[Este artículo fue editado y publicado en julio de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Hace 20 años, Francisco Rueda transitaba por la piscina del seguro social en Guanajuato cuando una silueta al borde del chapoteadero le llamó poderosamente la atención. “Era una chamaca de ocho años, que estaba con las piernas estiradas; y tenía una bonita línea de piernas y puntas”, recuerda el hoy preparador del equipo de clavados sincronizados de México.
La “chamaca” no era otra que Laura Sánchez, actual competidora en el mundial de natación de Barcelona 2013 y seria aspirante a podio en la categoría de trampolín de 3 metros individual, donde ya consiguió las medallas de bronce en los pasados Juegos Olímpicos de Londres 2012. También se llevó la tercera presea en tres metros sincronizados junto a Paola Espinosa en el mundial de Barcelona de 2003, en la misma piscina que la vio debutar el sábado, en esa misma modalidad. En esta ocasión compitió junto a Arantxa Chávez y la pareja, tras un mal inicio en el preliminar de la mañana, acabó clasificando a la final y siguió su ascenso en la sesión vespertina, en que México quedó cuarta, a las puertas de un podio que coparon China (medalla de oro), Italia (plata) y Canadá (bronce).
El sincronizado no es la especialidad de Sánchez, quien había comentado el jueves su intención de ir “paso a paso” en la competición. Pero el primero de esos pasos fue en falso, pues en la mañana, las mexicanas se mostraron desacompasadas y firmaron la peor puntuación de la primera ronda: un pírrico 30.60.
“Fue muy cardiaco. No hay necesidad de estar sufriendo tanto. Se puso muy difícil pero reaccionaron y, afortunadamente lograron remontar en los dos últimos saltos”, suspiró entonces un aliviado Rueda.
La dupla mejoró paulatinamente sus puntuaciones hasta el último clavado, que mereció una valoración de 66.60, y acabó clasificando en noveno lugar para la sesión de la tarde. Ya en la final, la mejora fue sustancial, hasta merecer un puntaje global de 290.70, a solo 1.38 de la medalla de bronce.
“Pasamos los primeros nervios pero clasificamos a la final, que era lo importante. Ahora toca borrón y cuenta nueva”, dijo Sánchez.
Las esperanzas para la clavadista siguen intactas de cara a la modalidad individual, cuyas finales se disputarán el viernes. “Me hubiera gustado estar en el podio pero hay que seguir trabajando. Para ser la segunda competencia del año no estuvo nada mal. Solté el estrés y ahora voy a ir a por todo”, proclamó.
Un podio es el premio anhelado por Sánchez, quien se lesionó el hombro a principios de temporada y llegó a ver complicada su participación en Barcelona.
“El presidente de la federación, un bruto, incluso intentó retirarla antes de tiempo, le dijo que no servía para este deporte. Pero Laura respondió que no; que era ella quien decidiría cuando dejaría los clavados”, revela Rueda, quien atribuye a cuestiones de genética los problemas físicos de su pupila. “Es de herencia: su mamá fue futbolista y tuvo problemas y sus hermanos, aunque no son deportistas, también”.
Sánchez también decidió por su propia cuenta cuando se iniciaría en el mundo de los clavados, aunque envalentonada por Rueda. “La vi ese día esperando a su maestro de natación, la llamé, le hice hacer unos brincos y ejercicios de elasticidad y le dije que, porque no se venía a clavados, mostrándole a los demás chicos entrenando. Y contestó que bueno, y se vino. Lo grabé todo en video: hay evidencias. Al segundo día, le dije que se aventara corriendo desde el trampolín al agua, alto y lejos. Y lo hizo a la primera, sin pensárselo. El problema es que no sabía nadar, no salía y tuve que rescatarla con una vara”, ríe el técnico, quien destaca el tesón, el carácter y la valentía como máximas virtudes de la clavadista. “Enseguida supe que iba a ser muy buena y así se lo dije”, recuerda.
“¡Pero no me dijo que la alberca tenía cinco metros de profundidad!”, se defiende Sánchez, quien a su vez tampoco avisó a Rueda de que apenas había acumulado una clase de natación tres días antes.
20 años después, Sánchez ha perfeccionado notablemente su salida de la alberca y ya no requiere de vara ni palo para retirarse con un mínimo de elegancia.
También ha variado su estado civil, pues el destino quiso que clavadista y entrenador se comprometieran también lejos de la piscina, contrayendo matrimonio hace un lustro.
No queda del todo claro quién reclutó a quien en esa nueva aventura sentimental, aunque Sánchez se atribuye la iniciativa y Rueda señala al roce de la carretera. “Yo llevaba unos cuatro años divorciado y el amor surgió mientras andábamos de viaje, buscando una alberca para entrenar”, revela.
La pareja, que se lleva 27 años de diferencia en favor del esposo y se declara muy feliz, espera vivir una segunda luna miel en Barcelona, ciudad estimada por Sánchez por su belleza y el recuerdo de la presea conquistada hace una década.
“Es muy agradable estar aquí. Barcelona me mueve mucho en lo emocional”, admite, oteando la urbe a sus pies, cuya perspectiva aérea ejerce de espectacular fondo de pantalla de sus piruetas. En todos esos saltos, la clavadista da la impresión de suspenderse en el claro cielo mediterráneo, cada vez más alejada de aquel borde del chapoteadero donde empezó todo