El jersey de Casillas

[Esta columna fue editada y publicada en junio de 2014 por LA OPINIÓN]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España – Cuando yo era chico, a la hora del patio se jugaba al fútbol y a los malos nos tocaba ponernos de portero. La posición, como me imagino ocurre con la profesión, solía ser de lo más ingrata. Entre otras cosas, porque la mitad de las veces acababa perdiendo el indispensable jersey y, aparte de un buen saco de goles, debía encajar también las broncas de mi madre.

Salvo monumental actuación, entiéndase por ello numerosas atajadas de mérito, la responsabilidad principal se limitaba a recoger el balón del fondo del arco improvisado, soportando algún que otro comentario reprobatorio.

Y digo balón en singular, porque lo habitual es que, pese al escaso glamour de la tarea, hubiera cola de “negados” esperando turno. Así, a cada gol recibido uno cedía el relevo al siguiente candidato hasta que la rueda volviera a señalarle. Una espera tan humillante como desasosegante.

Apuesto que la mayoría de arqueros en Brasil 2014 ha pasado alguna vez por similar trance, eventual forjador de una personalidad a prueba de dedos acusatorios.

Alejado ya de los peculiares códigos del patio, el portero profesional no puede permitirse tener memoria. En cuanto cae presa del remordimiento, la desazón, queda atrapado en un perverso y desconcertante universo de distracciones, deja de ver el panorama enfrente y descuida guardar su meta, de llevar a cabo la misma acción que define su nombre.

Iker Casillas apenas registró dos goles en Sudáfrica 2010 y fueron sus grandes paradas, incluida la final contra Holanda, las que permitieron a España conquistar su único Mundial.

A la primera ocasión de defender el trono, concedió cinco tantos el viernes, cuando los “Orange” se ensañaron con el portero del Real Madrid.

De cara al siguiente choque ante Chile, crucial por el boleto a segunda fase, algunos piden relevo en el arco de “La Roja”, dado el mal papel de Casillas en el debut, cuando pareció venirse abajo tras encajar el tercer tanto, en que reclamó falta.

Tras una temporada alternando titularidad, el madridista fue incapaz de olvidar la acción y cometió errores impropios, destacándose como el principal culpable de la goleada, que no la derrota.

Pero, ya acabado el encuentro, el capitán ejerció como tal en el vestuario, levantando el ánimo de sus compañeros.

Casillas y España perdieron su primer partido mundialista como campeones. Ni más, ni menos.

La corona sigue sobre su cabeza, y ahora el arquero debe recuperar el jersey.

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