[Este artículo fue editado y publicado en junio de 2012 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
VALENCIA (AP) – “De tal palo, tal astilla”, dice el popular refrán. Y, aunque a Pastor Maldonado se le aventure madera de campeón más que maneras de carpintero, el dicho aplica como armario a mida para el piloto venezolano de la escudería Williams de la Fórmula 1.
Nacido hace 27 años en Maracay, Maldonado confirma la leyenda de niño solitario que prefería la compañía de sus cochecitos de juguete al alboroto de los parques infantiles. Su carácter, ahora abierto y de acceso fácil, ha evolucionado notablemente desde entonces, pero gran parte de su infancia transcurrió entre bujías, pistones, tornillos y olor a neumáticos y gasolina.
En tierra de pasión por las cuatro ruedas, su padre y sus dos tíos regentaban diversos concesionarios automovilísticos y talleres mecánicos donde el pequeño Pastor se sentía como pez en el agua. “Maracay es la ciudad de los motores, con un karting en el centro que todo el mundo conoce. Allí me crié junto a motos y coches. Al principio no me dejaban montar porque era muy chico”, recuerda el actual décimo clasificado del mundial de automovilismo, uno de los más excitantes que se recuerdan, con siete ganadores distintos en las siete carreras disputadas.
Los que aventuraron en Maldonado un futuro brillante en la Fórmula 1 no se equivocaron. En sólo su segunda campaña al volante de un Williams, logró lo que ningún piloto de su país había conseguido antes: ganar un Gran Premio.
Fue el pasado 13 de mayo en Barcelona, cuando el venezolano ofreció una auténtica lección de pilotaje y estrategia sobre el circuito catalán, territorio del bicampeón español Fernando Alonso, cuyo Ferrari acabó segundo.
El triunfo vino a reflejar la perfecta sintonía entre Maldonado y su ingeniero de pista, el catalán Xevi Pujolar. “Trabajar con Pastor es un lujo: se pasa el día en el taller preguntando y conversando con los ingenieros, buscando cualquier manera de mejorar el coche”, explica en vísperas del Gran Premio de Valencia. “Visita la fábrica entre carreras y en seguida nota si se ha cambiado algo. Le cuesta mucho desconectar. Yo solo le digo que salga y disfrute”.
Pero no hay mayor gozo para Maldonado que sumergirse en su oficio. “Disfruto al máximo de la ingeniería y la mecánica”, admite. “Viviendo en la meca de la tecnología, eres consciente de que detrás de toda pequeña pieza hay muchos materiales distintos y millones de horas de dedicación. En el equipo hay más de quinientas personas trabajando para dos coches”.
Se confiesa religioso y reconoce que sólo sus duras sesiones de gimnasio le ayudan a relajarse, pero aún así razona su obsesión por la preparación física: “Cuando uno se cansa, el músculo es lo primero que se resiente, pero seguidamente lanza una señal al cerebro, y eso afecta la habilidad mental para tomar decisiones”.
La recompensa llegó para él en Barcelona. Y también para Venezuela, que se volcó en la celebración y le recibió como héroe pese a la etiqueta de “piloto de pago” que algunos le colgaron tras el apoyo explícito del presidente Hugo Chávez.
Fue también el primer triunfo de Williams tras ocho años de sequía, pero Pujolar reconoce que en el equipo se alegraron principalmente por él y por lo que la gesta representó para su país. “Antes de la carrera, los ingenieros estábamos algo nerviosos porque notábamos la presión por puntuar pero, cuando apareció Pastor, nos calmó a todos y nos aseguró que todo iba a salir perfecto ese día. Y así fue”.
Si la pasión por el motor de Maldonado nació en el taller, el carácter disciplinado y determinado lo forjó en la academia militar en que ingresó por voluntad propia a los 11 años. “Lo decidí porque siempre me han gustado los caminos distintos y me fue muy bien porque vi muchas cosas y me dotó de la humildad necesaria para conseguir éxitos”, asegura, subrayando que “la fama es una consecuencia de mi trabajo, pero no soy amante de ella. Sé muy bien donde estoy parado y la manejo gracias a mi educación. Nos debemos al público porque, sin él, no estaríamos”.
De la academia y su posterior servicio en el ejército heredó también lecciones avanzadas en cursos de supervivencia, pasión por las armas de fuego (“Sólo las miro por Internet”, puntualiza), su actual condición de reservista militar, y un lema irreductible: “Hay que ganar siempre. Incluso cuando no se puede”.
El español Pedro Martínez De la Rosa, piloto veterano de 41 años en el equipo HRT, no duda en valorar a Maldonado como “el futuro de la Fórmula 1 junto al mexicano Sergio Pérez, actual noveno clasificado. “Ambos son jóvenes y tienen experiencia. Pastor es más agresivo con el volante y en las salidas. Me recuerda a (el ex piloto colombiano) Juan Pablo Montoya”.
Pujolar matiza la comparación señalando que Maldonado “conduce con mucho nervio pero es más sereno al volante y se puede dialogar con él aún en las situaciones más comprometidas. Tiene una gran capacidad de concentración, así como de borrar y empezar de nuevo cuando algo va mal”.
A pesar de transmitir una personalidad metódica en el ‘motorhome’ de Williams, Maldonado define como “muy emocional” su estilo de manejo y subraya la transformación de Doctor Jekyll y Mr. Hyde cuando se sube al bólido blanquiazul. “El casco transforma al hombre y yo me dejo llevar por las sensaciones. He estado estudiando cómo alcanzar una nueva dimensión en lo subconsciente que me permita no pensar en lo que estoy haciendo e ir más allá”.
Felipe Massa, de Ferrari, opina que Maldonado “ocasionalmente sigue tomando demasiados riesgos porque busca resultados inmediatos, pero es muy rápido. Sólo debe calmarse un poco”.
Maldonado defiende que “en la pista hay que ser agresivo porque, si no, te pasan por encima”. La argumentación la sostiene Pujolar, que vislumbra “potencial de campeón” en el venezolano, y la avala el legendario jefe de la escudería, Sir Frank Williams, quien no esconde su devoción por el piloto: “Pastor tiene gran talento y potencial. Es un hombre de equipo que siempre anda sonriente y tiene tiempo para todos”.
El día que renuncie a la adrenalina de los monoplazas y en el improbable caso que no hallara acomodo en los talleres, uno aventura a Maldonado ejerciendo de embajador de su país. “Tenemos de todo: montaña, mar, frío calor, desierto…”, recita, destacando la playa de Los Roques como su preferida.
Eso, siempre que Venezuela no reclame su presencia en filas. El único llamado que, por estricto cumplimiento del deber patrio, conseguiría alejar a este reservista de su hábitat natural: el paddock de la F1.