[Este artículo fue editado y publicado en abril de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Insaciable en su persecución de todos los títulos y récords en disputa y experto en emular los goles más célebres de su predecesor como rey del fútbol, Lionel Messi había conseguido hasta ahora en Barcelona interpretar como nadie las partituras ingeniadas por su compatriota Diego Armando Maradona.
“La Pulga” escenificó en 2007 contra el Getafe el estratosférico tanto del “Pelusa” en el Mundial de México 1986, cuando regateó a medio equipo de Inglaterra antes de superar al arquero Peter Shilton y enloquecer al pueblo argentino.
Minutos antes, Maradona había superado a Shilton con la célebre “mano de Dios”, que también replicó Messi en 2007 contra el Espanyol.
Pero el pasado miércoles en el Camp Nou, Messi se destacó de Maradona en lo referente a anotaciones con firma de autor, ingeniando el “gol del cojo” en la Liga de Campeones frente al Paris Saint Germain.
El tanto, bueno para nivelar el partido 1-1 con el equipo francés y sellar el sexto boleto consecutivo a las semfinales europeas (por el valor doble de goles de visitante en el global de la eliminatoria, 3-3), no lo materializó Messi sino Pedro Rodríguez. Pero la jugada partió de los pies, la mente, el corazón y el aura de genio de Messi, ingresado de suplente con carácter de urgencia cuando los azulgranas pendían de un hilo, perdiendo por 1-0 a falta de media hora para el final.
La noción futbolera del “gol del cojo” es añeja y se refiere a aquel jugador que cae lesionado en disputa de un partido y, por circunstancias del juego, deba permanecer sobre la cancha pese a su, a priori, limitada aportación. El gol ocurre cuando este futbolista cobra repentina vida en el momento en que, desconsideración defensiva mediante, se le aparece una insospechada oportunidad de marcar y, con el apoyo de una sola pierna, la convierte para beneficio de su equipo.
No fue del todo el caso de Messi el miércoles, pues el rosarino recorrió el camino inverso desde la banca a la cancha; aunque, a efectos de la eliminatoria, el papel de “La Pulga” calcó el espíritu de la expresión.
El 10 azulgrana cayó lesionado poco antes del descanso del choque de ida en Paris, inmediatamente llevándose las manos al bíceps femoral de la pierna derecha, donde sufrió una rotura. Las instrucciones instantáneas desde la banca fueron que no se moviera de lugar y evitara esfuerzos que pudieran dañar aún más la zona afectada.
El objetivo, asumida una lesión muscular que suele acarrear dos semanas de baja y con el marcador entonces favorable por 1-0 gracias a un gol suyo, era salvaguardar al cañonero de cara a unas posibles semifinales. Pero la igualada agónica del PSG planteó la posibilidad de que Messi, tras reposar en la liga contra el Mallorca, forzara la máquina en la vuelta una semana después.
La cuestión planteó un debate peliagudo en las filas del barcelonismo, consciente de que una de las grandes fortalezas de su ídolo reside en el altísimo grado de ímpetu competitivo que le empuja a disputar todos los partidos de todas las competiciones. ¿Había que jugársela con Messi, cuya última lesión muscular databa de 2009, para intentar superar la eliminatoria o convenía reservarlo en la banca para que saltara a la cancha solo en caso de imperiosa necesidad? Y, en ese caso, ¿tendría el timonel Tito Vilanova autoridad suficiente como para frenar los deseos del incuestionable líder del vestuario?
Porque, pese a recibir el alta médica oficial solo poco antes de la disputa del partido, nunca se cuestionó si estaría o no en la convocatoria. Con 55 goles entre liga, Champions y Copa del Rey esta temporada, las estadísticas se bastan para respaldar a Messi, tan indispensable en el Barsa como Cristiano Ronaldo en el Real Madrid, que también avanzó a semifinales después de que el astro portugués anotara un doblete en la derrota por 3-2 con el Galatasaray y se consagrara como máximo cañonero de la actual Champions con 11 dianas.
Messi ha marcado ocho de los 18 tantos del Barsa en Europa y, contabilizando sus 59 asistencias en el cómputo de torneos, ha participado decisivamente del 85% de los goles de su equipo en la presente campaña.
Ambos astros parecen retroalimentar su ardor competitivo, respondiendo con nuevas gestas goleadoras a cada atisbo de duda sobre una posible decaída, y acaparando elogios de rivales y compañeros, como cuando Andrés Iniesta reconoció la “Messidependencia” del Barsa en la previa del miércoles. “La hay en el sentido de que es el número uno y es fundamental para nosotros, y no la hay en el sentido de que esto es un equipo y todos sumamos. Ojalá pueda jugar”, expresó el centrocampista manchego.
La goleada del equipo el sábado, 5-0 sobre el Mallorca, había alentado la conveniencia de prescindir en medida de lo posible de Messi el miércoles, sobre todo tras marcar tres goles Cesc Fábregas y dos el chileno Alexis Sánchez.
Pero pronto se constató que el PSG no era el Mallorca; y nada como un reto inclinado en una cita capital para sacar lo mejor del 10 del Barsa, que presionó los días previos para estar listo y ser de la partida.
Si bien Vilanova podrá anotarse el mérito de convencer a Messi para tomar consciencia de su importancia a medio y largo plazo y aceptar partir de suplente, queda por ver si el desarrollo de los acontecimientos sirve para que el jugador adopte la misma actitud en el futuro o, al contrario, refuerce su idea de que su concurso es indispensable para el buen porvenir del Barsa; y, si sale desde el inicio, mejor para todos.
El diagnóstico médico del día después de la batalla, descartando un agravio de la lesión, confirmó en ese sentido las buenas sensaciones de “La Pulga”.
“Si tienes al mejor jugador del mundo, lo tienes que usar sí o sí”, manifestó tras el partido el central Gerard Piqué, al tiempo que todos coincidían en señalar que la mera presencia del argentino alteró el panorama. “Solo con el nombre cambia nuestro ánimo y el de ellos, aunque sea medio cojo”, zanjó Piqué.
En las comparaciones con Maradona, el cuatro veces ganador del Balón de Oro sigue pendiente de ganar un Mundial con la selección albiceleste, aunque a nivel de club nadie cuestione sus méritos para figurar con máximos honores en el Olimpo futbolístico.
Si Argentina se acuesta bajo el mantra de que “Maradona es Dios”, Barcelona amanece desde el jueves con la certeza de que Messi, aun cojo, sigue siendo Messi.