[Este artículo fue editado y publicado en marzo de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Preguntado sobre la conveniencia de un posible nuevo cruce con el Real Madrid por los cuartos de final de la Liga de Campeones, Andrés Iniesta torció el gesto, arqueando las cejas y esbozando una media sonrisa que acabó en ligero suspiro.
“Ufff… después de los dos últimos partidos, no sé. Todos los rivales son difíciles. Esperaremos el sorteo”, zanjó la noche del martes el mediocampista del Barcelona, recién duchado tras la remontada culminada ante el Milan en octavos, cuando el equipo azulgrana anuló el marcador adverso de 2-0 de la ida en territorio italiano con una impoluta goleada de 4-0 ante su público.
Fue la primera gesta de ese tipo para una generación que ha marcado época en la historia del fútbol con tres Champions conquistadas desde 2006 y que encabezan iconos como Iniesta y Lionel Messi, autor de los dos primeros goles en el Camp Nou.
El astro argentino respondió al reto en una noche mágica para los azulgranas, que ahora esperan alargar las buenas sensaciones en los cuartos de final, una vez encarrilada la liga española a su favor con 13 puntos de ventaja sobre el Madrid cuando restan 11 fechas para la conclusión.
La sobreexcitación previa al partido, afrontado tras 20 días de sinsabores -primero ante el Milan, luego en derrotas sucesivas contra el Madrid en liga y Copa del Rey- evocaron disgustos anteriores en la máxima competición continental y generaron dudas. En Barcelona aún recuerdan como otro equipo milanista, el Inter, eliminó al entonces campeón en 2010, cuando los “nerazzurri” concedieron un 1-0 tras el 3-1 favorable de la ida. O el más reciente gatillazo ante el Chelsea la pasada campaña, cuando los “blues” siguieron a su victoria por 1-0 de Londres con un 2-2 en el Camp Nou que finiquitó la defensa de la corona azulgrana.
El tradicional carácter pesimista del seguidor “culé”, rebajado en su melancolía en los últimos cuatro años de gloria bajo la dirección del anterior timonel Pep Guardiola, ganador de 14 de 19 títulos en juego, resurgió en los días previos a la cita con el Milan. Incluso Messi, quien evidenció un sensible bajón de juego en el estadio San Siro así como en ambos “clásicos”, vio puesta en entredicho su aura de intocable.
“Lo veo triste y cabizbajo”, delató el lateral Dani Alves en una entrevista al periódico El Mundo, al tiempo que denunció que “el equipo ha perdido el hambre, ya no presiona como antes”.
Messi se encontró por primera vez en el disparadero, señalado más como problema que solución. No marcaba goles ni diferencias. No corría como antes y recordaba su terrenal versión con la selección argentina. Pese a sumar dos redes en sus dos finales de Champions disputadas, algunos se empeñaron en argumentar que no acostumbra a aparecer en partidos capitales.
La vuelta de cuartos se antojaba pues, una seria amenaza a su reinado por lo que podía venir tras la derrota: el desencanto de la hinchada tras dos reveses consecutivos en el torneo y en calidad de local, el aburrimiento por el adiós en la copa y el tranquilo discurrir en la liga, y el psicoanálisis exhaustivo y búsqueda de soluciones en el mercado de cara a la siguiente campaña; quizás con un fichaje de altura, capaz de competir con Messi en el vestuario.
Pero cinco minutos bastaron a “La Pulga” para inaugurar el marcador –“la clave”, según Iniesta-, borrar miedos escénicos, y lanzar a sus compañeros, que volvieron a destapar el tarro de las esencias con una actuación majestuosa ante un desencajado Milan.
“Dije lo de que estaba triste con hipocresía, para pincharle. Leo es muy peleón, y seguro que el miércoles estará contento y feliz con sus goles”, bromeó tras el triunfo Alves, reconociendo que “cuatro Balones de Oro son bastante crédito, y sus números están allí”.
Y estadística en mano, la jerarquía futbolística de Messi es indiscutible, pues figura con 53 dianas totales en la temporada y, tras su doblete, rebasó a Ruud Van Nistelrooy en la tabla de máximos cañoneros de la Champions, quedando con 58 redes, a 13 del líder histórico, el ex madridista Raúl González.
Sus siete tantos en la actual edición le acercaron a los ocho de Cristiano Ronaldo y zanjaron el discurso sobre su incapacidad de marcar de jugada a equipos italianos (solo sumaba tres tantos de penal, precisamente contra el Milan). El rosarino también participó activamente del cuarto gol de Jordi Alba (única alteración respecto al once que ganó la final de Wembley en 2011), reforzando de paso su candidatura a un quinto Balón de Oro consecutivo.
Liberado por la presencia del otro goleador de la noche, David Villa, en la punta de ataque, Messi gozó de más espacios y abanderó una actuación coral del equipo dirigido por Jordi Roura en sintonía con el timonel Tito Vilanova desde Nueva York, donde está recibiendo tratamiento contra el cáncer.
Tras preocupantes síntomas de autogestión en el último mes, la alineación pareció delatar un mayor intervencionismo del cuadro técnico; y la renovada competitividad, junto a la conjura del plantel, se plasmó sobre la cancha, donde Iniesta, Messi, Villa y Pedro Rodríguez defendieron casi tanto como el también argentino Javier Mascherano o el impecable Sergio Busquets, recuperador de 13 balones por ninguna pérdida.
“Después del 5-0 al Madrid (en 2010) creo que fue nuestro mejor partido. No tenemos que callar bocas. Lo hacemos por nosotros. Cuando se afronte una remontada en el futuro, pondrán nuestro partido. Lo necesitábamos”, se sinceró el día después Busquets.
El mediocentro apenas contaba seis años cuando el Barsa cayó, también por 4-0, ante el MIlan en la final de 1994 en Atenas. Esa goleada fue el principio del fin del recordado “Dream Team” de Johan Cruyff, ganador de cuatro ligas y la primera Copa de Europa de la historia del club.
Iniesta, quien dijo poner “la mano en el fuego” hace días por la clasificación, subrayó tras el pase que “más allá del resultado, me quedo con las sensaciones. Recuperamos nuestras señas de identidad”.
Y con ellas, el pulso en una temporada con nuevo horizonte para el Barsa, bien vivo y coleando, a otro golpe de riñón de disputar su sexta semifinal continental consecutiva.