{Banda Sonora: Raffaela Carrá – Caliente, Caliente, Eo}
[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2021 por VOLATA MAGAZINE]
Por ÀLEX OLLER
¿Se imaginan entrenar como posesos durante años, con dedicación prácticamente exclusiva, renunciando a eventos familiares, noches con los amigos, vigilando la dieta, ignorando antojos, empujando los límites cada vez un poquito más para arañar, una a una, décimas de segundo que puedan significar la diferencia entre la victoria y la derrota, y echarlo luego todo a perder por culpa de lo que los norteamericanos llamarían una wardrobe malfunction? No hablo de un inoportuno y fortuito –o planeado, a saber– destape, como el de la célebre teta al aire de Janet Jackson en el Superbowl de 2004. Me refiero a que un trozo de fina tela o, más concretamente, la milimétrica distancia que la separa de la piel, sabotee las opciones de triunfo de un deportista de élite. Por increíble que parezca, ocurre: le pasó a una competidora mexicana durante los Mundiales de natación de Barcelona en 2013, cuando se equivocó de bañador y, enfundada en una talla que le venía grande, se hinchó como un pez globo en la piscina del Palau Sant Jordi, tirando por la borda horas y horas de sacrificio personal. Y este jueves, la cosa empieza mal para Mark Cavendish en la 12da etapa del Tour de Francia, cuando la organización le entrega un maillot verde de dos piezas, en lugar del buzo de una, que prefería el líder de la clasificación por puntos para disputar el posible esprint final, en Nîmes. ¿Manías?