[Este artículo fue editado y publicado en mayo de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
MADRID (AP) – Al término del tiempo reglamentario de la final de Copa del Rey que el Atlético de Madrid le ganó el viernes por 2-1 al Real Madrid en la prórroga, el arquero y capitán “merengue” Iker Casillas se situó en el coro de los jugadores del Real Madrid y arengó al equipo, entonces igualado a un gol en el marcador.
Era, quizás la mejor escenificación de la inusual asunción de funciones por parte de los pesos gordos del vestuario blanco; en ausencia espiritual y por momentos física del timonel José Mourinho desde hace semanas.
El técnico portugués, cuyo futuro en el club nueve veces campeón de Europa está pendiente de resolución tras una temporada carente de títulos, no vivió desde el banquillo ni la prórroga, ni los últimos 15 minutos del tiempo reglamentario, al haber sido expulsado con tarjeta roja directa por protestar airadamente al árbitro.
La secuencia fue, cuanto menos, curiosa, pues Mourinho se pasó gran parte del encuentro como viene haciendo últimamente: sin salir del banquillo y en actitud pasiva.
La estampa cobraba aún más significado considerando que en el área técnica contigua, el argentino Diego Simeone se desgañitaba jaleando a los suyos, dando también instrucciones precisas en los prolegómenos de la prórroga.
“Prefiero no comentar lo que pasó”, se zafó Mourinho en la rueda de prensa posterior a la derrota, cuando se le preguntó por el incidente con el árbitro.
Tampoco quiso explicar por qué no acudió a la cita con los medios en la previa de la final, cediendo la comparecencia al defensor Sergio Ramos.
“Si eres honesto, dirás que durante tres temporadas nunca me escondí”, aleccionó a un periodista. “Siempre vine tras una derrota o un empate y, en victorias importantes no he venido. Mourinho siempre ha dado la cara en todas las derrotas del Madrid. Antes de un partido es derecho mío atender a la prensa o no”, espetó, obviando la cuestión de fondo sobre su mala relación con el plantel en el tramo final de la temporada.
La crispada situación no era nueva en las instalaciones del estadio Santiago Bernabéu, pues la etapa del portugués en el club “merengue” ha estado más marcada por incidentes desagradables, como cuando le puso el dedo en el ojo al hoy entrenador del Barcelona, Tito Vilanova, que por los éxitos deportivos que se le exigen a un club de la talla del Madrid.
Una copa en 2011, una liga en 2012 y la última Supercopa son el discreto balance de Mourinho en tres temporadas de servicio, aunque él mismo trato de lustrar su currículum tras la derrota en la final copera.
“Ganar una copa que no se ganaba hace 20 años en la primera temporada, y ganarle la liga al Barsa en la segunda no es fracasar. Llegamos a semifinales de la Champions el año pasado, pero los penaltis no puedo tirarlos”, enumeró, aludiendo a la tanda de penales de la pasada Liga de Campeones contra el Bayern de Múnich, pérdida por el Madrid.
“Es verdad que la tercera es un fracaso. Es la peor de mi carrera, con un título que no es suficiente para alimentarme ni a mí, ni al Real Madrid. Lo que para muchos seria una muy buena temporada, con un segundo puesto en liga, para mí es la peor. Cuando las cosas van bien es mérito de todos. Cuando van mal, es merito del entrenador”, expresó antes de achacar la derrota a la mala fortuna y el arbitraje.
Molesto con el mundo, el entrenador del Madrid renunció a seguir el protocolo y recibir su medalla de manos del Rey de España, despreciando la ocasión como el astro Cristiano Ronaldo, quien también acabó expulsado y desquiciado, al igual que la mayoría del plantel.
Algunos testigos aseguraron que Mourinho incluso esperó al árbitro en el túnel de vestuarios y le invitó “a celebrar el título con ellos”, en referencia a los jugadores del Atlético.
La imagen en la prórroga de Pepe, el central castigado por defender a Casillas, animando con pasión a sus compañeros antes de protagonizar una tangana con los “colchoneros”, retrató tanto el actual desgobierno del Madrid como su incierto futuro en el banquillo.
“Tengo contrato por tres años más y todavía no me he sentado con el presidente para hablar. Es normal que se hable de (Carlo) Ancelotti (entrenador del PSG). También se habla de mí al Chelsea. Cuando hablemos y decidamos, deberemos hacerlo oficial”, zanjó Mourinho, quien parece no querer reparar en que los malos modos exhibidos pueden pesar tanto o más en su evaluación como la falta de títulos.
Por si acaso, la afición ganadora del Atlético no tuvo reparos en expresar abiertamente sus deseos con cánticos inequívocos: “¡Mourinho quedaté! ¡Mourinho quedaté!”, corearon los rojiblancos a modo de guasa.