{Banda Sonora: Guy Clark – Rain In Durango}
Por ÀLEX OLLER
Recibimos con tristeza el jueves la noticia del fallecimiento de Antón García Abril, aunque estos malos tragos amargan un poco menos cuando afronta el obituario con su habitual sensibilidad Carlos del Amor en Televisión Española. El cariño lo cura casi todo en esta vida, y no cabe duda de que estamos ante un periodista que le pone… amor a su oficio, por imitar aquí sus particulares juegos de palabras.
Explicaba en el reportaje García Abril la importancia que en la banda sonora tiene el silencio –“Si está bien usado, es la mejor música que existe”, mantenía–; y parecida reflexión hacía Roger Waters en el making-of de Dark Side of the Moon, donde se desmenuzaba a conciencia el álbum referente de Pink Floyd. El músico y productor se refería concretamente a “las pausas, los huecos libres” del tema Us and Them, y no hace falta ser un entendido en la materia para ubicarse y comprender que sí, efectivamente, los silencios pesan a menudo tanto o más que la melodía.
También en el cine. Impactado aún por el visionado de Certain Women, séptimo largometraje de la estadounidense Kelly Reichardt, me pregunto cómo habrá hecho esta realizadora para transitar tanto tiempo y a tan bajo volumen por debajo del mainstream, no ya de Hollywood, sino del propio cine independiente. ¿Sumergida? Algunos, que nos las damos a veces de cinéfilos, no descubrimos su talento hasta que a la Filmoteca de Catalunya le dio por programar un ciclo que incluye también Meek’s Cutoff, un western en cierto modo contemplativo, sin apenas tiros o diálogos, pero descarnado a más no poder. El estilo de Reichardt, sobrio, sutil y hechicero, no necesita más aderezo que una simple guitarra acústica para relatar las peripecias de una caravana de pioneros por el desierto de Oregón o los dilemas existenciales de ciertas mujeres, protagonistas anónimas de dramas cotidianos, en las nevadas llanuras de Montana. Pueblo pequeño, infierno grande.
Ponferrada no es Livingston, pero constatamos en Nevenka, la miniserie documental de Netflix, como el silencio puede acompañar a una víctima hasta su tumba, de no rebelarse esta y ser capaz de pronunciar la palabra “basta”. No es necesario gritarla, pero sí decirla las veces que hagan falta y sin complejos: Basta a su acosador sexual, en este caso el Señor Alcalde; basta a los parásitos que le rodean; basta a los compañeros que lo consienten; y basta a los miembros de una sociedad que permite –si no promueve– a diario el abuso de poder hacia ciudadan@s indefens@s.
O cómo leí recientemente en un grafitti: Olé tu coño, Nevenka.
Basta al diputado del Partido Popular que se mofa en el Congreso de los problemas de salud mental que sufren tantos españoles… y los que no sabemos. Basta al representante de VOX en la Asamblea de Madrid que se refiere a la diputada Carla Antonelli en masculino. Basta a las supuestas “ruedas de prensa” de la ultraderecha, mítines encubiertos sin posibilidad de pregunta; y menos, por parte de una hembra.
Hay silencios periodísticos, silencios artísticos, silencios laborales, silencios médicos, silencios burocráticos, silencios administrativos, silencios políticos y silencios cómplices.
Silencios que muestran, silencios que esconden, silencios que embellecen, silencios que apestan, silencios que acompañan, silencios que duelen, silencios que alivian y silencios que matan.