Carol Rodríguez, una historia sin palabras

[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2012 por THE ASSOCIATED PRESS]

Por ALEX OLLER

LONDRES (AP) – A Diego Calzado no le quedaban uñas de tanto mordisco, y la competición de gimnasia rítmica ni siquiera había comenzado. Pero el arquero y capitán de la Cultural Leonesa, equipo de la tercera división española de fútbol, tenía motivos para estar nervioso. Tras negociar unos días de permiso con su entrenador, había salido de su León natal en autobús a las dos de la madrugada, enlazado un vuelo en Madrid y aterrizado en Londres para llegar directo al Wembley Arena, donde su novia, Carolina Rodríguez, estaba a punto de iniciar su ejercicio.

“Me pongo muy nervioso”, avisó. “Y más después de todo lo que ha vivido”.

Ciertamente, el camino recorrido por Rodríguez, representante española en categoría individual de gimnasia rítmica, no fue el más común hasta llegar a los Juegos Olímpicos de Londres.

“Espinado”, lo definió la atleta nativa de León tras clasificar 15ta este jueves en los ejercicios de pelota y aro. “Las sensaciones son muy buenas por que no tenido fallos y ese era mi objetivo. Ha sido uno de mis mejores ejercicios. Si mañana lo bordo, igual clasificamos a la final. Sería un sueño, pero si no, me da igual. He salido a disfrutar y luego no me quería ir del tapiz por que me sentía muy feliz, con todo el mundo aplaudiendo…”.

A Calzado le acompañaban en las gradas una treintena de paisanos leoneses que también se habían pagado el viaje y la entrada para apoyar a Rodríguez. El Comité Olímpico Español apenas dispuso de dos boletos para los padres de la atleta en un pabellón de 6,000 asientos, lo que resultó en dispersados núcleos de fieles repartidos por el recinto.

Loli, hermana mayor de Carolina, quedó ubicada en un graderío perpendicular a sus padres, con los que se comunicaba por signos. Pero el ejercicio de mímica no obedecía únicamente a la forzada distribución. Tanto Carolina como Loli aprendieron de pequeñas a usar las manos para comunicarse con sus progenitores, que son sordomudos.

Esa temprana agilidad gestual junto con la cercana expresividad de Rodríguez, son sus grandes bazas en los ejercicios que realiza, asegura su entrenadora, Ruth Fernández. “Es una gimnasta que tiene ángel y mucho temperamento. Es cien por cien expresión y se mueve por emociones y sentimientos. El hecho de haberse comunicado sin palabras desde pequeña le ha beneficiado”.

Videocámara en mano, su padre graba minuciosamente sus pasos sobre el tapiz. “Se emociona mucho. Dice que, aunque no puede oír la melodía, la siente a través de mis movimientos”, relata Rodríguez, quien se considera una gimnasta “muy artística”.

Fernández no olvida su primer encuentro, cuando la pequeña de seis años acudió a un entrenamiento de animadora de su hermana. Al ver a una chiquilla practicando gimnasia, la hoy atleta olímpica no pudo reprimirse y exclamó: “¡Eso lo sé hacer yo!”. Atraída por la curiosidad, Fernández le hizo una prueba, y tardó poco en percatarse de que tenía enfrente a un diamante en bruto.

Rodríguez inició entonces su sueño de acudir a unos Juegos, abandonando León con apenas 14 años para ingresar en la residencia Blume de Madrid, donde permaneció lejos del calor paterno unos siete años.

Cumplió su objetivo al clasificar a Atenas 2004, donde consiguió un meritorio séptimo lugar en gimnasia de conjunto pero, al cumplir los 21, el equipo olímpico la invitó a irse por considerarla demasiado mayor, apartándola de los Juegos de Beijing.

Fue un trauma para la gimnasta, aunque Fernández recuerda ahora como el estilo pasional de su protegida nunca llegó a convencer a las preparadoras nacionales. “Las entrenadoras del este se basan más en la ejecución que las sensaciones, y Carol necesita cariño, porque a veces su mente traiciona su talento. Nunca le sacaron partido, la marginaron y le dijeron que ya no valía para esto”.

La falta de tacto del cuerpo técnico, especialmente tras el fallecimiento de su hermano en accidente automovilístico a cuatro días de su participación en un Mundial, empujaron finalmente a Rodríguez al retiro y el retorno a León.

Alli se reencontró con Fernández, quien se propuso recomponer la quebrada moral de la talentosa atleta. “Empecé a picarla: ‘Oye, ¿Por qué no coges el aro? ¿Por qué no te presentas al campeonato de España?”, relata.

La insistencia de la entrenadora, junto con la llegada de una nueva seleccionadora nacional, facilitó el pequeño milagro deportivo: Rodríguez regresó y, tras clasificar en el preolímpico, ganó en junio su quinto campeonato de España, el cuarto consecutivo, a sus 26 años.

Actualmente, la española es la tercera gimnasta con más edad en Londres. En el equipo nacional, la segunda más mayor cuenta cinco años menos.

Aunque Rodríguez no cierra la puerta a competir en Río 2016, reconoce que “probablemente estos sean mis últimos Juegos. La veteranía es un grado, pero ya tengo mis achaques”.

De su decisión dependerá en buena parte la rehabilitación de su maltrecho tobillo izquierdo, que tiene rotos los ligamentos. Para competir, se aplica ella misma un vendaje especial. “Es casi una escayola”, bromea. “Te tiene que gustar esto para tanto sacrificio y yo me siento bien haciendo gimnasia. Los momentos malos los olvidas con días como este. Creo que he nacido para este deporte”.

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