{Banda Sonora: Ride The Lightning – Metallica}
Por ALEX OLLER
“Just win baby”, solía decir Al Davis, el legendario propietario y entrenador de los Oakland Raiders.
Y, con el paso del tiempo, la frase se convirtió en inconfundible slogan de la histórica franquicia, que posteriormente se mudaría a Los Angeles, luego volvería a la bahía, y próximamente jugará en Las Vegas, donde el logo del popular pirata con el ojo parcheado muy posiblemente refuerce su condición de bestseller en el apartado de la mercadotecnia.
Pero era Davis, fallecido en 2011, quien se inventó prácticamente de la nada la mística del lado oscuro que luego evolucionaría al Raider Nation que conocemos ahora, con sus personajes al límite de la ley –incluido el propio Davis–, su Black Hole en el fondo del decrépito Coliseum, y esa estética tan atractiva del negro y plata, que seduciría a incontables bandas de hip-hop en los años 90, como N.W.A .
Su exitoso álbum Straight Outta Compton era tan puramente L.A. como los mismos Raiders entonces, pese a sus constantes vaivenes. Un puñetazo directo al hígado, al igual que ese Just win baby, que pregonaba Davis, para quien la corrección política era apenas un rival más camino del touchdown, el premio por excelencia del fútbol americano y, según su particular credo, el trazo más rápido hacia la victoria.
En eso, el estilo de los Raiders en la NFL no dista mucho del que luce el Real Madrid en Europa.
Recién coronado campeón por 12da vez tras imponerse con autoridad, 4-1 a la Juventus, el equipo merengue flexiona de nuevo músculo en el viejo continente, mientras sus rivales directos se miran al espejo, perplejos por no haber dado aún con la fórmula.
Los chicos de Zinedine Zidane repitieron como campeones por primera vez en la historia de la Champions, y lo hicieron con un juego por momentos excelso, en ocasiones aburrido y otras muchas especulador, pero eventualmente ganador. Como tantas veces en el pasado.
Y para el Madrid, considerado ampliamente el mejor club de la historia por su impresionante palmarés, lo demás son paparruchas.
Just win baby.
En Barcelona, el más despreciado de sus rivales gusta de subrayar el particular aroma de sus títulos, y es cierto que su admirado fútbol de posesión ha labrado éxitos notables, tanto a nivel doméstico como internacional. Pero la difundida teoría de que los triunfos de la selección española son atribuibles a la génesis azulgrana es, cuanto menos, cuestionable. Y no digamos ya la pretendida misión evangelizadora de su técnico más laureado, Pep Guardiola, en Alemania e Inglaterra.
Son opciones. Ambas respetables.
El Barça gana mucho, y muchas veces juega muy bien.
El Madrid gana más, y le importa un pimiento como juegue.
Numerosos barcelonistas aun critican que muchos trofeos merengues se lograron en época de televisión en blanco y negro, cuando la dictadura de Francisco Franco presumiblemente favorecía los intereses del equipo de la capital.
Ya en color, el Barsa conquistó cinco copas de Europa desde su primera en 1992, bajo el timón del venerado Johan Cruyff.
Tras 32 años de sequía, el Madrid inició una nueva oleada con la conquista de la La Séptima en 1998. Desde entonces, acumula otras cinco Champions más.
Ni los Raiders, ganadores de tres Superbowls, pueden exhibir tal fortaleza, y apenas esta última temporada lograron revertir su dinámica perdedora de las últimas décadas.
Pero el decálogo de Davis, ese personaje mezcla de genio, villano de Star Wars, y con ademanes del repelente magnate de los Simpsons, Montgommery Burns, sigue tan vigente hoy como entonces, tanto en la franquicia americana como en el Madrid.
“La teoría en la NFL es ‘toma lo que te dé la defensa’, pero yo prefiero verlo al revés: nosotros tomamos lo que queremos”, explicaba Davis. “Apostamos por un juego vertical. Vamos por el touchdown”.
Y la perla, casi con acento de Barbarroja, momentos antes del abordaje:
“Hay que infundir miedo en el rival. En los primeros diez minutos, es necesario golpear al quarterback. Tiene que caer. Y tiene que caer duro”, apostillaba el propietario-entrenador.
En Cardiff, el Madrid se presentó con la confianza propia de quien ha ganado las últimas seis finales europeas que ha jugado. Contempló a la Juventus un buen rato, rascó lo que tuvo que rascar en el arranque al más puro estilo heavy metal y, ya con Cristiano Ronaldo a la cabeza, asestó cuatro martillazos fatales al campeón italiano, que apenas había concedido tres goles en toda la competición.
“Los equipos venían y se arrodillaban enseguida”, recuerda el ex linebacker de los Raiders, Phil Villapiano. “Y eran equipos buenos, pero quedaban impresionados por nuestra mística y se empequeñecían”.
El Madrid, incontestable rey de Europa, quizás no pueda presumir nunca del juego estético de muchos de sus rivales, pero a sus hinchas les basta con exhibir el aura que sigue desprendiendo la camiseta blanca que antes portaron leyendas como Alfredo Di Stefano, Paco Gento, Ferenc Puskas, Raúl González o el propio Zizou.
Siempre bajo el mismo concepto.
Just win baby.
Merengues… bienvenidos al lado oscuro.