[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2015 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BEIJING (AP) – “Me voy un poco molesta conmigo misma. Trabajé los Juegos Panamericanos pensando en este torneo. Quería hacer mi mejor marca personal y pasar a la final, pero no pudo ser. Ahora toca ponerse a trabajar y pensar en los Juegos de Río 2016”, comentó el miércoles la venezolana Rosa Rodríguez, la pena tatuada en el rostro, tras creerse eliminada de la final de lanzamiento de martillo en el Mundial de Atletismo de Beijing.
¿Alguna objeción antes de embarcar en el vuelo de vuelta a Venezuela?
¡Paren ese avión!
Resulta que la oriunda de San Miguel de Acarigua no había quedado fuera de la ronda decisiva al final de todo. Más bien lo contrario: se convirtió en solo la segunda atleta de su país en disputar una la final mundialista, ya que el anterior fue Eduar Villanueva, en Daegú 2011, compitiendo en los 1500 metros.
Rodríguez consiguió definitivamente la clasificación a la final del próximo jueves, aunque con algo de retraso y notable suspense. En el momento de abandonar la pista, la venezolana no confiaba en que su marca de 70.57 metros bastara para sellar el boleto. Pero faltaba por disputarse la eliminatoria del grupo B poco después, y apenas cuatro de sus participantes lograron desbancarla, con lo que acabó superando el corte de 12 en el 10mo lugar.
“En Moscú lancé sobre los 69 y aquí pensaba que podría estar sobre los 72, pero son cosas que pasan. Los nervios son inevitables. Hay que trabajarlos e intentar aprovechar ese exceso de adrenalina que existe en las competencias”, prosiguió la desconcertada Rodríguez tras su único lanzamiento exitoso, pues los dos siguientes resultaron nulos. “En el tercero sentí que iba para una buena marca. Intenté lanzar un tiro ganador, pero se me adelantó y lo estrellé contra la malla”, lamentó.
A la venezolana, que se inició como corredora, le traicionó quizás el ardor competitivo sobre el círculo de lanzamiento; y luego la frustración propia del deportista exigente consigo mismo en la zona reservada a los medios. Puede que su desencanto en el anterior mundial de Moscú, cuando se perdió la final por escaso margen, precipitara su pesimista lectura de lo acontecido. Pero la actual campeona de los Panamericanos tiene ahora una segunda oportunidad de validar su mejor registro de la temporada de 73.06, que de hecho hubiera igualado el tercero mejor de la ronda clasificatoria del miércoles.
A sus 29 años y con cuatro mundiales a cuestas incluido el presente, cuenta también una plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe del 2010, un título en los pasados Sudamericanos, y vive (aunque puntualmente se despiste) su mejor momento deportivo, con boleto ya asegurado para los Juegos de Rio del próximo año.
“Ahora voy a trabajar la parte física y bajar de peso para aumentar la velocidad. Debo mejorar también mi técnica en el tercer y cuarto giro”, avanzó camino del vestuario.
No tan rápido. Antes de Río, de sus seis dobles sesiones de práctica semanales en Eslovenia, donde entrena, y de su vuelo para iniciar vacaciones en San Miguel de Acarigua, tiene una cita pendiente y de histórico valor: la primera final en martillo para Venezuela.