[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2012 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
LONDRES (AP) — Empapado en sudor, sin apenas aliento pero radiante de la felicidad propia de la victoria, Jeyvier Cintrón alcanzó a la zona mixta de prensa del Excel Arena y se abalanzó sobre los micrófonos. La escena retrataba el júbilo del boxeador de Puerto Rico tras ganar su combate inicial el lunes en los Juegos Olímpicos de Londres por un ajustado 14-12 frente a Oteng Oteng, de Botswana.
El triunfo, el segundo de un boricua en competición, colocó a Cintrón en los octavos de final del peso mosca, donde enfrentará el viernes al brasileño Juliao Neto, quien ganó previamente al norcoreano Jong Pak por 12-8. Cintrón ya derrotó a Neto en el torneo preolímpico por 19-10 y espera repetir “con la ayuda de Dios, mi escudo, y la fe en mí mismo”.
Pero la jovial espontaneidad de Cintrón obedece también a su condición de imberbe novato.
Nacido hace 17 años en Bayamón, es el segundo púgil más joven de los 250 hombres que participan en los Juegos, sólo superior en edad al australiano Jai Tapu, quien cumplió los 17 el pasado 30 de junio.
No es casualidad que un puertorriqueño sea el segundo más joven, pues el país caribeño suele nutrir de jóvenes sus delegaciones olímpicas de boxeo, y la actual tampoco es una excepción: cuatro de sus cinco componentes tienen entre 17 y 18 años, siendo el ya eliminado Enrique Collazo el más veterano con 23.
Pese su condición de cachorro, Cintrón mostró maneras de perro viejo en lo que fue un reñido combate con el africano. A mediados del decisivo tercer asalto, con puntaje de 9-9, facilitó la caída de su casco para arañar unos segundos.
“Se me cayó la careta y aproveché para tomar un segundo aire”, reveló con una sonrisa maliciosa. “Luego escuché a los boricuas en la grada y me dije: ‘Hoy no hay mañana. Tengo que meter caña ahora’. Estuve siempre concentrado y saqué mi calidad”.
No en vano, el boxeo le viene de cuna al que apodan “Perrito” en honor a su padre, Javier “El Perro” Cintrón, quien fuera boxeador profesional.
“El me enseño todo. Ya desde los dos años me puso los guantes y peleábamos el uno contra el otro. Le admiro como padre y entrenador”, relató. En caso de riña, podía intervenir su madre, quien también vive con pasión el deporte boxístico, aunque en calidad de referí.
El mediano de tres hermanos, Cintrón explica que habla a menudo por teléfono con sus familiares desde Londres, y espera cumplir las expectativas de medalla de su país, que no sube al podio olímpico desde que Daniel Santos consiguiera una presea de bronce en Atlanta 1996.
“Conversamos con mi papá antes del combate y me dijo que no me pusiera presión, que boxeara como yo sé. No vino porque dijo que prefería venir a buscarme, orgulloso, al aeropuerto cuando regrese con una medalla y consiga lo que él no pudo. Lucho por él, por toda mi familia y todo Puerto Rico”, declaró.
Su entrenador, José Laureano, opinó que “hoy estuvo un poco ansioso y estático. Le faltó at acar más, pero a su edad es normal en este escenario. Y más por la presión que tiene por el nombre de su papá. Una medalla es posible, pero tiene que ir pasito a pasito”.
El mentor, que le adivinó cualidades ya en el internado olímpico donde ingresó hace cuatro años, opina que Cintrón suple su inexperiencia con una buena preparación y concentración previa a los combates. Virtudes camufladas bajo una apariencia llamativa de largas trenzas coloreadas y pelo de diseño.
“Es un chico muy alegre, hiperactivo y espontáneo, al que le gusta hacer maldades, lucir vestimentas raras Siempre nos sorprende con el pelo de un color diferente”, apuntó el entrenador.
Pero por encima de todo ello pesan las privilegiadas cualidades atléticas de un deportista polifacético que, antes de ceñirse exclusivamente al boxeo, destacó sobremanera en otras disciplinas.
“Cuando tenía 13 años, paramos una vez en Barceloneta (un pueblo en la costa norte de Puerto Rico), donde había un festival. Participó en una carrera y la ganó. Luego jugó el partido de béisbol y también lo ganó. Y acabó boxeando, ¡y también ganó!”, relató Laureano. Cintrón, quien jugaba de campocorto, cuenta la pelota como su principal afición lejos del cuadrilátero, aunque no se decanta por ningún equipo.
“La dejé hace dos años para perseguir mi sueño y lo logré, pero la extraño demasiado”, suspira.
Quizás en un futuro lo vean empuñar un bate pero, por ahora, el imberbe Cintrón sólo se plantea seguir su camino rumbo al podio londinense. Pasito a pasito.