[Este artículo fue editado y publicado en enero de 2013 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
BARCELONA, España (AP) – Mediada la primera parte del partido Espanyol-Mallorca del pasado viernes, el local Rui Fonte cayó al choque con un rival frente al área técnica, a pies de su entrenador, Javier Aguirre.
Perplejo por la no señalización de lo que consideró una falta clara, el joven extremo, tendido sobre la hierba, reclamó vehementemente al árbitro. Acto seguido y sin desviar la mirada de la acción sobre la cancha, Aguirre hizo enérgico aspaviento de manos a su pupilo con mensaje inequívoco: “Calla, levántate y corre”.
El ademán vino a resumir tanto el estilo propio del timonel mexicano como el precario estado de urgencia del Espanyol en la liga española, donde ha sufrido 17 fechas en la zona de descenso.
Sólo tras la llegada de Aguirre el pasado 29 de noviembre ha conseguido el equipo sacar la cabeza del pozo, a razón de 12 puntos sumados en siete fechas; tres más de los acumulados por su antecesor en el cargo, el argentino Mauricio Pochettino, en el doble de jornadas.
El mal inicio se cobró también un relevo presidencial, y lo primero que hizo el nuevo mandatario, Joan Collet, fue apelar a la contrastada experiencia del mexicano en situaciones límite para intentar revertir la tendencia.
Parte de la misión se cumplió con el sufrido triunfo por 3-2 sobre el Mallorca, rival directo al que el Espanyol debió remontar un marcador adverso tras error defensivo de Héctor Moreno, compatriota y futbolista de confianza de Aguirre.
“Falló, pero no se vino abajo y siguió compitiendo”, elogió el técnico, quien a su vez resaltó la tarea de Fonte, muy criticado por la hinchada. Centrado en ensalzar el sentimiento tribal de un vestuario frágil a su llegada, Aguirre insiste en que debe “contar con todos para llegar a buen puerto” y ha recuperado futbolistas olvidados como Simao Sabrosa o Joan Capdevila.
Y todos repiten como abnegados reclutas las consignas transmitidas.
“Es muy intenso. Desde el primer día nos dijo que debíamos ser exigentes con nosotros mismos. Se entrena como se juega”, recita Javi López. “Nos ha enseñado a ser prácticos para salir del fango”, sigue Capdevila. “Nos dimos cuenta que no hay tiempo para jugar bonito”, conviene Moreno. “Inculca carácter y sacrificio”, añade el argentino Diego Colotto. “Te mira a los ojos”, zanja Simao.
En su recetario básico caben tanto apelaciones al orgullo macho como al razonamiento práctico. “Nos salvaremos con la cabeza, el corazón y lo de más abajo”, proclamó nada más pisar las instalaciones blanquiazules.
El orden de los factores sí altera el producto, según el ideario de Aguirre, quien volvió a insistir previo al clásico con el Barcelona en “jugar con la razón, entregarnos al máximo, ser profesionales y no dejarnos llevar por la fiebre. No hay margen para eso”.
Al contrario que en la visita previa al Real Madrid, cuando rescató un empate por 2-2, el resultado no acompañó entonces al equipo, que encajó cuatro tantos en apenas media hora, forzando al técnico a apretar el botón de reinicio con miras al siguiente choque contra al Celta de Vigo. “Esa es nuestra liga”, proclamó.
Y acertó: dos victorias consecutivas sobre rivales directos han alejado al Espanyol a tres puntos del descenso antes de enfrentar, el sábado, al Zaragoza, precisamente el anterior equipo al que Aguirre salvó de la quema.
El pragmatismo es probablemente, la principal cualidad de Aguirre, acérrimo seguidor de los Atléticos de Oakland en las Grandes Ligas del béisbol estadounidense. No consta, por ahora, que el “Vasco” aplique las teorías descritas por Michael Lewis en el célebre libro “Moneyball” sobre optimización del plantel en base a datos estadísticos; pero la actual crisis financiera del Espanyol obliga, como en el caso de Billy Beane con los Atléticos, a reforzarse con retales del mercado.
En espera de concretarse la cesión del delantero colombiano Dorlán Pabón o el argentino Nicolás Blandi, la política de fichar a coste cero del club catalán ha supuesto el reclutamiento de un veterano curtido en mil batallas como el búlgaro Martin Petrov, desvinculado del Bolton.
Carrilero zurdo de 34 años y ex discípulo de Aguirre en el Atlético de Madrid, Petrov encarna a la perfección la mentalidad de trinchera del mexicano, con el equipo en plena guerra deportiva por escapar el infierno de la segunda división. “Aguirre me llamó a la medianoche y no me lo pensé. Ya no pude volver a dormir”.
Para cumplir su objetivo, Aguirre necesita hombres bregados en infantería más que primeras espadas, circunstancia que ha resultado en el auge de futbolistas como el uruguayo Cristian Stuani en detrimento de promesas como el italiano Samuele Longo.
La clarividencia estratégica es inherente a todo buen mariscal de campo, independientemente de su facilidad para arengar las tropas, y Aguirre evidenció la suya mejorando la pizarra de Pochettino y experimentando con Stuani, un “nueve” puro que descubrió una nueva vocación como extremo circunstancial.
Pero el ex seleccionador mexicano es el primero en desdramatizar sus decisiones. Inquirido sobre las razones que le llevaron a apostar por Stuani en la banda derecha, al Vasco se le escapó la risa: “!Y yo que sé, hijo! Pues cualquier cosa… Por suerte funcionó”.
Convencido de que el buen humor “es vital para andar por la vida”, no tuvo reparos en resaltar “el tremendo ridículo” que sintió al tropezar estrepitosamente camino del banquillo en su estreno ante la afición. “Saldré en todas las televisiones”, bromeó quien, en apenas un mes, se reveló un entrenador a medida para un club que, acomplejado por las mastodónticas dimensiones del vecino Barsa, acostumbra a moverse al compás de la tragicomedia.
Nadie como Aguirre para balancear responsabilidad y relatividad en el complicado equilibrio que supone la delicada situación de la entidad. “Llegué en un momento difícil, empezando de cero con el equipo en alta mar. Pero el reto no solo es mío, sino de toda la institución que, en 15 días, sufrió un relevo en todas sus estructuras: entrenador, presidente, director deportivo, fútbol base… No será fácil para nadie”, contextualizó.
Si el slogan “Más que un club” exhibe las ambiciones sociopolíticas del Barsa, el Espanyol reivindica todo lo contrario; y, en ese sentido, la contagiosa personalidad y el mensaje llano de Aguirre han calado sin complejos.
Su último toque de corneta da buena cuenta del estado de alerta permanente en que se mueve el Vasco: “No hay que bajar la guardia. Si lo haces, no transmites nada. Te conviertes en un fantasma”, recordó recién. Aunque le bastaran un gesto y tres conceptos: Callar. Levantarse. Correr.