[Este artículo fue editado y publicado en octubre de 2014 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Abajo por 1-0 en casa contra el Barcelona en el pasado clásico de España, el Real Madrid transitaba por la cornisa de una dolorosa derrota cuando el argentino Lionel Messi remató, en posición franca ante el arquero Iker Casillas, un cruce del uruguayo Luis Suárez que hubiera supuesto el segundo tanto azulgrana.
Congelado el instante, los aficionados del estadio Santiago Bernabéu contuvieron la respiración, a la expectativa de un lance que bien podía definir el partido y, quizás, el campeonato.
Casillas aguantó firme, la pelota rebotó en su pierna derecha y el Madrid esquivó la estocada, camino de una gozosa remontada que dejó el cruce 3-1 a su favor para recortar distancias con el entonces líder Barsa.
Once días más tarde, es el equipo blanco el que mira desde la cima a su acérrimo rival, que volvió a perder la pasada fecha en su estadio frente al Celta de Vigo, al mismo tiempo que los madridistas hilvanaban su undécima victoria seguida en todas las competiciones: una impoluta goleada por 4-0 en cancha del Granada que les dejó con 24 puntos en lo alto de la clasificación liguera, dos más que el Barsa.
“Estamos en un estado de forma increíble y muy contentos por como jugamos. Necesitamos seguir esta racha”, dijo tras el partido el volante Luka Modric, rostro reluciente de un vestuario feliz, centrado en la hercúlea tarea de ganar el triplete de liga, Liga de Campeones y Copa del Rey, despreocupado de los líos que durante años pasados embrutecieron su entorno y dañaron su imagen.
Los astros del Madrid siguen siendo Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Karim Benzema y hasta el propio Casillas, poco a poco redimido de las críticas que le cayeron desde que el anterior técnico, José Mourinho, le relegara a la suplencia en 2012.
Junto con la docena de victorias consecutivas tras ganar el martes al Liverpool en la Champions han surgido nuevas figuras como el colombiano James Rodríguez o el alemán Toni Kroos, aunque quien gobierna hoy la escena en La Casa Blanca no es otro que su dicharachero entrenador, Carlo Ancelotti.
En su segundo año al timón, el italiano parece haberse asentado plenamente en el difícil rol de gestor de egos, director de ambiciosos proyectos y apaciguador de masas. De origen campesino, Ancelotti otea diariamente el horizonte, pronostica el clima y arquea la ceja en busca de remedios a cuestiones imprevistas.
Su primer gran examen del actual curso se le presentó hace dos meses, cuando el Madrid cayó por la segunda fecha en cancha de la Real Sociedad, 4-2, tras avanzarse por dos goles. El inesperado traspié hizo saltar las alarmas por ser el primero del campeonato y exhibir el más preocupante de los síntomas: partición del equipo en dos por la querencia de los delanteros en abultar el marcador sin implicarse en la recuperación de la pelota.
El principal temor del madridismo tras las marchas del argentino Angel Di María y del organizador Xabi Alonso se había manifestado de la forma más grotesca en San Sebastián y amenazaba con propagar el pánico y comprometer el objetivo del triplete.
En tiempos de Mourinho, el postpartido seguramente hubiera servido para señalar culpables, internos o externos, y provocar incendios que desviaran la atención de lo acontecido sobre la cancha.
Ancelotti se limitó a tomar nota y anunciar, con el tacto propio del buen sembrador, vías alternativas. “Tienes que demostrar actitud para acabar el partido. Es mi responsabilidad. Algo tiene que cambiar y va a cambiar”, zanjó, mientras Casillas denunciaba “falta de actitud”.
El Madrid volvió a caer a la siguiente fecha en el clásico ciudadano, 2-1 contra el Atlético en el Bernabéu. En su segundo juicio ante los medios informativos, el estratega mantuvo inalterable el discurso. “Estamos pagando nuestros pequeños errores. El inicio no es bueno, pero estoy convencido que lo vamos a arreglar, como el año pasado”, aventuró.
Una docena de triunfos más tarde, con saldo de 47 goles a favor por solo siete en contra, tiene al Madrid líder del torneo doméstico y con el boleto asegurado a los octavos de final de la Champions. El equipo, como Casillas en el clásico, aguantó firme y reaccionó ante las embestidas.
Pero más que resultados, el gran mérito de Ancelotti es haberlos logrado sin quemar un plantel de alta manutención emocional. Si Mourinho caracterizó su etapa por la permanente tensión entre tripulantes, en favor de una supuesta mejora competitiva, su sucesor ha demostrado que la buena onda colectiva no va reñida con la entrega máxima. Más bien al contrario.
Basta ver como James o Isco Alarcón, dos creativos acostumbrados a tareas artísticas en la zona de tres cuartos, se emplean con ardor juvenil a labores de recuperación en la banda. Allí los ha calzado con éxito el entrenador después de que la confección del plantel le obligara a la ortopedia futbolística. Con piezas de primer orden, eso sí.
Ninguna tan cara como Gareth Bale, el capricho del presidente Florentino Pérez que fue clave en la consecución de la copa y la Champions la temporada anterior. Ausente en cinco de los 12 partidos de la racha, el equipo resolvió su baja con balance de 19 tantos a favor por solo dos en contra; mientras que con el galés la foja fue de 28-5.
La defensa, invicta en siete partidos, exhibe estupenda forma y hasta la portería parece haber dejado atrás sus dolores de cabeza: reinsertado Casillas, se aceptan con naturalidad las puntuales titularidades del costarricense Keylor Navas. Mirándose en el espejo del Barsa, el Madrid se gusta. Comprometido, generoso y polivalente, exhibe un fútbol total en torno la pegada de sus delanteros, el talento de sus volantes y el ancla de Kroos, jugador que encarna sobre la cancha la tranquilidad, clarividencia e inteligencia de su entrenador.
También dotado mediocampista en sus tiempos de futbolista, Ancelotti afronta el sábado ante el Rayo Vallecano otra disyuntiva: reintroducir a Bale sin alterar el ecosistema de un once en pleno desarrollo.
“Es difícil ahora decirles a los futbolistas en qué han fallado”, se congratuló el lunes el italiano, poco después de ratificar la condición de titular indiscutible del galés. “Es mejor pensar en las cosas buenas que en las malas, como en la vida”, añadió con sabiduría campesina el hombre que supervisa el saludable cultivo del actual Madrid.