Trapos de colores

{Banda Sonora: Adriano Celentano – Azzurro}

Por ÀLEX OLLER

Ayer tocaban armarios y camiseta de baloncesto. Este domingo, parqué y zamarra de fútbol de Gianluca Vialli, que se juega la final de la Eurocopa y aquí vamos siempre con Italia. Estrenamos programación social en el (funky) piso y, entre L’Officina del Gusto y Divinos Sabores de Sicilia, tiramos la casa por la ventana: mortadela, porchetta, salami, quesos Pecorino y Taleggio, focaccia, aracinis a discreción, todo regado con botellines de Nastro Azzurro y Peroni. La retransmisión de la 15ta etapa del Tour de Francia me pilla con el móvil en la mano, deleitándome con los highlights del ex delantero de la Sampdoria, donde formó legendaria pareja ofensiva con Roberto Mancini. I gemelli del gol, los llamaban, de lo bien que se entendían. Tanto, de hecho, que siguen juntos 30 años después como técnicos, y está noche regresan a Wembley, donde perdieron una final de la Liga de Campeones contra el Barcelona y esperan darle un soberano disgusto a Inglaterra.

Pero faltan horas todavía para el evento del día, y la carrera ciclista, más que un antipasto, es un entrante a degustar con calma y sin interrupciones. Dejo el teléfono y me centro, que hoy tocan los Pirineos de verdad, con la entrada en Andorra y el Pas de la Casa y el inevitable cachondeo por parte del personal con el que solemos movemos por la zona: una panda de quisquillosos a la hora de elegir alojamiento esquiador, que no valoran como se merece la privilegiada ubicación y excelentes prestaciones de nuestra habitual morada, desde donde se verá, en primera fila, ascender al pelotón.

Se espera espectáculo en el Principado, donde residen una cincuentena de corredores que acompañan al líder de la general, un Tadej Pogacar demasiado tranquilo en los últimos siete días, desenfocado primero por el récord de Mark Cavendish, luego jugando al catenaccio, priorizando no encajar gol y renunciando así a los trepidantes ataques a los que nos malacostumbró en la primera semana de competición. La jornada, con subidas a tres puertos de primera categoría, es propicia para probar suerte a pecho descubierto y descubrir si sus pequeños amagos de ¿debilidad? tienen fundamento. El mañana no existe, pues el lunes toca descanso y La Maja saca la corneta con un  “¡Vamos Bala!” dedicado a Alejandro Valverde y que se oye desde el ala norte de la casa, sin mediar hilo musical. Puede ser un buen día para el murciano, que desayuna con su convocatoria para los Juegos Olímpicos y anuncia una rueda de prensa de cara al siguiente. También presentan candidatura, si bien no para la etapa, sí para alterar la general, los sospechosos habituales: Rigoberto Urán, Richard Carapaz, Ben O’Connor y Jonas Vingegaard.

Están acostumbrados al show los andorranos, aun a su pesar. Más si cabe, tras la declaraciones –mediáticas, no fiscales– de ciertos youtubers durante la pandemia y las conocidas triquiñuelas de la familia del (no tan) Molt Honorable President Jordi Pujol. Coincide la etapa en el paraíso fiscal justo cuando ratifica el G-20 el pacto para que las multinacionales tributen sus ganancias en los países europeos donde acostumbran a hacer negocio. ¡Menudo disparate! ¡Hasta aquí podíamos llegar! Si me puede la indignación a mí, portador de una camiseta trucha de los años 90, imagínense a esos pobres patriotas que aparecen en las cunetas ondeando estelades. Bastante tienen con pagar el 21% del IVA de la banderita de turno, que tampoco las regalan, eh… aunque las haya corsas, francesas, eslovenas y del Real Zaragoza. Y camisetas cuento otras tantas: del Barça –la cuatribarrada, como no–, del Betis, del Athletic y hasta del Espanyol. Para gustos, colores. Los hay, incluso, que prefieren por bandera un chuletón, titula Elvira Lindo en El País. Así estamos también en temas medioambientales, mirando al tendido y tirando de chascarrillos, como quien no quiere la cosa, no sea que a alguien le dé por pensar y arreglar asuntos que nos conciernen a todos. Menos mal que, de la pandemia, salimos mejores.

Tras anunciar –muy ad hoc– el pase de la película La pequeña Suiza durante una pausa publicitaria, en Teledeporte le preguntan sobre el tema cárnico a Patxi Vila, pero el responsable de rendimiento del Movistar esquiva la polémica y se centra en la carrera, donde Pogacar parece aburrido hasta que empiezan a sucederse los ataques a 46 kilómetros del final. Es Nairo Quintana el que prueba en subida, y emociona ver al colombiano escalar el Pic Maià con el orgullo de un campeón, aunque no las piernas. Tras un par de intentonas, lo cazan en bajada, y tampoco consiguen descolgar al líder Carapaz, Urán o Vingegaard, quienes, tras turnarse ante Pogi, desisten y llegan en manada por delante, eso sí, de un desfondado Guillaume Martin y detrás del héroe del día, el pletórico Sepp Kuss.

El último en lanzarse es el primero en cruzar la meta, tras un despliegue de potencia, que solo ha logrado seguir, 23 segundos más atrás, un bravísimo Valverde, al que le puede la precaución en la bajada. “Él conocía la carretera mejor que yo. Era importante ganar, pero más importante era no caerse”, explica el veterano, aludiendo a la residencia andorrana del estadounidense. 41 tacos cuenta El Bala, que tenía solo dos cuando Italia, este mismo 11 de julio, pero 39 años atrás, ganó el Mundial de España. Hoy toca, insisto, un triunfo de la Azzurra y que se monte una buena fiesta, no en Londres, sino en Roma. Con distancia y sin desmadre, productos cárnicos, camisetas y banderas, si procede. Mientras suenen Franco Battiato, Adriano Calentano y Raffaela Carrà, poco importa… hasta trapos de colores, si se quiere.

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