[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Apenas cinco horas después de acabar octava en la carrera preliminar de los 100 metros espalda con un crono de 1:01:84 minutos claramente insuficiente para pasar a la semifinal del mundial de natación, a Fernanda González se la veía alegre y aparentemente despreocupada el lunes en el puerto de Barcelona; bajo un sol de justicia y espectadora de primera fila de la prueba debutante de saltos de gran altura, donde competían sus compatriotas, Jonathan Paredes y Jorge Ferzuli.
Pero, en símil periodístico, la portada no reflejaba a la noticia, pues a la joven y prometedora nadadora del Estado de México todavía le hervía la sangre su mal desempeño matutino. “No estoy nada contenta la verdad. Me fui muy molesta porque tuve una falla estúpida en el toque y eso, acá, se cobra caro porque hay mucho talento. Te deja un mal sabor de boca, porque pude haber estado en la semifinal y es un trago amargo”, expuso, sin contemplaciones, consciente del peso que acarreaba cada una de sus palabras.
Y es que a González le atrae el mundo de la comunicación y el periodismo como alternativas profesionales para después de su carrera deportiva. Quizás la razón por la cual, en la competencia de clavados, se encontraba al lado opuesto de la barrera que ocupó en la mañana cuando, visiblemente cansada, tomaba apuradamente aire previo a cada respuesta a los reporteros.
“Me encanta hablar y conocer gente. Soy muy preguntona y no me ponen nerviosa las cámaras. En todo caso, sería con un micro en la mano. Lo de la producción y los cablecitos no se me da nada bien”, sonrió.
También siente interés por la decoración interior, y lo primero que hizo al llegar a Barcelona fue redistribuir los muebles de su habitación de hotel, que comparte con la velocista Liliana Ibáñez. “Tenían las dos camas juntas y las separé, puse una mesa en medio y moví otro mueble”, admitió sonrojada
Los resultados aparentemente agradaron a Ibánez aunque, en la piscina, González aún deba revalidar el potencial exhibido en su clasificación mundialista, donde destacó como la única mexicana en conseguir el boleto bajo la denominada clase A. “Eso no es presión, al contrario: es una gran satisfacción y ahora toca demostrarlo acá”, dijo la ganadora de tres bronces en los pasados Juegos Panamericanos.
La mexicana evidenció su naturalidad bajo un foco mediático que no rehúye, acostumbrada a convivir con estrellas de la talla del estadounidense Ryan Lochte, con quien suele compartir carril en la pileta de los Gators de Florida, la universidad donde entrena y espera cursar sus estudios de comunicación en enero. “Nos molestamos mucho y nos llevamos muy bien. Se queja con nosotros cuando tiene flojera pero, cuando los entrenadores le dicen lo que tiene que hacer, lo hace. Es increíble cómo trabaja y por eso obtiene tan buenos resultados”, explicó, revelando que el estadounidense la ha empujado a superarse en más de una ocasión, saltándose el protocolo de la supuesta rivalidad deportiva entre ambos países fronterizos.
Una vez compitió en Londres 2012, González llegó a Barcelona tras cinco meses entrenando en Gainesville bajo la tutela de Gregg Troy, quien se quedó en Estados Unidos para el US Open y dio relevo a Martin Wilby. La metodología del británico es del agrado de la aguerrida mexicana, amante de los restos y exigente consigo misma. “Nada más salir de la alberca, me dijo: ‘Tú eres mejor que eso, así que mantén la frente alta y vamos para adelante’. Y esas palabras me dieron aliento”, comentó.
Roto el hielo en la competencia, González sabe que las expectativas subirán el viernes en los 200 metros mariposa. “Me preparé muy bien para esa prueba y también tengo los 50 metros (el miércoles), que son otro ritmo súper diferente”, expuso la nadadora, detallando que siempre le entra el ansia tras un mal desempeño. “Utilizo la rabia y el enfurecimiento como motivación. Pienso en como la regué y lo que puedo corregir y me entran ganas de tirarme de nuevo, aunque esté cansada. Por suerte, tengo la oportunidad de hacer otra vez los 100 metros en el relevo combinado y me voy a desquitar: sé que voy a hacer mejor tiempo”.
No siempre fue así la relación con el agua para la mexicana, reacia a tirarse de pequeña pero sin mayor opción que asumir la directriz paterna. “Mis papás no sabían nadar y nos obligaron a apuntarnos a mis hermanos y a mí a natación porque decían que éramos muy osados y ellos no nos podrían salvar si nos ahogábamos. No me fascinó la idea porque no me gustaba nada el agua. Me daba miedo y prefería la danza, el ballet y la gimnasia. Pero, una vez empecé, ya me apasioné muchísimo y no me sacaron. Aora me pierdo mar adentro”.
El lazo con la mamá sigue siendo fuerte, como demuestran sus llamadas diarias desde Distrito Federal para saber de sus novedades en los diversos lugares que visita, una de las facetas que más le gustan de su deporte a la atleta, deseosa de pasear dentro de tres años las calles de Río de Janeiro. “Lo mejor es viajar, conocer lugares y gente. Pero, sobre todo, competir”, enumeró.
Y con tres pruebas aun pendientes en su calendario, a González no le faltarán oportunidades de cambiar el decorado.