[Este artículo fue editado y publicado en mayo de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Cuando el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, salió el lunes a la sala de actos del estadio Santiago Bernabéu y anunció que el entrenador José Mourinho no seguiría al frente el equipo blanco la próxima temporada, la declaración sonó a portazo enrabietado, cerrando una de las etapas más convulsas del club nueve veces campeón de Europa.
No hubo grandes lamentos, más allá de la constatación por parte del dirigente de la injusta presión mediática a la que, a su juicio, se sometió el técnico portugués.
Tres años de Mourinho en la capital española han dado para mucho, y ha corrido larga tinta sobre sus éxitos y fracasos, ninguno de los cuales ha causado indiferencia.
Pérez, el impulsor del Real Madrid de “Los Galácticos” en su primera etapa como presidente, entre 2000 y 2006, quiso repetir en su segundo mandato iniciado tres años después la fórmula que libró a la entidad su novena Copa de Europa bajo el influjo de futbolistas de primer nivel como Zinedine Zidane, Luis Figo, David Beckham o el goleador brasileño Ronaldo.
Para ello fichó de inmediato a los astros Kaká y Cristiano Ronaldo y, un año después, al que consideró mejor entrenador del planeta para liderar el faraónico proyecto: Mourinho.
El palmarés del portugués era incuestionable, pues acababa de hacer campeón de Europa al Inter Milan por primera vez desde 1965, su segundo título continental tras ganar la Champions con el Porto en 2004; y también había conseguido que el Chelsea conquistara la liga inglesa por primera vez en medio siglo.
La precedía igualmente una fama de polémico irritador ganada a pulso, sobre todo en los duelos directos con el Barcelona, club en el que había militado como traductor del británico Bobby Robson y ayudante de Louis Van Gaal.
Pero ello no fue obstáculo para que Pérez le diera la alternativa en lugar del chileno Manuel Pellegrini, cuyo estilo sosegado y gusto por el juego ofensivo contrastaba abiertamente con la volcánica actitud de Mourinho y su preferencia por el fútbol contragolpeador.
La apuesta de Pérez, obsesionado con recuperar la época de esplendor “merengue” y poner fin al dominio de la liga por parte del Barsa, era clara: sacrificar parte del tradicional señorío del Madrid en beneficio de reinar en España y levantar la ansiada décima Copa de Europa.
Y a la hora de pasar balance, no se puede decir que Mourinho decepcionara en cuanto a histrionismo. Sí en lo referente a objetivos puramente deportivos.
Una liga española, una Supercopa y una Copa del Rey son el discreto balance del apodado “Special One” en tres años de servicio; palmarés a todas luces insuficiente para un técnico que siempre ha basado la evaluación de sus éxitos en relación a títulos conseguidos, como se ha encargado de recordar periódicamente.
Los “papelitos”, como él mismo los denominó en su día, han sido habituales en las crispadas ruedas de prensa del entrenador portugués, quien nunca dudó en pasar lista sobre los que consideró errores arbitrales graves de la UEFA respecto a su equipo; o más recientemente, cuando enumeró los 18 entrenadores que le precedieron en el club blanco, queriendo compararse favorablemente.
Mourinho erró en esa presentación, de la que omitió, entre otros, los éxitos del seleccionador español Vicente Del Bosque, campeón continental en 2002. Como erró en la estrategia de desgaste que algunos interpretaron precipitó el adiós de su colega del Barsa Pep Guardiola y que, en definitiva, acabó desquiciando a su propio plantel y gran parte de los seguidores madridistas.
La propia y amarga despedida de Mourinho a solo dos días de cumplir el primer año de los cuatro que se pactaron en su renovación deja un rastro de tierra quemada que al Madrid le costará resembrar, síntoma de que los fracasos excedieron ampliamente los logros.
Probablemente no sea casualidad que la más reciente imagen del técnico sea la de un descontrolado protagonista camino de los vestuarios, después de ser expulsado en la final de la Copa del Rey, perdida el viernes por 2-1 frente al Atlético de Madrid, en su propio estadio Santiago Bernabéu.
Ninguno de aquellos 18 entrenadores mencionados hace unas semanas había perdido un clásico ciudadano contra el vecino rojiblanco, pero obviamente Mourinho no recurrió a los famosos “papelitos” tras el duro revés, optando en cambio por retar nuevamente a la prensa, después de menospreciar el protocolo deportivo y negarse a recibir su medalla de parte del Rey de España.
Notorios sus desprecios y rifirrafes, la imagen más recordada seguirá siendo, pese a todo, la de su dedo en el ojo del entonces segundo entrenador del Barsa, Tito Vilanova, durante la disputa de la Supercopa de España en 2011, también ganada por los azulgranas.
El “Special One” sí podrá jactarse de haber nivelado en parte los duelos con el Barsa, recuperándose de un doloroso 5-0 en su primer cruce para acabar con balance de cinco victorias, seis empates y seis derrotas.
En el legado de Mourinho, quien elevó considerablemente la crispación en las áreas técnicas con sus constantes protestas, hay que anotar la mano dura mostrada esta temporada por parte del colectivo arbitral, que ha expulsado a numerosos entrenadores a lo largo del curso.
El portugués incluso sacó de sus casillas a colegas tan respetados como el fallecido Manolo Preciado, quien le llegó a llamar “canalla” después de que Mourinho criticara una alineación suya ante el Barsa con el Sporting de Gijón.
Su hipocondría rebasó el límite de las instituciones deportivas, a las que acusó de conspirar en su contra incluso con la elaboración del calendario, y pronto alcanzó a su propio plantel, que intentó dividir y conquistar primero, y al que acabó por desprestigiar en público con el claro ejemplo del capitán internacional Iker Casillas, relegado a suplente en la que acabaría siendo la campaña de su adiós.
Sus últimos incondicionales, Cristiano Ronaldo y Pepe, se le tornaron en contra en un final digno de obra shakespeariana, añadiendo a una larga lista de víctimas como Pedro Léon, Lass Diarra o Kaká, que nunca emergió de las tinieblas bajo su mando.
El ninguneo a la cantera también fue notorio, así como su enfrentamiento con su responsable, José Alberto Toril; otro de sus múltiples enemigos dentro de la institución, como fuera el argentino Jorge Valdano, relevado de su función como director deportivo a petición suya.
Cegado por la luz de “La Décima” que nunca acabaría llegando tras caer por segundo año consecutivo en semifinales de la Champions ante un equipo alemán (Bayern Munich en 2012, Borussia Dortmund en 2013), Pérez le mantuvo en el cargo durante un último curso crispado en que muchos directivos demandaron su cese fulminante.
“Está ha sido mi peor temporada”, reconoció el propio Mourinho tras la derrota copera.
En su haber quedan la Supercopa, la Copa en su año de estreno ganada al Barsa tras 18 años de sequia y la liga de 2012, también conocida como la de los 100 puntos y 121 goles. Ambos récords vigentes, a menos que el cuadro azulgrana, con dos fechas restantes y estadística de 94 unidades y 109 dianas, se empeñe en borrar de un plumazo su último, y en verdad único, gran éxito.