[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2015 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – “¡Un animal! ¡Cada día en los entrenamientos, un animal!”, exclama con dientes apretados, ojos intensos y golpeando una y otra vez la palma de la mano con su puño opuesto Jamie Carragher, al ser preguntado por la figura de Javier Mascherano.
Emblema del Liverpool, donde jugó a lo largo de toda su carrera y coincidió cuatro años con el recuperador argentino hace cinco temporadas, Carragher no esconde su admiración por el hombre que ha dejado huella en los cinco equipos en que ha jugado y al que todos apodan “El Jefecito”, por mucho que el destinatario del mote se ruborice al escucharlo.
“Fue siempre un ejemplo de profesionalismo y un líder. Un gran compañero, muy querido por jugadores, técnicos y seguidores”, subraya el ex futbolista británico antes de proclamar al nativo de San Lorenzo como “el mejor jugador del pasado Mundial”.
Hombre reservado ante los micrófonos pero cercano fuera de foco, Mascherano no goza del glamour de atacantes veloces como el brasileño Neymar ni ocupa titulares como los que acaparó una vez más su compatriota Lionel Messi al término de la victoria del Barcelona el miércoles, 1-0 sobre el Manchester City, y que clasificó a los azulgranas a los cuartos de final de la Champions.
Pero ambos astros saben que “El Jefecito” es el hombre que marca el compás en la caseta, el que nunca se esconde en grandes citas como la del clásico de la liga española contra el Real Madrid del próximo domingo, y jamás falta sin motivo a esas sesiones preparatorias que con tanta viveza recuerda Carragher.
También se deshace en elogios hacia su figura el arquero Wilfredo Caballero, ex compañero en la selección argentina Sub’23 y los Juegos Olímpicos de 2004, hoy relegado a la suplencia en el Man City, donde comparte vestuario con Pablo Zabaleta, otro albiceleste que disputó el Mundial de Brasil junto a Mascherano y con el que bromeó en charla telefónica previo a la eliminatoria europea: “Me echás la soga en la selección cuando subo de lateral”, reía el actual “citizen” ante las jocosas reprimendas del azulgrana.
La jerarquía moral de Mascherano consigue que un futbolista inédito en un cruce continental de octavos como Caballero se pare tras la eliminación de su equipo para comentar sobre la influencia del polivalente mediocampista. “Ya de joven, se notaba que era un líder nato. Muy participativo y, sobretodo, muy leal con el juego. El capitán sin cinta”, establece el portero. “Como rival te daba bronca lo bien que jugaba, porque lo dejaba todo sobre la cancha. Todo lo que ha conseguido en el Barcelona se lo merece. Tanto aquí como en Argentina se le considera un grande del fútbol”.
Un palmarés que incluye dos medallas de oro olímpicas, una Champions, dos ligas españolas, una Copa del Rey y un Clausura con River Plate sin duda ampararía tal reconocimiento tras debutar en la primera división de su país en 2003 de la mano del chileno Manuel Pellegrini, hoy también rival con el Man City, y hacerse valer en un club tan exigente como el Barsa, donde debió adaptar sus cualidades de mediocampista recuperador a la posición de central.
“Valoro mucho a Pellegrini y Bielsa, así como su propuesta por el fútbol ofensivo. Y con Luis Enrique también he aprendido mucho; no solo para ahora, sino de cara a seguir en esta profesión en el futuro”, revela Mascherano sobre su actual entrenador quien, a la vez, se rinde ante su pupilo. “Es un jugador difícilmente comparable y de rendimiento muy alto. Ya sabía de su clase mundial antes de venir, y es evidente su profesionalidad y trabajo en el día a día. Es una suerte tenerle. Puede jugar en varias posiciones y nos da mucha confianza”, resume.
Pero como sus asertivas anticipaciones en la cancha, los cuantiosos méritos del futbolista a menudo escapan el registro estadístico o incluso la lógica narrativa, como cuando Marcelo Bielsa le convocó por primera vez al seleccionado nacional absoluto, aún sin haberse estrenado con el equipo A de River.
“El Loco” sin duda acertó al percibir cualidades duraderas en el futbolista que, como Zabaleta, había acudido en condición “sparring” del combinado nacional al Mundial de 2002. En la convivencia con referentes como Diego Simeone o Matías Almeyda, asegura Mascherano que aprendió lo que suponía comportarse como un profesional. Y antes incluso procesó una cita de valor incalculable, cortesía del “profe” Gerardo Salorio: “Un jugador de selección no debe solo serlo, sino parecerlo”.
Algo de ese poso de sabiduría futbolística debió impregnar el vestuario del Barsa a mediados de enero, poco después de que los azulgranas perdieran en cancha de la Real Sociedad y las tensiones entre Messi y el cuerpo técnico se airearan de mala manera. La delicada situación fue reconducida por el capitán Xavi Hernández, quien contó con la inestimable colaboración de Mascherano, integrante del reducido núcleo de confianza del rosarino y merecedor de los galones invisibles que le otorga Luis Enrique.
Una vez retomado el liderato en la liga con un punto de ventaja sobre el Madrid, el técnico probablemente también valorara el camuflado gesto del santafecino el miércoles cuando, con la eliminatoria europea en suspenso y penal favorable a su compatriota Sergio Agüero, indicó al arquero barcelonista el costado propicio para la estirada, facilitando la atajada.
“Nos salvó del lío”, se limitó a decir Mascherano, el primero en abrazar al portero, desviar el mérito al compañero y reivindicar la presencia del renqueante Sergio Busquets de cara al clásico. “Ojalá juegue él en el medio y no yo, porque Busi es el titular y el mejor en ese puesto. No soy egoísta y puedo ejercer de central, ya que en el sistema los automatismos son parecidos”, aclaró sin necesidad el capitán sin cinta. El que los barcelonistas esperan siga señalando largo tiempo el camino.