Suena el heavy, despierta el Giro

{Banda Sonora: Judas Priest – You’ve Got Another Thing Coming}

Por ÀLEX OLLER

Algunos llevan mal los días de asueto. Se levantan y no se encuentran, se rebelan, exigen a los demás que se pongan las pilas cuando están aún en fase de recarga. Y si el Giro de Italia se para los martes, cuando la mayoría de mortales trabaja, patalean todavía más: ¿Cómo que no hay carrera? ¿Cómo que no hay crónica? ¿Cómo que no hay tercer tiempo? ¿Y de qué vamos a hablar, ahora? Tan importante es frenar un rato, como asimilar qué es lo conveniente, ni que sea en aras de la venerada productividad, no fuera a ser que pausáramos por placer, sin más.

Avisan los ciclistas veteranos de que las jornadas de descanso tienen su peligro, que hay que saber digerirlas, sin excesos: rodar un poco, refrescar la memoria muscular, respetar la dieta… mantenerse alerta, vamos, aunque ahorrándose el estrés. A Egan Bernal, actual líder de la carrera italiana tras 16 etapas, se le ve confiado este miércoles, al arranque de la decimoséptima en la bella, soleada y bucólica localidad alpina de Canazei. El colombiano, quien suma dos victorias hasta la fecha, viene de mostrarse pletórico el lunes, cuando cruzó primero en Cortina d’Ampezzo, luciendo la maglia rosa a todo color, y distancia en casi dos minutos y medio a su rival más cercano. Agresivo en su regreso a una gran vuelta tras su lesión de espalda, no ha dudado en atacar y, puñalada tras puñalada, ir eliminando rivales: primero fue el accidentado Mikel Landa, luego Remco Evenepoel, después Aleksandr Vlasov y, ahora, tras un merecido reposo, toca no descuidar la defensa, mirar el marcador e iniciar la cuenta atrás hasta Milán.

El recorrido es un todo reto para quienes se vean con ánimos de intentar recortarle al apodado patrón, pues cierra con dos puertos de primera categoría, y el último, Sega di Ala, es una auténtica pared con tramos de inclinación al 16%. Victor Campeanerts, ganador el domingo, ni toma la salida, pero una veintena de corredores se adelanta al pelotón y pasa primero por Trento, donde se celebró en el Siglo XVI el histórico concilio ecuménico de la Iglesia Católica que, más que una reunificación del cristianismo, ofició de acuerdo contra la reforma protestante y reafirmación de las jerarquías y la autoridad papal. O sea, oído al pinganillo y caza a los dispersos, pero con orden, que aquí no se escapa ni Dios.

Cuesta no ensimismarse con las espectaculares estampas tirolesas, pintadas de intenso verde y azul, mientras los ciclistas rodean el Lago di Pra da Stua, el día en que Mikel Nieve cumple 37 años y la hinchada celebra la reafirmación de Bernal como icono del nuevo ciclismo que también encarna Tadej Pogacar, su verdugo en el pasado Tour de Francia. Y empiezan las cuentas: ¿Para cuándo otro duelo entre el esloveno y el antioqueño en una grande? Menos focos se posan sobre el irlandés Dan Martin, que lleva el ciclismo en los genes –es hijo de Neil Martin y sobrino de Stephen Roche– y cuyo mayor logro hasta la fecha es haber acabado cuarto en la última Vuelta a España. Pero, a falta de 40 kilómetros para la llegada, el patito feo lidera una fuga junto a Gianni Moscon y Antonio Pedrero, que saca dos minutos y medio de ventaja al grupo de los favoritos. Bernal ni se inmuta. No es una amenaza en la general el nativo de Birmingham, conocida también como la ciudad de los mil oficios o el taller del mundo por su relevante liderazgo durante la Revolución Industrial en el corazón de las Midlands. La segunda urbe más poblada de Inglaterra, que alberga el Second City derby entre Aston Vila y Birmingham City, también dio a luz al género del Heavy Metal con la formación de legendarias bandas como Black Sabbath o Judas Priest, y Martin martillea con la saña de un pionero el pedal conforme empieza el verdadero rocanrol: la ascensión final.

Es probable que Joao Almeida, el portugués errante que no encontró Evenepoel cuando más lo necesitó en el sterrato, sea más de fados, pero acude presto al toque de guitarra del líder del Israel Start-Up, y reta al resto de candidatos a cuatro kilómetros de la cima. El cóndor de Zipaquirá le echa el ojo pero tampoco se preocupa en exceso: viene de soltar a Hugh Carthy y Romain Bardet y se siente bien. Bastan un par de pedaladas para darle alcance junto a Simon Yates. ¿A qué viene tanto ruido? Es el redoble de batería de Yates, hijo de otra ciudad industrial británica como Mánchester, quien parece hinchar las ruedas de su bicicleta cada vez que sus poderosas piernas bombean, cual pistones, sus pedales. Y conforme crece el del BikeExchange, se empequeñece Bernal, quien se encorva por primera vez en este Giro. Y sufre. Y se queda. “¡Uy, Egan!”, se alarma Alberto Contador en la retransmisión de Eurosport. También se percata sobre el caliente asfalto Almeida, quien se va con Yates a por Pedrero –lo pasan– y Martín –no lo pasan-. Corona la inédita cota el irlandés, no sin sufrimiento, pues cada zapatazo es un puñal que le obliga a una contorsión distinta, cual desbocado headbanger, convertida la bici en un potro de tortura digno de la Santa Inquisición.

No hubo concilio alguno en la carrera a su paso por Trento y Bernal necesitó de la rueda y arenga de su compañero, Daniel Martínez, para no caer a la hoguera cuando quedan cuatro días (tres  laborables, otro de fiesta y ninguno de descanso) para el juicio final. La mirada del maglia rosa , que pierde 51 segundos con Yates, denota estrés, angustia por el ardor de las brasas y revela, por vez primera, un atisbo de debilidad de quien lidera la general, ahora con dos minutos y 21 segundos de ventaja sobre Damiano Caruso y el británico algo más cerca: tercero a 3’23’’. Sonó, a guitarrazo limpio, el despertador: Hay Giro, hay crónica y hay tercer tiempo.

“No es el tiempo, es la moral. ¡Que duro es el ciclismo!”, exclama Contador. Duro, no, querido Alberto. Esto ya es heavy.

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