{Banda Sonora: One More Time – Daft Punk}
Por ÀLEX OLLER – Primero lo primero. Hace 12 días, tras glosar a lo largo de seis párrafos las virtudes de Tom Brady, acabé apostando en este prestigioso espacio por el triunfo de Kansas City en la Superbowl; y además, de paliza.
Pues bien, sí fue paliza. Pero del lado contrario. Escribo estas líneas con el marcador fresco, 31-9 a favor de los Buccaneers, y la imagen en pantalla –sí, una vez más– de Tom Brady sujetando el trofeo de campeón mientras le nombran MVP. Un inmaifeis en toda regla por parte del mejor jugador de todos los tiempos. Especificamos lo de jugador por encima de quarterback, porque nadie puede toserle ya al Golden Boy, tras la conquista de su séptimo título a los 43 años.
Si mi predicción pareció atrevida, me explico a continuación: Patrick Mahomes, el mariscal designado como sucesor de Brady –si algún día a este señor le da por retirarse– apenas suma 10 derrotas en 54 partidos disputados en la NFL, la ofensiva de Kansas City está marcando época bajo su dirección y la defensa, en especial su secundaria, se antojaba capaz de frustrar al veterano pasador, susceptible a la presión de los linieros.
No fue así, exactamente.
Lo único que rozó el dorsal 12 fue el confeti al final del partido, y Brady fue capaz de desmontar con precisión quirúrgica y no poca paciencia a los campeones defensores. Se llevó merecidamente el MVP por completar, una vez más, una Superbowl para enmarcar, libre de fallos y en la que aupó nuevamente el nivel de sus compañeros como solo lo pueden hacer los realmente grandes: en los mayores momentos. Y es que el efecto del GOAT va más allá de la cancha. Por él regresó tras retirarse Rob Gronkowski, clave en la final con dos touchdowns, logró reclutar al mercurial Antonio Brown, reivindicado con otro TD, y ejerció de reclamo para Leonard Fournette, quien también anotó después de sufrir el ninguneo del resto de la liga.
¿Qué pensarán en Boston al ver cómo, en su primera campaña en Florida, Brady canta victoria de la mano del veterano entrenador Bruce Arians y el prometedor asistente Byron Lefwitch? Argumentaba en la previa el colega Ricardo López, que de esto sabe bastante más que yo, que Tampa tenía mejores piezas, que sus linebackers podrían contener a Travis Kelce entre líneas y tanto Jason Pierre-Paul como Shaquil Barrett aprovecharían la debilitada protección de Mahomes para sacarle de su zona de confort y forzar errores.
Debo reconocer que el premiado analista de los Rams las clavó todas. Mi razonamiento era el siguiente: en caso de llegar apretados al último cuarto, la balanza podría decantarse del lado de la mística y saber hacer de Brady pero, de empezar con mal pie, al ultra competitivo quarterback le podrían entrar las prisas y exponerse así al rodillo de Kansas City. Aposté por una ventaja temprana para los Chiefs y, si bien anotaron un primer gol de campo, luego cedieron la iniciativa y remaron siempre a contracorriente. Los Bucs, que arrancaron la campaña con claroscuros, fueron de menos a más y, ya en la gran cita, parecieron un calco de los Patriots al ejecutar un plan perfecto, sin jugadas para la galería pero tampoco costosas faltas o turnovers que dieran alas al rival.
El pundonor de Mahomes fue digno de aplauso, aunque Brady no esté listo aún para ceder el relevo. Las estadísticas, los análisis y las predicciones simplemente no sirven ya para explicar la grandeza del mito, que sí resumió acertadamente Ricardo con el siguiente razonamiento: “Los Superbowls, los MVPS, los récords, todo lo que ha ganado… le vale madre. A sus 43 años, sigue queriendo ganar el próximo partido más que cualquier otra cosa. Siempre quiere más”.
Y si por si acaso quedaban dudas, el siete veces campeón lo dejó bien claro desde el podio. “Volveré”, avisó cual Terminator.