Simeone, el conquistador

[Este artículo fue editado y publicado en mayo de 2014 por IMPREMEDIA]

Por ALEX OLLER

BARCELONA, España

Partido a partido, latido a latido, final a final, el Atlético del Cholo se gana el corazón de los aficionados al fútbol

Un auto se frena ante una intersección urbana, se supone que de Madrid. En el asiento trasero, un niño mira por la ventana transmitiendo cierta melancolía. Inquieto, se vuelve hacia su padre, pensativo en el asiento delantero con las manos al volante, y le espeta la siguiente pregunta:

-Papá…

-Dime hijo.

-¿Por qué somos del Atleti?

La escena, con reacción de cierta incomodidad por parte del progenitor y final abierto, data de 2001 y formó parte de una campaña publicitaria del Atlético de Madrid que, por su original planteamiento, dejó huella tanto en seguidores colchoneros como espectadores ajenos.

La pregunta no es exclusiva al club madrileño, pues son muchos los fanáticos de equipos modestos que alguna vez se habrán sentido obligados a dar razones sobre sus desconcertantes querencias sentimentales.

Pero el Atlético, por presupuesto e historia, nunca fue un club pequeño. Tampoco grande, si por grande se entienden actuales colosos de la talla del Barcelona o el vecino Real Madrid, ganadores de múltiples copas de Europa, compradores de los mejores “cracks” del momento, monstruos mediáticos y de la mercadotecnia.

Era, efectivamente, difícil de explicar por qué uno era del Atlético 13 años atrás, con el club descendido por dos temporadas a la segunda división, sin figuras reconocibles sobre la cancha, un presidente metido en incontables problemas judiciales como Jesús Gil y Gil y el incordio constante del todopoderoso Madrid de Florentino Pérez y sus proclamados “galácticos” en la acera de enfrente.

Casi tan complicado como hace apenas dos años y medio, cuando el equipo rojiblanco volvía a encontrarse a la deriva, clasificado 11ro en el campeonato por la 17ma fecha y eliminado de forma bochornosa de la Copa del Rey a pesar de contar con una gran figura internacional como el goleador colombiano Radamel Falcao.

¿Seguiría sintiendo los colores rojiblancos aquel niño del anuncio, ya crecido, más curtido en el pasional vaivén que oscila del dulce triunfo a la amarga derrota?

Y en esas llegó Diego Simeone.

“El Cholo”, como lo apodan desde que se iniciara como futbolista en Vélez Sarsfield, antes de triunfar en Europa y concretamente en el Atlético, sintió el llamado de la entidad con la que ganó aquel histórico doblete (liga y Copa del Rey) en 1996 y acudió al rescate, dando relevo a Gregorio Manzano en el banquillo y liderando la revolución del club que previamente se había ganado a pulso el calificativo de “El Pupas”, tanto por su cíclico infortunio como su capacidad para la automutilación deportiva.

Mucho ha cambiado desde entonces, pues el Atlético figura hoy como el equipo de moda, no solo en España, sino en el mundo.

La revuelta que inició el “Cholo” junto a su ayudante y compatriota Germán “El Mono” Burgos empezó en la caseta, se reflejó en la cancha, se contagió a la grada, y se propagó por Europa, continente que los colchoneros tienen ahora en la palma de la mano.

Les falta una victoria, el próximo 24 de mayo en la final de la Liga de Campeones en Lisboa contra, ironías de la vida, el Real Madrid, para conquistarlo definitivamente. Quizás para entonces hayan tomado ya la liga española, que lideran por encima del cuadro merengue y el Barcelona, a quienes amenazan con destronar tras nueve años de monótona bipolaridad.

Difícil vislumbrar el actual panorama al inicio de campaña, aún después de que el Atlético ganara en la pasada la final de la Copa del Rey al Madrid en su propio estadio. Por mucho que el ejercicio anterior, con apenas medio curso de trabajo, los chicos de Simeone reaccionaran a tiempo y consiguieran levantar la segunda Liga Europa en la historia del club.

Dos títulos en poco más de año y medio y posible doblete histórico en el tercero. Mucho ha cambiado, sí. Pero tampoco tanto…

La revolución en la caseta fue más espiritual que nonimal pues, del plantel que heredó el “Cholo” la campaña 2011-2012, hasta 13 futbolistas siguen vistiendo la zamarra rojiblanca; y nueve de ellos estuvieron el día en que “El Pupas” justificó de pleno su apodo, cayendo eliminado de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey contra el modesto Albacete, de la segunda división B.

En esa lista no figuran dos de los actuales referentes que sí iniciaron aquella campaña pero se fueron cedidos a otros equipos: el volante Raúl García, prestado a Osasuna, y el goleador Diego Costa, descartado entonces por Simeone, y quien optó por jugar minutos en el vecino Rayo Vallecano.

Esa transformación sin grandes traumas sea, muy probablemente, el mayor logro de preparador argentino en una época en que el mundo del futbol parece moverse más que nunca por el dinero y el éxito va inexorablemente ligado al poder económico de los grandes clubes, dependientes siempre de traspasos millonarios que potencien, teóricamente, sus planteles y llenen sus estadios.

A pesar de una histórica querencia por grandes goleadores como el mexicano Hugo Sánchez, el brasileño Baltazar, el italiano Christian Vieri, el uruguayo Diego Forlán, el argentino Sergio Agüero o el mencionado Falcao, el Atlético nunca requirió de figuras con cartel para ocupar los asientos del Vicente Calderón.

A diferencia de culés y madridistas, la hinchada rojiblanca es capaz de pasarse 45 minutos aplaudiendo a su equipo aún en la derrota, o de dedicar una ovación clamorosa a sus héroes tras la pérdida de un título. Acostumbrados a remar contracorriente, los atléticos suelen valorar más el viaje que el destino, y ante semejante carta de naturaleza no han encontrado mejor timonel que Simeone, un viejo y a la vez joven lobo de mar, capaz de navegar con viento a favor o en contra.

“Yo vengo del fútbol”, subraya lacónico cuando se le pregunta por la génesis de su pensamiento, por su filosofía futbolística. Y ciertamente destila esencia potrera en sus planteamientos, tanto en lo que concierne a la cancha como el amplio marco de la vida.

“El fútbol es muy amplio. Se gana de diferentes maneras y cada uno elige la suya. El Barça y la selección española nos llevaron a ir detrás de una idea que es hermosa, claro, pero para correr rápido hay que tener un auto bueno. Si tienes un auto menos bueno tendrás que buscar la manera de pincharle la goma al otro y correr lo más cerca de él que puedas”, explicaba Simeone en una reciente entrevista a la revista Jot Down.

Embriagada por el liderazgo del “Cholo” y el aroma aventurero, la afición se siente parte de una tripulación que bien podría figurar en el reparto de cualquier película de piratas. Con Costa, el goleador con modales de central pendenciero, liderando el abordaje a los buques poderosos, al Vicente Calderón solo le falta alzar la bandera con dos tibias y una calavera y surcar el vecino río Manzanares en busca de nuevos y preciados botines.

“Robo, pase y contragolpe”, son las señas de identidad de toda la vida del Atlético, inalterables también para Simeone, aunque el técnico haya sabido encontrar fórmulas alternas para coronar “partido a partido”, tal como se ha empeñado en pregonar periódicamente, nuevas cotas futbolísticas.

El actual líder de la liga se ha revelado el equipo más completo de cuantos han competido también en la Champions, capaz de adaptarse a los diversos escenarios planteados gracias al ingenio de su staff técnico y la flexibilidad de un plantel que se sabe bien preparado y cree a pies juntos las consignas que le lanzan desde la banca.

“El esfuerzo no se negocia”, fue el lema de Simeone nada más aterrizar en Madrid proveniente del argentino Racing el 23 de diciembre de 2011. Llegó como regalo navideño y su primera decisión fue despachar al díscolo José Antonio Reyes al Sevilla, avisando a navegantes y dejando clara su hoja de ruta: “Prefiero tener una ocasión y ganar, a varias y perder”.

Seductor desde el arranque, hasta en esa proclama se acercó al otro gran ídolo de la tribu colchonera y también ex seleccionador español, Luis Aragonés, tristemente fallecido el pasado febrero. “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar” soltó una vez el “Sabio de Hortaleza” como simple explicación sobre la razón de ser del fútbol. Y ese lema cuelga hoy de las gradas rojiblancas en forma de pancarta, mientras los seguidores entonan al unísono el candente grito de guerra: “¡Olé, olé, olé!… ¡Cholo Simeone!”.

El cántico, originario de su etapa como futbolista, se escuchó ya el mismo día de su presentación como técnico, cuando unos 3000 incondicionales se acercaron a recibirle.

Y los mismos jugadores que bajo el mando del anterior estratega parecían destinados a recalar en equipos o ligas menores reflotaron sorpresivamente, hasta el punto de que cada uno de ellos se adueñó de un pedacito del corazón del hincha. Por empeño, calidad y, consecuentemente, la particular cuota de cinco minutos de gloria. Incluso más, en algunos casos.

La línea que todos los aficionados recitan de memoria es la defensiva, la menos goleada de la primera división y que forman los laterales Juanfran Torres y Filipe Luis, más el uruguayo Diego Godín y el brasileño Miranda en el centro.

El primero, formado en la cantera del Madrid como extremo y reciclado por Simeone, vino procedente de Osasuna tras un gris paso por el Espanyol y es ahora internacional por España, como lo es Filipe Luis por Brasil y merecería serlo también Miranda, quien tuvo pie y medio fuera del club y acabó firmando el gol de la victoria en la final copera ganada al Madrid. Godín jugará el Mundial con el combinado charrúa después de convertirse en uno de los marcadores más fiables de la liga e incluso permitiéndose el lujo de desatascar partidos con goles en ataque.

La fiabilidad del Atlético atrás encuentra nombre y apellido en Thibaut Courtois, pero restando al joven e imponente arquero belga cedido por el Chelsea, esa misma retaguardia, exacta hombre por hombre, fue la que encajó aquella eliminación copera frente al Albacete, que desencadenó el cese de Manzano y el fichaje de Simeone.

También estuvo sobre la cancha el actual capitán Gabi Fernández, imprescindible líder bajo la sombra y mano derecha del “Cholo” en el eje del mediocampo. Criado en la cantera colchonera, Fernández se rodó en el Getafe y el Zaragoza antes de regresar al club de sus amores para vivir la época gris previa al arribo del técnico argentino.

“Somos casi los mismos que cuando llegó, pero mentalmente estábamos hundidos, no reaccionábamos, no confiábamos en nosotros, desconocíamos dónde íbamos a llegar. Psicológicamente, es el número uno. Y también lo es por como transmite su visión del fútbol. Así que empezó por contagiar su gen ganador, resaltó nuestras virtudes y nos ayudó a tapar los defectos. Desde el primer minuto nos convenció de que podíamos revertir la situación”, contaba el futbolista a la revista Panenka.

Fernández, el mismo que debutó sin excesivo brillo en la segunda etapa de Simeone como futbolista rojiblanco, entre 2003 y 2005, y se lo encontró en la cancha junto a Burgos, actual segundo entrenador, fue el encargado de levantar la  Copa en el Santiago Bernabéu el pasado mayo y puso momentáneamente arriba al Atlético en el último clásico ciudadano contra el Madrid (2-2), marcando  un golazo de tiro libre.

Su personalidad y tesón convencieron hasta tal punto al “Cholo” que pasó de las dudas que le propició como imberbe compañero a la fe ciega desde el punto de mira del estratega, quien no duda en calificarle como “el corazón del equipo”.

Y el elogiado corresponde: “Poco a poco estamos dando vuelta a la imagen fatalista que tenía este club, cambiando la historia con nuestro compromiso. Nos hemos convertido en un equipo ganador. El equipo del trabajador, grande pero humilde”, dice.

Precisamente jugadas de estrategia como la Fernández han pasado a convertirse en el sello del finalista europeo, con especial mención al ataque aéreo que lidera Raúl García, otro futbolista regenerado, autor de 17 goles en la temporada y seis dianas de cabeza en la liga.

La mano del cuerpo técnico se ha notado en todos los grandes choques, ganándole la partida en varias ocasiones al Barcelona del también argentino Gerardo Martino. Si bien la superioridad no siempre se plasmó en el marcador, Simeone supo jugar varias cartas a cada vez, apostando por el veterano David Villa en punta ante su ex equipo con Costa en la banda derecha, luego rescatando a Adrián López de la oscuridad para formar con tres delanteros. También desorientó al Chelsea de José Mourinho en las semifinales de la Champions, variando el ataque aéreo del choque de ida con Raúl García por una propuesta de balón rasante y ataque paciente en la vuelta, en que Juanfran centró dos de los tres goles (3-1), picando a la espalda de la defensa “blue”.

La plenitud física del plantel y disposición al esfuerzo, evidente en las constantes subidas de los laterales, acompañan la minuciosa preparación como principal clave del éxito colchonero.

“Las guerras no las ganan los mejores, sino los que las combaten mejor estratégicamente”, aleccionó Simeone tras ganar al Barcelona en cuartos de la Champions.

Kiko Narváez, ex compañero, da fe de que el “Cholo” apuntaba ya maneras de entrenador en la mágica temporada del doblete. “Como Pep (Guardiola), era una prolongación del entrenador en el campo y tenía vocación. No paraba de estudiar, ver, preguntar sobre tácticas a todo el mundo. Es un gran comunicador. Comprende lo que pasa, sabe exponer sus ideas y gestionar un vestuario. Saca lo mejor de cada uno. Te sientas a tomar un café y le da igual: en seguida aparta la sacarina, el azúcar y la taza para marcarte un movimiento sobre la mesa”, revela.

Como el resto de la hinchada, Simeone asegura sentir devoción por todos sus futbolistas, aunque la personalidad del creativo turco Arda Turan, un fino estilista que asume rol de obrero, le tiene especialmente cautivado; así como Costa, cuyo irascible carácter le apartó durante años del equipo que ahora celebra sus 27 goles en liga y esperada presencia en el Mundial de Brasil con España. “Arda es un chico especial y Costa se merece todo lo bueno que le pasa. Se lo ha ganado”, insiste.

Radomir Antic, técnico del doblete, no figura entre los enumerados como referentes por el bonaerense, aunque con él firmó su mejor temporada de futbolista y sean varias las facetas similares que unen a los dos Atléticos.

“Nuestra clave era el compromiso colectivo. Cada futbolista tenía su importancia. Ellos creían porque las decisiones eran consensuadas y sabían por qué se hacían las cosas. Los buenos jugadores no siempre hacen buenos equipos, pero el buen ambiente sí. Había una gran convivencia”, recuerda Antic de aquel doble campeón. “Los actuales triunfos del Atlético, por las limitaciones económicas, valen más que los de los demás. La comunión con la afición es clave, porque acepta la propuesta futbolística y, cuando los balones van al palo, sigue apoyando. Los jugadores van con la autoestima a tope y el equipo no tiene límites”, resume, puntualizando una declaración que bien podría firmar su ex discípulo: “No me gustan las comparaciones. Soy hombre de fútbol”, remarca el serbio.

Fútbol, solo fútbol. Ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Partido a partido, latido a latido, final a final, el Atlético del “Cholo” conquista el corazón de los aficionados al fútbol y quizás, solo quizás, responda en parte aquella incómoda pregunta infantil:

-Papá… ¿Por qué somos del Atleti?

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