[Este artículo fue editado y publicado en mayo de 2012 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA (AP) — Huele a carne a la brasa en la ciudad deportiva del Espanyol de Barcelona. Es mediodía, el primer equipo acabó recién uno de sus últimos entrenamientos de la temporada y, pese a que el aroma a mate uruguayo no alcanza, se confirma que el principal promotor del asado de despedida no es otro que Walter Pandiani.
El hombre conocido como “El Rifle”, nacido hace 36 años en Montevideo destaca en el joven plantel que dirige el argentino Mauricio Pochettino no sólo por su veteranía, sino también por su innata capacidad para hacer grupo, unir esfuerzos, juntar almas.
Eso es, en el fondo, lo que buscaba su ex compañero cuando volvió a repescar al goleador charrúa tras un paréntesis de cuatro temporadas con Osasuna.
Sus tres goles en 298 minutos disputados en la actual liga fueron la cereza sobre el pastel.
“Walter es un gran profesional. Aporta mucho al equipo, más que por sus goles, por su influencia en el vestuario. Estamos orgullosos de que pertenezca a este grupo”, dijo Pochettino tras el último tanto del charrúa, por la 29na fecha en cancha del Betis, su primer partido tras casi cuatro meses lesionado.
El gol llegó en el minuto 90, después que el goleador ingresara a falta de 10 minutos del final, y rescató un empate por 1-1 del Espanyol. Fue la tónica de su campaña. Disputó 15 partidos, siempre de suplente, y sus otras dos dianas también le valieron seis puntos a su equipo: marcó el único del partido, también contra el Betis, en la 10ma fecha y resolvió de igual manera en la quinta contra el Getafe sobre el silbatazo final.
Pocos esperaban que, a estas alturas de su carrera, Pandiani robara titulares de prensa. Catorce años después de su debut con Peñarol, el club de sus amores, y tras 12 temporadas y 82 goles anotados en la liga española entre Deportivo de La Coruña, Mallorca, Espanyol y Osasuna, parecía que “El Rifle” había agotado sus cartuchos y encaraba la recta final de vuelta a Uruguay, donde uno de sus sueños es retirarse con la camiseta negroamarilla junto al mayor de sus tres hijos, también futbolista.
Pero como con los viejos rockeros, queda demostrado que los veteranos goleadores nunca mueren. Cuando pisa el área, “El Rifle” simplemente apunta y dispara, necesitando un máximo de dos toques para fusilar al arquero. Dos de sus tres goles este curso llegaron de control y zurdazo. El otro, de cabeza.
“Es un rematador nato, un grandioso finalizador, casi imparable en el juego aéreo y que usa ambas piernas según le conviene. A veces parece más zurdo que diestro”, analiza el joven central blanquiazul Raúl Rodríguez, quien reconoce que el montevideano lucha hasta en los entrenamientos “como buen uruguayo”.
En ocasiones el veterano goleador transpira tanto en los partidos como las ruedas de prensa, donde habla poco pero alto y claro: “En la vida hay que saber de dónde se viene y ser un poco más humilde. Como futbolista es un fenómeno, pero igual le falta algún tornillo por hacer las cosas que hace. Cuando gane las Copas del Rey o los títulos que tengo yo en España, igual le escucho algo más”, declaró la pasada campaña.
El motivo de su ataque no era otro que el astro del Real Madrid, Cristiano Ronaldo, con quien se encaró al descanso de un Osasuna-Madrid por faltar al respeto a los locales. El portugués añadió entonces un feo gesto inquiriendo sobre el dinero cobrado por el uruguayo.
Su carácter también le ha perjudicado, como cuando se ganó la expulsión por propinar un cabezazo en el último Levante-Espanyol o cuando salió mal del Deportivo en 2004 por desavenencias con el entrenador. Pero el gen competitivo le ha proporcionado más alegrías que disgustos.
Aparte de sus tres Copas del Rey, cuenta un subcampeonato de la Copa de la UEFA (hoy Liga Europa) con el Espanyol en 2007. Alcanzó la final contra el Sevilla en Glasgow como máximo goleador del torneo con 11 tantos, pero inició el choque de suplente.
El Sevilla se impuso en la tanda de penales y, aunque muchos recuerden el disparo del brasileño Jonatas que supuso el 2-2 al límite de la prorroga, cabe recordar que el balón caído del cielo se lo bajó Pandiani, también el único españolista en convertir su lanzamiento desde los 11 metros.
Nunca se esconde en los momentos culminantes. El técnico Miguel Angel Lotina, vencedor de la Copa de 2006 con el Espanyol, recuerda que “la final (contra Zaragoza) la ganamos en el autocar de camino al estadio, cuando Pandiani y (el argentino) Pablo Zabaleta se arrancaron a cantar y contagiaron al resto del grupo”.
El sentimiento con los hinchas siempre fue recíproco, alimentado sin duda por el perfil de un personaje capaz de presentarse a los entrenamientos en su inmenso camión Pegaso.
Con una flota que supera ampliamente la veintena de automóviles, su pasión por el motor es de sobras conocida, y de ello da fe Asier Odero, encargado del concesionario Automóviles Asier de Pamplona: “Venía mucho y nos compró varios coches, unos 20 en sus tres años aquí. Entre ellos dos Ferrari. Luego los cambia o los regala. Tiene el verdadero ‘Kit’ de la serie de ‘El Coche Fantástico’ y la furgoneta del ‘Equipo-A’. He tratado con muchos enamorados del motor, pero ninguno como él”.
El rastro futbolístico también fue grato para los aficionados rojillos, que recuerdan como un testarazo de “El Rifle” en el estadio del Barcelona por la penúltima fecha de la campaña 2008-09 significó un triunfo vital para evitar el descenso. “El nos salvó de la segunda división y la gente aquí lo adora”, asegura Odero. “La grada cantó su nombre cuando volvió con el Espanyol”.
Su joven compañero, Alvaro Vázquez, siente auténtica devoción, remarcando como “llegó antes que nadie cuando me lesioné contra el Córdoba, y luego nos llevó a todos los lesionados en su camioneta para apoyar al equipo en cancha del Mirandés. En el campo y fuera, me lo ha enseñado todo”.
Y Rodríguez añade. “Siempre esta aconsejando. Tiene perfil de entrenador”.
“El Rifle” aún no sabe, o no dice, qué será de él la próxima campaña. Sea cual sea su destino, aguante una temporada más en la liga o regrese a los brazos de Peñarol, sabe que puede irse tranquilo: su esencia perdurará en España.
Como las brasas de un buen asado.