El padrino le pudo al patrón

{Banda Sonora: Nino Rota – The Godfather Waltz}

Por ÀLEX OLLER

Leave the gun, take the cannoli”, es mi cita preferida de la trilogía de El Padrino, cuya melodía suena incesantemente por la ventana este sábado tarde, que algún vecino o vecina ha considerado propicia para desempolvar el saxo. La verdad, no desentona, y la música acompaña de lo lindo la disputa de la vigésima etapa del Giro de Italia, esa que debería decidir, de una vez por todas, si Egan Bernal se convierte en el segundo colombiano de la historia en conquistar la carrera italiana.

El primero fue Nairo Quintana, hace siete años. Bernal ya ganó el Tour de Francia en 2019 y encarna la pujanza del nuevo ciclismo cafetero. Tras su decepcionante participación en la pasada edición de la vuelta francesa, en que compitió lastrado por unas dolencias de espalda, el de Zipaquirá se ha desquitado en la corsa rosa: suma dos triunfos de etapa, a lo grande, y solo falta el colofón de verse en lo alto del podio, el domingo en Milán.

Pero para ello debe evitar el desastre a lo largo de los 164 kilómetros del trazado entre Verbania y Alpe Motta, que acaba con un duro ascenso de 1727 metros y discurre en gran parte por Suiza, con el eterno Passo San Bernardino y su vertiginoso descenso. Tendría su gracia que, tras 19 jornadas de arduo pedaleo por las carreteras italianas, el Giro se decidiera en territorio históricamente neutral. Bernal dejó huella en la segunda semana, después de que su compañero Filippo Ganna, cuya localidad natal escenifica la salida sabatina, luciera primero el maillot rosado. Remco Evenepoel parecía entonces el enemigo número uno del apodado patrón, pero el belga desistió al inicio de la tercera semana, conforme creció la estela de Simon Yates, capaz de ir arañando segundos al líder; entretanto, luchaba por la condición de escolta, que sigue conservando en un discreto segundo plano, Damiano Caruso.

Sin apenas hacer ruido, el veterano corredor siciliano se ha mantenido constantemente a la sombra de Bernal, del que le separan dos minutos y 29 segundos en la general. Caruso no ha atacado todavía, no se le recuerdan arranques de furia, cambios de ritmo o siquiera alianzas temerosas; simplemente ha perseverado, firme su pedalada, tras un líder en forma y, por ahora, le basta para contar 20 segundos de ventaja respecto a Yates. En terminología hípica estadounidense, vendría a ser el dark horse, en España, lo llamaríamos el tapado y, en cuanto a símil futbolístico, evocaría la figura de Salvatore Schilacci, siciliano como él y héroe de la selección azzurra que acabó tercera en el Mundial de Italia’90. Hasta entonces un delantero poco conocido, que se desenvolvió en un club modesto como el Messina hasta fichar por la Juventus, Totò saltó a la fama cuando anotó cuatro goles de forma consecutiva tras arrancar el torneo como suplente, y acabó como máximo goleador del mismo, con seis tantos. No era, desde luego, un prodigio de técnica, pero tenía el don del buscavidas, del futbolista de barrio que aprendió a jugar sobre los adoquines de las calles de Palermo.

Caruso es de Raguso, más al sur de la isla, pero esta tarde, fría y lluviosa, busca cantar diana en el norte de Italia, cuando se une a Romain Bardet, Nichael Storer y su compañero, Pello Bilbao, en la bajada de San Bernardino. Le sacan 45 segundos al grupo de Bernal y Yates a falta de 40 kilómetros de la meta, y el cuarteto pisa gas a fondo para seguir aumentando el margen en el segundo ascenso a un puerto de primera categoría, el Passo Di Spluga. “La carrera está perfecta para Yates”, opina, ávido de épica, Juan Antonio Flecha en Eurosport; pero el británico, titánico en las jornadas previas, no se decide, mientras los fugados, ya con el sol de vuelta en cotas bajas, toman algo de aire en el tránsito hacia Alpe Di Mera. En una planicie algo más inhóspita y con la Estatua de la Libertad de fondo, ordenó parar el coche El Gordo Clemenza para mear, momento que aprovechó su compañero para disparar en la nuca a Paulie. Fueron tres tiros, seguidos de seis palabras para la historia del cine, tras subirse la bragueta.

A rueda de Bilbao, Caruso sale disparado a por la cima, seguido por un pundonoroso Bardet, que a duras penas puede sostenerse. Más atrás, Jonathan Castroviejo arenga a Bernal sin la misma vehemencia que el también colombiano Daniel Martínez el miércoles, y el Ineos reacciona lo justo para no perder comba. Yates no da señales de lanzarse y el patrón ya firma ceder medio minuto al segundo clasificado. Es su versión calculadora, una más en el máster de ciclismo que viene siendo este Giro, tras aprobar con nota las asignaturas de potencia, oportunismo y espectáculo. Ya sin Evenepoel como jefe de filas, Joao Almeida se desinhibe y se amocha al grupo perseguidor, sabedor que está en juego, no solo subir peldaños en la general, sino la firma de un jugoso contrato fuera del Deceuninck. De raza, palomero.

Espoleado por los tifosi, Caruso agradece con una palmada en la espalda el esfuerzo de Bilbao y, cuando restan seis kilómetros para coronar, piensa en los cannoli de su Sicilia natal, la de la saga de los Corleone, los héroes como Schilacci y las calles del temido pavé que recorre su bici a falta de 2.5. Se relame los labios el corredor del Bahrain, Bardet cede y también Yates, pero no Bernal, quien da un golpe de riñón para cruzar segundo la línea de meta. El maglia rosa, a falta de la crono dominical, es campeón virtual de la carrera, con un minuto y 59 segundos de ventaja sobre el italiano y 3’23’’ respecto a Yates,. Ha sido otra gran jornada para la hinchada colombiana, que celebra también la exhibición y sexto puesto de Martínez en la general.

Pero el gol, el bravo, es para el tenaz Caruso. 33 años y un triunfo en el Giro lo contemplan. Será segundo en el podio mañana, un peldaño por debajo del patrón. Pero hoy poco importa, hoy se ajusta, de pie sobre la bici y como si de un traje de boda se tratará, el maillot de ganador. Ni rastro de la pistola humeante. En casa del padrino, lo celebran como un gol.

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