{Banda sonora: Ne me quitte pas – Jacques Brel}
Por ALEX OLLER
Francia tiene muchas cualidades como país pero, reconozcámoslo de una vez, suele dar bastante rabia en el extranjero, no digamos ya entre los países fronterizos.
Perder contra los bleus, por buenos y guapos que estos sean –o precisamente por eso–, comporta un plus de dolor para el vecino. Y si además la víctima es Bélgica, tan frecuentemente menospreciada por los franceses, el agravio se vuelve martirio.
La escuela humorística belga es rica en historia y variantes, aunque a menudo son sus propios habitantes el objeto de los más burdos chistes franceses, bastante menos ocurrentes en la propagación de estereotipos.
Ya saben: las patatas fritas, las moules y esas cosas…
Es por ello que cuesta poco empatizar con su sufrida hinchada, una vez consumada la derrota por la mínima ante el irritante voisin. Los chicos que dirige el español Roberto Martínez se ganaron bastantes simpatías en el Mundial de Rusia, al que llegaron con la etiqueta de tapados… aunque tampoco tanto.
Fueron bastantes los que proclamaron a Bélgica candidata al título con entendibles reservas, pues su selección no alcanzaba las semifinales desde México’86, liderada entonces por jugadores de la talla de Eric Gerets, Jan Ceulemans, Enzo Scifo o Jean –Marie Pfaff.
La actual generación, apodada de oro, despertaba ciertas esperanzas entre sus simpatizantes. Y ciertamente, sobre el papel, el equipo presentaba argumentos suficientes como para pensar en levantar la Copa del Mundo. Fuerte en todas sus líneas y con profundidad de banquillo, poco o nada tenía que envidiarle a las 31 selecciones restantes en Rusia: un muro en el gigantesco Thibaut Courtois, defensa contrastada y polifacética, mediocampo talentoso y adaptable a las circunstancias, poder realizador arriba con Romelu Lukaku, y variantes tácticas de la mano de un técnico considerado innovador como Martínez.
Y así, el vecino tantas veces ridiculizado por Francia arrasó en la fase de grupos con un balance goleador envidiable y se presentó en semifinales dispuesto a acabar de una vez por todas con ese aire de superioridad de los bleus.
La estadística tampoco les era del todo desfavorable a los belgas: de 74 cruces previos con la France, habían ganado en 30 ocasiones, perdido en 24 y empatado 20.
Solo un pequeño detalle alteraba el ánimo: ninguno de esos triunfos se había producido en un Mundial.
Pues sí, la tercera derrota mundialista llegó en San Petersburgo, donde los Diablos Rojos se estrellaron una y otra vez ante la sólida defensa francesa, que tuvo incluso arrestos para anotar el gol de la victoria cuando Samuel Umtiti se adelantó de cabeza al especialista Marouane Fellaini.
Martínez, quien acaparó los elogios conforme su equipo progresaba en el torneo, no encontró la fórmula de inicio, repitiendo el dibujo ofensivo que le dio el triunfo anterior sobre Brasil, y no reaccionó a tiempo en los cambios, recurriendo demasiado tarde a Yannick Carrasco y ni siquiera contemplando la opción de Adnan Januzaj.
Bien dotados para el desborde y el golpeo de larga distancia, cualquiera de los dos se antojaba un buen recurso para superar la ordenada defensa gala; aunque, en defensa del técnico y de los méritos del rival, hay que reconocer que los bleus rayaron a gran altura en la marca sobre Lukaku y controlaron en medida de lo posible las imprevisibles arrancadas de Eden Hazard y Kevin De Bruyne.
Francia no requirió de mucho más para ganar prácticamente con lo justo, como ya hiciera frente a Uruguay. Los pupilos de Didier Deschamps, también imponentes hombre por hombre, parecen ganar empaque con cada nueva y camaleónica victoria: que si la velocidad de Kylian Mbappé en esta, que si los detallitos de Antoine Griezmann en otra, ahora un testarazo de Raphael Varane, luego de Umtiti…
Pero ante Bélgica, más que cualquier otra cosa apareció el colmillo de un equipo aún joven pero también experimentado, y con el hambre propia de quien perdió la final de la última Eurocopa en París.
Y hablando de hincar el diente, disculpen el abrupto final, pero me espera la cena.
Patatas fritas con panceta… sin ánimo de ofender.