Por la cara

{Banda Sonora: Los Punsetes – Opinión de Mierda}

Por ÀLEX OLLER

En Chile descubrí, de la mano de mi colega y amiga Ángela en 2010, la revista Caras, otra que engrosa el catálogo del papel cuché dedicado a la llamada prensa rosa, del corazón o, como se autodefinen tirando de anglicismo, información de celebrities. Les cuento: este jueves son portada el mal momento de Carolina Hadelmann (le descubrieron nódulos en las cuerdas y no puede volver a hablar), Julián Weich, a quien denunciaron por no cumplir el aislamiento por Coronavirus, y Rodrigo De Paul –a éste sí lo conozco, es futbolista y acaba de fichar por el Atlético de Madrid –, que fue papá por segunda vez. De Tadej Pogacar y el Tour de Francia, nada de nada. Y eso que el esloveno está en la cresta de la ola, aseguran mis fuentes que en su triunfo de ayer saludó en plena ascensión a su bella novia, Urska, y la carrera, si de analizar rostros de gente conocida se trata, es todo un poema.

Como nos gusta escrutar el lenguaje corporal… se trate de un reality show o en el ámbito del deporte, que al final es otra forma, supuestamente más noble y civilizada, de competición. Ocurre cada vez que se alcanza una tanda de penales, como el domingo pasado, en la final de la Eurocopa. “Uy, este lo falla”, aventuramos, repentinamente doctorados en psicoanálisis facial. Y erramos nosotros, porque lo mete, aunque ello no baste para que no insistamos con el siguiente: “Uy, este va con susto”, y así hasta el final, pues forma parte del juego la pasión por la opinión sin fundamento, el cuñadismo, ya sea pontificando sobre el éxito o fracaso de futbolistas profesionales o aventurando rupturas sentimentales en el mundillo de la farándula.

Tampoco se escapa a la afición la última ascensión a la montaña en la Grande Boucle. Decidido con antelación el campeón, un intratable Pogacar que amenaza, a este ritmo, con firmar una época tan dorada en el ciclismo como la que marcó –perdón, sigue marcando– Isabel Preysler en el ¡Hola!, apenas nos queda el cuchicheo de si Mark Cavendish superará o no el récord de 34 victorias de Eddy Merckx, o la quiniela por el triunfo de etapa. En Teledeporte, Perico Delgado apuesta por el líder esloveno, mientras que se decanta por Richard Carapaz el invitado y ex campeón, Carlos Sastre. “¡Uh! ¡Qué gordo!”, remarca sobre el madrileño La Maja, fan declarada de las onomatopeyas que aderezan los reportajes gráficos del Cuore. Insiste mi suegra que allí es donde está la pasta de verdad –en la prensa del corazón, no en Teledeporte– y que me cambie de especialidad, ahora que aún estoy a tiempo. Tan seguro no ando, pero, para que no se diga, lo intento: “¡Aaaarghhhh!”, ¿pero han visto qué lorzas, las de Michal Kwiatkowski, en plena subida con el maillot entreabierto? Perdón, no puede ser, la cámara engaña, seguro: el danés de 31 años mide 1.76 metros y pesa 68 kilos, lo he mirado. ¿Ven? Esa manía por los datos impide hacer carrera… Y el gregario va cómo un tiro tras subir y bajar el temible Tourmalet. Eso no es panza, es motor que trabaja a destajo para su jefe de filas en el Ineos, un Carapaz consciente de que es su última oportunidad de colarse en la codiciada tapa.

Lo buscó el miércoles el ecuatoriano en Saint Lary, compitiendo con Pogacar y otro enfant terrible como Jonas Vingegaard, pero entre los dos jóvenes le robaron el plano. Tiró de trucos de veterano, con gruñidos y muecas de sobreactuado sufrimiento, pero a cara de póker tampoco le pudo al vigente campeón, que leyó la jugada, aguantó el embate y ¡uaaaaaaaaaaaaaaaaaaasss!, le adelantó al final con un demoledor cambio de ritmo, casi al esprint.

Repiten, como tantas veces en los magazines de cotilleos, los mismos protagonistas en esta 18va etapa, Pogacar, Vingegaard y Carapaz. Disfrutó de sus 15 minutos de fama el francés David Gaudu, que corona el puerto de primera categoría y baja como los ángeles antes de que lo alcance el pelotón y después de que Carlos de Andrés destaque la “cadencia elegante” de Wout Poels –“mmmmmmm…”– en contraposición al “estilo atrancado” de Michael Woods –“uuuuufffff…”–. Una vez cruzado el puente de Napoleón y atrapado el favorito local, empieza el Sálvame Deluxe de verdad, en la tremenda ascensión a Luz Ardiden, con los favoritos y unos cuantos atrevidos más –Daniel Martin, Ben O’Connor, Sepp Kuss, Jonathan Castroviejo y Enric Mas– echándose miraditas, amagando nuevamente con ataques, culebreando e interrumpiendo cadencias. Otra vez, los pronósticos en el grupo de Whatsapp: que si Carapaz, que si Wout Van Aert, que si Kuss… todo con tal de no ir sobre seguro y apostarlo todo al amarillo. Es más divertido interpretar caras, otro pequeño placer que nos ha birlado momentáneamente el maldito coronavirus.

Un día después de la fiesta nacional, se toma un receso el presidente francés Emanuel Macron y aparece siguiendo la jornada, primero en coche, luego de pie en la llegada, siempre cubierto el rostro por la familiar mascarilla. Entrenados a estas alturas en el reconocimiento gestual, simplemente percibimos su ligero arqueo de cejas al pasar, como una exhalación, Pogacar, tras otra impresionante escapada a 300 metros de la meta. “Este es cazador y, donde apunta, dispara”, concluye Sastre, que da, de paso y sin darse cuenta, con la tecla mágica para lanzar penales.

Ya en lo alto del podio, con ramo de flores, peluche y tres maillots –amarillo de líder, blanco de joven y topos de la montaña–, luce sonrisa el vencedor mientras brillan los flashes y aplaude el presidente. Es foto de portada para el de siempre. El más vigente que nunca campeón de la gente. El que gana –¡Diossss!– por la cara.

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