Tomates, patatas, uvas, salchichas, gallinas y el fantasma de Tom Joad

{Banda sonora: The Ghost of Tom Joad – Bruce Springsteen}

Por ALEX OLLER

Invitado improvisado, el pasado viernes tuve la ocasión de asistir a la proyección del documental La Teoría sueca del amor en la cooperativa Cydònia del Poblenou en Barcelona.

Rodeado de tomates, lechugas y buena gente, seguí con gran interés la tesis del director italiano, Erik Gandini, sobre la efectividad o no de la rompedora política que el gobierno socialista de Olof Palme introdujo en los años 70, fomentando el individualismo bajo el paraguas del estado del bienestar entre los ciudadanos escandinavos. Y participé modestamente del posterior coloquio con el resto de asistentes, previo ataque colectivo e indiscriminado de bocadillos, croquetas, tortillas y cuantos deliciosos pasteles caseros cayeron sobre la mesa compartida.

El sábado me desplace al estadio del RCD Espanyol, a ver una película de terror en que un grupo de abnegados jornaleros resiste largo rato el acoso de tiránicos caciques hasta que uno de los supuestos revolucionarios –de nombre tan poco épico como José Manuel, pero que aquí vamos a denominar pura y llanamente Patata– se dispara no uno, sino dos fatídicos tiros en el propio pie, y acaba así con la más mínima ilusión del pueblo oprimido, resignado un año más a la sumisión ante el poderoso vecino. Lo dicho: terror.

El domingo, ya repuesto del disgusto sabatino y del atracón intelectual, gastronómico y  – ¿por qué no reconocerlo? –  espiritual del viernes, me dirigí por la tarde a la Sala Phenomena, sin duda el mejor cine de la ciudad en cuanto a  recreación de un espacio colectivo de proyección clásica, donde uno revive como espectador la experiencia cinematográfica en todo su esplendor de antaño; desde que atraviesa el enmoquetado vestíbulo con la exposición de películas en cartel, hasta que se sienta ante la gran pantalla y se desliza el aterciopelado telón.

El motivo de la excursión no era otro que disfrutar –si es que este verbo aplica ante tan trágica historia– comme il faut de esa obra maestra literaria que es Las uvas de la ira, del gran John Steinbeck. Es de los pocos casos en que un pedazo de libro es llevado al cine por otro creador de similar altura creativa como John Ford, y que aquí consigue plasmar sin adornos la desgarradora travesía de Tom Joad –interpretado maravillosamente por Henry Fonda– y su familia agricultora por la América de la Gran Depresión.

Comercializado en 1940, el film destila alma y discurso en cada fotograma y sigue vigente en su mensaje reivindicativo 77 años después, con concluyente reflexión de la matriarca:

“Nacen y mueren nuevos ricos. Y sus hijos no valen para nada y también mueren. Pero nosotros somos los que estamos vivos y seguimos caminando. No pueden acabar con nosotros ni quitarnos del medio. Saldremos siempre adelante, porque somos el pueblo”.

Cooperativa, fracaso de la lucha obrera y Steinbeck.

¿No está mal como antesala del Día del Trabajador, no?

Tampoco se escandalicen: el fin de semana acabó con el consumo de una jugosa hamburguesa y simpática película de animación hollywoodiense, La fiesta de las salchichas, cómodamente estirado sobre el sofá.

Bueno, simpática sí, pero no carente de contenido, ni mucho menos. Digamos que el frankfurt protagonista, aparte de los impulsos reproductivos propios de su subespecie, tiene ciertas inquietudes existenciales sobre lo que le espera más allá del reluciente supermercado. Más revolución que fiesta, vamos.

El lunes tocó caminar, descansar y, de nuevo, cine con el D’A Film Festival en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona. Dos documentales sobre el inquieto realizador estadounidense Richard Linklater.

Autor, entre tantos otros títulos, de la más que atrevida Boyhood, resulta que al director tejano le encanta retirarse a su rancho a las afueras de Austin a contemplar los patitos y las gallinas.

Y pienso yo en eso el martes, ya jornada de las consideradas oficialmente laborales, escuchando en pantuflas al admirado Bruce Springsteen y su álbum de 1995, The Ghost of Tom Joad, pintiparado para la ocasión.

Lo hago a la antigua, del tirón, hasta el último y descorazonador tema, My Best Was Never Good Enough, que me deja nuevamente algo aturdido, inmerso en mis divagaciones.

Tomates, patatas, uvas, salchichas, gallinas…

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