[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2012 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
LONDRES (AP) — El puertorriqueño Jantony Ortiz subió al cuadrilátero del Excel Arena vestido de rojo chillón y con una sonrisa de oreja, que volvió a exhibir al final de su indiscutible victoria por 20-6 sobre el ghanés Tetteh Sulemanu el martes en el boxeo de los Juegos Olímpicos.
El peso minimosca de 18 años tiene cara de ángel, pero en el cuadrilátero se movió como un demonio ante el africano, al que mareó con un ágil juego de pies y eléctrica combinación de golpes desde el primer asalto, que se anotó por 8-1 y marcó el devenir del combate.
“Esperaba una gran pelea. Hice caso a los consejos de los entrenadores en la esquina. Empecé a moverme, porque sabía que estaba delante en el marcador”, explicó Ortiz, quien reconoció que no dio todo en los dos siguientes rounds.
El boricua reservó parte de su arsenal para la siguiente ronda, donde quedó emparejado con el rusoDavid Ayrapetyan, medalla de plata en el mundial de 2009 en Milán. “Es un boxeador experimentado, pero estamos seguros de que puedo boxear a su nivel”, comentó, mimando su dedo corazón derecho, feamente amoratado tras golpearse la mano con una puerta durante su campo de entrenamiento en Irlanda.
Considerado una de las grandes esperanzas de medalla de Puerto Rico, Ortiz llegó a Londres con alto pedigrí deportivo tras ganar el oro en el preolímpico de Brasil y el bronce en los pasados Juegos Panamericanos de Guadalajara. En caso de ganar al ruso, tendría a tiro la primera presea para su país desde que Daniel Santos consiguiera el bronce en Atlanta 1996.
Dirigido en Londres por la sabia mano de José Laureano y entrenado en la escuela olímpica puertorriqueña por el veterano Orlando Rodríguez, frecuenta el gimnasio de su barrio El Junquito en Humacao. Y, como no, también siente el peso de la responsabilidad regional, pues es sólo el segundo púgil de la “Ciudad Gris” en clasificarse a unos Juegos. El primero fue Francisco “Pancho” Rodríguez en Los Angeles 1984.
El linaje boxístico es cuestión de familia, y en casa de los Ortiz “se desayuna, se come y se cena boxeo”, bromea el púgil, cuyo padre ejerce de consejero, entrenador y referente tras colgar los guantes.
“Mi mamá luchó mucho por mí y mi papá siempre está conmigo. El me regaló mis primeros guantes a los cinco años y luego me animó a trabajar con dedicación y actitud positiva”, cuenta, recordando su primera pelea en categoría de 35 kilos.
Ortiz, quien se dirigió con el puño en alto a la fanaticada boricua tras certificar la tercera victoria de su país en Londres, es el segundo de cuatro hermanos y les dedica cada pelea. En especial al mayor, Antonio, también boxeador pero ausente en los Juegos por culpa de una lesión que le apartó del torneo preolímpico.
“Lucho por él, por mi familia y por Puerto Rico. Mi hermano es un ídolo para mí, uno de mis boxeadores favoritos y siempre lo tengo presente”, apuntó.
Jantony y Antonio no son los únicos Ortiz que pegan duro. También están los gemelos quinceañeros, Génesis y Jonatan. Y el debutante olímpico avisa que la que más daño hace es la hermana. “La nena es una guerrera y le gustan todos los deportes. Es campeona de atletismo en los 1.500 metros obstáculos, con mucho talento. Pero siente pasión por el boxeo”.
Como tantos de sus colegas, Ortiz luce estos días un amuleto en forma de colgante. “Es un rosario que me envió mi mamá a Londres. Me lo trajo la mamá de Lorena (Quiñones, una gimnasta de Humacao) y es una bendición. Sólo me lo quito para pelear”.
Amante de la comida china, quien sabe si el destino tiene reservado a Ortiz una final por la medalla de oro con el tricampeón chino Zou Shiming, oro en los Juegos de Beijing 2008 y bronce en Atenas 2004.
Pero el humacaeño no quiere avanzar acontecimientos. Solo una cosa tiene clara: “Pase lo que pase, no voy a perder mi sonrisa. Define mi personalidad”.