Cae el Atlético, vive el “cholismo”

 

[Este artículo fue editado y publicado en abril de 2016 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España (AP) – “Jugar una final es algo fantástico, ganarla es supremo”, avanzó el viernes Diego Simeone. “No hay otra cosa que me deje más feliz que ganar”, subrayó.

Ya en la noche de sábado, el técnico argentino del Atlético de Madrid se mostraba de todo menos radiante en la sala de prensa adosada al estadio San Siro, donde el equipo colchonero venía de perder la tercera final de la Copa de Europa de su historia, la segunda desde que adoptó la denominación de Liga de Campeones, y también la segunda bajo el timón del “Cholo”.

La anterior en 2014 en Lisboa, la cedió el Atlético en la prórroga, 4-1 contra el Real Madrid. La más reciente fue más dramática si cabe, pues el odiado vecino se la adjudicó en la tanda de penales tras el tiempo extra que había forzado previamente el Atlético.

“Si hablo de emociones y sentimientos, no van de la mano de las otras situaciones. Ahora prefiero pensar y reflexionar. Curar las heridas en casa”, comentó tras la derrota Simeone, visiblemente afectado en la rueda de prensa.

“No es fácil, pero nunca tuve las cosas fáciles. Para el Atlético es maravilloso jugar dos finales en tres años, pero yo no estoy contento. Perder dos finales es un fracaso”, estimó.

Pero la derrota rojiblanca, aunque dolorosa por repetida y evocadora también de la final perdida en 1974 contra el Bayern de Múnich, cuando el equipo germano forzó un partido de desempate que eventualmente ganaría, no debería forzosamente significar también el fracaso del “Cholo”, el ideólogo de la progresiva transformación –“partido a partido”, como se encarga de pregonar sistemáticamente el propio entrenador– que ha experimentado el Atlético desde su arribo en 2011.

“Ganar, ganar y volver a ganar”, la célebre frase que repetía el venerado ex jugador y técnico madrileño, Luis Aragonés, fallecido dos años atrás, se ha convertido en casi rutinaria realidad en el último lustro para la entidad previamente conocida como “el pupas”, que ha visto cómo sus vitrinas acogían sucesivamente la Liga Europa, Supercopa de Europa, Copa del Rey, liga española, y Supercopa de España.

Cierto que ningún triunfo hubiera sido más apreciado por la afición que la todavía inédita Champions.

Más, de producirse contra el todopoderoso vecino y con los argumentos de toda la vida del Atlético, en base al juego de robo y contraataque, pulidos, perfeccionados y complementados por el inigualable ardor guerrero de Simeone.

El bautizado “cholismo” no logró el sábado tomar el poder en Europa con la conquista de la copa apodada “orejona”, pero amenaza con crear escuela; si es que no ha iniciado ya la revolución del llamado “tiqui-taca” en torno al fútbol de posesión que puso tan de moda el anterior campeón Barcelona y que se ha topado con una nueva y sugestiva tendencia.

Así lo entienden al menos muchos en Italia, tierra históricamente abonada al llamado “catenaccio” defensivo y supuestamente con el corazón partido en la final entre el Atlético de Simeone, quien ejerció en su día como futbolista en Pisa, Inter de Milán y Lazio, y el Madrid de Zinedine Zidane, admirado organizador con la Juventus.

El sábado prevaleció el imponente palmarés y gen ganador del Madrid sobre los conceptos del argentino y sus futbolistas, capaces de contrarrestar largo rato el superior talento de un oponente formidable, pero que careció de los automatismos necesarios para ganar la batalla con autoridad.

“No creo en la justicia en el fútbol. Gana el que merece ganar. Las excusas no están hechas para mí”, prosiguió Simeone.

Ningún grande de Europa ganó en orden al Atlético, un ejército compacto y valiente bajo el firme mando del “Cholo”, capaz de sacar el máximo rendimiento a un delantero en crecimiento como Antoine Griezmann, o un veterano con ansias de reivindicarse como Fernando Torres.

“Tus valores nos hacen creer”, rezaba una gigantesca pancarta desplegada en el fondo de los seguidores atléticos al inicio de la final.

Fue el PSV Eindhoven, en octavos de final, el equipo que en más aprietos puso a los madrileños, quienes entonces sobrevivieron en la tanda de penales y supieron luego sufrir en cuartos ante el Barsa y en semifinales frente al Bayern de Múnich entrenado por Pep Guardiola, curiosamente el técnico que antes perfeccionó el juego de posesión del conjunto catalán.

No deja de ser significativo que fuera precisamente el Atlético el equipo que acabara destronando al último campeón, Barsa, en el torneo recién finalizado.

“Del segundo no se acuerda nadie”, insistió un inconsolable Simeone.

Quizás tenga razón el entrenador, aunque a tenor de lo visto y vivido en San Siro, cuesta creer que el “cholismo” caiga pronto en el olvido.

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