[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]
Por ALEX OLLER
LIMA, Perú (AFP) – Caterine Ibargüen abrió los brazos, miró al cielo, se cacheteó los muslos, gritó, saltó y sonrió como siempre al despedirse de la fanaticada, pero el resultado de la colombiana este martes en su debut en los Juegos Panamericanos de Lima-2019 distó mucho de lo que en ella suele ser habitual.
La oriunda de Apartadó, declarada atleta del año 2018 por la IAAF (Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) acabó lejos del triunfo y ni siquiera pisó el podio en la final del salto largo, donde se impuso con autoridad Chantel Malone, de Islas Vírgenes, con marca de 6,68 metros.
Y eso no fue lo peor.
Tras la derrota, Ibargüen no se mostró contrariada, pero abrió dudas sobre su continuidad en la competencia.
“No se consiguió el objetivo pero termino tranquila. Colombia sabe que doy lo mejor de mí en cada instante, sin importar los problemas físicos. Vamos a ver qué pasa en los próximos días, tengo que esperar el parte médico para ver si me presentaré al salto triple”, dijo nada más finalizar la prueba.
Pero si cabían dudas, su entrenador Ubaldo Duany se encargó de zanjarlas minutos después.
“Está descartada para el viernes”, confirmó el cubano al transmitir un diagnóstico de lo más incierto, también de cara al Mundial de Catar, que arranca el 28 de septiembre.
“Sufre fascitis plantar en el pie izquierdo. Le duele desde Mónaco (el 12 de julio por la Liga del Diamante) y hemos tenido que reducir la carga de trabajo. Ya habíamos decidido hace dos semanas que no iba a estar en el salto triple en Lima. No sabemos aún si se pierde el Mundial. Vamos a ver en este transcurso de tiempo si se recupera. Está en las manos de los médicos”, informó Duany.
En Mónaco, Ibargüen terminó en un decepcionante sexto lugar en el triple salto, con 14,33 metros, en una prueba ganada por la venezolana Yulimar Rojas (14,98 metros), que sí estará presente en Lima-2019.
La noticia del día fue un nuevo chasco para las esperanzas de medalla de Colombia y para los organizadores de los Panamericanos que, tras la renuncia de última hora del velocista Justin Gatlin, ven ahora como se viene abajo su publicitado cartel de lujo programado para el viernes noche: el duelo en triple salto entre Ibargúen y Rojas, vigente campeona mundial.
“Ella es atleta muy guerrera. Vino a buscar una medalla pero no se pudo”, insistió Duany. “El salto triple es de alto impacto, mucho más que en el largo y no nos es permitido entrenar, imagínense competir”.
La medalla de plata recayó en la estadounidense Keturah Orji (6,66) y la jamaiquina Tissanna Hickling (6,59) saboreó el bronce.
Ibargüen empezó bien la competencia en el frígido estadio de La Videna, pero fue enfriándose conforme sumaba saltos, y su mejor brinco, de 6,54, lo registró en su segundo intento, clasificando finalmente quinta por detrás de la panameña Nathalee Aranda (6,55).
La antioqueña, oro en el triple salto en los Juegos Panamericanos de Toronto-2015 y en el Mundial de Pekín de ese mismo año, tenía grandes esperanzas depositadas en la final de esa modalidad, su especialidad, que disputará ahora con el camino despejado Rojas, su gran rival.
Ibargüen sabía lo que era saborear las mieles del triunfo panamericano en el salto largo, pues ya se subió al tercer cajón del podio en Guadalajara-2011, antes de declinar participar en Toronto-2015 para centrarse en el triple.
De hecho, la oriunda de Apartadó logró el boleto a los Juegos Olímpicos de Tokio-2020 al registrar el 6 de junio una distancia de 6,87 en las pruebas de salto largo en la Liga del Diamante en Roma, donde quedó segunda.
Como en 2015, la colombiana había priorizado del triple de cara al Mundial, y apenas se probó en el largo en dos ocasiones esta temporada previo a los Panamericanos; la otra fue el 3 de mayo en Doha, también por la Liga del Diamante, cuando brincó para 6,76; suficiente para erigirse victoriosa.
Sobre el tartán de La Videna, Ibargüen hizo una serie irregular, mejorando su marca de 6,24 en el primer salto con distancia de 6,54 en el segundo, aunque en el tercero bajó a 6,46, fuera del podio virtual que ocupaban por entonces Malone, Hickling y Aranda.
Superado el ecuador, sus dos siguientes brincos no fueron demasiado alentadores, pues quedaron en 6,51 y 6,41; y el final tampoco fue mejor: 6,39.
Bajo la tutela de Regla Sandrino, la oriunda de Apartadó empezó su andadura en el atletismo haciendo salto alto, de donde la reclutó Duany –en su día especialista en salto largo – para competir en esa modalidad, así como en el triple.
“Le vi el biotipo idóneo para triplista”, explicaba en una entrevista reciente el preparador, quien la invitó a entrenar a Puerto Rico en 2008, tras no clasificar la saltadora a los Juegos Olímpicos de Pekín. “Hasta pensó en el retiro. Lo que se hubiera perdido el mundo atlético”.
Su amargo estreno en Lima-2019 no merita por ahora tal disgusto, aunque tanto la atleta como la hinchada, pasando por los organizadores, lloren el estelar duelo perdido con Rojas.