[Esta columna fue editada y publicada en junio de 2014 por LA OPINIÓN]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España – El toque ya no basta. Esta es la dura lección que aprendió España, si es que no lo sabía ya, el viernes tras encajar una dolorosa goleada, 5-1 a manos (o mejor dicho piernas) de la revitalizada selección de Holanda en su estreno mundialista.
No entierren a “La Roja” todavía. Recuerden que el combinado de Vicente Del Bosque también arrancó con sorpresiva derrota, 1-0, ante Suiza el pasado certamen de Sudáfrica, que acabó conquistando.
Aquel partido lo vi en un lugar tan insospechado como Cuba. En una acogedora casa de La Habana junto a mi esposa y, cosas de la vida, un risueño e incrédulo señor helvético, también de visita en la Isla.
Nadie esperaba entonces semejante resultado, pues España alcanzó la cita como campeona de Europa y exhibía un fútbol dulce, de toque excelso y contagiosa determinación. La calidad individual de sus futbolistas al servicio del equipo posibilitó que ganara sus seis siguientes cotejos hasta proclamarse campeón por primera vez en la historia, con solo dos tantos encajados. Y a esa reacción se agarra ahora el actual combinado, consciente de que le esperan dos “finales” a cara de perro ante Chile y Australia.
Pero las sensaciones transmitidas el viernes, más allá del aparatoso marcador, fueron muy distintas a las destiladas cuatro años atrás. Si lo de Suiza pudo archivarse en el cajón de los accidentes, lo de Holanda se antoja más bien un aviso. Y de los serios.
Todo le salió mal a España en Salvador de Bahía, donde los chicos entrenados por Louis Van Gaal se bastaron de un libreto tan sencillo como conciso para desnudar al vigente campeón, incapaz de superar la incesante presión “Orange”, pese avanzarse de penal sobre Diego Costa.
El experimento del hispanobrasileño como punta de referencia no funcionó y vino a retratar el principal problema del equipo de Del Bosque que, salvando al lateral Jordi Alba, pareció llegar muy justo de físico a la cita.
Frente a la superioridad técnica de hombres como Andrés Iniesta, Xabi Alonso, Xavi Hernández y David Silva, el liviano y joven equipo holandés dispuso orden táctico, sentido solidario y velocidad con ideas claras en cuanto recuperaba el balón.
El tanto neutralizador de Robin Van Pierse, ganando la espalda a la defensa, abrió el boquete por el que acabaron colándose, siempre más asertivos que sus rivales, Arjen Robben dos veces, Stefan de Vrij y nuevamente Van Pierse.
Tumbada en la pasada final por la “Roja”, Holanda se cobró venganza mundialista a la primera ocasión y tomó aire en el Grupo B.
Ese oxígeno le falta hoy a España de cara a revalidar su corona, ante un camino aún más empinado en caso de clasificar segunda de cuadro. Pero incluso para lograr ese boleto deberá correr considerablemente más de lo que hizo en su catastrófico debut.
La cuestión no es tanto si a “La Roja” le resta fútbol, más bien si le queda gasolina.