[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]
Por ALEX OLLER
LIMA, Perú (AFP) – No estaba su gran rival y el triunfo para Yulimar Rojas se daba por hecho, pero la venezolana sabe que el éxito no suele venir gratis, y había tardado demasiado tiempo en tener la ocasión de saborear su primero oro continental como para rebajar méritos a su gran noche en Lima-2019.
“Los sueños se hacen realidad o no, y esta es una realidad viva. Trabajé cada día. Era una de las cosas por la cual aspiraba este año y en mi vida”, dijo Rojas tras ganar este viernes, con nuevo récord de los Juegos Panamericanos incluido de 15,11 metros, la final del triple salto en el estadio de La Videna.
La oriunda de Caracas, actual campeona mundial, llegó a la capital peruana con un objetivo claro y como cabeza de un estelar cartel junto a la colombiana Caterine Ibargüen, doble campeona mundial y oro olímpico, quien compitió el martes sin éxito en el salto largo y luego soltó una de las bombas de los Juegos al descartar por lesión su participación en la prueba del triple.
El mazazo para organización y público fue considerable, pues Rojas e Ibargüen vienen disputándose desde hace años el cetro planetario con eléctricos duelos en la modalidad, aunque contados y con resultados dispares.
Pero la venezolana, una ‘performer’ nata, compensó en parte la velada al pulverizar el récord continental de 14,92 metros, que había establecido precisamente Ibargüen en Guadalajara-2011.
“Mi rival a vencer soy yo misma. Sé que tenía esa presión de que era favorita, de que no podía fallar, pero estaba tranquila porque tengo mucha confianza; sé que puedo salir de las presiones y manejar las competiciones a mi antojo”, explicó Rojas, nacida hace 23 años en Caracas, pero que creció la ciudad costera de Puerto La Cruz (estado Anzoátegui).
Una fascitis plantar que arrastra desde julio apartó finalmente a Ibargüen de la lucha por el oro que acabó colgándose Rojas con un salto de que superó su mejor marca personal anterior de 15,06, que consiguió el pasado 20 de junio en Huelva, España; desde luego más que suficiente como para dejar bien atrás a la jamaiquina Shanieka Ricketts, quien se llevó la plata con marca de 14,77 metros, y la cubana Liadagmis Povea, quien se colgó el bronce al registrar 14,60.
Rojas espera reencontrarse con Ibargüen en el Mundial de Doha que empieza el próximo 28 de septiembre, y donde la venezolana aspira a renovar el título mundial que ganó en Londres-2017.
“La eché de menos. La verdad que Ibargüen para mí es pieza clave para las competencias. Lastimosamente lo que le pasó… espero que se recupere, y verla en las próximas competencias dando de tú a tú Colombia-Venezuela”, expresó la venezolana.
Amante de la música electrónica, el pop y el reggaeton, Rojas tenía predilección también por el voleibol en la adolescencia, pero pronto su altura sedujo a los entrenadores de atletismo, y desde entonces no dejó de crecer hasta los 1,92, aunque también en lo deportivo.
Risueña y feliz, amante de experimentar con los tintes y formas de su peinado, Rojas transmite alegría y carácter competitivo desde el tartán, donde protagoniza lo que ella denomina ‘el show’ tras intensas jornadas de entrenamiento en las instalaciones del FC Barcelona, club al que representa, junto a su entrenador, el ex saltador Iván Pedroso.
Pero, pese a la distancia se muestra comprometida con cuanto ocurre en una Venezuela en plena crisis política, económica y social. “Estoy pendiente de todo lo que pasa en mi país. Vengo luchando desde que salí de mi casa”, dijo en su día, mucho antes de colgarse su inédito oro en Lima. “Sé que esto no queda aquí, que aún queda Yulimar rojas para rato y que las alegrías para Venezuela van a seguir viniendo”, avisó, radiante desde el estadio de La Videna, a navegantes.
Había avisado, al fin y al cabo, de que se vería a “una Yulimar Rojas distinta, con más fuerza, más preparada, más madura, y con ganas de llevarse el oro” y no mintió: lo que vieron los espectadores limeños fue una exhibición en toda regla.
Y van una cuantas ya para la caraqueña, con Mundial a la vista en septiembre y una sola asignatura pendiente, el oro olímpico, a otro salto picantón de aprobarse en Tokio-2020.