Una vez me reí de Marc Gasol

[Esta columna fue editada y publicada en noviembre de 2020 por LA OPINIÓN]

{Banda Sonora: City Of Stars – Ryan Gosling, Emma Stone}

Por ALEX OLLER

Una vez me reí de Marc Gasol. Pero fue, como diría Jacinto Antón del asalto al Congreso de los Diputados en 1981 (casi) sin querer. Fue en privado, una simple charla entre colegas. Hace tiempo. Bastante tiempo. Una fanfarronada sin más, propia de un impostor al que, de vez en cuando, le gusta dárselas de entendido. Y aquel día me equivoqué. No entendí nada. No había entendido que Marc Gasol, el objeto de mi desafortunado chiste, un competidor como la copa de un pino del que más bien poco sabía, había venido para quedarse. Que de broma, nada.

Marc era entonces el hermano pequeño de Pau. Perdón, el hermano gordito. El hermano malo, según se atrevieron incluso a definir algunos desaprensivos. Hasta allí no llegué, pero sí me pareció un stretch, como dicen en Estados Unidos, aventurar que a ese joven pívot, por entonces todavía en formación, le esperaba un brillante futuro en la NBA.

Marc disputaba su primera temporada con los Grizzlies tras dar el salto desde el ya desaparecido Akasvayu Girona de la liga ACB de España, donde ya había rendido bastante bien. De hecho, podríamos decir que el Akasvayu Girona, un equipo sin historia surgido prácticamente de la nada a 100 kilómetros de Barcelona, era prácticamente Marc Gasol. Pero de Girona a la NBA, y concretamente a los Lakers de Kobe Bryant, de Shaquille O’Neal, de Magic Johnson, de Kareem Abdul Jabbar, de Jerry West, del Showtime, mediaba un trecho. Y pese a todo, habían apostado por él en el Draft de 2007.

Mi recelo se basó en otra desafortunada apreciación por parte de otro colega durante el All Star de Houston de 2006, cuando Marc aún luchaba por hacerse un hueco en la rotación del Barça y el serbio Dusko Ivanovic, célebre por sus severos métodos de entrenamiento, ejercía de técnico azulgrana. “Al gordito lo va a hacer llorar”, predijo el experto (aquí sin ironía alguna).

Desconozco si Marc lloró, pero lo pasó mal hasta que se reencontró con Svetislav Pesic, quien supo ver en el patito feo, si bien no las cualidades de un cisne, sí el tesón de un guerrero capaz de convertirse en un hombre importante; tanto que se lo llevó con él a Girona. Y a orillas del río Ter, Marc se convirtió en Marc.

Algunos no lo supimos ver hasta más adelante. Hasta que soltó amarras en el Mississippi y cuadró el círculo que había iniciado años antes en el instituto local de Memphis, cuando aún ejercía de hermano pequeño de Pau. Con el tiempo, se ganó el corazón de los aficionados, formando un formidable dúo interior junto a Zach Randolph, así como el respeto de los analistas, que vieron como el poste iba quemando etapas, mejorando sus prestaciones, puliendo su físico y ampliando su juego. Dicen que en el FedEx Forum muchos lo prefieren incluso a Pau, que su estilo combativo encaja más con una ciudad de las consideradas blue collar de Estados Unidos y que, al haber crecido a la sombra de su hermano, es uno más entre ellos.

Desde aquel mal chiste en una ya difunta redacción, Marc ha superado cualquier expectativa tras ejercer de moneda de cambio a los Lakers para fichar a Pau. Su palmarés incluye dos Mundiales, dos platas olímpicas, tres elecciones al All Star de la NBA y un anillo de campeón con los Raptors. Incluso escribió el prólogo de El sueño de mi desvelo, del compañero Antoni Daimiel. En él explicaba cómo empezó a soñar despierto viendo los partidos de Hakeem Olajuwon, “uno de los pívots de los que más he aprendido”, de los Bulls de Michael Jordan y, sí, “de los Lakers de Shaq y Kobe”, y escribía lo siguiente: “Apenas podía imaginar en aquel momento lo que vendría después”.

Así de aplicado, atento y generoso es Marc Gasol, capaz, sin tan siquiera proponérselo, de que el mas patán de los pronosticadores se sienta un poco menos patán por meter la pata. Al fin y al cabo, hasta Dirk Nowitzi no se podía creer que fuera el hermano de… cuando se lo encontró por primera vez.

Ahora, como bien apunta otro del gremio, viene a Los Ángeles “a cuadrar el (otro) círculo”, junto a LeBron James y –esperemos– Anthony Davis. Sus números ya no son los de Memphis, está mayor, va sufriendo achaques físicos tras fracturarse el pie derecho en 2016 y su rol se ha visto reducido.

Pero no seré yo quien descarte aquí un final made in Hollywood. Con Marc, no más bromas.

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