Por ALEX OLLER
“Lo pinchas y no brota sangre, sino anticongelante. Es un robot”.
Lo insinuó primero el entrenador de Memphis, el locuaz David Fizdale, después de que el alero de los Spurs presentara sus mejores registros anotadores en los seis partidos de la serie contra los Grizzlies, recién finiquitada por 4-2 gracias a otro dominante cierre del hombre también conocido como “La Garra”.
¡Ka-boom!
Preguntado sobre cómo frenar al jugador-franquicia de San Antonio, Fizdale reconoció sus limitaciones técnicas.
“Estoy abierto a todo tipo de sugerencias”, soltó el técnico.
Y es que el equipo de Tennessee dio guerra a los Spurs en los Playoffs, pero acabó sin resolver, como tantos antes, el problema de Kawhi; otro que se ha ganado a base de sudor y trabajo el derecho a ser reconocido únicamente por el nombre de pila.
La franquicia tejana cumple 20 años clasificando ininterrumpidamente a la postemporada y ostenta una historia plagada de legendarios jugadores como George “Iceman” Gervin, David Robinson, Tim Duncan, Tony Parker y Manu Ginóbili.
Los dos últimos siguen en el plantel como ilustres veteranos, garantes de la filosofía que libró cinco títulos de campeón desde 1999, siempre bajo el timón de Gregg Popovich.
Pero, tras seis campañas de constante progresión individual como evidencia, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que ni San Santonio ni la NBA han visto nunca un jugador como Kawhi Leonard.
Sean Ellliot sería, en su función polifacética desde la posición de “tres”, quien más se le asemejaría en el pasado de la entidad, pero sus prestaciones ofensivas no alcanzaron nunca el actual nivel de Kawhi, capaz de echarse al equipo al hombro en cualquier situación, incluso una serie completa como ante los Grizzlies.
En su mejor momento en Indiana, Paul George tampoco se acercó nunca a la influencia que tiene el ex de la universidad de San Diego State en los Spurs, donde asoma en cuanto se requiere su presencia, siendo capaz también de asumir un perfil secundario y adaptarse a la actuación coral del equipo.
Completísimo, constante en el esfuerzo y disciplinado como pocos, Leonard ya fue declarado el Jugador Más Valioso de la Finales de 2014 y exhibe, a sus 25 años, una mayor tenacidad defensiva que LeBron James, indiscutible monarca de la mejor liga del mundo en la última década.
“Kawhi es el mejor de la NBA ahora mismo”, concedió tras la clasificación Popovich.
Con promedio de 31,2 puntos por partido, seis rebotes, 3,8 asistencias, dos robos y porcentajes de 54.8 en tiros de campo, 48.3 en triples y 96.7 en tiros libres en estos Playoffs, hay poco que reprochar a un jugador que parece no tener techo, una vez ampliamente rebasados los más optimistas pronósticos cuando San Antonio le eligió con el número 15 del Draft de 2011.
Y, para que no se diga, aquí reedito lo publicado en este mismo espacio hace seis años, con motivo de aquella curiosa primera ronda que vio desfilar a hombres como Derrick Williams, Jan Vesely, Alec Burks y Jimmer Fredette antes que el hoy dos veces All Star:
- Indiana Pacers: Kawhi Leonard (San Diego State)
Los Pacers eligen a Leonard, un joven de trenzas vestido a lo gánster años 50 que sumó 23 dobles-dobles en San Diego State, y del que Bilas destaca sus “enormes manos y garra” (supongo que como conceptos independientes). Es inmediatamente traspasado a los Spurs a cambio de George Hill, en una a operación que automáticamente quíntupla su valor, pues sabemos que los Spurs no suelen hacer tonterías en el Draft. Leonard pasa de ser un ala-pívot con potencial en Indiana junto a Roy Hibbert, a posible sucesor de Tim Duncan en San Antonio. Más importante aún, el movimiento parece indicar que los Spurs seguirán confiando en Tony Parker al menos una temporada más, con la consiguiente inquietud de todos los hombres comprometidos del vestuario texano.
Bastantes tonterías más he escrito desde entonces (y las que caerán), pero la mayor infravaloración de ese Draft corresponde a Kawhi, que el jueves se encargó de sepultar prácticamente él solito a los correosos Grizzles, posibilitando que San Antonio siga soñando con la conquista de su sexto campeonato.
Como en partidos anteriores, el multiusos hizo de todo: defendió, atacó, y lideró con su tesón silencioso, quizás poco vistoso, pero de lo más efectivo.
Punto a punto, robo a robo, rebote a rebote, asistencia a asistencia, Kawhi completó su faena con robótica precisión, apenas concediendo un ligero gesto de fastidio tras recibir una dura falta como muestra humana de relativa frustración. Y así asumió progresivamente la responsabilidad de crear juego en momentos de máxima presión, antes de rematar a Memphis con sucesivas jugadas de tres puntos, dos robos y tres asistencias en el parcial decisivo.
¿Soluciones para el desesperado Fizdale?
Todavía pendientes.
Mientras esperamos, propongo entretenernos con sugerencias para nombrar al fascinante robot.
¿Qué tal Kawhi Ka-Boom?