Mascherano: venir, ver, ganar
[Este artículo fue editado y publicado en Mayo de 2011 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por: Alex Oller
BARCELONA (AP) — Javier Mascherano fue el último de los futbolistas del FC Barcelona en abandonar el terreno de juego del Ciutat de Valencia tras la conquista de la Liga española por parte del conjunto azulgrana el pasado 11 de mayo. Quizás porque, a sus 26 años, el joven capitán de la selección argentina se considera un futbolista de raza, de esos que disfrutan más del olor del pasto y la zamarra sudada que del calor de los focos y el magnetismo de los micrófonos. O porque, tras cinco temporadas en el Viejo Continente, procedente del Corinthians brasileño, acababa de conseguir su primer título europeo. Mascherano, El Jefecito, un ganador nato, se estrenaba por fin con el Barça lejos de Latinoamérica.
“Vine para saber si podía jugar en un equipo como este”, explica Mascherano sobre el porqué de su marcha del Liverpool, donde ejerció “de escoba, de balance”, según sus propias palabras, a lo largo de tres años huérfanos de trofeos colectivos. Reconoce, apenas nueve meses más tarde y en los días previos a la disputa de su primera final de la Champions League frente al Manchester United, que “lo más fácil hubiera sido quedarme: tenía el sitio asegurado y nadie me iba a tocar”.
Pero El Jefecito prefirió embarcarse en una incierta aventura plagada de retos, cambiando el 20 de los reds por el 14 del azulgrana, un dorsal lucido por Johan Cruyff, el sempiterno ídolo culé, en la selección holandesa. Recordando que, en el Barça, Cruyff siempre portó el 9, el mediocampista bregador que relevó al Jefe Astrada en 2003 en River Plate, dejó claro desde un principio que afrontaría su nueva etapa con la máxima humildad y partiendo desde cero, una actitud que le ganó la estima del vestuario. “Me ha sorprendido su simplicidad y humildad. Es un trabajador nato que nunca está cómodo: siempre quiere aprender más y más, y acaba siendo él, el que nos enseña a los demás”, explica Adriano, antes de destacar la capacidad de adaptación del mediocentro a diversas posiciones: “Javier no sólo ha cumplido en todos los puesto donde el míster lo ha colocado, sino que lo ha hecho realmente muy bien”.
Y el técnico asiente. “Es muy inteligente y lo ves porque, cuando hablas con él, antes de acabar tu frase, ya ha captado lo que le quieres decir”, explica un adorador Pep Guardiola. “A nivel humano, se ganó el vestuario en seguida por su manera de ser”. Y si algún futbolista peligraba de heridas susceptibilidades tras el fichaje, ese podía ser Sergio Busquets, teórica competencia en el puesto de pivote defensivo. Pero, lejos de considerar a Mascherano una amenaza, el internacional español no tiene más que alabanzas para el nuevo escobero del Barça: “Aquí hay un gran vestuario y somos una gran familia que siempre busca el bien del equipo. Javier puede ocupar mis sitio, pero también jugamos juntos, y para mi es un placer tenerlo de compañero”.
Tras iniciar la temporada en el banquillo, Mascherano supo observar y esperar su oportunidad como buen profesional, y estuvo listo cuando Guardiola tiró de él, ya fuera en la medular o como zaguero de emergencia tras las lesiones de Puyol, Maxwell y Adriano, o la enfermedad de Abidal. El técnico probó primero con el propio Busquets, pero en seguida se dio cuenta de que el sistema del Barça requería de mayor velocidad en las coberturas y, tras experimentar exitosamente con Mascherano en Donetsk frente al Shaktar, le adjudicó la tarea al argentino, incluso por delante de su compatriota y amigo, el renqueante Gabi Milito.
Desde entonces, El Jefecito ha tomado la directa, completando 27 partidos de Liga, 10 en Champions y 7 en Copa, perdiéndose sólo dos encuentros ligueros desde la jornada 23. El hombre al que Mascherano relevó en tareas recuperadoras, Touré Yayá, ha rendido irregularmente en el Manchester City, mientras que El Jefecito ha calado mejor en el vestuario y cuajado notablemente en el campo. Estadísticas en mano, el ex del Liverpool no tan sólo ha superado ampliamente al marfileño en número de partidos jugados (43 por 32) y minutos disputados (3071 por 2268) sino que, en esos 11 partidos de más, ha dejado en evidencia a su predecesor en las trincheras del mediocampo azulgrana, con 194 más balones recuperados que Touré. Si en la temporada 2009-2010 el africano recuperó 129 balones en el total de competiciones con el Barça y perdió 115, Mascherano presenta actualmente un parcial favorable de 323 recuperaciones por 165 entregas al contrario; es decir, una mejora de +144 sobre Touré. Y todo eso cometiendo 4 faltas menos (43 por 47) y recibiendo 8 más (39 por 31). Y nunca fue tan evidente su ejemplar disciplina defensiva como en los dos partidos de alta tensión de semifinales de la Champions frente el Madrid, donde se contabilizaron 87 faltas, y el argentino sólo cometió dos para un tarjeta amarilla, recibiendo tres.
La clave, según el ex del Liverpool, es que “ahora corro menos, pero siempre estoy cerca de la jugada. En el Barça, el juego posicional es muy importante. Trato de aprender y ser mejor cada día porque mi anhelo es mirar atrás y estar orgulloso de lo que hice. Mi rol es el mismo acá que en la selección argentina. Estar en un club como este requiere la obligación de estar preparado para cuando te toque. Lo mejor que puede hacer uno es apoyar a sus compañeros, ya sea dentro o fuera del campo, al máximo”.
Guardiola, prendado del mediocampista desde que Messi y Milito avalaran su fichaje, ha quedado gratamente sorprendido con sus prestaciones y rápida adaptación: “Ya sé que la gente piensa que se trata tan sólo de un jugador defensivo, pero es mucho más que eso. Tiene mucho más criterio con la pelota de o que la gente cree. Es un jugador fantástico, muy simple, muy limpio en esa posición, que nos aporta amplitud en el mediocampo y también un buen pase en largo. Físicamente es muy fuerte, sobre todo en la transición defensiva. Es joven pero con mucha experiencia al más alto nivel y no es ninguna casualidad que, a su edad, ya sea capitán de la selección argentina: sabe estar y es muy competitivo”.
Sin saber aún si jugará o no en la final tras su gran temporada, Mascherano piensa seguir fiel a su mantra: venir, ver, ganar.