[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Como último hombre de la línea de defensa de su equipo de fútbol, Allan Gabriel Gutiérrez no se andaba con chiquitas a la hora de frenar a los delanteros contrarios.
“Una vez barrí a uno por el cuello”, espetó el viernes el hondureño, separado de los periodistas que cubren el mundial de natación por una barrera metálica, aunque aparentemente más manso de lo que su aseveración indicaba.
Luciendo únicamente bañador y recién sumergido en el agua clorificada de la piscina del Palau Sant Jordi, costaba imaginar al contundente defensor descrito por el sonriente Gutiérrez, quien acabó en 47mo lugar la tanda preliminar de los 50 metros libres, la más explosiva que se disputa en el certamen.
Pese a no clasificar a las semifinales de la tarde, el oriundo de San Pedro Sula andaba contento por haber bajado su anterior marca de los 23.58 segundos, récord nacional, a los 23:47. El nadador de 19 años no venía con otro objetivo deportivo a Barcelona, más allá de rebajar sus tiempos y seguir progresando de cara a competir en los próximos Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro 2016.
“Necesito bajar antes mi marca en los 100 metros por unos dos segundos”, reconoció el mundialista, quien el miércoles acabó su anterior carrera con un crono de 51:69, superior en 3.98 al del eventual campeón, el australiano James “Mísil” Magnussen. “Para asegurar Río, hay que bajar de los 50”, insistió.
Su entrenador, José Leonardo González, le critica a menudo la ansiedad que frena ocasionalmente su sprint final en las competencias y que, el viernes, volvió a jugarle una mala pasada. “Patiné un poco, porque me emociono cuando veo que llego y muevo demasiado los brazos”, concedió el discípulo.
Quizás ese arrebato provenga de sus tiempos de central impetuoso, aunque Gutiérrez pronto cambiara los botines y las canchas de tierra por el gorro de látex y el agua cristalina, donde se siente un espíritu libre. “En el fútbol dependía de otros, mientras que la natación es más individual y tienes que valerte por ti mismo en lo bueno y en lo malo. Yo podía hacer el partido de mi vida y marcar tres goles que, si el portera tenía un mal día y le metían cuatro, no valía de nada”, razonó.
Pero todo apunta a que la verdadera lucha de Gutiérrez, quien cursa estudios de biología en Florida, está en acabar de adaptarse a las pruebas de velocidad después de competir en distancias más largas como los 200 y 400 metros en el mundial de Shanghai y los pasados Juegos Olímpicos. “Decidí cambiar hace un año, porque se me daban mejor las carreras cortas, aunque todavía me falta masa muscular para competir con los mejores”, explicó el sampedrano.
Igualmente aficionado al basquetbol, se limita ahora a ver el fútbol por televisión aunque, en su visita a la capital catalana, se trazara hace tiempo otro objetivo que nada tiene que ver con sus marcas en la pileta.
“Quería ver jugar a (Lionel) Messi y Neymar juntos y desde Honduras saqué boletos por Internet para ver el partido del Barcelona con el Santos”, reveló ilusionado, refiriéndose al amistoso que jugaría en la tarde el equipo brasileño en feudo azulgrana.
Cerrada con relativo éxito su participación mundialista y con tres días por delante antes de regresar a Honduras, nadie le iba a negar a Gutiérrez el placer de pisar el Camp Nou para ver a sus ídolos… siempre que no acudiera en calidad de último hombre.