Primoz ‘Fucking’ Roglic

{Banda Sonora: Another One Bites The Dust – Queen}

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España – Con el impacto aún fresco de una emotiva noche de teatro en Barcelona, la última hasta dentro de (por lo menos) dos semanas, me siento a ver la décima etapa de la Vuelta, que por ahora se espera sí pueda disputarse en su totalidad, a falta de nueve días para el final.

La carrera, plana a primera vista, no aventura grandes noticias; no obstante, los 185 kilómetros que separan Castro Urdiales de Suances no son tan llanos como parece, con leves aunque constantes subidas y bajadas que bien podrían deparar alguna sorpresa.

Pero cuesta centrarse en el ciclismo. Lo vivido la víspera en la Sala Beckett dejó huella, no solo por lo visionado durante la obra El combat del segle, – un excelente retrato de la figura del boxeador Jack Johnson durante su periplo en la Ciudad Condal a principios del siglo XX, con memorables interpretaciones de Queralt Albinyana, Alex Brendemühl, Armando Buika, Andrea Ros y Yolanda Sikara– sino también por la sentida reivindicación de los artistas “del teatro como un lugar seguro” tras la función y su improvisada interpretación del Nobody Knows the Troubles I’ve Seen desde el balcón de la fachada a modo de protesta.

Las autoridades han decidido reducir el espacio dedicado a la cultura para combatir la segunda ola de la pandemia pero no, por ejemplo, el del deporte profesional; otra aparente incongruencia con efectos devastadores para quienes viven –o malviven– del noble arte de la interpretación, ya sea directa o indirectamente.

Per a mi, la vida val tant com el cos escalfa”, le suelta Clo a Lucille en un momento álgido de la obra sobre el primer afroamericano campeón de los pesos pesados.

Disfrutemos pues de lo que tenemos, como predicaba el autoproclamado Jack Fucking Johnson, hombre de espíritu libre en tiempos, sino más achuchados, bastante menos tolerantes con los de su raza y en los que fue capaz de combatir –y ganar– con una temible pegada y demoledora sonrisa a modo de coraza.

Calentémonos con una Vuelta de no pocos matices, grandes puertos y protagonistas de primer orden como Primoz Roglic, quien –vale la pena recordar– se presentó a la ronda española tras besar la lona en el penúltimo asalto del Tour de Francia, cuando sufrió un tremendo nocaut por parte del imberbe Tadej Pogacar.

Fue uno de esos golpes que definen la carrera de un deportista para bien o para mal, dependiendo de cómo lo encaje el campeón. Tras felicitar con elegancia a su compatriota, el ex saltador de esquí se impuso en la clásica Lieja-Bastoña-Lieja apretando los dientes y beneficiándose de un viral despiste de Julian Alaphilippe en la línea de meta y aterrizó en Irún con ganas de coronarse el 8 de noviembre en Madrid. Tras situarse líder con una maniobra de pillo, cedió el maillot rojo a Richard Carapaz en la sexta jornada y, después de rascar 13 segundos el miércoles, empezó este viernes también a 13 del ecuatoriano en la general.

Con Suances a tiro de piedra, ya controlado un grupo de escapados por el pelotón, no pintaba para mucho más la jornada que para una dura pugna final entre los sospechosos habituales del sprint. Pero ni Carapaz ni Roglic quisieron distanciarse demasiado. Al líder le dio un ataque de ídem conforme vislumbró la meta y se fue a por la etapa como quien suelta un gancho sin atender a la defensa y se lleva un directo al mentón que lo deja aturdido, contra las cuerdas y las rodillas temblorosas. Oliendo sangre, apareció entonces de la nada el esloveno para dejar atrás a su gran rival y, de paso, al resto, ganar la etapa con comodidad, llevarse 10 segundos de bonificación y ajustarse el maillot colorado, ahora empatado con Carapaz, ambos con tiempo de 40:25:15.

“A mí nunca me tocará morder el polvo”, proclamaba Johnson, quien acabó con 71 victorias y 11 derrotas su carrera.

No se le atribuyen fanfarronadas similares por ahora a Roglic, por mucho que, con demostraciones como la de hoy, se merezca con creces que nos dirijamos a él como Primoz Fucking Roglic en adelante.

 

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