[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2019 por AGENCE FRANCE-PRESSE]
Por ALEX OLLER
LIMA, Perú (AFP) – Conforme se acercaba el fin de semana en Lima, crecía el run-run del esperado duelo del atletismo en los Juegos Panamericanos entre la colombiana Caterine Ibargüen y la venezolana Yulimar Rojas en el triple salto, programado en horario ‘primetime’ del viernes noche en el estadio de La Videna
La primera, campeona olímpica de 35 años, se resiste a dejar el trono frente al empuje de segunda, nacida hace 23 en Caracas y proclamada nueva reina en el pasado Mundial de Londres-2017.
El escenario estaba listo, los focos preparados y se hacía acopio de palomitas de cara al esperado ‘silencio… se rueda’ al cierre de la jornada laboral.
Pero sin ni siquiera llegar a alzar el telón se cayó una de las protagonistas.
Tras quedar fuera el podio en el salto largo el martes, Ibargüen desveló que sufría problemas físicos desde el pasado 12 julio, cuando compitió en Mónaco por la Liga del Diamante, y puso en duda su participación para la final del triple; y los peores augurios fueron confirmados minutos después por su entrenador, el cubano Ubaldo Duany.
“Está descartada para el viernes”, confirmó Duany con un diagnóstico de lo más incierto, también de cara al Mundial de Catar, que arranca el 28 de septiembre.
“Sufre fascitis plantar en el pie izquierdo. Le duele desde Mónaco y hemos tenido que reducir la carga de trabajo. Ya habíamos decidido hace dos semanas que no iba a estar en el salto triple en Lima. No sabemos aún si se pierde el Mundial. Vamos a ver en este transcurso de tiempo si se recupera. Está en las manos de los médicos”, informó Duany.
Con la antesala de la defensa de su corona en Catar, Rojas aspira a tomar primero en Lima el cetro panamericano, propiedad de la colombiana desde Toronto-2015 y de súbito vacante.
La venezolana quedó cuarta en Canadá, pero parece que pasó un mundo desde los anteriores Juegos; tras colgarse el oro continental, Ibargüen repitió triunfo semanas después en el Mundial de Pekín, adonde no acudió su emergente rival, que desde entonces intensificó su persecución hasta quedar segunda en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro-2016 y coronarse en Londres-2017.
Y a la apodada ‘Bicha’, de 1,92 metros de altura, Lima le trae buenos recuerdos, pues antes de los últimos Panamericanos se proclamó campeona sudamericana en la capital peruana, aunque entonces fue Ibargüen la que no se presentó.
Más allá de la rivalidad generacional y fronteriza, ambas saltadoras mantienen relaciones cordiales y respetuosas, aunque con la inevitable distancia que acarrea su dura pugna deportiva; más allá de los grandes escenarios, sus duelos cara a cara son escasos, y apenas se han medido en dos ocasiones en los últimos dos años.
“Caterine es una buena persona y tremenda competidora”, aseguraba en Rio Rojas. “La relación es buena, no hay nada raro, aunque durante la competencia no hablamos. Es un orgullo para mí que Sudamérica esté presente a nivel mundial, con las dos mejores saltadoras”.
Y era también la ilusión de Lima-2019 verlas saltar juntas en La Videna, pero el gran duelo deberá esperar, por lo menos a Doha.
Entretanto, Rojas de por sí bien merece el precio de un boleto.
Amante de la música electrónica, el pop y el reggaeton, la polivalente atleta, que se inició en el voleibol y ganó el oro sudamericano en salto alto en Chile-2014, presenta un mejor registro personal de 15,06 en el triple y desde hace tiempo coquetea con la posibilidad de superar el récord del mundo de 15,50 que ostenta desde 1995 la ucraniana Inessa Kravets.
¿Se lo piensan perder?