{Banda Sonora: Let It Rain On Me– The Fake Arts, Mathew Simon Clark}
Por ALEX OLLER
Barcelona, ESPAÑA – Me pongo la gabardina, agarro el paraguas y, ya con las llaves en la mano, me dispongo a salir rumbo a la Filmoteca de Catalunya para asegurarme una entrada para la prometedora proyección vespertina de Volta, 100 anys de ciclisme.
Estoy a un paso de cruzar el umbral de la puerta, pero algo me retiene.
Es el ruido de fondo de la televisión, más concretamente la excitada la narración de Carlos de Andrés en Televisión Española de la primera etapa de la Vuelta a España, entre Irún y Eibar-Arrate.
Tenía dudas sobre si contemplar la totalidad de la jornada inaugural, habitualmente poco proclive a las sorpresas, pero el tono ‘in crescendo’ del periodista alerta de la posibilidad de emociones fuertes nada más empezar.
Decido finalmente retroceder con cierto fastidio, sin desvestirme un ápice, y sentarme junto a mi esposa, en su habitual pose de La Maja Desnuda –versión batín y pantuflas, que estamos ya en otoño–, perfeccionada durante años de épicas sobremesas ciclistas.
“¡Vamos, Bala!”, suelta al ver como se rezaga ‘su’ Alejandro Valverde.
El murciano ha quedado descolgado del grupo de escapados que, entre otros, forman Daniel Martin, Sepp Kuss, Richard Carapaz, Enric Mas y Primoz Roglic y que, contra la previsión inicial, ha decidido darle una vuelta de tuerca a las primeras de cambio a esta Vuelta; como para reclamar parte de la atención depositada sobre el Giro de Italia, que se disputa simultáneamente.
Conforme alcanzan el último puerto de montaña, van cediendo corredores, aunque conmueve tanto el empeño por no descolgarse de Valverde como del cuadruple campeón del Tour Chris Froome o el aparentemente maldito Thibaut Pinot –caerán ambos–. Superado el alto de Arrate, Perico Delgado nos avisa del peliagudo desenlace, estrecho y sinuoso, proclive a los navajazos.
Amaga Kuss, vigilan Carapaz y Martin y mide fuerzas Mas, pero, entre tanto tanteo mutuo, Roglic aprovecha un parpadeo, quizás incluso la sombra de un árbol o una oportuna brisa para soltar un demoledor golpe de pedal y escaparse, carretera abajo, como quien tira de un bolso y le da gas a la motocicleta.
“Ya lo han visto”, sentencia De Andrés mientras el ex saltador de esquí vuela hacia la meta y el mallot colorado, que sabrá a gloria tras su fatídico final del Tour.
“¡Que corredorazo!”, exclama La Maja; y pienso yo que qué pillo, mientras resuena en mi cabeza aquel “¡Murri, murri, murri!” de Eduald Serra tras el golazo de Tamudo en la final de Mestalla.
Y como Roglic, decido entonces escaparme rumbo a la Filmoteca donde –precauciones Covid mediante– se proyectará poco después la cinta de Jon Herranz y Gerard Peris, relato coral de impecable factura visual de una carrera que este año debía celebrar su centenario, finalmente pospuesto por la pandemia.
“En el ciclismo unos sufren para ganar y otros para no quedarse fuera, pero todos pedalean los mismos kilómetros”, subraya en el documental Rubèn Peris, director de la Volta y padre de Gerard, criado entre bicicletas y ciclistas y a su vez entregado a un deporte popular de naturaleza romántica que lucha por abrazar tecnificación y espíritu amateur.
Junto a Herranz, logran dotar hasta las imágenes del parking de la caravana de una cierta mística y juntar testimonios privilegiados gracias a entrevistas con primeras espadas como Froome, Perico, Purito Rodríguez, Miguel Indurain y Federico Bahamontes, o los periodistas Carlos Arribas y Xavier García Luque.
La tercera gran ronda en cumplir 100 ediciones junto a Giro y Tour se rueda por ahora en formato cinematográfico y se lee también en la penúltima edición de Volata. Mientras, los aficionados nos contentamos con las retransmisiones simultáneas de la carrera italiana y la Vuelta que, con furtivo y demoledor golpe de pedal de Roglic, ha empezado, a su vez, a cien.