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Amargura, humor y satisfacción: la canción de “Rigo” Urán

[Este artículo fue editado y publicado en abril de 2015 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – “He tenido muchas más amarguras que momentos dulces”, suelta Rigoberto Urán cuando se le pregunta por su mejor recuerdo al lomo de una bicicleta.

Lo dice sin aparente resquemor, poco antes de tomar la salida de la quinta etapa de la Volta a Catalunya, carrera corta en que la que el colombiano aspira a la victoria final, clasificado quinto en la general al término de la jornada y con dos podios ya en el zurrón tras el segundo puesto del viernes. De logros como los que depare su participación en el circuito mediterráneo espera alimentarse Urán en su novena temporada como ciclista profesional. “La más exigente”, subraya el oriundo de Urrao, quien hace apenas dos semanas sufrió las inclemencias climatológicas de los montes Abruzos en la Tirreno-Adriático. “Cómo es de brava esta vaina”, expresó, impactado por la dantesca nevada que cubría la meta del Terminillo.

El actual líder del equipo Omega-Quick Step acabaría subiéndose al podio al final de la clásica, donde una vez más se encontró felicitando arriba del cajón a su compatriota Nairo Quintana, ganador también del pasado Giro de Italia, en el que Urán fue segundo. En ambas competencias, se trataba de la primera vez que un ciclista del país suramericano se proclamaba ganador; la guinda de un pastel que empezó por mordisquear el antioqueño sobre el asfalto italiano, cuando estrenó la “maglia rosa” que se enfundaría en última instancia Quintana.

Ambos lideran a su manera el resurgir del ciclismo colombiano en el panorama internacional, evocador de las gestas de aquella generación de los años ochenta que lideraron hombres como Fabio Parra o “Lucho” Herrera. Hoy son nombres como los de Sergio Henao, Carlos Betancourt o Darwin Atapuma los que también silban a través de los altos picos del Viejo Continente; la mayoría curtidos en los australes montes antioqueños, todos pulidos en la escuela ciclista europea, en la que talentos como Urán ingresaron apenas cumplida la mayoría de edad.

Primero a orillas del italiano lago de Garda al pie de los Alpes, luego en la fresca Pamplona que sombrean los Pirineos españoles y finalmente en la lujosa Mónaco, el antioqueño asimiló las enseñanzas de maestros como José Miguel Echavarri o Eusebio Unzué, hoy jefe de filas de Quintana en el equipo Movistar pero gran valedor en su día de Urán, del que destacó desde un inicio su madurez.

“Es mentalmente muy fuerte y relajado. Me ha sorprendido porque es aún mejor de lo que esperaba. Una superestrella. Muy completo, capaz de competir en montaña y crono”, explica su actual director deportivo, Brian Holm, quien define al rodador como “un tipo divertido, capaz de romper el hielo en una reunión de trabajo con un grito guasón. Habla poco, pero sus compañeros se parten la cara por él“, asegura el danés.

A Urán no le faltarían desde luego argumentos para la pesadumbre, empezando por el asesinato de su padre cuando contaba apenas 14 años, y siguiendo con desencantos deportivos como el despiste que le costó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 o la caída en el Mundial de 2013 de Florencia, que le dejó sin podio.

“Este es un deporte duro en el que hay que estar siempre en vanguardia, porque cuando te descuidas caes atrás. Te tiene que gustar para poder hacerlo bien, porque muchas veces ocurren cosas desafortunadas. La clave es tener mala memoria”, opina cual superhombre de Nietzche el colombiano, quien cuenta entre sus momentos amargos la última Vuelta España, cuando se vio forzado a abandonar por culpa de una bronquitis, y asegura haber olvidado ya el mal trago final del Giro.

“Este año es difícil, pero todo va sobre la marcha. El objetivo es ganar el Giro, que me sigue faltando, y estar adelante en el Tour. Paso por paso”, subraya el subcampeón consecutivo del certamen italiano, que regresará tras tres años de ausencia a las carreteras francesas. “El Tour es la carrera más importante y más exigente del mundo. Cada día es complicado ir en fuga, porque todos tienen mucha velocidad y nivel. Hay mucha guerra y espectáculo.  Antes no pude ir por cuestiones de equipo y recorrido. Creo que este año puedo rendir en ambas citas. Habrá que ver como estoy después del Giro para llegar bien a la última semana del Tour”.

El ciclista reconoce que su particular punto de inflexión se produjo precisamente en el Giro de hace dos años, cuando debió relevar a Bradley Wiggins del liderato del Sky tras varias caídas del británico. Le sentaron bien los galones y buscó la mayor libertad que le ofrecía el belga Omega Quick-Step. “Pasé muchos procesos. Entonces me di cuenta que podía estar delante desde el principio”, recuerda. “Ahora tengo más presión por los resultados y porque trabajan para mí. Hay que aprender a convivir con ello y luchar contra rivales de mucha clase como Chris Froome,  Alberto Contador o Nairo”.

Con su compatriota limita la rivalidad a lo estrictamente deportivo y el mínimo exigible entre un “paisa” como él y el boyacense Quintana. “No le pongo mucha cabeza, la verdad. Para Colombia es una maravilla contar con dos ciclistas a este nivel. En la carretera gana siempre el más fuerte”, zanja tras constatar el auge del ciclismo patrio en febrero, cuando se coronó campeón nacional de contrarreloj. “Fue muy emotivo volver y ver a tanta gente en las carreteras animando y practicando el  ciclismo, incluidos mujeres y niños”, explica el consolidado referente de las nuevas generaciones.

A Holm no le cuesta percibir en su pupilo trazos de Froome o incluso contemporáneos de su época como Greg Lemmond, tricampeón del Tour a finales de los 80.  “Está muy enfocado en su tarea y también en derrotar a Nairo, porque es un competidor nato y, en mi opinión, más completo. De lo contrario no estará aquí. En carrera tienes que ser un asesino sin piedad, aunque cuando se bajan de la bici son caballeros. No sé si se retroalimentan, ojalá. Son más completos que Parra y Hererra, que sufrían en llano y no tenían tanta habilidad en descenso”, explica el director deportivo. “Y como Wiggins, “Rigo” es un poco estrella del rock. Tiene estilo y se lo piensa dos veces antes de elegir vestimenta para salir a la calle. Es muy presumido. No solo se parece a Mick Jagger (cantante de los Rolling Stones) por su cara y su melena”, bromea.

Urán aspira por ahora al Giro que le faltó a Lemmond, quien tampoco encontró en su día un rival como Quintana, sino que más bien pasó el testigo al español Miguel Induráin, dominador de otra era.

El horizonte ciclista actual se percibe más amplio y variopinto, con aroma latino en cabeza de pelotón y Urán, a rueda de Quintana en pugna por la meta. Quizás el próximo Giro devenga nuevo resorte para el antioqueño en su afán por coronarse en una gran carrera; o puede que el Tour, si Quintana no se lo impide de nuevo. Hasta entonces, seguirá pedaleando e intentándolo con fuerza “Rigo”, buscando la satisfacción que tanto reclamaba Jagger en su célebre canción.

Cristiano Ronaldo en busca de los goles perdidos

[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2015 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – “No eres el hombre que conocí hace diez años”, le espeta la bella Marion a Indiana Jones en un momento de la película En Busca del Arca Perdida.

“No son los años, cariño. Es el kilometraje”, responde, rápido de reflejos pero lento de movimientos, el magullado Indy tras su enésimo rifirrafe con los malos.

La réplica del célebre aventurero cinematográfico sigue sirviendo de coartada a aquellos hombres de mediana edad cuya merma de condiciones físicas impide, en ocasiones, duplicar gestas pasadas o incluso la menos épica de las tareas cotidianas.

También suele decirse de los deportistas de élite que se trata de animales de otra raza; pero a falta de corroboración científica y en vísperas de la disputa del clásico de la liga española contra el Barcelona el domingo, los aficionados del Real Madrid se preguntan si su idolatrado Cristiano Ronaldo ha pasado finalmente a ingresar en la anterior y poco halagüeña categoría.

Recién cumplida la treintena y con más de 600 partidos disputados solo a nivel de club en su carrera profesional, el internacional portugués atraviesa una preocupante crisis deportiva y, según algunos sectores, personal, que tiene en vilo al madridismo en el tramo decisivo de la temporada.

Relegado a la condición de escolta del Barsa con un punto de desventaja cuando restan 11 fechas para la conclusión del campeonato, clasificado con sufrimiento a cuartos de final de la Liga de Campeones y eliminado de la Copa del Rey, el Madrid echa la mirada sobre su astro en  busca de la reactivación del equipo, que cerró brillantemente el 2014 con 22 triunfos consecutivos en todas las competiciones y la conquista del Mundial de Clubes.

Eran tiempos de abundancia deportiva para Cristiano, declarado el mejor jugador del mundo por la FIFA y destacado máximo cañonero de la liga con 25 tantos por los 13 que contaba entonces el barcelonista Lionel Messi por la 15ta fecha. El astro argentino, obligado reflejo del madridista en su carrera por la inmortalidad futbolística, ha reaccionado desde entonces con la friolera de 19 dianas en 12 jornadas ligueras, mientras que CR7 ha sufrido un notable bajón: solo cinco tantos y seis fechas en blanco.

Sus reducidas prestaciones han supuesto que Messi le rebasara en la tabla goleadora con 32 redes por sus 30, y acarreado el despeñamiento del liderato en beneficio de los azulgranas, desencadenando un perturbador desencuentro con la hinchada merengue.

Los primeros síntomas de tensión aparecieron tras perder 4-3 de local en la vuelta de los octavos de la Champions contra el Schalke hace diez días. Pese a marcar dos goles clave en el partido y tres en la eliminatoria, Cristiano acabó desquiciado por las protestas del público, y solo la intervención del capitán Iker Casillas consiguió que se despidiera desde el centro del campo junto a sus compañeros.

El siguiente incidente ocurrió el pasado domingo tras vencer 2-0 al Levante con dos goles de Gareth Bale que apenas celebró, visiblemente irritado por el ligero toque que el galés aplicó a su zapatazo, negándole la autoría del segundo tanto.

Su pésimo lenguaje corporal acabó contagiando a sus compañeros en la segunda parte e incluso la grada, reincidente en los abucheos que indujeron al murmullo soez del futbolista, captado por las cámaras de televisión.

“Es ambicioso y estaba enfadado consigo mismo. Ya le conocemos: cuando marca 40 goles quiere 60. No hay que tener en cuenta los gestos, sino lo que aporta al equipo”, le disculpó el central Sergio Ramos, una vez el atacante transmitió su voluntad de guardar silencio informativo hasta final de temporada.

Ocurre que, en su afán por competir con Messi, a Cristiano se le llevan por delante más demonios de los que persiguen a Indiana Jones en sus correrías; y lejos de arropar al equipo en momentos de zozobra colectiva, añade un inoportuno foco de tensión de cara al clásico y retos venideros.

El nativo de Madeira ya se proclamó “triste” hace dos temporadas y media, y su entorno ha insinuado que podría decantarse por un cambio aires en caso de no sentirse suficientemente apreciado. Bajo ese prisma y aunque su contrato con la entidad blanca no vence hasta 2018, inquietó su reciente encuentro en Madrid con Alex Ferguson, ex entrenador suyo en el Manchester United.

Pese a la reciente defensa que de él hizo el presidente Florentino Pérez, quitando trascendencia a la criticada fiesta de su cumpleaños poco después de ser goleado 4-0 por el vecino Atlético de Madrid, no es secreto que el predilecto del máximo mandatario sigue siendo Bale. Quizás sorprenda más que algunos directivos se planteen una venta próxima del nuevo treintañero, una vez consideran suficientemente amortizado su fichaje tras seis años de estelar servicio.

Las últimas estadísticas publicadas por el diario El País son interpretables, pero parecen abonar la tesis del declive, pues destacan que, al contrario que en las cinco temporadas anteriores, cuando contabilizó 42 goles desde fuera del área, en esta apenas acumula dos tantos de larga distancia, ambos fechados antes de octubre. Su paso adelante en la cancha, recurso habitual de delantero físicamente condicionado, también queda reflejado en el hecho de que sus últimas 18 dianas hayan sido a un solo toque (cinco de penal y siete de cabeza), y solo seis de los 41 tantos anotados en el presente curso hayan requerido de más de un golpeo. Tampoco regatea tres veces por encuentro como en su primera campaña de blanco, sino la mitad; señal de que prefiere engatillar desde cerca a encarar al galope.

Puede que se trate solo de un problema de puntería, como sugeriría su falta de acierto en el medio centenar de tiros libres directos ejecutados a lo largo del curso, persistan más de lo que deja entrever sus molestias en la rodilla izquierda, o sencillamente acuse el kilometraje tras arrancar como un tiro la campaña, acarreando el desgaste del Mundial.

Pero no es menos cierto que Cristiano destiló también síntomas de cierta inestabilidad emocional al agredir sin motivo aparente a un rival por la 20ma fecha (lo que le costó dos partidos de sanción) y abandonar la cancha en actitud chulesca, cepillándose el escudo de campeón del mundo al más puro estilo Indy con su célebre sombrero.

Como el protagonista al inicio del film, cuando agarra sonriente el ídolo dorado de los hovitos en un remoto templo de la jungla peruana, Cristiano seguramente sintiera la plenitud del objetivo conseguido en la Gala del Balón de Oro celebrada hace dos meses, en la que no pudo reprimir un selvático grito al despedirse con su tercer galardón bajo el brazo. La reacción gutural del astro madridista equivaldría en términos cinematográficos a la confiada mueca del carismático arqueólogo al tomar su botín, previo desmoronamiento de todo cuanto le rodea, forzando al héroe a una precipitada retirada en la que salva su pellejo por los pelos.

A Cristiano se le suponen desde hace tiempo similares aptitudes escapistas a la hora de solventar situaciones comprometidas. La cuestión, más allá de su innegable capacidad resolutiva, reside en torno a si el espectador asiste al nudo o inesperado desenlace de la película, con próxima escena de aventuras en el majestuoso Camp Nou.

 

Mascherano, el capitán sin cinta, señala el camino en Barsa

[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2015 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – “¡Un animal! ¡Cada día en los entrenamientos, un animal!”, exclama con dientes apretados, ojos intensos y golpeando una y otra vez la palma de la mano con su puño opuesto Jamie Carragher, al ser preguntado por la figura de Javier Mascherano.

Emblema del Liverpool, donde jugó a lo largo de toda su carrera y coincidió cuatro años con el recuperador argentino hace cinco temporadas, Carragher no esconde su admiración por el hombre que ha dejado huella en los cinco equipos en que ha jugado y al que todos apodan “El Jefecito”, por mucho que el destinatario del mote se ruborice al escucharlo.

“Fue siempre un ejemplo de profesionalismo y un líder. Un gran compañero, muy querido por jugadores, técnicos y seguidores”, subraya el ex futbolista británico antes de proclamar al nativo de San Lorenzo como “el mejor jugador del pasado Mundial”.

Hombre reservado ante los micrófonos pero cercano fuera de foco, Mascherano no goza del glamour de atacantes veloces como el brasileño Neymar ni ocupa titulares como los que acaparó una vez más su compatriota Lionel Messi al término de la victoria del Barcelona el miércoles, 1-0 sobre el Manchester City, y que clasificó a los azulgranas a los cuartos de final de la Champions.

Pero ambos astros saben que “El Jefecito” es el hombre que marca el compás en la caseta, el que nunca se esconde en grandes citas como la del clásico de la liga española contra el Real Madrid del próximo domingo, y jamás falta sin motivo a esas sesiones preparatorias que con tanta viveza recuerda Carragher.

También se deshace en elogios hacia su figura el arquero Wilfredo Caballero, ex compañero en la selección argentina Sub’23 y los Juegos Olímpicos de 2004, hoy relegado a la suplencia en el Man City, donde comparte vestuario con Pablo Zabaleta, otro albiceleste que disputó el Mundial de Brasil junto a Mascherano y con el que bromeó en charla telefónica previo a la eliminatoria europea: “Me echás la soga en la selección cuando subo de lateral”, reía el actual “citizen” ante las jocosas reprimendas del azulgrana.

La jerarquía moral de Mascherano consigue que un futbolista inédito en un cruce continental de octavos como Caballero se pare tras la eliminación de su equipo para comentar sobre la influencia del polivalente mediocampista. “Ya de joven, se notaba que era un líder nato. Muy participativo y, sobretodo, muy leal con el juego. El capitán sin cinta”, establece el portero. “Como rival te daba bronca lo bien que jugaba, porque lo dejaba todo sobre la cancha. Todo lo que ha conseguido en el Barcelona se lo merece. Tanto aquí como en Argentina se le considera un grande del fútbol”.

Un palmarés que incluye dos medallas de oro olímpicas, una Champions, dos ligas españolas, una Copa del Rey y un Clausura con River Plate sin duda ampararía tal reconocimiento tras debutar en la primera división de su país en 2003 de la mano del chileno Manuel Pellegrini, hoy también rival con el Man City, y hacerse valer en un club tan exigente como el Barsa, donde debió adaptar sus cualidades de mediocampista recuperador a la posición de central.

“Valoro mucho a Pellegrini y Bielsa, así como su propuesta por el fútbol ofensivo. Y con Luis Enrique también he aprendido mucho; no solo para ahora, sino de cara a seguir en esta profesión en el futuro”, revela Mascherano sobre su actual entrenador quien, a la vez, se rinde ante su pupilo. “Es un jugador difícilmente comparable y de rendimiento muy alto. Ya sabía de su clase mundial antes de venir, y es evidente su profesionalidad y trabajo en el día a día. Es una suerte tenerle. Puede jugar en varias posiciones y nos da mucha confianza”, resume.

Pero como sus asertivas anticipaciones en la cancha, los cuantiosos méritos del futbolista a menudo escapan el registro estadístico o incluso la lógica narrativa, como cuando Marcelo Bielsa le convocó por primera vez al seleccionado nacional absoluto, aún sin haberse estrenado con el equipo A de River.

“El Loco” sin duda acertó al percibir cualidades duraderas en el futbolista que, como Zabaleta, había acudido en condición “sparring” del combinado nacional al Mundial de 2002. En la convivencia con referentes como Diego Simeone o Matías Almeyda, asegura Mascherano que aprendió lo que suponía comportarse como un profesional. Y antes incluso procesó una cita de valor incalculable, cortesía del “profe” Gerardo Salorio: “Un jugador de selección no debe solo serlo, sino parecerlo”.

Algo de ese poso de sabiduría futbolística debió impregnar el vestuario del Barsa a mediados de enero, poco después de que los azulgranas perdieran en cancha de la Real Sociedad y las tensiones entre Messi y el cuerpo técnico se airearan de mala manera. La delicada situación fue reconducida por el capitán Xavi Hernández, quien contó con la inestimable colaboración de Mascherano, integrante del reducido núcleo de confianza del rosarino y merecedor de los galones invisibles que le otorga Luis Enrique.

Una vez retomado el liderato en la liga con un punto de ventaja sobre el Madrid, el técnico probablemente también valorara el camuflado gesto del santafecino el miércoles cuando, con la eliminatoria europea en suspenso y penal favorable a su compatriota Sergio Agüero, indicó al arquero barcelonista el costado propicio para la estirada, facilitando la atajada.

“Nos salvó del lío”, se limitó a decir Mascherano, el primero en abrazar al portero, desviar el mérito al compañero y reivindicar la presencia del renqueante Sergio Busquets de cara al clásico. “Ojalá juegue él en el medio y no yo, porque Busi es el titular y el mejor en ese puesto. No soy egoísta y puedo ejercer de central, ya que en el sistema los automatismos son parecidos”, aclaró sin necesidad el capitán sin cinta. El que los barcelonistas esperan siga señalando largo tiempo el camino.

Del tridente afilado de Barsa al mutismo de la BBC en Madrid

[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2015 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Según definición de la Real Academia Española, un tridente sería un cetro encabezado por tres puntas, como bien podría ser un arpón.

Acorde a la mitología griega, susodicha arma servía a Poseidon, rey de los mares, para agitar tempestades, calmar olas o quebrar rocas.

En el mundo del fútbol, vale para referenciar la alineación de un trío de delanteros en posición avanzada, como serían Gareth Bale, Karim Benzema y Cristiano Ronaldo en el Real Madrid o Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar en el Barcelona.

Se destaca así una línea de la formación inicial por encima de las demás, subrayando a la vez el potencial de tres destacadas figuras atacantes de intención punzante.

En el panorama futbolístico histórico, pocos arpones resultan tan mortíferos como la apodada BBC del Madrid o la más reciente (y menos distinguible en cuanto a siglas) MSN del Barsa.

Ambas formaciones, llamadas a marcar época, lideran las dos ofensivas más potentes del fútbol mundial con 154 dianas totales en lo que va de temporada, y son consideradas el principal argumento por el cual Barsa y Madrid ocupan el primer y segundo lugar de la actual liga española, respectivamente.

Cuando restan 12 fechas para la conclusión del campeonato y dos para el clásico entre ambos contendientes en feudo barcelonista, los azulgranas observan desde arriba a los madridistas tras arrebatarles la punta de la clasificación el domingo, cuando golearon 6-1 al Rayo Vallecano, rentabilizando la derrota blanca del sábado, 1-0 en cancha del Athletic de Bilbao.

Aunque Neymar no pudo disfrutar del festín al estar sancionado, Messi y Suárez se bastaron para finiquitar a los rayistas con cinco estocadas entre ambos. El rosarino consiguió el 32do triplete de su carrera, nuevo récord  para un jugador de la liga española, y alcanzó también las 30 dianas de Cristiano como máximo cañonero del campeonato; Suárez, por su parte, confirmó que está de dulce y plenamente integrado en la entidad que apostó por su fichaje, pues suma cuatro cotejos seguidos con gol y seis tantos en ese tramo, luciendo especial sintonía con “La Pulga”.

La llamada MSN, incluyendo a Neymar, presenta número dignos de admiración con 54 tantos y 27 asistencias en 26 choques ligueros, y se ha erigido en el principal argumento del Barsa para pelear la liga, la Copa del rey y la Liga Campeones tras no conseguir ninguno de los tres títulos la pasada campaña.

Poco puede decirse a estas alturas de Messi, quien superó los 40 goles por sexta temporada consecutiva y ansia reconquistar el Balón de Oro, pero ha sido notable la evolución de Neymar en su segunda campaña en la entidad catalana. Y Suárez finalmente despegó tras un pobre inicio goleador en que debió recuperar la forma perdida por la sanción de cuatro meses de la FIFA mientras aprendía a convivir futbolísticamente con Messi, una tarea en la que naufragaron previamente otros destacados goleadores.

“Se entiende muy bien con Messi y cada vez nos está aportando más. Es evidente que gozan de una química especial. Es importante que se junten, porque nos dan muchas variantes en ataque”, se congratuló el técnico Luis Enrique tras golear al Rayo, mientras su homólogo, el derrotado Paco Jémez, destacó que “los grandes jugadores no necesitan un gran partido para definir, tienen una velocidad y calidad arriba fuera de lo normal”.

El arquero que rescató el balón de las redes media docena de veces, Cristian Alvarez, apenas pudo admirar la pareja realizadora. “Están muy firmes, jugando a un nivel altísimo. Se entienden muy bien, muy rápido”, repetía el argentino al tiempo que el azulgrana Andrés Iniesta destacaba la evolución del uruguayo. “Luis tiene unas prestaciones impresionantes. El primer año nunca es fácil y esperamos que así siga”, explicó el volante, quien participa menos de la elaboración en el mediocampo desde la irrupción en escena del tridente.

Ocurre que Messi, Suárez y Neymar no encuentran debida réplica en lo que va de año en Madrid, donde la BBC parece que dejó de emitir grandes espectáculos goleadores en alta definición.

Bale, Benzema y Cristiano apenas contabilizaron un disparo a puerta ante el Athletic, un dato revelador de su falta de incidencia en 2015. El trío, que suma 171 goles totales las últimas dos campañas, tan solo se quedó en un remate al arco en seis partidos ligueros durante ese tramo, pero acumula dos de ellos desde inicios de enero y en los últimos dos cotejos solo ha logrado un gol de penal.

La sequía puede atribuirse al mal momento que atraviesa Cristiano desde que recibiera el Balón de Oro, pues se ha quedado sin chutar en cuatro de los últimos ocho partidos, con solo dos goles convertidos, mientras que en los 162 choques jugados entre 2009 y 2014, apenas contabilizó ocho hojas en blanco.

Pero es que Benzema tampoco se asocia como en la primera vuelta del campeonato, y el propio Bale, que el domingo impactó un tiro en el poste y la temporada pasada justificó su fichaje con goles decisivos, hilvana ocho cotejos sin celebrar tanto alguno.

“Es bastante confuso lo que estamos haciendo cuando atacamos”, analizó el sábado el timonel Carlo Ancelotti. “Estamos lentos, individuales, con demasiado toque. No es un problema físico ni de actitud. Mi equipo juega mal”.

No parece casualidad que el bajón realizador haya coincidido con las ausencias por lesión de dos hombres clave en la zona de creación: el croata Luka Modric y el colombiano James Rodríguez. Sin el compás del primero y los pases filtrados del segundo, el Madrid sufre para crear situaciones ventajosas, y ya no le alcanza con la pegada para resolver los partidos.

Se quejan los merengues de que los delanteros ni anotan ni defienden, mientras el Barsa constata la implicación de Messi, Suárez y Neymar en la presión y recuperación, y se congratula de la buena química exhibida dentro y fuera de la cancha.

La BBC no compareció ante los medios en Bilbao para analizar el porqué de la derrota, extendiendo su preocupante silencio sobre el verde, donde los aspavientos de Cristiano apenas sirvieron para agitar el oleaje. “Nos han dado mucho y tengo total confianza en ellos”, reiteró el lunes Ancelotti. Con el clásico en el horizonte, el mar luce calmo en Barcelona. Y el divino tridente, afilado.

Ni Messi ni “Disneyland” Barsa están para festejos

[Este artículo fue editado y publicado en enero de 2015 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – El 19 de mayo de 1994, a Andoni Zubizarreta le comunicaron que dejaba de ser el arquero del Barcelona durante el vuelo de regreso de Atenas, donde el internacional español venía de encajar cuatro goles en la final de la Copa de Europa contra el Milan.

Aquel doloroso 4-0 desembocó en la marcha de uno de los símbolos del club azulgrana e inició la decadencia del “Dream Team” que gestó el holandés Johan Cruyff y que había ganado su primer gran torneo continental apenas dos años antes.

Mucho ha cambiado desde que Zubizarreta pasara aquel mal trago: el Barsa acumuló luego tres Ligas de Campeones, dos de ellas bajo la dirección de Pep Guardiola, entonces su compañero. Pero algunos tics siguen reconocibles en el proceder de la entidad catalana, que el lunes, a pocas horas de que los Reyes Magos visitaran los hogares españoles, puso nuevamente de patitas en la calle al ex portero, cesándolo de su cargo como director deportivo.

Lo hizo mediante un frío comunicado y sin apenas haber digerido la derrota de la noche anterior en cancha de la Real Sociedad, 1-0, que dejó al Barsa tocado en lo anímico aunque a flote en la liga, donde permanece a un punto de distancia del líder Real Madrid, con 21 fechas por delante (una más para los madridistas).

La reacción fulminante olió a mosqueo por las palabras del propio Zubizarreta señalando al actual presidente, Josep Maria Bartomeu, como máximo responsable de la sanción de la FIFA que ratificó recientemente el TAS, y que impide a los azulgranas fichar futbolistas hasta dentro de un año.

La jornada más esperada por los niños “culés”, pendientes de la cabalgata de Reyes y el anual entrenamiento a puertas abiertas del plantel, ya empezó mal con la ausencia del astro argentino Lionel Messi de la sesión preparatoria.

El motivo oficial aducido fue “gastroenteritis”, pero las razones chirriaron en el entorno barcelonista, apercibido de las recientes diferencias del delantero con el técnico, Luis Enrique, quien lo dejó en la banca durante la primera mitad en San Sebastián, y consciente de que no sería la primera vez que Messi expresa su malestar quedándose en casa.

Los capitanes ya debieron convencer al rosarino hace tres años, cuando Guardiola también le relegó a la suplencia, precisamente en Anoeta. Fue el inicio del deterioro de la relación personal con el entonces entrenador, quien hizo las maletas a final de curso para tomarse un año sabático.

Empezó igualmente entonces a tambalearse el mejor Barsa de la historia, cada año más débil respecto al anterior. Incapaz de alargar el ciclo dorado, se rebajaron primero las expectativas concernientes al estilo, luego la exigencia de ganar, y hoy se lucha por volver a competir.

Los azulgranas siguen vivos en el campeonato, juegan el jueves los octavos de final de la Copa del Rey y han clasificado primeros de grupo a la segunda fase de la Champions; pero ni el juego ni los resultados convencen ya ni a los aficionados ni, parece ser, a los propios jugadores.

El último gran título fue la liga ganada en 2013 bajo el timón del malogrado Tito Vilanova, y el argentino Gerardo Martino decidió despedirse al término del siguiente curso con tan solo una Supercopa de España de botín.

Su precipitado adiós fue la enésima dimisión de una cabeza visible en una tumultuosa temporada en que el propio presidente, Sandro Rosell, se marchó por la puerta trasera sin dar explicaciones del porqué, acosado por las irregularidades del fichaje del brasileño Neymar.

El capitán Carles Puyol decidió colgar las botas y pasar a los despachos, pero solo duro tres meses y medio, pues optó por dar portazo solo unas horas después de anunciarse el cese de Zubizarreta. Otro referente como el arquero Víctor Valdés también eligió cambiar de aires al término de la campaña anterior y el admirado Xavi Hernández solo se hizo atrás cuando no se concretó su fichaje por un equipo catarí.

Ningún actor protagonista del ciclo de Guardiola ha sido relevado de sus funciones por la directiva, salvo Zubizarreta. Una decisión tan autoritaria como inusual y sorprendente, salvo si se atiende al calendario electoral, con comicios programados para junio del 2016.

Ante el desgobierno institucional, los futbolistas miran al banquillo y ven a Luis Enrique, hombre de carácter fuerte que salió malparado de su paso por la Roma antes de cuajar un buen año en el más modesto Celta de Vigo. “Estoy de nuevo en casa. Es un paraíso, como Disneylandia”, expresó días después de  empatar 0-0 en casa contra el Getafe, rehuyendo la autocrítica.

Era el segundo de los cuatro partidos ligueros en que el Barsa no ha conseguido marcar gol; y ello pese a contar con una inversión de 187 millones de dólares en fichajes y una delantera de lujo formada por Messi, Neymar y el uruguayo Luis Suárez que no acaba de cuajar desde la incorporación del charrúa por la novena fecha.

Agobiado por sus problemas con el fisco español, irritado por su tirante relación con la directiva y desquiciado por la falta de éxitos colectivos que merman su palmarés personal, Messi contempla con envida como el Madrid ostenta su décima Copa de Europea y su ex compañero y amigo, Cesc Fábregas, se reivindica en el Chelsea.

Precisamente el astro eligió el lunes para hacer un guiño al equipo londinense vía redes sociales, gesto que inquietó sobremanera la hinchada, recelosa de criticar a “La Pulga”, aunque que algunos empiecen a cuestionar sus pataletas en época de vacas flacas.

“Esta es mi casa, pero si no me quieren, no tengo problemas en irme”, amenazó ya el astro al final de la pasada campaña, tras firmar su renovación hasta 2018.

Cuestionado por la suplencia de Messi ante la Real, Luis Enrique respondió que prefirió “no arriesgar” tras su largo viaje procedente de Argentina, donde el delantero pasó las navidades. Pero, si bien es cierto que el preparador le dio permiso para reincorporarse más tarde que el resto del plantel, también lo es que le apretó las tuercas en el primer entrenamiento del año, circunstancia que no gustó especialmente al rosarino.

Derrotado en San Sebastián, Messi esgrimió mal de estómago al día siguiente. “Estos contratiempos no se pueden controlar”, comunicó para excusarse ante los miles de niños que se personaron en busca de un autógrafo.

El “diez” se siente enfermo. Y con él, el Barsa, que ha pasado en poco tiempo de levantar títulos continentales a pugnar por el segundo lugar de la liga, en juego el domingo frente al Atlético de Madrid.

La visita del vigente campeón no podía ser más inoportuna, como tampoco podía resultar menos acertado el momento de la destitución de Zubizarreta.

Al ex director deportivo le duele seguramente el corazón, a Messi la barriga, a Luis Enrique la cabeza, y a Bartomeu, los hombros. El Barsa, como hace dos décadas en aquel vuelo de vuelta de Atenas, no está para festejos.

Messi, de heredero de Ronaldinho a sucesor de Zarra

[Este artículo fue editado y publicado en noviembre de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – “Leo, entras ya por Deco”, le soltó el timonel del Barcelona, Frank Rijkaard, al imberbe debutante. Y Lionel Messi, melena al viento y con el dorsal 30 que sumaba el número 20 del futbolista sustituido y el 10 de Ronaldinho, su otro ídolo, saltó poco después al césped para unirse al astro brasileño y disputar así sus primeros minutos en la liga española.

El escenario, fechado el 16 de octubre de 2004, era digno de un grande: un clásico ciudadano en cancha del Espanyol, que andaba quinto clasificado por la séptima fecha y con ganas de tumbar al líder. Apenas ocho minutos disputó Messi; lo justo para celebrar el triunfo por 1-0 con gol de Deco camino del título liguero. El argentino no tuvo tiempo de marcar, pero tanto sus compañeros como el propio Rijkaard aventuraron un torrente de dianas en el futuro.

Aunque pocos hubieran adivinado una cifra como la que alcanzó el sábado, cuando anotó tres en la goleada por 5-1 sobre el Sevilla para alcanzar las 253 conquistas ligueras y fulminar, de una vez por todas, el récord histórico de 251 que ostentaba desde hace más de medio siglo Telmo Zarra, ex del Athletic de Bilbao.

“Nunca pensé qué alguien alcanzaría a Zarra, que jugó en una época con más delanteros que defensas”, reconoció al término del partido el actual técnico, Luis Enrique. “Yo no he visto un jugador igual que Leo. Es incomparable, único e irrepetible. Tenemos la suerte de tenerlo, disfrutarlo y ver como deja este récord en unas cifras inalcanzables. El presente es maravilloso con el mejor jugador de la historia en nuestro equipo”.

Ese presente maravilloso al que aludía el timonel venía a negar el sombrío panorama con que había convivido la hinchada culé durante la previa, cuando la prensa local se hizo eco de unas declaraciones de Messi en Argentina, donde cuestionaba su futuro en la misma entidad azulgrana que le dio al alternativa una década atrás.

“Sólo con verlo entrenar demostraba unas cualidades fuera de lo común”, rememoraba recientemente Deco sobre aquel ansiado debut. “Sabíamos que detrás de ese niño inocente y tímido había un diamante en bruto. Iba para crack y esperábamos con mucha ilusión su estreno”.

Los pronósticos del que fuera Balón de Plata ese año se revelaron acertados: Messi figura actualmente como astro indiscutible del fútbol mundial y, con cuatro trofeos al Balón de Oro ganados consecutivamente hasta la pasada temporada, seis campeonatos conquistados y tres Ligas de Campeones desde que Rijkaard le soltara aquel ya distante “vamos”, se ha erigido tiránico dominador del último lustro.

Ya sin dorsal de canterano a la espalda, más que digno heredero del 10 de su amigo “Dinho”, ha devorado récords, gestas y noches mágicas, una vez debutó como el segundo azulgrana más joven con 17 años tres meses y 22 días; solo por detrás de Paulino Alcántara, al que superó la temporada pasada como máximo realizador de la historia del Barsa al rebasar los 369 goles entre partidos oficiales y amistosos.

Con su triplete anotado contra el Sevilla por la decimosegunda fecha del actual campeonato, el rosarino superó a otra institución nacional, pues Zarra fue también un excelente delantero, aunque más dependiente de su poderoso remate de cabeza que del virtuosismo con los pies.

“Era un hombre rápido y esbelto, muy completo, modesto y humilde, que no sacaba pecho. Estaría orgulloso de que sea Messi quien bata su récord”, consideró todo un mito del club vasco e íntimo de Zarra como Miguel Angel Iribar, poco antes de que el barcelonista lograra la gesta. Y es que, como su tímido sucesor, Zarra se reveló futbolista de cualidades unificadoras, capaz de causar admiración en ambos bandos de la España de posguerra civil. Técnicamente menos dotado que el rosarino, su especialidad era el juego aéreo, pero también exhibió un instinto oportunista hasta en los libros de historia: el primer trofeo “Pichichi” al máximo cañonero del campeonato, el mismo que Messi ha ganado en tres ocasiones, se lo llevó el bilbaíno, quien acumula seis.

Criticado por ciertos sectores la pasada campaña, el argentino nunca se propuso dejar de marcar goles a ritmo demencial, por mucho que en la actual se haya camuflado de asistente del brasileño Neymar, máximo realizador barcelonista en la liga con 11 dianas. Por lo general, en las grandes citas suele aparecer su olfato depredador, y era de prever que, tras tres fechas seguidas sin marcar, el estadio Camp Nou sería el digno escenario de un nuevo hito: su 22do triplete vestido de azulgrana.

Hace un mes, cuando el clásico contra el Real Madrid y el coloso Santiago Bernabéu se vislumbraban posible plató del récord de Messi, se dio vuelo a la idea de que, a modo de las ligas deportivas de los Estados Unidos, se parara el partido para rendir homenaje al astro, pero pronto se desestimó la opción.

Como Zarra en su tiempo, Messi siempre se ha revelado poco amante de los discursos públicos, entretenido como está en la persecución de la pelota. Las grandes declaraciones suele hacerlas sobre la cancha, y el sábado no fue una excepción.

253 dianas dan para goles de todos los colores, y “La Pulga” sacó a relucir su rica paleta con tres toques de arte de distinta cuna. El primero fue una plástica y fina pincelada de tiro libre directo, esquivando la barrera y el vuelo del arquero, en el segundo ofició de ariete de brocha gorda, empujando en el área chica un cruce de Neymar, y en el tercero sacó la firma de autor universal: control, conducción, dominio de la escena, asociación y latigazo inapelable para el punto y final.

Sin más palabras que la tierna dedicatoria a su hijo Thiago y discreto mensaje en las redes sociales, Messi se sometió al manteo de sus compañeros, masajes de la directiva y adoración de los aficionados que, durante 10 maravillosos años, le han visto crecer hasta alcanzar cotas insospechadas.

Ancelotti siembra buena onda (y fútbol) en Madrid

[Este artículo fue editado y publicado en octubre de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Abajo por 1-0 en casa contra el Barcelona en el pasado clásico de España, el Real Madrid transitaba por la cornisa de una dolorosa derrota cuando el argentino Lionel Messi remató, en posición franca ante el arquero Iker Casillas, un cruce del uruguayo Luis Suárez que hubiera supuesto el segundo tanto azulgrana.

Congelado el instante, los aficionados del estadio Santiago Bernabéu contuvieron la respiración, a la expectativa de un lance que bien podía definir el partido y, quizás, el campeonato.

Casillas aguantó firme, la pelota rebotó en su pierna derecha y el Madrid esquivó la estocada, camino de una gozosa remontada que dejó el cruce 3-1 a su favor para recortar distancias con el entonces líder Barsa.

Once días más tarde, es el equipo blanco el que mira desde la cima a su acérrimo rival, que volvió a perder la pasada fecha en su estadio frente al Celta de Vigo, al mismo tiempo que los madridistas hilvanaban su undécima victoria seguida en todas las competiciones: una impoluta goleada por 4-0 en cancha del Granada que les dejó con 24 puntos en lo alto de la clasificación liguera, dos más que el Barsa.

“Estamos en un estado de forma increíble y muy contentos por como jugamos. Necesitamos seguir esta racha”, dijo tras el partido el volante Luka Modric, rostro reluciente de un vestuario feliz, centrado en la hercúlea tarea de ganar el triplete de liga, Liga de Campeones y Copa del Rey, despreocupado de los líos que durante años pasados embrutecieron su entorno y dañaron su imagen.

Los astros del Madrid siguen siendo Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Karim Benzema y hasta el propio Casillas, poco a poco redimido de las críticas que le cayeron desde que el anterior técnico, José Mourinho, le relegara a la suplencia en 2012.

Junto con la docena de victorias consecutivas tras ganar el martes al Liverpool en la Champions han surgido nuevas figuras como el colombiano James Rodríguez o el alemán Toni Kroos, aunque quien gobierna hoy la escena en La Casa Blanca no es otro que su dicharachero entrenador, Carlo Ancelotti.

En su segundo año al timón, el italiano parece haberse asentado plenamente en el difícil rol de gestor de egos, director de ambiciosos proyectos y apaciguador de masas. De origen campesino, Ancelotti otea diariamente el horizonte, pronostica el clima y arquea la ceja en busca de remedios a cuestiones imprevistas.

Su primer gran examen del actual curso se le presentó hace dos meses, cuando el Madrid cayó por la segunda fecha en cancha de la Real Sociedad, 4-2, tras avanzarse por dos goles. El inesperado traspié hizo saltar las alarmas por ser el primero del campeonato y exhibir el más preocupante de los síntomas: partición del equipo en dos por la querencia de los delanteros en abultar el marcador sin implicarse en la recuperación de la pelota.

El principal temor del madridismo tras las marchas del argentino Angel Di María y del organizador Xabi Alonso se había manifestado de la forma más grotesca en San Sebastián y amenazaba con propagar el pánico y comprometer el objetivo del triplete.

En tiempos de Mourinho, el postpartido seguramente hubiera servido para señalar culpables, internos o externos, y provocar incendios que desviaran la atención de lo acontecido sobre la cancha.

Ancelotti se limitó a tomar nota y anunciar, con el tacto propio del buen sembrador, vías alternativas. “Tienes que demostrar actitud para acabar el partido. Es mi responsabilidad. Algo tiene que cambiar y va a cambiar”, zanjó, mientras Casillas denunciaba “falta de actitud”.

El Madrid volvió a caer a la siguiente fecha en el clásico ciudadano, 2-1  contra el Atlético en el Bernabéu. En su segundo juicio ante los medios informativos, el estratega mantuvo inalterable el discurso. “Estamos pagando nuestros pequeños errores. El inicio no es bueno, pero estoy convencido que lo vamos a arreglar, como el año pasado”, aventuró.

Una docena de triunfos más tarde, con saldo de 47 goles a favor por solo siete en contra, tiene al Madrid líder del torneo doméstico y con el boleto asegurado a los octavos de final de la Champions. El equipo, como Casillas en el clásico, aguantó firme y reaccionó ante las embestidas.

Pero más que resultados, el gran mérito de Ancelotti es haberlos logrado sin quemar un plantel de alta manutención emocional. Si Mourinho caracterizó su etapa por la permanente tensión entre tripulantes, en favor de una supuesta mejora competitiva, su sucesor ha demostrado que la buena onda colectiva no va reñida con la entrega máxima. Más bien al contrario.

Basta ver como James o Isco Alarcón, dos creativos acostumbrados a tareas artísticas en la zona de tres cuartos, se emplean con ardor juvenil a labores de recuperación en la banda. Allí los ha calzado con éxito el entrenador después de que la confección del plantel le obligara a la ortopedia futbolística. Con piezas de primer orden, eso sí.

Ninguna tan cara como Gareth Bale, el capricho del presidente Florentino Pérez que fue clave en la consecución de la copa y la Champions la temporada anterior. Ausente en cinco de los 12 partidos de la racha, el equipo resolvió su baja con balance de 19 tantos a favor por solo dos en contra; mientras que con el galés la foja fue de 28-5.

La defensa, invicta en siete partidos, exhibe estupenda forma y hasta la portería parece haber dejado atrás sus dolores de cabeza: reinsertado Casillas, se aceptan con naturalidad las puntuales titularidades del costarricense Keylor Navas. Mirándose en el espejo del Barsa, el Madrid se gusta. Comprometido, generoso y polivalente, exhibe un fútbol total en torno la pegada de sus delanteros, el talento de sus volantes y el ancla de Kroos, jugador que encarna sobre la cancha la tranquilidad, clarividencia e inteligencia de su entrenador.

También dotado mediocampista en sus tiempos de futbolista, Ancelotti afronta el sábado ante el Rayo Vallecano otra disyuntiva: reintroducir a Bale sin alterar el ecosistema de un once en pleno desarrollo.

“Es difícil ahora decirles a los futbolistas en qué han fallado”, se congratuló el lunes el italiano, poco después de ratificar la condición de titular indiscutible del galés. “Es mejor pensar en las cosas buenas que en las malas, como en la vida”, añadió con sabiduría campesina el hombre que supervisa el saludable cultivo del actual Madrid.

Bacca luce galardón, olfato y ambición en Sevilla

[Este artículo fue editado y publicado en octubre de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Recién declarado el mejor jugador americano de la pasada temporada en la liga española, el colombiano Carlos Bacca subió al podio de la gala celebrada en Madrid y, luciendo riguroso traje negro, agradeció a “Dios, mi familia, mis compañeros y los directivos del Sevilla” por el galardón recibido.

Tímido ante los focos, Bacca pocas veces exhibe en público las virtudes que le han convertido en uno de los delanteros más temidos del campeonato ibérico y del equipo andaluz, con el que suma 28 goles en 65 partidos desde su arribo; suficientes como para merecer el premio por encima de figuras mediáticas como el brasileño Neymar o el argentino Angel Di María, los otros finalistas que consideraron los votantes.

Llegó a Sevilla sin hacer demasiado ruido en julio de 2013, tras dos campañas en el Brujas belga y, apenas un año después, conquistada la Liga Europa ante el Benfica y firmado el quinto lugar del campeonato con el club hispalense, es cara conocida para los niños aficionados al ritual de intercambio de “monas” (cromos) en el patio del colegio.

Y eso que el que debía ser su gran escaparate, la Copa del Mundo de Brasil 2014, no acabó siéndolo del todo. La previsión era que, una vez completado su mejor año como profesional, Bacca paliara en parte la lesión del goleador Radamel Falcao, baja para la totalidad del torneo. Pero el sevillista también llegó mermado a la cita, con molestias musculares que le impidieron ingresar en el equipo titular de Néstor Pékerman. Apenas jugó un partido saliendo desde la banca, un total de 20 minutos sin posibilidad de anotar gol en los cuartos de final contra Brasil, aunque disfrutó de la mejor clasificación histórica de Colombia.

De vuelta a Sevilla, el ariete asumió un rol diferente al de su primer año, cuando los aficionados del Sánchez Pizjuán se habituaron a verle calibrar con precisión casi milimétrica la línea que separa el fuera del juego del grito del gol, esprintando hacia el arco contrario a la mínima oportunidad.

“Esta temporada el equipo es diferente y el entrenador me pide más trabajo en la recuperación, estar más juntos y ser el primer defensor para que podamos salir rápido al ataque, porque somos muy verticales”, explica el futbolista, quien también ha demostrado mayor liderazgo en la caseta.

Discreto, pero de carácter afable y trato cercano, el colombiano se ha ganado el respeto tanto de compañeros como empleados del club, quienes destacan su capacidad para hacer grupo y priorizar el éxito colectivo por encima del logro individual. Y entre sus mayores adeptos se encuentra también el más importante: el técnico, Unai Emery.

Su irrupción la campaña anterior sacó del equipo titular a un delantero tan válido como el francés Kevin Gameiro, quien a su vez acabó el curso con 21 dianas en 49 partidos. Bien es sabido que el director deportivo andaluz, Ramón Rodríguez “Monchi” es deseado por los grandes clubes europeos por su buen ojo a la hora de fichar jugadores emergentes, y el fondo de armario de Emery es amplío. Pero la fuerte competencia no ha sido, hasta la fecha, impedimento alguno para la buena sintonía entre el plantel, con Bacca como claro exponente.

“Se nos fueron jugadores fundamentales dos días antes de empezar la temporada, pero supimos reponernos con incorporaciones importantes y el equipo ha hecho las cosas bien. No partimos de cero, pero sí del veinte por cien respecto al año pasado y trabajamos con la mentalidad de mejorar lo conseguido el campeonato anterior”, explica el colombiano, quien no oculta su deseo de formar próximamente dúo atacante con Yago Aspas, pendiente como está de activar también a los habituales suplentes.

La vara alta se la puso Emery al inicio de campaña, cuando declaró que “está por verse el mejor Bacca: el año pasado manejó cifras muy altas y el objetivo es mejorarlas”.  Y el timonel no la bajó desde entonces, cosa que agradece el delantero, quien reconoce que “a veces tomo decisiones apresuradas. Unai es un entrenador del que he aprendido mucho. Dice que, cuando llegué del Brujas, fallaba un gol y me quedaba allí. Ahora lo sigo intentando”.

El delantero va camino de satisfacer todas las exigencias con un registro actual de siete tantos en nueve partidos ligueros, marcando un ritmo que superaría las 14 redes de su temporada inicial (21 en el total de competiciones). Entonces marcó un gol de penal, mientras que en el curso actual ya ha convertido tres lanzamientos desde los once metros, señal de que ha ganado también galones en un equipo que va como un tiro en la liga: escolta del líder Barcelona pero con los mismos 22 puntos tras nueve fechas disputadas.

“Es muy bonito llegar a casa, ver la televisión y todos los comentarios con el equipo segundo. Hay que disfrutar del momento, pero con los pies en el suelo”, dijo Bacca tras ganar 2-1 al Villarreal el pasado domingo, también gracias a un gol suyo de pena máxima en los descuentos. El Athletic de Bilbao, al que aún no ha marcado, asoma como próximo rival, el domingo en el flamante estadio San Mamés.

Solo el balance goleador separa por ahora el primer puesto del Barsa del que actualmente ocupa el Sevilla. En eso puede y debe colaborar Bacca, recolector de goles y galardones en la liga española, plenamente integrado entre la élite futbolística que forman astros como Cristiano Ronaldo y con quien comparte un rasgo común: la ambición desmesurada.

Bravo se juega mucho más que el invicto en clásico

[Este artículo fue editado y publicado en octubre de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – “No confío en Bravo. Me sorprende que esté en el Barcelona. Hay muchos porteros mejores que él”, espetó Miguel Reina, ex arquero del Barsa en los años 60, una vez Claudio Bravo había firmado el mejor arranque para un  guardameta en la liga española y se postulaba para batir también el récord del propio opinador.

La de Reina difícilmente pueda catalogarse como valoración desinteresada, pues se trata del progenitor de Pepe Reina, actual arquero del Bayern Munich criado en la cantera azulgrana y aspirante, previo al fichaje de Bravo hace cuatro meses, a suceder a Víctor Valdés, el titular bajo palos del Camp Nou los últimos 11 años.

Se trata apenas de un prejuicio más de los tantos que debió afrontar el chileno a su llegada al Barsa, procedente de la Real Sociedad tras desembolso de unos 15 millones dólares. La sombra de su predecesor era alargada y el peso del exigente foco, abrumador, dado que arqueros tan destacados como Vítor Baia, Julen Lopetegui o el argentino Roberto Bonano fracasaron antes de la consolidación de Valdés. La mala gestión de la presión incluso tuvo consecuencias trágicas para uno de ellos: el malogrado Robert Enke quien, años después de no triunfar en el club catalán, se suicidó víctima de una depresión.

Ocupar el arco del Barsa es difícilmente equiparable a hacerlo en cualquier otro club del mundo. “Se necesita un traje especial”, bromea Bonano. La vertiginosa propuesta ofensiva del ideario “culé”, que enamora con su fútbol sedoso y las dianas de Lionel Messi, tiene el contrapunto del difícil balance defensivo: al equipo azulgrana los rivales le llegan poco pero, cuando llegan, suelen hacerlo en posición muy ventajosa, a campo descubierto y con los defensas a rebufo, sin posibilidad de interceder en el mano a mano con el último hombre.

Es por ello que la posición requiere tanto de reflejos y agilidad como mente fría y capacidad de interpretar la jugada antes de que esta se desarrolle. La atención debe ser máxima en los momentos de posesión favorable, pues un robo o inoportuno resbalón pueden tener consecuencias funestas.

En estas se encontró Bravo el pasado sábado en la liga ante el Eibar, cuando el visitante Saul Berjón aprovechó un error defensivo para encarar al chileno, valiente en la salida y paciente en el aguante, hasta tapar el remate con su muslo derecho.

La atajada posibilitó la séptima victoria del Barsa en el campeonato y alargó el invicto de Bravo a las ocho primeras fechas, todo un récord en el torneo doméstico. La mejor marca anterior para un guardameta fueron los siete partidos y 20 minutos de Pedro Artola, también ex portero barcelonista, en 1977; y ahora el internacional chileno tiene a tiro batir la cifra de 824 minutos invicto con el club azulgrana de su ilustre detractor: Reina.

“Un portero sin suerte no juega. No me siento titular y sé que no puedo dormirme”, dijo tras su última victoria Bravo, presumible protagonista el próximo sábado en el estadio Santiago Bernabéu, cuando Barsa y Real Madrid se enfrenten en el primer clásico liguero. “El récord a mí también me motiva mucho. Me genera hambre en cuanto a expectativas de futuro, pero no me aleja del foco que tengo de mantener mi nivel”, aclara previo al gran choque.

El meta pondrá a prueba su invicto ante un equipo que el miércoles ganó 3-0 en Liverpool su octavo partido seguido con gol de Cristiano Ronaldo, quien suma 20 en la temporada e hilvana diez cotejos seguidos marcando. Al apodado “Cóndor Chico” no se le ha dado especialmente bien el coloso blanco, donde ha encajado 18 tantos en sus últimas cuatro visitas; la mitad, del astro portugués.

A los aficionados seguramente se les hará extraño no ver a Valdés, pero los compañeros de Bravo parecen no echarle particularmente de menos, al menos en la cancha. “No varía mucho con Claudio. Tiene muy buen juego de pies y saber estar. Nos da mucha seguridad. Quizás partió con ventaja respecto a Marc por una cuestión de comunicación”, explica el defensor Marc Bartra, mientras que el brasileño Neymar también resalta las cualidades del oriundo de Viluco: “Es muy buen portero, difícil superarle. Me tapa muchos tiros en los entrenamientos”.

Marc-André ter Stegen es el portero alemán también fichado este año que, junto con el canterano Jordi Masip, le disputa la titularidad en el arco bajo la atenta mirada del entrenador, Luis Enrique. Pero no es la primera vez que Bravo le gana el puesto al teórico titular; ya lo logró en la Real.

“Tengo absoluta confianza en los tres”, insistió el martes Luis Enrique tras la victoria 3-1 ante el Ajax en Liga de Campeones, donde Ter Stegen sí ha formado por ahora en el once, encajando cuatro goles en tres encuentros.

Parecía que el alemán partía favorito, pues fue la primera solución del director deportivo, Andoni Zubizarreta, a la marcha de Valdés. Más cuando Bravo sufrió un embarazoso gafe en un amistoso de pretemporada contra el Nápoles. Pero el capitán de Chile no es de los que se viene abajo por un mal día. “El portero debe transmitir tranquilidad. Si no, se pone nervioso todo el mundo: compañeros y aficionados”, expone el futbolista, quien con su reciente cambio de club también varió de marca de guantes.

Jaime Pizarro ya adivinó esas virtudes cuando le hizo debutar en 2002 con Colo-Colo. “Llamaba la atención su personalidad. Era muy seguro, responsable y dedicado. A nivel técnico, distingue su movilidad en el área y su buen saque con el pie”, analiza.

Su destreza a la hora de dar salida al balón fue también altamente valorada por Zubizarreta, como Artola y Reina, otro ex arquero del Barsa. Aunque sin grandes récords en su historial, el director deportivo espera validar los argumentos de su apuesta en el Bernabéu donde, bien lo sabe, Bravo se juega mucho más que el invicto.

Suárez, de sufrido espectador a actor protagonista

[Este artículo fue editado y publicado en octubre de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – Arrodillado en el vestuario frente al televisor, impotente de alma y desesperado en la mirada, juntadas las manos en sumisa plegaria, Luis Suárez apenas podía recurrir a la súplica.

“No, Loco, no… Por favor, no lo hagás”, repetía en compañía del arquero suplente Juan Castillo.

El goleador de Uruguay estaba lejos de donde quería estar: frente al punto penal de la cancha de Johannesburgo que en ese instante encaraba Sebastián “el Loco” Abreu para lanzar el definitivo de la tanda contra Ghana en cuartos de final de la Copa del Mundo de Suráfrica. Suárez, el astro charrúa, había sido expulsado en el último minuto de la prórroga por evitar con la mano un gol cantado de la selección africana y ahora tenía que sufrir en la soledad de la caseta la sádica tortura del cara o cruz desde los once metros.

El equipo de Óscar Washington Tabárez había ensayado la pena máxima en la previa y Abreu, para desespero de sus compañeros, se había empeñado en ejecutar alguna “a lo Panenka”, picando el balón suave, jugándosela a una vencida previa del arquero.

“Tranquilos, que mañana clasificamos con el sello de la casa”, prometió “el Loco” ante la insistencia del inquieto plantel.

Y en esas estaba Suárez, implorando a su amigo, quien desatendió los ruegos y tocó sutilmente el balón, de vuelo ralentizado frente a la estirada figura de Richard Kingson, camino del…

“¡Goool!”, clamaron al unísono millones de uruguayos y el propio Suárez, enloquecido en su carrera de vuelta a la cancha para abrazar al “Loco”, a la madre que lo parió y al resto de semifinalistas.

Aquella corta e intensa secuencia de eventos, hace ya más de cuatro años, viene a compactar el tarro de las esencias de Suárez, un futbolista de raza, talentoso y único, con genio, héroe y a la vez villano, comprometido, artífice de un gran logro de equipo que las propias reglas del juego le impidieron disfrutar en su hábitat natural: el verde del rectángulo de juego.

Allí espera regresar el sábado con el Barcelona, su nuevo club, para disputar otro partido de alto copete: el clásico de España contra el Real Madrid, una vez superada una sanción de cuatro meses.

Propiedad del Ajax cuando el penal de Abreu, el depredador del área aún no había fichado entonces por el Liverpool, donde se erigiría en ídolo tras acumular 82 dianas en 133 partidos y, más difícil aún, convencer a los habituales del estadio Anfield con su garra y tesón.

Pero, para perjuicio de su imagen y lamento de quienes le rodean, el espíritu guerrero del oriundo de Salto de 27 años ha traspasado los límites de lo deportivo en varias ocasiones. El primer incidente grave remonta a 2011 cuando mordió al mediocampista Otman Bakkal, del PSV, y la liga holandesa le aplicó siete partidos de castigo.

Del currículum de Suárez, vigente ganador de la Bota de Oro al máximo goleador de Europa y considerado uno de los mejores arietes del panorama mundial, no pueden borrarse las numerosas sanciones, que incluyen una de ocho encuentros por insultos racistas; y mucho menos la última dictada por la FIFA tras morder al italiano Giorgio Chiellini en la pasada Copa del Mundo con su selección.

“Sentí que había arruinado mi carrera y temí que el Barsa se echara atrás”, reveló el domingo en declaraciones a la televisión catalana el uruguayo, quien reconoció en su presentación en Barcelona haber recurrido a ayuda psicológica para evitar acciones semejantes en el futuro. La del mundial era la tercera vez que se ganaba el apodo de “caníbal” tras hincarle también el diente a Branislav Ivanovic, del Chelsea, apenas un año antes.

Pero aparte del perjuicio profesional, a Suárez le dolieron especialmente los daños a nivel personal. Avergonzado por no haber cumplido la promesa de erradicar su violento comportamiento, se apoyó nuevamente en su círculo íntimo y en especial su esposa Sofía, asentada desde hace años en Cataluña. Hombre tranquilo y familiar lejos de la cancha, acostumbra a besar su muñeca derecha a cada gol, y con ello el nombre de sus dos hijos, tatuado en la piel.

“Lo de Chiellini estuvo muy mal para su carrera porque siempre se le recordaran estas cosas. Como jugador y persona es muy bueno y un tipo muy normal. En la cancha es un luchador, un ganador nato como (Lionel) Messi y Cristiano. Pelea hasta en los amistosos y, si mete nueve goles pero falla uno, se va enfadado”, explicaba el lunes el entrenador del Ajax Frank De Boer, quien lo vio de cerca pero no tuvo tiempo de saborear su rendimiento como primer entrenador, pues Suárez fichó por el Liverpool en plena sanción por el incidente con Bakkal.

Pese a la reincidencia, el Barsa siempre se mostró firme en la adquisición del charrúa, al que había perseguido largo tiempo; en parte debido al conflicto de intereses de su representante, Pere Guardiola, hermano del ex entrenador “culé” Pep. El agente prefirió evitar acusaciones de tratos de favor con su cliente y no se empezó a gestar el fichaje hasta que el Guardiola timonel abandonó la nave azulgrana.

Cuando se materializó el traspaso, Suárez recibió la noticia por teléfono y rompió a llorar, mientras al otro lado del auricular, Pere Guardiola brindaba con sus allegados en el céntrico mercado de La Boquería. El Barsa, unos 81 millones de euros mediante, tenía por fin a su crack, y el futbolista dejaba Liverpool por la costa mediterránea que disfrutaban a diario sus suegros y el club que dijo admirar desde siempre, más allá del amor eterno por Nacional, que le dio su primera oportunidad antes de recalar en el Groningen.

“Me gusta que esté en Barcelona: se lo merece porque ha luchado y ha mejorado cada año. Tendrán un ataque increíble con Messi y Neymar, aunque deben demostrar que puede funcionar juntos”, apuntó De Boer.

Su ex compañero en el Ajax y técnico del filial barcelonista Gabri García, también amigo personal, no tiene dudas de que Suárez “triunfará de azulgrana. Es muy inteligente y sociable y sabrá compenetrarse con Messi y Neymar. No habrá problemas”.

Y el propio Neymar validó su rápida inclusión en el equipo. “Luis es un crack, un gran amante del fútbol y es duro para él no poder jugar. Es impresionante como trabaja todos los días para mejorar al equipo, como nos ayuda. Vamos a hacer muchas cosas buenas”, prometió el brasileño.

La primera ocasión de demostrar que el Barsa no se equivocó en la apuesta la tendrá Suárez en el clásico si Luis Enrique le da la alternativa. “Fue el fichaje más caro y es agradable ver que el trabajo diario refuerza la idea que teníamos de él. Es muy intenso, cada día está mejor y ve que puede llegar su momento, pero está tranquilo. Siempre quería jugar aquí ahora se dan todas las circunstancias para que disfrute”, expuso el  entrenador, quien tiene en la mano evitar el peor de los suplicios para un futbolista de raza: ver el espectáculo por televisión.