[Este artículo fue editado y publicado en agosto de 2012 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por ALEX OLLER
Londres — Osmar Bravo se convirtió el lunes en el primer boxeador nicaragüense en ganar un combate de boxeo al derrotar al montenegrino Bosko Draskovic por 11-6 en los Juegos de Londres 2012.
El nativo de Santa Fe, en el departamento de Nueva Guinea, remontó en el segundo y tercer asaltos una desventaja de 5-2 en el primer round, acabando con fuerza frente el europeo, y pasando a los octavos de final en la categoría de peso semipesado.
Bravo es el único boxeador de Nicaragüa que compite en la cita londinense, y el primero en acudir a unos Juegos desde que lo hiciera Marcos Romero en Barcelona 1992, donde fue eliminado en su único combate.
“Al principio no le conocía y no sabía cómo llevarlo”, dijo Bravo sobre su triunfo sobre Draskovic. “Levanté el segundo asalto cuando cambié de estrategia y demostré las armas que tengo en mi arsenal técnico. Saqué corazón, pude alcanzarlo mejor y definí en el tercero. Acabé fuerte, pero no fui a por el nocáut. Sólo quería la victoria”.
Bravo, de 27 años y origen humilde, nació entre balazos por la guerra de Nicaragua y se crió en el campo, donde trabajó largas horas antes de aprender el oficio de ebanista a los siete años. En la actualidad, combina los tablones de madera con la cuerda de saltar y los sacos pesados, madrugando por las mañanas para correr, luego trabajar en el taller y volver por la tarde a encerrarse en el gimnasio.
Empezó tardío su carrera sobre el ring. A los 23 años se animó a participar en competencias municipales, demostró buenas maneras y, cuatro años después, levantó los brazos en unos Juegos por primera vez, de la mano de su entrenador, Javier Medina.
“Es algo muy difícil en tan poco tiempo. Me siento muy orgulloso y doy gracias a Dios”, dijo el púgil, que se enfrentará el sábado en segunda ronda al ucraniano Oleksandr Gvozdyk.
“Mi familia sufre cuando boxeo, pero siguen todos mis combates y se emocionan con mis victorias”, cuenta Bravo, quien tiene un hijo de un mes esperándole de vuelta a casa.
Pese al escaso apoyo de aficionados en comparación con otros atletas en Londres, Bravo no parece acusar la solitud, sino todo lo contrario.
“Somos muy pocos los nicaragüenses acá y sentía la responsabilidad del país encima porque me llaman, diciendo que soy la única esperanza de medalla. No quise hacer entrevistas porque quería concentrarme en la pelea y me gusta hablar en el ring”, dijo Bravo, quien sí participó del desfile de la ceremonia inaugural de los Juegos en una posición privilegiada, como abanderado de Nicaragüa.
Un largo camino para un hombre humilde con esperanzas de grandeza.
“Nací entre balazos de la guerrilla, con mi mamá andaba huyendo por los montes. Pero lo importante es que salí bien y aquí estoy, representando con orgullo a mi país”.