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Siempre MESSI (o cuando el mejor jugador de la historia te manda a cagar vía Burofax)

[Esta columna fue editada y publicada en agosto de 2020 por LA OPINIÓN]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España -“¿Te puedo llamar en 30?”

-“Claro”.

-“Estoy tocado”.

Era mi íntimo amigo Joan, lanzando un S.O.S. anímico la tarde del miércoles, primer día de la era post-Messi en Barcelona. Joan, quien ha encajado unos cuantos golpes en la vida, es culé de cuna, socio desde hace 30 años, luce el escudo del Barça tatuado sobre el corazón y venía de gastarse 100 euros en la nueva camiseta color negro con el dorsal del recién dimitido 10.

Y pues, cuando un hermano sufre, uno responde. 40 minutos de charla telefónica no bastaron para revertir la situación pero algo nos reímos, como siempre, pese a la rivalidad deportiva que nos separa, dado mi amor incondicional por el vecino Espanyol.

Cuando un primo pincha, uno también responde, aunque la venganza se cueza a fuego lento y se sirva en frío. El día que mis periquitos certificaron su descenso a segunda división –para mayor amargura en el Camp Nou–, mi primo Felipe batió el récord de memes nada más consumarse la pérdida de categoría, sin la más mínima consideración al duelo futbolístico.

Así que no pude evitarlo y devolví las puyas. Se la tenía guardada.

-“¿Bajar a segunda o que el mejor jugador de la historia te mande a cagar vía Burofax después de un 8-2?”, pregunté.

Lo que siguieron fueron 22 mensajes en cascada del primo Felipe, en que aseguraba estarle agradecido a Messi por los servicios prestados, pero en los que le calificaba como EX-Mejor jugador de la historia, incluyendo la palabra “HIPÓCRITA” en mayúsculas, la consideración de que “ya era hora” y una valoración final con pronóstico de alto riesgo: “era lo mejor que nos podía pasar”.

Un manifiesto digno de psicoanálisis, sin duda. Y munición de primera para el próximo entrenador del argentino, quienquiera que sea.

La esquizofrénica afición culé siempre fue carne de diván, y particularmente tormentosa se adivina su ruptura con el todavía indescifrable Messi, quien firmó hace 20 años –­como recordaban Juan Irigoyen y Ramón Besa en El País– su primer contrato sobre una servilleta y se despide por ahora con un burofax.

El recurso legal, la falta de un paso adelante mediático en las circunstancias actuales y los fantasmas de otro adiós por la puerta de atrás perturban a una hinchada que disfrutó de primeras espadas sobre el césped del Camp Nou –Ladislao Kubala, Luis Suárez, Johan Cruyff, Diego Maradona, Michael Laudrup, Romário, el Ronaldo original, Luis Figo, Rivaldo, Ronaldinho, Xavi Hernández, Andrés Iniesta, el otro Luis Suárez…– pero nunca entendió de homenajes.

La historia se repite y tampoco la dribla en este caso el mejor de todos. Como perico, la marcha de Messi es un alivio. Como periodista deportivo, se trata de una pérdida descomunal. ¿Cuántos goles contados, cuantas diabluras narradas, cuántas crónicas tiradas a la basura en el último minuto por culpa de otra genialidad del 10?

“No era un líder”, “dictador”, “débil”, “pecho frío”… son algunos de los reproches lanzados contra la figura de La Pulga, mientras los grandes del planeta fútbol abren sus cofres y despliegan la alfombra roja.

Yo lo echaré de menos.

Y mi amigo Joan lo tiene claro:

“Siempre MESSI”, zanja, también en mayúsculas y posando con esa flamante camiseta que su ídolo (parece) ya nunca alcanzará a estrenar.

Equidad de género, aún lejos de la meta para atletas panamericanas

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por LUJÁN SCARPINELLI Y ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – La explosión de su carrera la propulsó al frente. La jamaiquina Shelly-Ann Fraser-Pryce fue la más rápida entre las siete que acechaban a derecha e izquierda en los 200 metros; también del continente en 40 años.

“Valió la pena”, dijo la sprinter, campeona panamericana en Lima-2019 y dos veces oro olímpico. La ‘pena’ era su ausencia dos días antes del segundo cumpleaños de su hijo, Zyon, a quien dejó en casa con fiebre amarilla y una preocupación que arrastró hasta la capital peruana.

El niño sonrió al verla levantar los brazos en la pantalla, envuelta en una bandera, con el cabello pintado de verde y una medalla dorada al cuello.

Fraser-Pryce, autodefinida “#Mommyrocket” (#MamáCohete) en los hashtags que agrega a sus posteos en redes sociales, fue madre a los 30, y al anunciarlo agradeció la fidelidad a sus patrocinadores. Pero no todas las deportistas se animan a la maternidad, gracia para algunas mujeres, que otras simplemente postergan o descartan por elección. Y muchas, por imposición tácita.

“Para nosotras es mucho más complicado, porque cuesta generar el mismo nivel de emoción y tantos récords. Pero valemos mucho más porque tenemos más obstáculos para dar el 100%, cuando muchas tenemos bebés y volvemos, u otras no los tienen por miedo a parar un tiempo. Merecemos más crédito por lo que hacemos”, dijo con voz firme antes de batir el récord panamericano de los 200 con marca de 22.43.

En el alto rendimiento, parar por un tiempo puede tener consecuencias. En mayo, la única mujer en ganar seis oros olímpicos en atletismo, la estadounidense Allyson Felix, denunció en The New York Times que Nike le ofreció un contrato a la baja tras su embarazo en 2018.

La estrella del atletismo, de 33 años, unió su voz a la de sus compatriotas Alysia Montano y Kara Goucher, que también habían acusado a la firma deportiva de penalizar a atletas por bajas de maternidad.

Otros declinan opinar mientras están en competencia. Tal es el caso de la jamaiquina Elaine Thompson, campeona panamericana y olímpica de los 100 metros, o el panameño Alonso Edward, quien quedó fuera del podio en los 200 en la capital peruana.

“No creo que pueda hablar sobre ese tema ahora mismo”, zanjó Thompson.

 

– ‘Hijo del viento’ y de una mujer fuerte –

Invitado especial a Lima-2019, el legendario Carl Lewis, nueve veces campeón olímpico y actualmente entrenador universitario, no escurrió el bulto y aprovechó para atizar al mandatario estadounidense Donald Trump.

“Tenemos un presidente que tiene prejuicios, es racista y misógino, que no valora a nadie más que a sí mismo”, espetó.

Consultado sobre la desigualdad de género en cuanto a compensación económica, el apodado ‘Hijo del Viento’ se posicionó sin tapujos.

“Está claro que apoyo la igualdad de género; ni deberíamos estar discutiéndolo”, arrancó. “Si no tuviera a un mujer fuerte en mi vida no estaría aquí: mi madre fue una pionera en atletismo”, se explayó.

Los prejuicios, dijo Lewis, “suelen venir por miedo”.

“Mis padres me enseñaron que hay que luchar por los derechos de las personas: que todas tengan las mismas oportunidades (…). Tenemos un gran reto por delante”, aseveró.

Le acompañó en la reflexión Leroy Burrell, exrival sobre el tartán en los 90 y con quien comparte ahora despacho.

“El atletismo es pionero en ese aspecto, porque generalmente hay igualdad entre hombres y mujeres a nivel nacional e internacional”, señaló.

“Sí hay cierta disparidad en cuanto a contratos y patrocinadores, pero el movimiento MeToo está abriendo puertas y generando discusión”, dijo Burrell, quien reclamó más liderazgo global aprovechando el tirón de la selección femenina de fútbol estadounidense, reciente campeona mundial.

 

– ¿Cuestión de tiempo? –

Anthonique Strachan, finalista por Bahamas en los 200, secundó a su turno a Fraser-Pryce.

“¿Quién corre más rápido? Los hombres. Sus tiempos son mejores, es cierto. Pero es más difícil ser mujer: tenemos la regla, padecemos dolor pre-menstrual… Y no recibimos ni la mitad. No es justo. Si lo vales, no deberías recibir menos dinero solo por ser mujer”, opinó.

“Es cuestión de tiempo para que se vea un avance en serio, no solo seguir diciendo ‘oh soy pro mujeres’, ‘soy pro igualdad de género’, pero todavía nos pagas menos”, denunció. “Nosotras somos las que tenemos que parar. Cuando un hombre deja a su mujer embarazada, aún puede ir y correr”.

Sí compitió, y de qué manera, la guatemalteca Mirna Ortiz para cerrar con una plata en la marcha de 50 kilómetros las pruebas de atletismo el domingo, compensando en parte el abandono de su compatriota Erick Barrondo.

“Conforme ha pasado el tiempo, a nivel de federaciones se le han dado las mismas oportunidades a las mujeres, aunque siempre va a depender de nosotras aprovechar el momento”, expuso Ortiz. “Al final se saca una medalla para Guatemala. No nos vamos con las manos vacías”.

Tampoco se irán en blanco las atletas de estos Panamericanos, aunque la meta de la equidad de género quede lejos todavía.

¿Y eso qué es? El podio de los deportes raros en Panamericanos

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER, LUJÁN SCARPINELLI Y ESTEBAN ROJAS

LIMA, Perú (AFP) – Unos juegan básquetbol considerado de calle con árbitro y bajo techo, otros cultivan músculos de ver y no tocar y el último ensaya poses contra un rival imaginario.

Medallistas de Estados Unidos, El Salvador y Venezuela suben a lo más alto de los podios más raros de los Juegos Panamericanos.

 

– Básquet de a tres, a mil –

Tras colgarse la primera medalla de oro del Baloncesto 3X3, el estadounidense Kareem Maddox disputará algún que otro torneo con su equipo de Princeton en el World Tour de la FIBA, pero lo que es seguro es que volverá a su empleo habitual como productor de un programa de radio en California.

“Este año jugamos en más de 10 países, algunos ante público masivo. Pero viajamos durante un fin de semana y luego toca regresar al trabajo”, explicaba Maddox antes de su discutida victoria en la final contra Puerto Rico. “Este tipo de básquet cansa mucho más que el tradicional porque es frenético, no puedes parar y mentalmente es agotador. En vez de protestar porque te hicieron falta, tienes que apañártelas para que no te la señalen a ti”.

Las normas del nuevo deporte olímpico, que debutará en Tokio-2020, distan de las que suelen  aplicarse en la publicitada liga BIG3 de Estados Unidos, el básquetbol de cinco, y obviamente poco tienen que ver con el origen del ‘streetball’ que intenta trascender.

“Cuesta habituarse: se juega a 21 puntos o por 10 minutos, la pelota es más chica, el piso es más rugoso, el reloj de tiro es de 12 segundos en vez de 24, las canastas valen un punto y, desde fuera del arco dos, se permite más contacto, y a partir de la sexta personal son dos tiros libres en vez de uno…”, resumía el puertorriqueño Angel Matías.

Justamente esos tiros libres permitieron a Estados Unidos sentenciar desde la línea una agridulce final para los boricuas, pero principio al fin y al cabo de una nueva era en cuanto a deportes raros: la eclosión del 3X3.

 

– Músculos de exposición –

“Soy guapo, simétrico, proporcionado, joven, disciplinado”. El salvadoreño Yuri Rodríguez lo repite antes de subir al escenario a lucir los músculos que esculpió desde los 21 años. A sus 35, obtuvo la primera medalla dorada del fisicoculturismo en la historia de los Panamericanos.

 

Su tostado artificial contrasta con el slip blanco que deja ver su físico tallado como un David y fuerte como un Hércules. Exhibe pectorales, bíceps, abdominales, cuádriceps y más, con movimientos cuidadosos en cuatro medios giros y siete poses.

Junto a los demás y en su minuto de gracia, solo sobre la tarima, contiene el aire e hincha las venas ante los nueve que eligen al favorito. Músculos, simetría, definición y gracia, todo importa. Debajo del bigote sellado en los extremos –el único vello en su cuerpo- muerde la sonrisa.

Hace tres días que toma agua a cuentagotas para liberar líquidos y lucirse mejor. “He eliminado el sodio y comí carbohidratos cada dos horas”, cuenta Yuri, y revela su bocadillo secreto: camote.

El oro premia sus casi 83 kilos distribuidos con armonía en sus 1,76. El salvadoreño supera en más de diez centímetros y casi 20 kilos a algunos de sus rivales, como el costarricense Evaristo Cortés, que quedó chico entre los grandotes y disgustado porque la competencia se realizó en una única categoría, a diferencia de otros concursos.

Desde las gradas, Cortés observó a Yuri celebrar al fin con sonrisa auténtica. Pero al cabo del día la disparidad física pesó menos, y vencedores y vencidos unieron fuerzas en una expresión: el fisicoculturismo quiere quedarse. Santiago-2013 dirá si el debut en Lima fue también una despedida.

 

– Danza de combate –

El karateca venezolano Antonio Díaz parecía pelear contra un rival imaginario. Lanzaba puños y patadas al aire, soltando gritos combativos, mientras ejecutaba su danza.

Y, a sus 39 años, ganó la pelea…

Se colgó el oro en Lima-2019, un triunfo que le garantiza el mayor reto que haya asumido: los Juegos Olímpicos de Tokio-2020. El karate se estrenará en la gran cita del deporte universal en sus dos modalidades, kata -la especialidad de Díaz- y kumite.

Los competidores en el kata no pelean cuerpo a cuerpo, sino que marcan movimientos en una coreografía que debe ser perfecta. Técnica, velocidad y potencia, así como sincronización en el caso de competencias por equipos, son los puntos a evaluar. El kumité sí trae combates golpe a golpe.

Díaz ha sido, por dos décadas, uno de los mejores en el kata. Nadie ha ganado tantas medallas en Mundiales de Karate con esta especie de danza de combate.

Cuando ya pensaba en el retiro, dando los Juegos Olímpicos por imposibles, se le presentó por primera vez la oportunidad. Y no falló: el cupo es suyo.

“Ya voy a poder hacer el ciclo olímpico completo”, festejó con una enorme sonrisa.

Bajo palos: deconstrucción de tres arqueros en Panamericanos

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER Y LUJÁN SCARPINELLI

LIMA, Perú (AFP) – Apenas ven de lejos los goles para festejar y son protagonistas de los que lamentan. Fieles guardianes, son capaces de cambiar la historia con una sola intervención. Tres arqueros de waterpolo, hockey y balonmano relatan los agridulces de su función en Lima-2019

 

– Bendita locura –

Cuando falta poco para que arranque el Perú-México en el pabellón 1 de La Videna, Francisco Muñiz e Israel De Marco mimetizan movimientos el uno frente al otro, apenas separados por dos palmos, estirando brazos y piernas de forma espasmódica mientras dan saltitos laterales de un poste al otro de la portería.

Así empieza el curioso ritual pre-partido, digno de un documental de naturaleza, de dos arqueros de balonmano, bichos raros donde los haya en la fauna del deporte: al fin y al cabo, vienen a ser una presa que se defiende del depredador atacando, en este caso apenas con su propio cuerpo, un balón hecho mísil que a menudo alcanza velocidades de 90 kilómetros por hora.

“¡Y algunos ni siquiera se ponen la ‘huevera’ (protección pélvica) porque les incomoda! Siempre decimos que se tiene estar un poco loco para ser arquero”, explica el entrenador de México, Ángel Rojas, que recuerda como un ex compañero pedía que le tiraran a la cabeza en los entrenamientos. “Decía que mejor le rompíamos nosotros los dientes que los otros, ¡pero es que además la paraba con la cabeza!”.

Le apodaban ‘Chucky’, como el Muñeco Diabólico, por su nariz chueca y numerosas cicatrices. Igual que ahora De Marco, mientras que Muñiz responde al llamado de ‘Taekua’ por sus inicios en taekwondo, deporte del que le reclutó un compañero de secundaria para pasar luego a defender la red del ‘Tricolor’.

Y es que, como en las artes marciales, el arquero de balonmano requiere de una especial elasticidad, flexibilidad y capacidad de reacción muscular para activarse de repente tras prolongados periodos de observar el juego a distancia. “Es un poco como un campocorto en béisbol, que pasa en un instante de una actitud pasiva a respuesta activa cuando hay un pelotazo”, expone Rojas.

Los balonazos en el rostro –a veces intencionados– o zonas más íntimas no son la única fuente de lesiones para tan exigente posición, pues son más frecuentes las hiperextensiones de codo –propias también del tenis – y dolencias de hombros por la rotación antinatural de los mismos a la hora de atajar con las manos desnudas y untadas de brea para mayor adherencia.

Y no solo de paradas vive ya el meta, ampliado su rol por la evolución del juego moderno a organizador defensivo, iniciador del contragolpe y hasta goleador en caso de que su homólogo haya abandonado el arco rival en busca de superioridad numérica.

“Es el 40% del equipo. Debe ser un jugador muy completo técnica, física y mentalmente, además de tener coordinación individual, explosividad y lectura del juego. Pero, sobre todo, debe ser valiente… estar loco”, zanja Rojas.

 

– Volar sobre el agua –

Quedan segundos. La brasileña Victória Chamorro avanza sobre el campo cristalino para acortar la diferencia. En la puja de waterpolo entraron 20 pelotas en su portería y solo cuatro en la rival.

“Hoy siento una culpa mayor, pero este es un deporte colectivo. No puedo desanimarme: para ser golera hay que tener cabeza fuerte”, dice Victória, distinguida con rojo entre gorras blancas.

De sus 23 años, hace casi la mitad que mira el juego desde el arco. Y aunque no le molestaría anotar un gol ahora que el reglamento la habilita, lo suyo es parar.

De padre arquero (en fútbol de playa), se ofreció a la función en el equipo mixto donde dio sus primeras brazadas en Rio de Janeiro. Parecía lógico que fuera ella, la de piernas fuertes y especial capacidad para emerger del agua, cultivada en el nado artístico.

Victória defiende a mano limpia, sin el privilegio de otros arqueros enguantados. Con ellos comparte otros atributos: “Agilidad, reflejos, visión de juego y voz bien alta para ordenar”, enumera.

El agua clorada escama por igual la piel de todas, pero su posición es casi como “practicar un deporte distinto”. Y no por ser la única que puede sujetar la pelota con ambas manos, sino porque “hay que entender el juego muy bien, y anticipar constantemente movimientos”.

Aunque sus caídas son chapuzones sin dolor, Victória se las ve con quebraduras de falanges y golpes en el rostro. Ninguna le duele tanto si evita un gol decisivo para alcanzar los Juegos Olímpicos.

 

– Presión a cuestas –

Frente a la escalera con su hijo dormido en brazos, su mochila, la propia y el bolso de los pads, su humor se arruina. Belén Succi, la arquera de las ‘Leonas’ del hockey argentino, ya cuenta décadas arrastrando ese bulto.

A los 33, pesa más que cuando lo cargaba, en un hábil rebusque, en la bicicleta de piñón fijo entre el colegio y el Centro de Alto Rendimiento de Buenos Aires, donde se inició con el seleccionado a poco de haberse parado bajo los palos.

“Si gastaba el peso en el colectivo (autobus), me quedaba sin comer”, recuerda.

El que la llenó de medallas y reconocimientos individuales no fue un destino elegido. “Les llevó tres años ponerme en el arco porque me negaba”, cuenta. Aunque agradecida a los que anticiparon sus condiciones, dice sin titubeos: “Si tuviese 13 otra vez, digo no”, y menos desea ver a su hijo en un arco.

“Es un puesto de presión constante. En otros deportes se revierte en una jugada, pero acá te tiran tres veces y tenés que atajar todas”.

La carga acumulada desde los 21 años le generó ataques de pánico tras el título mundial en 2010, historia que podría haber sido distinta sin una atajada que todavía relata al detalle.

Rompió en llanto al quedarse con las manos vacías en Rio-2016. Pero volvió fortalecida como capitana albiceleste.

En Lima pocas bochas la superaron. Pero una semana después, aún piensa en la que se coló en el 13-1 a Cuba.

“Es mi trabajo que el arco quede en cero, sin importar quién tire. Y no es solo atajar la pelota sino parar bien al líbero, motivar a la defensa, y hacer que te lleguen lo menos posible en ángulos cerrados; eso hace la diferencia de los grandes arqueros”, resume la 222 veces internacional, que confiesa su intención de defender un arco de balonmano, cuando su heredera esté lista y abrace el retiro.

Mucho más que ‘fisio’, ‘cutman’ o cuidador, son escultores del éxito panamericano

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER, CARLOS MANDUJANO Y LUJÁN SCARPINELLI

Brillan las estrellas sobre la pista y el público aplaude en la entrega de medallas, a menudo sin caer en la cuenta de esas manos que, lejos de los focos, ayudan a esculpir el triunfo de los atletas en los Juegos Panamericanos.

Aquí tres protagonistas en la sombra de Lima-2019:

 

– Patrick, mucho más que un ‘fisio’ –

Sentando sobre el escalón de entrada al vestuario, el rostro sumergido en las palmas de las manos, lloraba compulsivamente. La agónica derrota en la final de básquetbol 3X3, desde la línea de tiros libres tras un polémico foul, era una despedida cruel de los Panamericanos para Puerto Rico.

Recibió una tímida caricia en el hombro, pero Patricio Chutney, ‘Patrick’ para el grueso de la delegación boricua, tardó en incorporarse e ingresar al camerino, desconsolado, con la cara enrojecida a viva lágrima.

Patrick no es base, ni escolta, ni alero, ni pívot. Patrick no juega al básquetbol.

Luce el mono rojo de Puerto Rico, sí… pero en calidad de preparador físico del Comité Olímpico.

Ese sería el título técnico oficial. En realidad Patrick, de 53 años y 25 de servicio para el COPUR, ejerce de fisioterapeuta, psicólogo, entrenador, gurú espiritual, motivador y autoproclamado refranero.

“El sol de hoy no seca la ropa de mañana”, suelta, superado ya el disgusto, desde la zona de premiación y tras fotografiarse con los que llama “mis muchachos”.

También pueden ser, en ocasiones, amigos; pero trazando en cualquier caso una línea clara. “El trabajo es trabajo y la amistad, amistad”, advierte nuestro protagonista en la sombra, cuyo rol en Lima se ciñe a trabajar la recuperación de los atletas en coordinación con la nutricionista del equipo, aunque abarca un amplio abanico de disciplinas.

“Estoy yo solo para todo y me clono como puedo: me levanto a las siete de la mañana y termino a medianoche. Ayer empecé en sóftbol femenino haciendo trabajo funcional, luego el 3X3 y la recuperación con los gimnastas, voleibol masculino, básquetbol de cinco, ciclismo… donde me manden. Pero lo disfruto y lo haría de gratis”, explica este declarado autodidacta, que cuando no anda multiplicándose en torneos internacionales, se la pasa acudiendo a conferencias para mantenerse actualizado.

“Es un tipo bien desprendido, se preocupa mucho por los atletas y se desvive por el deporte. Es esa chispa que nos mueve y nos levanta cuando estamos caídos. Además de ser un buen preparador, es un gran motivador. Nunca te echa para un lado. Tiene un valor añadido incalculable”, explica el presidente de la federación de ciclismo Roberto Collazo.

Desprendido o no, Patrick siempre acarrea la maleta más grande de la expedición. “En mi bulto no pueden faltar las pelotas medicinales, bandas, conos y escaleritas. Incluso tiene un nombre, le llaman ‘Wilson’, como la pelota de la película Náufrago, y me hacen broma: ‘allí van Patrick y Wilson… a ver si se pierde Wilson”, ríe.

Y recuerda, pendiente aún de acudir a sus primeros Juegos Olímpicos, como en los pasados Centroamericanos de Barranquilla no pudo evitar sacarse una foto desde el jardín central del estadio de béisbol “como un novatito”, asombrado por mantener intacta la ilusión medio siglo después de empezar su andadura lejos de los focos.

 

– Fabricio, 45 segundos en la esquina –

Tiene 45 segundos para contener la sangre y calmar la furia que ofusca al guerrero. Llegó el momento de la acción para el argentino Fabricio Nieva.

“Nuestro trabajo es fundamental: atender al boxeador, prestar atención a todas sus necesidades”, comenta Nieva, entrenador y ‘cutman’ -el hombre que atiende los cortes- de Leonela Sánchez, la primera argentina campeona en el boxeo panamericano.

Nieva nació hace 45 años en Córdoba, Argentina, pero su familia huyó de la dictadura militar (1976-1983), por lo que creció en Suecia. Volvió a casa, ya adulto, para boxear. Representó a Argentina en los Olímpicos de Atlanta 1996.

La mayoría de las heridas, cuenta, no se producen por puñetazos, sino por cabezazos. Cuando la sangre mana, Fabricio limpia la herida con una gasa y le aplica vaselina y una solución de epinefrina, químico que incluye una mínima dosis de adrenalina para contraer los vasos sanguíneos. Son “secretos” de esquineros.

No hay margen de error. El juez puede suspender el combate si no hace bien su trabajo y la herida se abre. Una nariz rota también requiere también una respuesta veloz: presión con hisótopos. En el caso de Leonela, por fortuna, ayuda el casco protector que ya no usan los varones desde el 2016.

La labor de Fabricio trasciende por mucho los curetajes: “Tenemos que levantar el espíritu en los malos momentos”. Debe saber qué decir segundos para que su protegido recupere el equilibrio mental. Construir un campeón es mucho más que enseñarle a soltar puños.

 

– José, custodio de la caballeriza –

El cielo gris lo opaca todo en Lima. Pero el pelaje oscuro de DiCaprio exalta cuando entra a la pista con su jinete.

Vestido de jogging y campera de algodón, José Antonio observa el dressage desde la tribuna. “Hoy estoy tranquilo porque está ‘otimo’, de buen humor y concentrado”, dice el hombre que se ha ocupado de DiCaprio por una década.

Ágil a sus 17 años, el potro encadena galopes, cambios de mano y serpentinas en una coreografía elegante. José aplaude y se apura a volver tras bambalinas.

El día empezó temprano para el caballo de raza oldenburg y su groom, cuidador o petisero, según el país. Tras servirle una ración de alfalfa seguida por un balanceado, José le trenzó la crin, decoró la frente con una testera de cuero con cristales Swarovski y lo ensilló.

“Algunos piensan que a un caballo se le da cariño con terrones de azúcar, pero no es verdad”. DiCaprio “ama” que le acaricien el cuello. “Aquí”, explica, moviendo la mano detrás de la mejilla.

El caballo persigue sus zanahorias, que guían sus estiramientos de arriba abajo y de derecha a izquierda.

“Siempre hay que acercarse con la mano baja, para que pueda verte y no se asuste”. Antonio lo aprendió en las 12 horas diarias que pasa con su compañero de equipo.

El primer día de competencia en Lima, el jinete guio a DiCaprio al bronce en la prueba de adiestramiento. “Cuando sale me pongo en su piel y siento que estoy compitiendo con él”, dice el cuidador, que nunca vistió saco de cola ni botas altas.

En femenino, con acento latino y nuevos valores, cerró el atletismo en Panamericanos

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – En femenino, con acento latino y nuevos valores, cerró el atletismo en Panamericanos

Invitado estelar de Lima-2019, el mítico velocista Carl Lewis, nueve veces campeón olímpico, advirtió a su llegada a los Juegos Panamericanos que “los récords se pierden con el tiempo, pero la gente recuerda la emoción de la competición, las grandes actuaciones, aunque uno no gane”.

Con un cartel de lujo, la emoción parecía más que asegurada en las pruebas de atletismo que se iban a disputar en la capital peruana. Y aunque algunas estrellas acabaron por bajarse a última hora, para el recuerdo quedaron, ciertamente, algunas actuaciones memorables: los nuevos récords –sí, también- panamericanos registrados por la jamaiquina Shelly-Ann Fraser-Pryce y la venezolana Yulimar Rojas, el despegue –parece que definitivo– del saltador cubano Juan Miguel Echevarría o inéditos triunfos como el de la costarricense Andrea Vargas.

Vargas, quien ganó la final de 100 metros vallas, se convirtió en la primera fémina en colgarse una medalla de oro en el atletismo para su país, donde solo Nery Brenes se había coronado previamente campeón panamericano, en Guadalajara-2011.

 

– Yulimar marcó territorio –

Sobre el tartán de la capital peruana, destacaron en especial mujeres como Rojas o Fraser-Pryce, quien firmó un récord panamericano de 22.43 en los 200 metros, reforzó su condición de madre más veloz del mundo a sus 32 años y, como bien resumió ella misma con su melena color lima al viento, puso “un poco de color a Perú”.

De los seis triunfos de Jamaica en el estadio de La Videna, cuatro fueron para las mujeres, contando también a Elaine Thompson, que pasó de puntillas por la prueba reina de los 100 metros.

Rojas, a su vez teñida de naranja-calabaza, dio espectáculo en el triple salto a pesar de la ausencia de la colombiana Caterine Ibargüen y dejó una marca inédita de 15,11 en el foso limeño, la mejor de su temporada y un buen augurio de cara al Mundial de Doha. En Catar espera reencontrarse con su gran rival, quien se retiró de la competencia tras quedar sexta en el salto largo de la jornada de apertura, alegando lesión.

“La eché de menos”, concedió Rojas quien, consciente de que “no podía fallar”, se esmeró en avanzar un poco más en su afán por tomar el relevo de Ibargüen, 12 años mayor.

El frustrado duelo Ibargüen-Rojas deslució algo la fiesta panamericana, como lo hizo previamente la no comparecencia del estadounidense Justin Gatlin en las pruebas de velocidad.

 

– A rey muerto, rey puesto –

Pero si Lima-2019 perdió un astro sin el vigente campeón de los 100 metros, ganó un nuevo rey del vuelo en el cubano Echevarría, llamado como Rojas a marcar época en su modalidad.

A punto de cumplir 21 de años el domingo, el oriundo de Camagüey se impuso con autoridad en el salto largo, al brincar una distancia de 8,27, y se postula como serio aspirante al título en Doha, por no hablar de trazarse objetivos de lo más ambiciosos, como superar algún día la barrera de los nueve metros.

Por Cuba voló también alto la garrochista Yarisley Silva, quien se anotó, a sus 32 años, su tercer oro panamericano y brilló de nuevo sobre un gran escenario internacional tras una prolongada sequía.

Se desquitó a la vez su compatriota Yaimé Pérez, finalmente vencedora sobre otra cubana, Denia Caballero, quien quedó fuera del podio en el lanzamiento de disco, quizás insinuando el fin de su reinado.

Otro que apuntó maneras fue el colombiano Anthony Zambrano con un doble triunfo en los 400 y el equipo de revelos, Islas Vírgenes Británicas, Barbados y Granada se colgaron sus primeros oros panamericanos en La Videna y el medallero lo copó nuevamente Estados Unidos con siete y 33 preseas en total; más del doble que su inmediato perseguidor, Brasil.

Pero como bien recordó hace una semana su ciudadano ilustre Lewis, en el atletismo solemos recordar más las grandes actuaciones que los fríos números. Y si de espectáculo se trata, el ‘show’ en Lima lo pusieron mayormente las latinas.

Sin rival, Yulimar Rojas puso el picante con triple salto de récord en Lima

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – No estaba su gran rival y el triunfo para Yulimar Rojas se daba por hecho, pero la venezolana sabe que el éxito no suele venir gratis, y había tardado demasiado tiempo en tener la ocasión de saborear su primero oro continental como para rebajar méritos a su gran noche en Lima-2019.

“Los sueños se hacen realidad o no, y esta es una realidad viva. Trabajé cada día. Era una de las cosas por la cual aspiraba este año y en mi vida”, dijo Rojas tras ganar este viernes, con nuevo récord de los Juegos Panamericanos incluido de 15,11 metros, la final del triple salto en el estadio de La Videna.

La oriunda de Caracas, actual campeona mundial, llegó a la capital peruana con un objetivo claro y como cabeza de un estelar cartel junto a la colombiana Caterine Ibargüen, doble campeona mundial y oro olímpico, quien compitió el martes sin éxito en el salto largo y luego soltó una de las bombas de los Juegos al descartar por lesión su participación en la prueba del triple.

El mazazo para organización y público fue considerable, pues Rojas e Ibargüen vienen disputándose desde hace años el cetro planetario con eléctricos duelos en la modalidad, aunque contados y con resultados dispares.

Pero la venezolana, una ‘performer’ nata, compensó en parte la velada al pulverizar el récord continental de 14,92 metros, que había establecido precisamente Ibargüen en Guadalajara-2011.

“Mi rival a vencer soy yo misma. Sé que tenía esa presión de que era favorita, de que no podía fallar, pero estaba tranquila porque tengo mucha confianza; sé que puedo salir de las presiones y manejar las competiciones a mi antojo”, explicó Rojas, nacida hace 23 años en Caracas, pero que creció la ciudad costera de Puerto La Cruz (estado Anzoátegui).

Una fascitis plantar que arrastra desde julio apartó finalmente a Ibargüen de la lucha por el oro que acabó colgándose Rojas con un salto de que superó su mejor marca personal anterior de 15,06, que consiguió el pasado 20 de junio en Huelva, España;  desde luego más que suficiente como para dejar bien atrás a la jamaiquina Shanieka Ricketts, quien se llevó la plata con marca de 14,77 metros, y la cubana Liadagmis Povea, quien se colgó el bronce al registrar 14,60.

Rojas espera reencontrarse con Ibargüen en el Mundial de Doha que empieza el próximo 28 de septiembre, y donde la venezolana aspira a renovar el título mundial que ganó en Londres-2017.

“La eché de menos. La verdad que Ibargüen para mí es pieza clave para las competencias. Lastimosamente lo que le pasó… espero que se recupere, y verla en las próximas competencias dando de tú a tú Colombia-Venezuela”, expresó la venezolana.

Amante de la música electrónica, el pop y el reggaeton, Rojas tenía predilección también por el voleibol en la adolescencia, pero pronto su altura sedujo a los entrenadores de atletismo, y desde entonces no dejó de crecer hasta los 1,92, aunque también en lo deportivo.

Risueña y feliz, amante de experimentar con los tintes y formas de su peinado, Rojas transmite alegría y carácter competitivo desde el tartán, donde protagoniza lo que ella denomina ‘el show’ tras intensas jornadas de entrenamiento en las instalaciones del FC Barcelona, club al que representa, junto a su entrenador, el ex saltador Iván Pedroso.

Pero, pese a la distancia se muestra comprometida con cuanto ocurre en una Venezuela en plena crisis política, económica y social. “Estoy pendiente de todo lo que pasa en mi país. Vengo luchando desde que salí de mi casa”, dijo en su día, mucho antes de colgarse su inédito oro en Lima. “Sé que esto no queda aquí, que aún queda Yulimar rojas para rato y que las alegrías para Venezuela van a seguir viniendo”, avisó, radiante desde el estadio de La Videna, a navegantes.

Había avisado, al fin y al cabo, de que se vería a “una Yulimar Rojas distinta, con más fuerza, más preparada, más madura, y con ganas de llevarse el oro” y no mintió: lo que vieron los espectadores limeños fue una exhibición en toda regla.

Y van una cuantas ya para la caraqueña, con Mundial a la vista en septiembre y una sola asignatura pendiente, el oro olímpico, a otro salto picantón de aprobarse en Tokio-2020.

Silva se tiñe de oro y marca territorio con su mejor salto del año

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – Tiene la carrera escrita en la palma de la mano pero son puros números: 30.20, 26.15, 22.10… Un código indescifrable para el ojo inexperto.

Pero para Yarisley Silva son referencias clave en su ‘sprint’ de impulso camino de la gloria. En cada punto deposita un señuelo distinto para no confundirse: un cono en el primero, un zapato en el segundo, un botellín de agua en el tercero –y así sucesivamente– que marcan distintos movimientos en su aceleración hacia el salto definitivo con la pértiga, que debe propulsar a la cubana de 32 años sobre la barra inmóvil y hacia la dulce caída del lado opuesto, con feliz aterrizaje en el colchón.

“Me lo anoté antes de competir para que sea más rápido a la hora de montar. Tienes que memorizar tanto… lo marco aquí para que no se me olvide ningún detalle”, explica este jueves tras imponerse en la final del salto con garrocha de los Juegos Panamericanos de Lima-2019.

Porque cuando Silva brinca por penúltima vez sobre el tartán del estadio de La Videna, lo hace a lo grande y con un registro de 4,75 metros que le sirve para registrar su mejor marca de la temporada, derrotar a la estadounidense Kathryn Nageotte y adjudicarse su tercer oro seguido en la cita continental.

“Estoy muy feliz, he tenido un año dificilísimo, y solamente con la ayuda de Dios he podido llegar hasta aquí. Al principio cuando empezó la competencia nos dieron 35 minutos, y siempre dan una hora. Tuve que empezar con alturas muy bajas y tuve nulos producto de que no pude calentar bien”, expuso Silva, quien reconoció llegar a Lima menos confiada y con mayor presión que en ocasiones previas.  “La competencia estuvo muy fuerte y tenía que ir un poco más arriba si quería ganar. Estoy feliz.  Son mis cuartos Juegos Panamericanos y mi tercera medalla de oro”.

Dueña del récord panamericano de 4,85 metros, establecido hace cuatro años en Toronto, la isleña desprende carisma desde la pista y calidez fuera, donde ha sufrido altibajos bastante más pronunciados en los últimos tiempos, en especial en febrero de 2016, cuando su novio, el ex saltador de altura Sergio Mestre, sufrió un accidente que lo paralizó de cintura para abajo.

“Desde 2016 encontré a Dios en mi corazón y ahora me siento diferente. Por eso digo que Él me ha ayudado a llegar hasta aquí. Ha sido muy duro el camino, he tenido muchos bajones, y por un momento pensé que no iba a lograr nada”, se sincera Silva, quien se llevó la presea de plata olímpica en Londres-2012 y dos bronces en los mundiales de Moscú-2013 y Londres-2017 pero no saboreaba el oro en una gran cita desde Pekín-2015.

La autodefinida cristiana suele mirar directamente a los ojos cuando habla con la serenidad propia de una atleta más que familiarizada con sus virtudes y debilidades y que pasó su peor momento en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro-2016 cuando, rota por la emoción, solo pudo clasificar séptima.

Predica Silva que “la grandeza no se mide por las veces que uno cae, sino por las que es capaz de superarse” y  la cubana no escatima esfuerzos a la hora de esculpir el éxito, sea ya puliendo su agarre, el despegue o simplemente fortaleciendo su mentalidad por vía de psicólogos, técnicos y seres queridos.

“O héroe o mártir”, suele repetir su entrenador, Alexandre Navas, consciente de la volatilidad de una disciplina que su pupila practica desde que una profesora de ballet la declaró demasiado musculada para lucir tutú.

“Saltar me gusta, pero lo que más me place es bailar, sobre todo reggaetón”, asegura la oriunda de Pinar del Río, quien suele estar tranquila antes de las competencias. “Algunas prédicas o videos que me den aliento, buscar la palabra. Cosas que me estimulen”.

Rapada la frondosa melena morena de éxitos pasados, ahora teñida de rubio, Silva luce renovado ‘look’ y nueva medalla panamericana a juego, color oro.

Despejado el camino, luces de viernes noche se posan sobre Rojas en triple salto

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – Conforme se acercaba el fin de semana en Lima, crecía el run-run del esperado duelo del atletismo en los Juegos Panamericanos entre la colombiana Caterine Ibargüen y la venezolana Yulimar Rojas en el triple salto, programado en horario ‘primetime’ del viernes noche en el estadio de La Videna

La primera, campeona olímpica de 35 años, se resiste a dejar el trono frente al empuje de segunda, nacida hace 23 en Caracas y proclamada nueva reina en el pasado Mundial de Londres-2017.

El escenario estaba listo, los focos preparados y se hacía acopio de palomitas de cara al esperado ‘silencio… se rueda’ al cierre de la jornada laboral.

Pero sin ni siquiera llegar a alzar el telón se cayó una de las protagonistas.

Tras quedar fuera el podio en el salto largo el martes, Ibargüen desveló que sufría problemas físicos desde el pasado 12 julio, cuando compitió en Mónaco por la Liga del Diamante, y puso en duda su participación para la final del triple; y los peores augurios fueron confirmados minutos después por su entrenador, el cubano Ubaldo Duany.

“Está descartada para el viernes”, confirmó Duany con un diagnóstico de lo más incierto, también de cara al Mundial de Catar, que arranca el 28 de septiembre.

“Sufre fascitis plantar en el pie izquierdo. Le duele desde Mónaco y hemos tenido que reducir la carga de trabajo. Ya habíamos decidido hace dos semanas que no iba a estar en el salto triple en Lima. No sabemos aún si se pierde el Mundial. Vamos a ver en este transcurso de tiempo si se recupera. Está en las manos de los médicos”, informó Duany.

Con la antesala de la defensa de su corona en Catar, Rojas aspira a tomar primero en Lima el cetro panamericano, propiedad de la colombiana desde Toronto-2015 y de súbito vacante.

La venezolana quedó cuarta en Canadá, pero parece que pasó un mundo desde los anteriores Juegos; tras colgarse el oro continental, Ibargüen repitió triunfo semanas después en el Mundial de Pekín, adonde no acudió su emergente rival, que desde entonces intensificó su persecución hasta quedar segunda en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro-2016 y coronarse en Londres-2017.

Y a la apodada ‘Bicha’, de 1,92 metros de altura, Lima le trae buenos recuerdos, pues antes de los últimos Panamericanos se proclamó campeona sudamericana en la capital peruana, aunque entonces fue Ibargüen la que no se presentó.

Más allá de la rivalidad generacional y fronteriza, ambas saltadoras mantienen relaciones cordiales y respetuosas, aunque con la inevitable distancia que acarrea su dura pugna deportiva; más allá de los grandes escenarios, sus duelos cara a cara son escasos, y apenas se han medido en dos ocasiones en los últimos dos años.

“Caterine es una buena persona y tremenda competidora”, aseguraba en Rio Rojas. “La relación es buena, no hay nada raro, aunque durante la competencia no hablamos. Es un orgullo para mí que Sudamérica esté presente a nivel mundial, con las dos mejores saltadoras”.

Y era también la ilusión de Lima-2019 verlas saltar juntas en La Videna, pero el gran duelo deberá esperar, por lo menos a Doha.

Entretanto, Rojas de por sí bien merece el precio de un boleto.

Amante de la música electrónica, el pop y el reggaeton, la polivalente atleta, que se inició en el voleibol y ganó el oro sudamericano en salto alto en Chile-2014, presenta un mejor registro personal de 15,06 en el triple y desde hace tiempo coquetea con la posibilidad de superar el récord del mundo de 15,50 que ostenta desde 1995 la ucraniana Inessa Kravets.

¿Se lo piensan perder?

Tras salto de oro en Lima, Echevarría encara Mundial y barrera de los nueve metros

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]

Por ALEX OLLER

LIMA, Perú (AFP) – Abrigadas las piernas por una toalla azul y el torso por un buzo rojo, Juan Miguel Echevarría caminaba por el tartán, animando con palmas a sus rivales y gesticulando a las cámaras mientras esperaba su momento en la final del salto largo de los Juegos Panamericanos.

Al oriundo de Camagüey le gusta el espectáculo y se toma la competencia como una diversión, aunque también máxima seriedad a la hora de competir.

Y cuando su momento en Lima llegó, Echevarría, emergente promesa del atletismo mundial, no defraudó, imponiéndose por vez primera sobre un magno escenario y con un título continental en juego.

Brincó 8,27 metros en el cuarto salto de sus seis intentos y se aseguró la medalla de oro panamericana a falta de cuatro días para cumplir 21 años, dejando la plata para el jamaiquino Tajay Gayley y el bronce para el uruguayo Emiliano Lasa.

“Este es el mejor regalo para mí, mi país y mi gente. Siempre fue una meta esta medalla. Valió la pena tanto sacrificio. Ahora vamos a pensar en el Mundial de Doha”, comentó Echevarría tras colgarse el metal más preciado. “Pese al frío me sentí cómodo. No estaba nervioso, sabía que llegaba súper bien e intenté dar espectáculo. Estoy muy satisfecho, espero que todo el mundo haya disfrutado”.

La esperanza ahora para Cuba es que su preciada joya desarrolle todo su potencial para emular a sus ídolos: el velocista Usain Bolt y los saltadores Iván Pedroso y Caterine Ibargüen.

Palabras mayores, sin duda, pero es que tal es el talento que se le supone a Echevarría, quien no tiene problema en alentar las altas expectativas y hablar incluso de esa distancia prohibida: los nueve metros.

“Como todo atleta me marco mis metas: ser campeón olímpico, medallista mundial y quizás superar la barrera de los nueve metros…  a veces me da por pensar en eso. Todos los días me preguntan, pero no sé qué responder”, se sincera el isleño, de fulgurante trayectoria desde que empezara a apuntar maneras.

Con 19 años y 203 días se consagró como el campeón más joven en pista cubierta al imponerse el 2 de marzo de 2018 en el campeonato de Birmingham, pero fue tres días después cuando dio el gran salto a la fama de forma literal con un registro de 8,83 en la Liga del Diamante en Roma, el más largo en 23 años, que le postuló como nueva estrella de la modalidad.

El cubano acarició con esa marca no homologada por el factor +2.1 del viento a favor –el límite es de +2.0– el mítico récord de 8,95, propiedad del estadounidense Mike Powell desde 1991 e hizo saltar todas las alarmas en el mundo del atletismo; más cuando, el pasado febrero en La Habana, brincó nueve centímetros más hasta el 8,92 –también ayudado por +3.3 de viento ilegal– para superar los 8,90 de Bob Beamon en 1968.

“Todas las competencias las llevo a un nivel superior. Nunca me cuido e intento hacer la mejor marca posible”, asegura el cubano.

Con 1,84 metros de envergadura y una desbordante personalidad, Echevarría es bien querido en Camagüey, donde fue criado por su madre, fallecida cuando el saltador cumplió los 18 años; fue entonces cuando se mudó a La Habana para acelerar su formación deportiva.

Su entrenador Daniel Osorio le insiste en la necesidad de trabajar la técnica, ritmo de carrera e impulso y ejerce de referente, a menudo también extradeportivo, para el nuevo campeón.

“Aunque no haya salido de mis entrañas lo quiero como un hijo. Lo preparo desde el punto de vista físico y le doy las herramientas para que sea el mejor ser humano posible”, explica Osorio.

También lo conoce bien el pertiguista Andy Hernández, compañero de delegación y camada. “Es un chico bien divertido, que hace mucha broma y le gusta cantar reggaetón”, explica Hernández. “Antes siempre le ganaba Maykel Massó y lo llevaba mal, aunque por adentro. No lo exteriorizaba mucho”.

Con saltos de 7,07 y 7,21 y un nulo, el ex campeón juvenil Massó ni siquiera logró clasificar a las últimas tres rondas en Lima, resignado a ver como espectador otra nueva exhibición de quien, no hace tanto y pese a lucir la etiqueta de promesa, ejercía de mero escolta en la clasificación.