[Este artículo fue editado y publicado en febrero de 2012 por THE ASSOCIATED PRESS]
Por: Alex Oller
BARCELONA (AP) — “¡¡Ole!! ¡¡Ole!! ¡¡Ole!! ¡¡Cholo Simeone!!
La grada del Vicente Calderón retumba en una noche de frío invierno madrileño al calor de los integrantes del Frente Atlético, ubicados al fondo Sur del coloso a orillas del Manzanares.
Tambores de guerra “indios”, como se conoce a los seguidores del Atlético de Madrid, alientan la tribu rojiblanca hacia su primera victoria bajo el nuevo gran jefe: Diego Pablo Simeone, el “Cholo”.
El tiempo parece no haber pasado para el ídolo argentino del club que lucha diariamente por enterrar el apelativo de “Pupas”.
En la centenaria historia del Atlético, brilla con luz propia la estela que dejó en su día Simeone, ganador del mítico doblete la temporada 1995-1996, en que los “colchoneros” se adjudicaron liga y Copa del Rey.
Pero este bonaerense de nacimiento ganó mucho más que títulos en sus dos etapas de rojiblanco. Se llevó el cariño y el respeto de una afición necesitada de referentes. Amor eterno.
“¡¡Ole!! ¡¡Ole!! ¡¡Ole!! ¡¡Cholo Simeone!!
La grada ya rugía entonces el nombre del centrocampista todoterreno que se cobraba enemigos en la cancha por la misma razón que ganaba adeptos tras la portería: se partía el cuerpo y el alma por la camiseta.
Hoy, Simeone está de vuelta con 41 años a cuestas pero similar grasa corporal y un curioso parecido con el cantante Tom Waits. Adicto al gimnasio, esquiva ahora la misma pelota por la que antes mordía. Su condición de nuevo entrenador del Atlético requiere de otras habilidades, y el “Cholo” nunca se antojó futbolista de pachangas.
La entidad tampoco ha cambiado mucho desde que la dejara por última vez en 2005. Sigue en permanente inquietud deportiva y existencial, con la mirada puesta en la construcción de un nuevo estadio.
La etiqueta de “Pupas” permanece a pesar de la Liga Europa ganada en 2010 y, uno por uno, emigran sus estrellas: Fernando Torres, Sergio Agüero, Diego Forlán, David De Gea…
La nueva temporada trajo al colombiano Radamel Falcao y al timonel Gregorio Manzano pero, transcurridas 17 fechas del campeonato, tan sólo permanecía el delantero.
Con el equipo clasificado 11mo y el entorno desquiciado, la cúpula se planteó un cambio de timonel, y surgió el nombre de Simeone, recién dimitido del club de sus amores, Racing de Avellaneda.
Su buen desempeño en Argentina avalaba al ex capitán, la comunión con la afición era total y, en caso de marejada, se antojaba el paraguas ideal para la directiva.
Llegó como regalo navideño y se presentó sin alardes: “El esfuerzo no se negocia”, advirtió antes de despachar al díscolo José Antonio Reyes al Sevilla y dejar clara su filosofía: “Prefiero tener una ocasión y ganar a varias y perder”.
Salvando alguna reticencia inicial, el plantel asumió el mensaje y adoptó el espíritu combativo del nuevo jefe. Nueve partidos, cinco victorias y cuatro empates después, el Atlético sigue invicto bajo su mando con solo dos goles encajados, clasificado sexto y con posibilidades de alcanzar la Champions en caso de ganar este domingo al tricampeón Barcelona.
“Es su reflejo: presión los 90 minutos, orden, concentración, protagonismo y libertad para llegar”, explica su ex compañero Kiko Narváez. “Es un gran comunicador. Comprende lo que pasa, sabe exponer sus ideas y gestionar un vestuario. Saca lo mejor de cada uno”.
Conviene el técnico azulgrana, Pep Guardiola: “Ha logrado cambiar la dinámica en plena temporada, algo muy difícil. Ha transmitido todas las cualidades que tenía como jugador: el equipo tiene alma, es agresivo e intenso. Todos los jugadores trabajan y cada balón es el último. Es su sello”.
Los rojiblancos también progresan en Liga Europa, donde este jueves eliminaron al Lazio por un global de 4-1.
El equipo romano fue precisamente el destino de Simeone tras dejar el Atlético y el Inter de Milán, y sus seguidores le dedicaron una calurosa bienvenida en el choque de ida.
“Siempre hubo un cariño y respeto mutuo con la grada por su forma de ser”, recuerda Kiko. “En el penúltimo partido de liga, campeonábamos con una derrota del Valencia. Pero él dijo que no, que tenían que ganar para quedar campeones en nuestro estadio con nuestra afición. Pensábamos que estaba loco, pero cuando jugamos en el Calderón nos dimos cuenta del motivo”.
Entre sus rivales, los recuerdos son menos edulcorados. El portugués Fernando Couto se las tuvo con el “Cholo”, al que soltó un codazo en un Atlético-Barsa. El argentino se apuntó la matrícula y, ya en la liga italiana, le devolvió la caricia con pisotón de propina en un Inter-Lazio.
Por desgracia, su imagen más recordada en España no es ninguno de sus 47 goles, sino la clavada de taco en el muslo de Julen Guerrero, estrella del Athletic de Bilbao.
También hizo perder los nervios al brasileño Romario, imperturbable ante el gol, que le lanzó un “crochet” sin balón de por medio.
Y en Inglaterra costó digerir la expulsión de David Beckham en el Mundial 1998, cuando pateó al bonaerense, precipitando la eliminación británica.
Simeone se limita ahora a ejercitarse unas tres horas diarias en las instalaciones de la zona residencial que comparte junto a su jefe de prensa personal y el preparador de porteros.
Pese a conservar otra amplia residencia de sus tiempos de futbolista, su ex mujer Carolina quedó en Argentina cuidando de sus tres hijos. Su primogénito, Giovanni, destaca como habilidoso delantero en las inferiores de River Plate. Nada que ver con el fútbol de trinchera de papá.
En Madrid queda con los suyos en el reservado de una conocida parilla argentina y suele compartir mantel una vez al mes con integrantes del doblete como Kiko, Toni Muñoz o Roberto Solozábal.
También acude semanalmente con el consejero delegado Miguel Angel Gil Marín y el director deportivo José Luis Caminero, otro ex compañero, con quien mantiene relación puramente profesional.
La buena racha actual quizás fomente la rutina del ágape, pero lo cierto es que a Simeone no le hace justicia la reputación de futbolista aguerrido. Siempre atesoró más calidad de la dispuesta al público y albergó un notable espíritu formativo.
“Te sientas a tomar un café y le da igual: en seguida aparta la sacarina, el azúcar y la taza para marcarte un movimiento sobre la mesa”, revela Kiko. “Como Pep (Guardiola), era una prolongación del entrenador en el campo y tenía vocación. No paraba de estudiar, ver, preguntar sobre tácticas a todo el mundo”.
Voraz consumidor de vídeos y conversaciones, visitó los entrenamientos de Guardiola y el madridista José Mourinho; y complementa su capacidad analítica con una personalidad ganadora, capaz de contagiar un vestuario. Pero también, granjearse animadversión entre sus superiores.
Abandonó el Atlético por la puerta trasera al chocar con el técnico, Radomir Antic, que pronto hizo limpieza del plantel y amansó el vestuario.
De sus protegidos, queda su compatriota serbio Milinko Pantic, entrenador del filial atlético pero no asiduo a las comidas del núcleo duro del doblete.
Antic declinó ser entrevistado por THE ASSOCIATED PRESS para este reportaje.
“A las tres semanas de llegar con veinte y pocos años, el “Cholo” ya provocó una reunión en pretemporada porque la cosa iba mal y nos cantó los defectos a todos”, acaba Kiko. “Yo fui una de las dianas, pero lo valoré porque tiene un discurso claro y sólo quiere que le des lo mismo que te da él a ti: dedicación, honestidad, ganas de aprender y amor por el juego”.
Trazos de gran jefe, sin duda.