacó en mayo a los azulgranas de la pista europea con un marcador global de escándalo (7-0).

Renqueante entonces Messi, se justificó la traumática eliminación en la falta de fondo físico del equipo, y “La Pulga” ni siquiera acabó la temporada, retirándose por lesión de la cancha del Atlético por la 35ta fecha para no volver, con vistas a acelerar una recuperación que le permitiera atacar nuevamente múltiples frentes en la siguiente.

Pero la carrera no empezó como esperaba la entidad azulgrana, que sufrió en julio la dimisión de Vilanova por enfermedad y trajo a contrarreloj a Gerard Martino, ex de Newell’s Old Boys, paisano de Messi y con la supuesta bendición del propio rosarino, quien a la vez vio como el club incorporaba a Neymar para acompañarle en vanguardia.

Del mediático fichaje no se tuvieron excesivas noticias en el clásico, pero no hay duda de que su arribo espoleó en parte al argentino, cuyo entorno reclamó una mejora de contrato en cuanto apercibió que los emolumentos del brasileño amenazaban la jerarquía del “diez” en la caseta.

Escocido por la fuerte multa del fisco en junio por fraude, Messi inició la campaña con la mosca tras la oreja y en precaria condición física por los varios compromisos solidarios emprendidos durante el verano y que le trasladaron por medio mundo.

El primer título en juego fue la Supercopa contra el Atlético, conseguida gracias a un gol de Neymar y sin apenas aportación suya, pues un dolor muscular le apartó de la cancha al descanso de la ida.

Fue el primer aviso de los problemas por venir, agraviados con la lesión sufrida por la séptima fecha en cancha del Almería y que provocó la ruptura con su recuperador de confianza, Juanjo Brau.

Acompañante regular en sus desplazamientos para jugar con Argentina, el fisioterapeuta dejó su lugar a Luis García, empleado de la selección albiceleste y quien supervisa desde entonces las rehabilitaciones más comprometidas del astro.

Pasaron entonces siete partidos en versión disminuida, con el primer clásico de por medio y un solo gol anotado, lo que hizo saltar las alarmas y provocó la defensa de Martino tras una gris actuación contra el Espanyol. “Leo es el jugador más importante en un equipo repleto de figuras y es solo una casualidad que no marque. Pronto veremos su mejor versión”, argumentó el técnico.

Marcó dos al siguiente partido contra el Milan en Champions pero cayó de nuevo en el regreso a la liga en cancha del Betis el 10 de noviembre. Con la Champions y la Copa del Rey también en juego y el Mundial de Brasil en el horizonte, se consensuó su parada hasta el nuevo año, con recuperación y fechas navideñas en su país.

El purasangre no salió del establo hasta el 8 de enero en la copa contra el Getafe, cuando le bastaron media hora desde la banca y un doblete para proclamar su recuperación física y anímica.

Pero el Barsa no arrancaba en el campeonato, cosechando empates consecutivos en cancha de Atlético y Levante, una derrota en su estadio contra el Valencia y nuevos traspiés en visitas a Real Sociedad y Valladolid.

Esta última, con pésimas sensaciones y después de que Messi hubiera sufrido arcadas en cotejo internacional con Argentina, descolgó al equipo de cara a la recta final de la liga.

Pero con el título y, muy posiblemente, el final de un ciclo en juego, Messi fue con todo en los tres partidos siguientes, marcando el primer gol y exhibiendo tesón defensivo en la victoria europea contra el Manchester City, hilvanando tripletes consecutivos ante Osasuna y Madrid y desnudando ante su propia afición a Cristiano Ronaldo, quien osó arrebatarle en enero su primer Balón de Oro en cinco años.

Ninguna jugada retrató mejor la raza del rosarino, líder por naturaleza, que la del segundo tanto del clásico, con viento en contra y el Bernabéu en armas, cuando lanzó asistencia para Neymar y acudió hambriento al rechace defensivo, que embocó a la red antes de tomar el balón con dirección al centro de la cancha.

Estaba en juego la cabeza y, tras 29 sufridas fechas y nueve más por delante, el “diez” iba con todo por la meta.

“Basta de carreras, se acabó la timba. ¡Un final reñido ya no vuelvo a ver! Pero si algún pingo llega a ser fijo el domingo, yo me juego entero. ¡Qué le voy a hacer!”

Próximo pistoletazo de salida: el miércoles en el Camp Nou contra Celta de Vigo, con Messi en el carril central. Señores y señoras, hagan sus apuestas.

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