[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]
Por ALEX OLLER
LIMA, Perú (AFP) – Cubierta por una gorra vinotinto para combatir el frío del potente aire acondicionado del Velódromo de la Videna, las lentes de sol sobre la visera, Juana Fernández pedalea sobre la bicicleta, por ahora estática, en la zona de calentamiento de las pruebas de ciclismo de pista de los Juegos Panamericanos.
Su mirada, tranquila, planea de una esquina del óvalo a otra, absorbiendo la magnitud de un escenario que, si bien no le resulta ajeno, tampoco puede categorizarse como familiar para la representante de República Dominicana en el omnium femenino.
Fernández, al fin y al cabo, debuta por primera vez en tan compleja modalidad, no corre en pista desde hace por lo menos dos años y lo hace solo por segunda en unos Panamericanos.
“¡Ni me dejaron meterme!”, exclama, ahora sí bañada en sudor, tras acabar la prueba de eliminación de la modalidad que incluye también scratch, tempo y carrera por puntos. “Es que salieron muy fuerte… encima mi plato no era cómo el de mis rivales”.
Y es que, además de no acostumbrar a competir sobre parqué, a Fernández le jugó en contra otro factor nada baladí en su lucha por hacerse un hueco en el grupo delantero.
Nacida hace 48 años en Santo Domingo, es la más veterana de cuantas ciclistas se dan cita en el Velódromo, y el tiempo no pasa en balde ni para los atletas más bendecidos, menos en pruebas tan exigentes como el ciclismo de pista.
“Ella vino a disputar la carrera de ruta el sábado, pero en Dominicana aún no tenemos ciclistas que puedan competir en pista porque son juveniles; así que participó ella, un poco a modo de despedida de los Panamericanos. Lo que pasó es que, cuando uno no está acostumbrado, cuesta acertar con los reglajes, y elegimos un cambio demasiado pesado”, explica José Blas, presidente de la federación de ciclismo, quien la define como “una atleta entregada, dedicada y comprometida”.
Añade el entrenador Eddy Padilla que “es muy amigable, la que más habla de todo el equipo”, mientras la propia ciclista no acierta a enumerar un pasatiempo desvinculado del deporte en sus horas libres. “Cuando no voy en bici corro, nado o patino”, resume.
Tan amplia es la trayectoria deportiva de Fernández que le bailan las disciplinas y las fechas, aunque recuerda cómo empezó ganando la Copa Intercontinental de pista de 1994 en Cuba y tomó desde entonces un largo camino, a golpe de pedal, que la llevó a debutar en sus primeros Panamericanos en 2003 en Santo Domingo, hasta muy posiblemente despedirse en Lima-2019.
Enrolada en el equipo ciclista de la Fuerza Aérea y madre de dos varones, entrena a las más jóvenes y, como en los deportes, ha desempeñado multitud de tareas, incluyendo la de recepcionista, cuando el sustento del pedal no ha dado para más.
“Seguiré hasta que la fuerza aguante. La bici no se deja nunca, al menos a nivel personal”, se resiste Fernández, quien se sobrepuso de adolescente a una caída con rotura de tibia pedaleando BMX y luego a un accidente con una camioneta que destrozó su preciada bicicleta, una Cannondale azul que le había regalado el ministro de deportes.
Salvó el físico, pero la pérdida material no fue poca cosa para Fernández, que nunca tuvo bici propia hasta mayor porque, de chica, aprendió a pedalear con las que le prestaban en el centro olímpico que enfrentaba su hogar.
“Era el patio de mi casa”, ríe Fernández. “Iba a nadar a la piscina y me animé a competir en clavados en varias modalidades, pero un amigo me tiró hacia el triatlón, donde fui tercera del Caribe, luego vino el ciclismo y aquí estoy”.
En la clasificación por puntos, concretamente, la rodadora acabó última, aunque satisfecha por la experiencia y con ganas de seguir su particular ruta con la bicicleta, quemando etapas, la próxima dentro de una semana en el circuito limeño de San Miguel.