[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]
Por ALEX OLLER
LIMA, Perú (AFP) – A las 5h30 de la mañana sonó el despertador y se levantó de la cama, algo más nerviosa de lo habitual pero centrada, como acostumbra, en ordenar al máximo detalle su rutina pre-carrera. Había pedido una habitación individual para asegurarse la soledad del corredor de fondo. Desayunó plátanos, pan, agua tibia y fue a calentar.
A las 8h25 Gladys Tejeda estaba en la línea de partida del Óvalo de Mirafflores, el barrio insignia de Lima, tomando junto a 17 rivales la salida del maratón de los Juegos Panamericanos en su retorno a una gran cita internacional cuatro años después. La mirada fija en el horizonte, sus automatismos –trote estático, estiramientos, frote de brazos– delataban la trascendencia del momento. Solo el cercano aliento de la fanaticada peruana, a poco del inicio, logró arrancarle una emocionada sonrisa y contenido saludo.
“Ella siempre es así: una chica muy tranquila que cuida sus rutinas. No tienes que estar encima para que haga nada, lo hace solita. No se cree una campeona”, explicaba antes de la carrera Mónica Roller, jefa de la delegación de atletismo de Perú y de opinión claramente contrapuesta a la de la protagonista de la jornada.
“Por supuesto que creo que es una campeona. Lo tiene todo, no necesita nada”, afirmaba Roller, testigo de excepción de los buenos y malos momentos vividos por la nativa de Junin, que tras imponerse en los Panamericanos de Toronto-2015 perdió la medalla de oro al dar positivo en un control antidopaje por un diurético no autorizado. “Se tomó la sanción con mucho fastidio, pero ahora va con mucho más cuidado y vigila todo lo que toma. Aprendió la lección”.
A las 8h30 Sonó la pistola y Tejeda salió con paso sereno pero firme por el carril exterior derecho, acompañada por la mexicana Margarita Hernández en el interior. Enfrente, 42 kilómetros y 195 metros de asfalto urbano bajo 14 grados de temperatura; algo frío para los apretados espectadores matutinos, pero condiciones ideales para una maratoniana con sed de gloria.
A las 10h00 Hugo Del Castillo lograba para Perú la primera medalla de los Juegos en taekwondo poomsae mientras Tejeda pisaba a fondo en su segunda vuelta por el Óvalo, por delante de las brasileñas Valdilene Dos Santos y Andreia Hessel. Había desplegado cuidadosamente sus avituallamientos de agua en los kilómetros 5, 12 y 25 y las piernas no solo aguantaban, sino que aumentaban el ritmo conforme crecía la excitación desde la barrera. La fondista no se conformaba con la plata, quería el oro. ‘Su’ oro.
“La competencia fue bastante dura. He tenido que mantener un ritmo fuerte para ir delante de las americanas y las brasileñas, que estaban muy bien preparadas. Tuve que salir al frente y hacer mi propia carrera”, relató después.
– No corrió sola –
A las 11h00, con un tiempo de 2 horas 30 minutos 55 segundos, según el cronometro oficial, Tejeda cruzó la línea de meta por delante de todas sus rivales, consiguiendo para Perú la primera medalla de oro de los Juegos que organiza. Y para delirio de una hinchada que, la víspera de la fiesta patria, celebró por todo lo alto el triunfo de su única representante en la prueba, después de que se bajara a última hora por lesión otra de sus grandes esperanzas, Inés Melchor.
“La estrategia era tener una ventaja desde el inicio y así fue. La baja de Melchor afectó porque estuve muy sola… pero acompañada por toda mi gente, todo el Perú… y eso es más importante”, subrayó Tejeda.
A las 12h00, poco importaban ya las penas. Tejeda sonreía al fin, ya con la medalla colgada del cuello tras efusivo abrazo con su madre y su hermano, más felicitación del presidente peruano Martín Vizcarra; en el mismo escenario donde antes solo apretaba los dientes y ahora posaba frente a los fotógrafos junto a su compatriota, Cristhian Pacheco, vencedor también en la prueba masculina.
“Sabía que se iba a dar esto. Tenía toda la seguridad en el día de hoy. No quería distracciones y la gente me empujo más del 50 por ciento. Cuando uno va cansado, las piernas no dan y hasta el brazo le duele, pero ve la emoción y escucha el grito”, relató la junina. “Aunque no lo tomo así, fue una revancha, porque en Toronto-2015 fue injusto: estaba muy preparada y se perdió por una negligencia. Obviamente esta vez me tocó en casa. Simplemente decirle a la gente que esta medalla de oro es para ellos, porque han sido el punto principal para mantenerme en ritmo adelante y no tener miedo a las demás competidoras”.
A las 13h30, Tejeda se fue, Miraflores abajo, a festejar con los suyos. Lejos quedaban ya la soledad de la previa, el desayuno escueto y el despertador. No fue un sueño: cuatro años después, cambió la pesadilla canadiense por un triunfo de oro en la capital de Perú.