{Banda Sonora: American Splendor – Varios Artistas}
Por ALEX OLLER
Recuerdo cuando vi con cierto retraso la película Draft Day, en que Kevin Costner, encarna al general manager de los Cleveland Browns y, tras una maniobra de lo más surrealista, canjea todas sus selecciones del Draft de la NFL, más las de las dos siguientes ediciones, para conseguir la primera elección.
Luego procede a seleccionar impulsivamente a un jugador proyectado como séptimo en el mejor de los casos, pero acaba recuperando sus elecciones originales algo más tarde, añadiendo además otros jugadores, después de desechar al quarterback más valorado por los expertos.
Y pensé: “menuda gilipollez de argumento. Esto se no lo cree nadie”.
Bienvenidos a 2017.
Hace cosa de un mes, los Chicago Bears. Mis Chicago Bears, decidieron doblar la apuesta de aquel Draft Day de Costner y cedieron hasta cuatro selecciones del Draft, incluida la tercera elección global, para subir un lugar y hacerse con el quarterback de la Universidad de Carolina del Norte, Mitch Trubisky.
Subir un lugar, repito.
Um…
Mitch Trubisky.
¿Quién?
Perdón, Mitchell Trubisky. Prefiere que le llamen Mitchell.
¿Qué?
Y, al contrario que Costner, no recuperaron ninguna de sus selecciones originales.
¿Cómo?
Pues sí, esa sigue siendo la reacción general, con un colchón de un mes de reflexión al respecto, sobre la rocambolesca operación del general manager de los Bears, Ryan Pace.
¿Qué?
¿Cómo?
Ah… ¿Y mencioné que los Bears, esa franquicia que no disfruta de un quarterback ganador desde Jim McMahon, acababan de presentar a Mike Glennon, tras ofrecerle un contrato de 44 millones de dólares por tres años?
¿Qué?
¿Cómo?
Lo dicho. Los Bears, que venían de soltar lastre con la retirada de Jay Cutler, afrontan su particular plan de renovación con dos quarterbacks aspirantes a la titularidad.
Glennon se apremió a subrayar que él será quien arranque la temporada en el equipo inicial. No sé ustedes, pero el propósito de reafirmación no me infunde precisamente confianza a la hora de valorar sus dotes de liderazgo sobre la cancha.
Tampoco me inspiran, pese a los intentos del siempre uber-motivado y entrañable Jon Gruden, las sesiones particulares de Trubisky con el ex entrenador de Raiders y Buccaneers.
No, si majete parece… Pero a Mitch, así de pronto, no le intuyo madera de ganador despiadado en esas charlitas y simulacros de acciones de partido.
Mitchell, perdón.
Como verán, he hecho mis deberes desde que la operación me pillara, – como a todos– por sorpresa. No he parado de buscar, como Indiana Jones en persecución del Santo Grial, una buena razón para creer en la sabiduría de Pace.
Y no la he encontrado, siento comunicar.
Ni aquí.
Ni aquí.
Ni, desde luego, aquí.
Quizás en Hollywood se animen a filmar un feliz desenlace como este, pero en la NFL cuesta vislumbrar como Trubisky, que por de pronto lo único que ha conseguido es ejercer de molesto soplo en el cogote de Glennon, vaya a convertirse en el próximo Aaron Rodgers.
Sí, lo he dicho. Y me duele.
Rodgers también esperó tres temporadas para asentarse como titular tras la marcha del legendario Brett Favre, pero venía de ganar 17 partidos en la universidad de California, perdiendo solo cuatro; y fue elegido al final de la primera ronda por los Packers con la selección 24 de 2005, muy por debajo de lo inicialmente esperado. Una ganga, vamos.
Trubisky fue la segunda selección global, muy por delante de lo inicialmente pronosticado, y a precio de caviar ruso. Tras dos años de suplente, inició 13 partidos y ganó ocho en la universidad.
Quizás este sea un buen momento para recordar también que Jim McMahon jugó en Chicago en la década de los ochenta, liderando a los Bears a la conquista de su última Superbowl en 1985. Más de tres décadas sin un mariscal a la altura. Casi nada.
Ojalá me equivoque. Ojalá Pace, quien vio de primera mano las evoluciones de Drew Brees como director de personal en Nueva Orleans, valide sus cualidades de ojeador y Trubisky rompa la maldición de quarterbacks en la Ciudad del Viento.
Pero esta es la misma franquicia que consideró una buena idea contratar como agente libre a Ray McDonald hace apenas dos años, después de que el linero defensivo fuera arrestado en repetidas ocasiones por violencia doméstica. Y ya sabemos todos como acabó aquello.
Así que perdón por la desconfianza Mitch. Eh… Mitchell. Crucemos los dedos y esperemos que esos intangibles – porque tangibles veo pocos, no nos engañemos– acaben floreciendo en el Soldier Field.
Yo por de pronto, también voy a sorprenderme a mí mismo viendo por segunda vez Draft Day. No sea que se me escapara algo.